domingo, 29 de septiembre de 2019

DOMINGO XXVI ORDINARIO C 2019 - HOMILÍA

DOMINGO XXVI ORDINARIO C 2019
HOMILÍA

Muy queridos hermanos,
Acabamos de escuchar la parábola del pobre Lázaro que pasa su vida a la puerta de un hombre rico. Es una historia de palpitante actualidad que nos lleva a todos a preguntarnos cómo está organizada nuestra vida.
Hay muchas maneras de vivir. Hay quienes no tienen capacidad alguna de hacer su vida propia. Están sometidos, esclavizados, oprimidos. Hay quienes viven haciendo sufrir a sus hermanos por medio del sometimiento opresivo, del maltrato, de la violencia. Son agentes exterminadores. Son individuos depredadores. Hay quienes viven como el trompo, girando en torno a sí mismos sin importarles absolutamente nada el prójimo, tal como los describe en la primera lectura el profeta Amos. Hay otros que viven y se desviven por ayudar a su prójimo, por tender la mano al necesitado, por mejorar las condiciones de vida de sus semejantes.

En resumen, hay quienes viven y llevan vida buena; otros que sobreviven tratando de mantener la cabeza fuera del agua que los inunda; otros que se desviven por sus hermanos para que vivan mejor. Hay quienes no viven, sino que la vida les pasa por encima, hay quienes la vida los maltrata, los machaca; hay quienes asumen su vida y hacen de ella un servicio para mejorar la vida del mundo y la de sus hermanos.
Jesús nos enseña hoy dos cosas muy importantes sobre este tema. Nuestra manera de vivir en esta tierra tiene importancia. De la manera como vivamos en esta tierra, nos preparamos para vivir en la vida eterna. Quien escoge vivir sin Dios y sin el hermano, le tocará una eternidad de soledad y abandono. Quien escoge vivir con Dios y con sus hermanos, le tocará una eternidad con Dios y con sus hermanos. La vida terrenal, dice S Pablo, es una siembra, una semilla. La vida eterna es una cosecha. Lo que hayas sembrado en la vida terrenal, eso cosecharás en la eterna. Sembraste vientos terrenales, cosecharás tempestades eternas. Sembraste semillas terrenales de hermandad solidaria y compasiva, cosecharás una eternidad de amor y comunión con el Dios amoroso y compasivo.

Nos enseña además el Señor que su Padre Dios se hará cargo de aquellos seres humanos que en esta tierra no les haya tocado más que maltrato, explotación, esclavitud, sufrimiento y dolor incesante, causado por otros semejantes. En la parábola Abraham le contesta al rico que se retuerce sediento entre las llamas: “Hijo- sigue siendo hijo- recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras tú sufres tormentos”.

El Salmo 145 de hoy como muchos otros salmos, nos invita a alabar al Señor porque al final de todo, Dios restablece la justicia, “hace justicia al oprimido”. Por eso, nosotros sus hijos, los discípulos de su Hijo Jesús, camino, verdad y vida, lejos de comportarnos pasivamente esperando que el Señor intervenga, hemos de comportarnos en esta tierra como El y adelantar, en todo lo que podamos, el restablecimiento de la justicia, el trato amoroso y compasivo hacia los que tienen hambre, los que tienen sed, los descartados, oprimidos y abandonados por la sociedad.

Los cristianos, los que queremos seguir a Cristo, tenemos en él, en su madre un modelo y un espejo de cómo hemos de vivir nuestro tiempo terrenal. El comportamiento de Jesús es muy claro y límpido. Es una vida totalmente volteada y orientada hacia su Padre Dios y hacia sus hermanos los hombres. Pedro resume en uno de sus discursos después de Pentecostés la vida de Jesús, con estas simples palabras: “Pasó haciendo el bien”.

A nosotros se nos da pues escoger cómo consideramos nuestra vida terrenal: un tiempo para pasarla bien, entre rumbas, fiestas o farras o un tiempo para hacer el bien. Un tiempo para fregar la vida del prójimo o un tiempo para hacerle la vida más llevadera a los que tenemos a nuestro alrededor. Eso es lo que Pablo en la segunda lectura intenta inculcarle a su discípulo Timoteo a quien acaba de dejar al frente de una comunidad: “Tú, como hombre de Dios, lleva una vida de rectitud, piedad, fe, amor, paciencia y mansedumbre”.

