sábado, 6 de junio de 2015

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO DE MONS. UBALDO POR SUS 25 AÑOS DE ORDENACIÓN EPISCOPAL

PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
 
¡Bendigo a Dios en todo momento y mi boca proclama su alabanza!
El mensaje del Papa Francisco me ha causado gran sorpresa y me ha colmado de alegría. Le estoy infinitamente agradecido por ese hermoso gesto de cercanía fraterna, por sus luminosas palabras y su bendición petrina.  Le pido al Señor Nuncio que lo hace presente en esta celebración le comunique mi gratitud, mi plena comunión con su persona y su ministerio petrino y el inmenso afecto fraternal que le profeso.
Todo lo que acontece esta noche en esta plazoleta, patio de la casa de María de Chiquinquirá en Maracaibo lo recibo como una inmensa bendición que no guarda proporción alguna con mi pequeño servicio. Recibo tantas manifestaciones de reconocimiento, cariño y afecto como expresiones del gran amor que este pueblo creyente le tiene a su Iglesia y a sus legítimos pastores.
¡Bendigo a Dios en todo momento y mi boca proclama su alabanza!
Valoro inmensamente la presencia de la tablita bendita, del Señor Nuncio Mons. Aldo Giordano, de mis hermanos obispos, sacerdotes, diáconos, consagrados y consagradas, de todos ustedes, gran feligresía de esta Iglesia local, así como de los hermanos y hermanas de otras confesiones cristianas. Estar con ustedes esta noche, la gran familia que Jesús me ha regalado (cf Mc 3,34-35), mi Iglesia a la que tanto amo, para escuchar la Palabra de vida, compartir el pan eucarístico, renovar la alianza con el Señor, me anima grandemente para reemprender el camino, con mayor alegría, esperanza y fortaleza, y seguir gastándome y desgastándome en la evangelización de los pobres,  hasta llegar a las puertas de la Jerusalén celestial.  
¡Si, bendigo a Dios en este momento y mi boca proclama su alabanza!
El mensaje del Papa Francisco  me conecta con la entrañable figura de San Juan Pablo II. A él le debo la elección al episcopado y  los sucesivos nombramientos como obispo auxiliar de Caracas, obispo residencial de Ciudad Guayana y finalmente arzobispo de Maracaibo. Que desde el cielo  me ayude ahora a llevar a buen término mi carrera y el ministerio que he recibido de Jesús (cf Hech 20,24), iniciador y consumador de mi fe (Cf He 12,2).
Un himno de Laudes le dirige a Dios este verso: “Tus manos son recientes en la rosa”. Así siento las manos del Cardenal José Alí Lebrún posadas sobre mí; así también, fresco y fragante, siento  el santo crisma que derramó copiosamente sobre mi cabeza. A él asocio los arzobispos Mons. Domingo Roa Pérez y Miguel Antonio Salas que fungieron de co- consagrantes.  Ese día fuimos tres los ungidos, como dice el Salmista, con el perfume de fiesta (Sal 44,8). Con mis hermanos obispos Diego y Mario, aquí presentes, a quienes no me canso de  agradecer su amistad, su cercanía, su ejemplo y su presencia,  bendigo al Señor por habernos puesto al lado de tan excelente maestro para iniciarnos en el pastoreo eclesial.
¡Si, bendigo a Dios en este momento y mi boca proclama su alabanza!
He intentado vivir estos 25 años, como decía nuestro querido Papa emérito Benedicto XVI, a quien también me siento muy ligado y recuerdo esta noche con gran cariño, como un simple trabajador de la viña del Señor, atento a descubrir cada día la inagotable juventud y novedad de este oficio, que San Agustín definió tan acertadamente como un oficio de amor.  
Las cosas que el Señor ha hecho en mi vida episcopal están asociadas con la abundancia,  la generosidad y el desborde. El Señor siempre me ha picado adelante. He recibido mucho de Él y, en retorno, le he dado poco. En todos mis servicios he experimentado muy hondamente la verdad de la  frase paulina en la carta a los Romanos: “Donde abundó el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5,20). Por eso le pido, con tantos suplicantes, que tenga piedad y misericordia de mi.
¡Si, bendigo a Dios en este momento y mi boca proclama su alabanza!
Lo que más me  abruma es que, aun conociendo a fondo mi debilidad, el Señor no ha cesado de renovarme su confianza y encomendarme  nuevas misiones. Con el pasar de los años he descubierto que la existencia terrena no alcanza para corresponderle  al Señor la abundancia de sus dones. Con razón el evangelista Mateo compara tal prodigalidad a la lluvia que fecunda los suelos y a la esplendorosa luz del sol (Cf Mt 5,45).



Estoy plenamente convencido de que esta vida es plena cuando se vive en actitud eucarística, alegre,  servicial y oblativa, como María de Nazaret. Que ella, a quien  desde pequeño me entregué como hijo suyo, me ayude a corresponder, día tras día, a la gracia del Espíritu Santo y a mantenerme fiel en esta humilde disponibilidad instrumental y en el cumplimiento de la voluntad del Señor.
“Bendigo a Dios en todo momento, su alabanza esté siempre en mi boca“  (Sal 34,2)

Maracaibo 6 de junio de 2015

+Ubaldo R Santana Sequera FMI

Arzobispo de Maracaibo

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