Este modo de vivir que nos enseña Jesús es el único que vale la pena y que nos hace verdaderamente felices y le da a nuestra existencia su verdadero sentido, Esa es la verdadera vocación humana. Pero bien sabemos que no es un camino fácil. Es más bien un camino y una forma de vivir a contra-corriente del mundo y de la sociedad. Por eso San Pablo le recuerda a Timoteo y a todos nosotros que hay que luchar: “Lucha en el noble combate de la  fe, conquista la vida eterna a la que has sido llamado y de la que hiciste una admirable profesión ante numerosos testigos”.

Nosotros también, desde nuestro bautismo, desde nuestra confirmación, guiados por nuestros padres, adoctrinados por nuestros catequistas, ayudados por nuestros padrinos y amigos, sostenidos y acompañados por nuestros pastores y nuestros hermanos en comunidad, hemos optado por este modo de vivir.

Cada domingo en la eucaristía profesamos nuestra fe en la vida eterna después de la muerte. Creemos que, así como Cristo resucitó nosotros también resucitaremos. Afirmamos nuestra convicción de que el Señor está con nosotros, vive en medio de nosotros, nos ilumina con su Palabra, nos alimenta con sus sacramentos, por medio de su Espíritu Santo, nos fortalece con su gracia, nos dota con sus dones, para que vivamos como él, nos comportemos como hermanos con nuestros semejantes, luchemos también por hacer un país mejor, una Iglesia más unida y solidaria, seamos compasivos, buenos, misericordiosos.
No nos cansemos hermanos de hacer el bien, venzamos el mal a fuerza de bien. Luchemos con Cristo y con nuestros hermanos por hacer crecer la semilla de la verdadera vida humana en donde nos toca realizar nuestra existencia.
El Empedrado 29 de septiembre, fiesta de los Santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.

+Ubaldo R Santana Sequera fmi
Administrador apostólico “sede plena” de Carora


sábado, 28 de septiembre de 2019

DIÓCESIS DE CARORA - EUCARISTÍA DE ENVÍO DIOCESANO DE CATEQUISTAS - HOMILÍA


DIÓCESIS DE CARORA
EUCARISTÍA DE ENVÍO DIOCESANO DE CATEQUISTAS
HOMILÍA
Muy queridos hermanos y hermanas en el Señor,
Es un gran gozo para mi presidir esta eucaristía diocesana en el marco de la Semana Nacional de la Catequesis, evento eclesial que convoca todos los años a los catequistas y a sus formadores esparcidos por todas las Iglesias locales que peregrinan en Venezuela. Este año la hemos vivido inspirados por el lema: “Renovados y enviados anunciemos la esperanza de ser discípulos en Venezuela”.
El Señor escogió a otros setenta y dos y los mandó de dos en dos”
El envío que celebramos hoy se coloca dentro del dinamismo del envío que Jesús hizo de setenta y dos discípulos “para que fueran de dos en dos, delante de él, a todos los pueblos y lugares por donde él iba a pasar”. 
Ya Jesús, conmovido hasta en sus entrañas, por el abandono en que se encontraba su pueblo, “porque estaban maltratados y abatidos como ovejas sin pastor” (Mt 9,36), había enviado anteriormente en misión a los Doce apóstoles. Ellos habían recorrido los pueblos anunciando la Buena Noticia y sanando enfermos por todas partes. Pero se dio cuenta que no era suficiente porque “la cosecha era abundante pero los trabajadores seguían siendo muy pocos”.
Por eso pide que “rueguen al dueño de los campos que envíe trabajadores para recoger la cosecha” y decide enviar una nueva oleada de setenta y dos misioneros pregoneros de la Buena Noticia y portadores de sanación.  Se trata de una cifra simbólica. Así como el envío de los doce simbolizaba la evangelización de Israel, los setenta y dos simbolizan el anuncio del Reino de Dios al mundo entero. Así lo dará a entender cuando antes de ascender a la derecha de su Padre, hace el envío final: “Vayan y hagan discípulos entre todos los pueblos, bautícenlos consagrándolos al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, y enséñenles a cumplir todo lo que yo les he mandado” (Mt 28,18-19).
Hoy elevamos nuestra acción de gracias a Cristo, el primer y gran catequista, que nos ha llamado por nuestro nombre y nos ha incluido en los incesantes y renovados envíos que hace en todas partes y a través de los siglos, para que el Evangelio del Reino se siga esparciendo y se vaya haciendo más visible en todas las estructuras del mundo y de la sociedad, la vigencia de la civilización del amor.
Porque su amor es eterno
Con el mismo gozo que experimentamos desde el primer día en que fuimos llamados en nuestras comunidades y aceptamos enrolarnos entre los trabajadores de esta gran cosecha, hoy queremos renovar todos juntos nuestro compromiso y proclamar: “El amor del Señor es eterno y siempre está con nosotros”,
Ser catequista es un servicio discipular. Solo un discípulo ardiente y convencido de Jesús puede ser enviado por el Señor y asumir con pasión esta misión. Es un servicio pastoral que el obispo comparte con cada uno de ustedes. Dice S. Agustín que todos los que pastoreamos la grey somos como los miembros del único pastor. “Si hubiera muchos pastores, continúa el obispo de Hipona, habría división” pero como estamos llamados a construir la unidad debe quedar siempre en claro que todos los catequistas y demás servidores y ministros trabajan bajo la conducción y guía de un único pastor, representado en la diócesis por el obispo conjuntamente con su presbiterio.
Hemos de procurar por consiguiente ayudarnos unos a otros para formar una sola cosa con Jesucristo, de tal modo que cuando cumplamos nuestro servicio se vea claro que no somos nosotros los que apacentamos, catequizamos, evangelizamos, sino que es el Único Pastor quien realiza todas esas acciones.
Catequizar significa servir de eco para que resuene la verdadera voz no la nuestra. Como decía Juan el Bautista, titular de esta Catedral, somos simples amigos del esposo; cuando lo voceemos, no busquemos que se oiga nuestra voz sino la voz del amigo, del Esposo.  Nuestros catequizandos, a medida que van avanzando en el itinerario catequístico de iniciación cristiana, han de ir descubriendo con creciente alegría, que la voz de la caridad de sus catequistas es la voz y la caridad del mismo Señor.
El servicio catequístico es un servicio de amor.
Para ello, es menester, como les decía antes, que nos hagamos una sola cosa con él en el amor. El servicio catequístico es un servicio de amor. Solo cuando estamos unidos a Jesús en el amor, podemos recibir la encomienda de pastorear una porción de su rebaño. Así como Jesús se aseguró por tres veces que Pedro lo amaba antes de encomendarle el pastoreo de su rebaño, así el Señor quiere asegurarse que lo amamos para entregarnos en la Iglesia, en la comunidad, el cuidado de una pequeña porción de su rebaño. Solo fortaleciendo este amor, construimos la unidad en la Iglesia, es decir en el cuerpo de Cristo.
Dejémonos pues abrazar por el inmenso amor de Dios y, desde allí, hagámonos difusores en cada sesión, en cada encuentro, en cada etapa del itinerario, de ese mismo amor. Nuestra gloria ha de ser, citando nuevamente al santo pastor africano, “apacentar a Cristo, apacentar para Cristo, apacentar en Cristo”.
Que el Señor al posar sus ojos en cada uno de ustedes, se sobresalte con el mismo gozo en el Espíritu que lo estremeció cuando vio regresar a los setenta y dos de su misión y bendijo jubiloso a su Padre, “porque quiso ocultar las cosas del Reino a los sabios y a los entendidos y se las dio a conocer a la gente sencilla” (Lc 10,21-22)
Este gozo, esta alegría que ha sido depositado en nuestro corazón no nos quita la consciencia de las fuertes interpelaciones que nos llegan de la realidad acuciante de nuestro país, de las graves carencias de nuestros catequizandos, y de las mismas luchas que tenemos que librar nosotros mismos para llevar a cabo nuestra tarea catequística. Experimentamos con crudeza la advertencia del Señor cuando envío a los suyos: “Miren que los envío como corderos en medio de lobos”.
Nos toca muchas veces desempeñar nuestra misión con las mismísimas pautas que Jesús le dio a nuestros antepasados: sin dinero, sin provisiones, con los zapatos gastados y valiéndonos de la hospitalidad y generosidad de las familias que participan en el itinerario para poder cumplir nuestra tarea. En medio de tanta penuria, descubrimos sin embargo que la prioridad es entregar a Jesús pobre, sencillo, acogedor y lleno de compasión y que es allí donde reside el motivo profundo de la paz y del gozo que nos mantiene fuertes, fieles y unidos.
Amados catequistas, tienen en sus manos y en su corazón como María, una tarea inmensa y hermosa: entregar a Jesús a sus hermanos, hacer crecer cristianos hasta su madurez en el Espíritu, contribuir a forjar comunidades cristianas unidas, misioneras, solidarias. Citando a nuestro Santo Padre Francisco: “El evangelio no es para algunos sino para todos. No es solo para los que parecen más cercanos, más receptivos, más acogedores. Es para todos. No tengan miedo de ir y llevar a Cristo a cualquier ambiente, hasta las periferias existenciales, también a quien parece más lejano, más indiferente. El Señor busca a todos, quiere que todos sientan el calor de su misericordia y de su amor”.
Dejémonos hoy invadir por el gozo que se apoderó de los setenta y dos discípulos cuando el Señor se fijó en ellos, los llamó por su nombre, los dispuso en binas y los envió en su nombre, a anunciar su mensaje y a comunicar su amor salvador. Déjense renovar y enviar, déjense conformar por el Espíritu como discípulos pobres, pequeños, humildes y sencillos de Jesús, háganse portadores con su vida, su ejemplo, sus gestos y sus palabras del Evangelio del Señor.
Con el apóstol Pablo crezcamos, gracias a la Palabra y a la Eucaristía con las que el Señor nos nutre y sostiene, en los siete fundamentos esenciales de la unidad: Un solo cuerpo que es la Iglesia visible, un solo Espíritu principio de la unidad interna; una esperanza, destino final de nuestros desvelos; un solo Señor, unidad de obediencia al único pastor y dueño de la comunidad; una sola fe, unidad en el seguimiento de la única tradición apostólica, portadora a través de los siglos de la memoria de Jesús; un solo bautismo, unidad en cuanto a todos nos incorporar a un único Cristo; Y en el vértice de todo, un Dios Padre que nos une a todos en una sola familia de hijos e hijas suyos.
El Señor está con nosotros, Su misericordia es eterna. Amén.
Catedral de Carora, 28 de septiembre de 2019
+Ubaldo R Santana Sequera fmi
Administrador apostólico sede plena de Carora

 


viernes, 27 de septiembre de 2019

Mensaje a los Catequistas de la Diócesis de Carora con motivo de la Semana Nacional de la Catequesis 2019


 




DIÓCESIS DE CARORA
ADMINISTRADOR APOSTÓLICO
Mensaje a los Catequistas de la Diócesis de Carora
con motivo de la Semana Nacional de la Catequesis 2019

Queridos Catequistas,
La paz de nuestro Señor Jesucristo esté con todos ustedes.
La culminación de la Semana Nacional de la Catequesis me brinda la oportunidad de dirigirme a todos ustedes, para enviarles un mensaje lleno de gratitud y aliento. Sé que, respondiendo a la invitación de la Comisión Episcopal de Catequesis de la Conferencia Episcopal Venezolana, han realizado con gran entusiasmo, en todos los niveles eclesiales, bajo la coordinación del Secretariado diocesano, diversas actividades, para dar gracias a Dios por el don de este importante ministerio eclesial y por su presencia en toda la geografía diocesana.
Esta semana, ha sido un verdadero tiempo de gracia que el Señor nos ha concedido, durante la cual hemos tomado renovada consciencia de su necesidad para la educación y el crecimiento en la fe de nuestras comunidades cristianas. El lema propuesto para este año: Renovados y enviados, anunciemos la esperanza de ser discípulos en Venezuela” nos ha ayudado a crecer en comunión y articulación con todas las Iglesias locales del país.
Esta semana se ha celebrado a las puertas del mes misionero extraordinario de octubre, convocado por el santo Padre Francisco para, reimpulsar en la Iglesia, entre otros fines, el anuncio del Evangelio. El lema de la Semana se encuentra en gran sintonía con la línea misionera del mes de octubre. Es efectivamente en los procesos e itinerarios catequísticos donde se va fraguando el perfil misionero del cristiano. Los catequistas son efectivamente misioneros formadores de misioneros, ya que el Señor los ha colocado en medio de la comunidad, como testigos de su vida y de su obra, comunicadores de su mensaje de salvación y formadores de futuros testigos, dispuestos a seguir dando a conocer a Jesús, en los ambientes en que hacen vida y desde su propia condición, edad y capacidades.
Queridos catequistas, en nombre del pueblo de Dios que peregrina en estas tierras de Torres y Urdaneta, agradezco profundamente la entrega y dedicación con que realizan su misión en nuestras parroquias. Su servicio es invalorable pues gracias a ustedes la fe cristiana se ha venido trasmitiendo en nuestros pueblos y caseríos, sin interrupción, de generación en generación.
Sé de las dificultades de todo tipo que encuentran actualmente para realizar su misión, asegurar su propio crecimiento y formación y no dejar entibiar su entusiasmo y su entrega. Su ejemplo, su perseverancia, su presencia nos anima a todos a seguir avanzando juntos, en comunidad, abriéndonos paso en la historia y edificando el Reino, junto con todos los diversos movimientos, grupos, servicios, carismas y ministerios que se dedican a propagar el Evangelio.
La grave crisis que atraviesa nuestra querida patria, nos apremia a unirnos, a trabajar más conjuntamente, en un mismo espíritu, para anunciar la esperanza de ser discípulos en Venezuela. No dejen pues de disipar con la Luz de Cristo, las tinieblas de la corrupción, de la desesperanza, del abandono y de la soledad que envuelven a nuestra gente.
En estos días estamos preparándonos también para celebrar nuestras fiestas patronales diocesanas. Fijemos nuestra mirada en nuestra Madre del Cielo, Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá de Aregue. Ella fue la primera formadora de Jesús durante su infancia y adolescencia. Que ella sea para nosotros modelo de entrega al plan de Dios, consuelo en los momentos de desacierto e intercesora en favor de los itinerarios catequísticos de iniciación cristiana que estamos implantando en nuestra diócesis.
A ella los encomiendo a todos ustedes especialmente. Animémonos unos a otros. alimentémonos de la Palabra y del Pan de Vida que Cristo nos da y sigamos adelante, sin desfallecer cumpliendo las metas que nos hemos trazado este año. 
Con mi bendición para ustedes, sus familias y comunidades.
En Carora a los veintisiete días del mes de septiembre del año del Señor 2019

Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera fmi
Administrador Apostólico “sede plena” de Carora


lunes, 16 de septiembre de 2019

EUCARISTIA DE CLAUSURA DEL XI ENCUENTRO NACIONAL DE JOVNES DE ACCION CATOLICA (ENJAC)

EUCARISTIA DE CLAUSURA DEL XI ENCUENTRO NACIONAL DE JOVNES DE ACCION CATOLICA (ENJAC)

HOMILIA

Muy amados jóvenes,

Es una gran bendición que todos ustedes jóvenes, a pesar de tantas dificultades y limitaciones, hayan podido congregarse en Maracaibo para llevar a cabo este importante XI Encuentro Nacional de Jóvenes de Acción Católica. En este evento hemos de contemplar un hermoso don de Dios por el que hay que bendecirlo, alabarlo y darle inmensas gracias. 

Todo don que Dios nos hace se transforma a su vez en una misión. Quienes lo reciben adquieren una responsabilidad y un compromiso. Yo estoy seguro de que todos ustedes están muy conscientes de ello. Nada de lo que han vivido aquí este fin de semana es para ustedes solos. Es una misión de todos, con todos y para todos.  A través de ustedes, el Señor quiere llegar a millares de familias, de jóvenes del país y del mundo entero de manera directa y por las redes sociales. Así se los ha hecho sentir el Papa Francisco en el mensaje que les ha dirigido al inicio de este evento. 

La fuerza de la fe está en su raíz y fundamento. Esa raíz y fundamento es Cristo Jesús, muerto y resucitado (Cfr. Col 2,6-7).  Llevémonos esta certeza que Pablo le trasmite a su discípulo Timoteo: en Cristo Jesús muerto y resucitado, se ha hecho presente la salvación de Dios, salvación que trae consigo la presencia permanente del Señor y con él la alegría del perdón, de la compasión, y de la misericordia para las ovejas perdidas de este mundo. 

Con Cristo Jesús ha llegado hasta nosotros hoy de manera concreta, cercana y real todo el poder de la vida, del amor, de la gracia. Y nosotros estamos aquí en esta eucaristía, para testimoniarlo y asumir de nuevo juntos, unidos en Cristo y acompañados por nuestra madre la Virgen María, en esta etapa de nuestra vida, el compromiso de anunciarlo en nuestro país y el mundo entero.

Es imposible que jóvenes cristianos se puedan congregar sin traer a su memoria la dolorosa historia que comparten con sus hermanos; sin pensar en los millones de familiares, compañeros, amigos jóvenes que han salido en busca de mejores horizontes de esperanza; sin tomar consciencia de cómo la familia venezolana está despezada, agobiada, torturada y sometida a las más graves violaciones de sus derechos fundamentales, tal como la ha denunciado la Alta Comisionada de la ONU para los DD.HH. Michelle Bachelet. 

Ante el desbordamiento de la violencia y de la agresividad contra los indefensos; ante los muros, murallas, alambradas y cercos de púas, que se levantan en el mundo para impedir el acceso de los pobres a los países desarrollados, en el mundo se levanta un grito desesperado de millones y millones de seres humanos pidiendo justicia, respeto, reconocimiento de su dignidad. 

Los jóvenes son una materia prima apetecible por los que quieren enriquecerse a costa de ellos; son perseguidos y hostigados por toda clase de negociantes y mercenarios que no quieren su bien sino su utilización para lucrarse y enriquecerse con ellos. Los políticos corren detrás de sus votos, los gobernantes los ideologizan, los mercaderes del sexo los buscan para la prostitución, los guerrilleros los reclutan a la fuerza, los narcotraficantes los quieren ver a todos drogados; los terroristas los vuelven carne de cañón; y no faltan grupos religiosos y sectas que los idiotizan y los vuelven zombis tele-controlados. 

Dios nos advierte, en la primera lectura, por medio de Moisés, del peligro que siempre nos acecha a todos de volvernos adoradores idolátricos de becerros de oro. Jóvenes, no permitan ser sacrificados por los grandes intereses económicos internacionales sobre el altar idolátrico del Dios Moloc del placer, del sexo irracional, de la explotación devastadora de los recursos no renovables del planeta, de políticas públicas corruptas y deshumanizadoras. 

Hagamos lo que esté a nuestro alcance para acelerar por medios pacíficos la salida de los gobernantes inútiles, ineficaces y nefastos que nos han llevado a la ruina moral, política, social y económica. Ya es hora, que se vayan, suelten los puestos de mando que están usurpando y dejen lugar a la gente joven que de verdad ama este país, ama su gente, ama su cultura, su gentilicio, su fe y su naturaleza. ¡No queremos más una Venezuela crucificada, hambrienta, que no es capaz de retener a sus millones de hijos que huyen desesperados y tristes en busca de mejor vida!

Abandonen sin vacilación la cohorte de los depredadores que queman la Amazonía, dejando detrás de si macabros cráteres lunares; despojan a las naciones indígenas de sus territorios; acaban sin piedad con la fauna y con la flora, legando desiertos sin agua ni sombra a las generaciones venideras. No es de extrañar que ante tanta carencia de honestidad y espíritu de servicio desinteresado sean los jóvenes y los niños, como la adolescente Greta Thrumber, que tengan que salir a la calle a defender la dignidad de la vida del feto, del anciano, del minusválido y de la naturaleza.  

No voten por políticos corruptos y manipuladores, embaucadores de oficio que solo buscan acumular poder y dinero a costa de la vida de los pobres y de los ingenuos. Construyan democracia de fuerte contenido social y corresponsable, fundamentada en el Estado de Derecho y Justicia, formando equipos corresponsables con hombres y mujeres honestos, bien formados y preparados, con gran sentido de solidaridad humana y de servicio desinteresado, que luchen frontalmente contra la corrupción, el cambio climático, la contaminación ambiental; empeñados en sacar en un desarrollo económico sustentable basado en el trabajo productivo y la dignificación de la familia heterosexual y acogedora de la vida.  

Ya es hora de que las organizaciones mundiales no se queden en simples declaraciones, sino que tomen decisiones valientes en favor de los pobres espacios de los migrantes, de los desplazados, de la humanización las cárceles y tomen medidas eficaces para detener el tráfico de personas, de órganos y de animales en peligro de extinción.

Ante esta tragedia que ha alcanzado proporciones descomunales y a veces desesperantes, los cristianos han de comportarse coherentemente y sin muchos discursos, salgan a pescar hombres, a buscar ovejas perdidas; a derramar sobre esta humanidad doliente el caudal de amor compasivo y misericordioso, de cercanía y fraterna solidaridad que Cristo dejó en sus manos.

Donde abunda el pecado, ha de sobreabundar la gracia de la salvación (Rom 5,20). Si somos de Cristo, si nos declaramos miembros de su Reino, si pertenecemos a la civilización del amor que él ha inaugurado desde lo alto de su cruz, nos toca entonces asumir en serio su misión. Abramos cauces a su inmenso torrente de amor que brota de su costado abierto; llevémosle los enfermos, los lisiados, los encorvados, los abusados para que pose sobre ellos sus manos sanadoras.

Sean sembradores empedernidos de paz y esperanza en medio de las contradicciones que los envuelven. Acepten el estilo de vida de Jesús. Luchen para que todos puedan sentarse a una mesa donde haya comida, no regalada, ni negociada sino ganada con el sudor de su trabajo.  Acepten morir a comodidades superfluas para dejar que el espíritu de desprendimiento triunfe en sus vidas.

Este Reino de Cristo, donde cada uno es amado, comprendido, incluido, aceptado y valorado en su dignidad está dentro de ustedes. Dejen nacer, brotar y crecer ese Reino dentro de sus proyectos de vida. Que desde ustedes brote ese hombre nuevo, esa nueva tierra y esos cielos nuevos prometidos por el Señor.  Hombre, Mundo, cielo y tierra por los cuales el Señor Jesús vivió y murió, luchó y lloró, se coronó de espinas y se entronizó en la cruz. Suelten sin miedo, compactados en Iglesia, esa fuerza de gracia que recibieron en su bautismo. Dejen vivir a Cristo en ustedes. Cédanle espacio, tiempo, fortalezas y bienes para que él pueda redimir, ungir, salvar, unir, hermanar.  

Este sueño ya Jesús lo hizo realidad en su cuerpo entregado, en su sangre derramada que hoy se da en alimento de vida en esta santa eucaristía. Hoy somos nosotros los publicanos, los pecadores, las ovejas perdidas, los rescatados por su amor los que nos sentamos gozosos a su mesa sabiendo que nos ha perdonado, y nos envuelve en la fuerza transformante de su amor.

Salgamos de aquí convencidos de que, en Cristo Jesús, estamos llamados a ser pescadores de hombres, buscadores incansables de ovejas perdidas, restauradores de imágenes perdidas, reconstructores de familias divididas, edificadores de un mundo misericordioso y compasivo con los más necesitados.

Maracaibo,15 de septiembre de 2019

+Ubaldo R Santana Sequera fmi

Arzobispo emérito de Maracaibo

Administrador apostólico sede plena de Carora

domingo, 8 de septiembre de 2019

DOMINGO XXIII ORDINARIO CICLO C 2019 - EUCARISTÍA EN ACCIÓN DE GRACIAS POR LOS 450 AÑOS DE LA CIUDAD DE CARORA



DOMINGO XXIII ORDINARIO CICLO C 2019

EUCARISTÍA EN ACCIÓN DE GRACIAS
POR LOS 450 AÑOS DE LA CIUDAD DE CARORA

HOMILÍA
Reconoce, oh cristiano, la altísima dignidad de esta tu sabiduría, y entiende bien cuál ha de ser tu conducta y cuáles los premios que se te prometen. La Misericordia quiere que seas misericordioso, la Justicia desea que seas justo, pues el Creador quiere verse reflejado en su creatura y Dios quiere ver reproducida su imagen en el espejo del corazón humano, mediante la imitación que tú realizas de las obras divinas. No quedará frustrada la fe de los que así obran, tus deseos llegarán a ser realidad y gozarás eternamente de aquello que es el objeto de tu amor. ( Papa S. León Magno)


Muy queridos hermanos en Cristo Jesús,
Las lecturas de este domingo son una clara y fuerte invitación a buscar la sensatez, la sabiduría y la libertad. El Libro de la Sabiduría nos dice que son dones de Dios.: “¿Quién rastreará las cosas del cielo?, ¿Quién conocerá tus designios, si tú no le das sabiduría enviando tu Santo Espíritu desde el cielo?”. San Pablo preso, le envía a Filemón a su esclavo Onésimo, que se hizo cristiano en la cárcel, para que lo trate no ya como un mero esclavo, sino como un hermano en Cristo.  Jesús expone sus exigencias para formar parte de sus discípulos, pero no se las impone a nadie. Dice: quien quiera ser mi discípulo. Claridad, verdad y libertad son notas siempre presentes en el mensaje de Jesús.
En esta significativa y gozosa celebración aniversaria de la fundación de nuestra ciudad, invoquemos todos al Señor nuestro Dios, para que nos de hambre y sed de esos dones y nos haga partícipes de ellos pues los necesitamos para llevar juntos una vida mejor. Los invito también en entrar en sintonía con la fe la devoción mariana del pueblo venezolano que celebra hoy, en tantas regiones, templos y capillas a Santa María bajo las advocaciones de Nuestra Señor de Coromoto, Nuestra Señora del Valle y más localmente Nuestra Señora de la Corteza.
La libertad es sin duda uno de los mayores del hombre. Pero ¿quién nos enseñará qué es la libertad y como se vive en libertad? Muchas formas y prácticas de la libertad se alcanzan a costa del sometimiento, la opresión y la esclavitud de otros grupos humanos. Jesús nos llama como hijos de Dios a vivir en libertad, nos quiere enseñar la sabiduría de la libertad y aprender, a su lado como practicarla, sin daños ni perjuicios a terceros.
A la mayoría de nosotros nos enseñaron de pequeños lo que estaba bien y lo que estaba mal; lo que se podía y lo que no se podía hacer. Y algunos nos hemos quedado ahí, siempre esperando que alguien nos diga lo que tenemos que hacer. Somos muy propensos a hipotecar nuestra libertad por unas cuantas cebollas de Egipto.  Ser cristiano es una llamada a crecer como personas, a madurar, a ser responsables, a vivir en libertad, a tomar nuestras propias decisiones, a arriesgar. No es porque así ganemos el premio de la vida eterna, sino porque esa forma de vivir es la que le da sentido y finalidad verdaderas a la Vida en sí misma.
Jesús en el Evangelio nos invita a seguirle. Pero no nos dice lo qué tenemos que hacer en cada momento. Nos dice que seguirle a Él conduce a la vida y que implica desapegos y sacrificios. Nada valioso en esta vida se consigue sin renuncias y sacrificios. Seguir a Jesús es dejar la casa donde vivimos. Quizá no en el sentido físico o geográfico sino en el sentido afectivo. Dejar ese lugar mental donde nos sentimos seguros, donde ya tenemos respuestas para todo.
Seguir a Jesús es salir a la intemperie, dejarnos afectar por lo que piensan, sienten y sufren nuestros hermanos, los hombres y mujeres de nuestro entorno y del mundo. Cargar con nuestra cruz significa aceptar nuestras heridas y limitaciones, nuestros errores del pasado. No negarlas sino asumir que son parte de nuestra historia, de nuestro ser. Y caminar con la mirada puesta al frente, confiando en que Dios curará todas esas heridas, confiando en que el don de la libertad, del encuentro gozoso con el hermano y con Dios, compensará con creces todo lo que hayamos dejado atrás. Ser cristiano y seguir a Jesús, mis queridos hermanos, es una aventura de vida, tiene mucho que ver con aprender a ser libre y ayudar a otros a descubrir que somos hijos de Dios y hermanos de todos.
Leer un poco sobre el pasado, presente y previsible futuro de Carora me ha permitido adentrarme en su identidad, que es tan propia. He aprendido también a conocerla por vinculaciones afectivas de larga data; por la cercanía geográfica y similitud idiosincrásica con el pueblo zuliano, donde el Señor me colocó en estos últimos dieciocho años. Haciendo acopio de todo ello, me atrevo a decir, a los pies de nuestra patrona, Nuestra Señora del Rosario, a 450 años de sus inicios fundacionales, que los caroreños somos- ya me incluyo como uno de ustedes- capaces de ejercitar esa libertad, puesto que nuestra historia así nos lo demuestra y lo que se ha sido no se renuncia jamás.
“La ciudad está en un hermoso y dilatado valle, de alegres cielos, apacibles aires y temperamento cálido, muy sano, y aunque sus aguas son abundantes, las más del año están turbias porque descienden por un terreno arenoso, sus campos son bastantes áridos, poblados de tunas y cardones.  No obstante la esterilidad de su terreno, abunda en ello lo necesario para la comodidad de sus moradores, por ser éstos industriosos y aplicados al trabajo” Así nos la presenta José Luis de Cisneros.
En lo religioso, desde los inicios existía una choza donde se impartía catecismo y se hacían las celebraciones cultuales. Consagrada desde siempre a la Virgen del Rosario, cuyo protagonismo en la batalla de Lepanto ocurre en 1571, los mismos años de nuestra fundación, y más tarde a San Juan Bautista. Dada la afluencia de catequizados, hubo necesidad de construir una Iglesia grande y para 1620 ya existía iglesia techada, siendo ésta, la tercera Catedral en pie más antigua del país.
Ciudad matrona, levítica, doctoral y guerrera. Así la llamaron sacerdotes venidos de distintas partes, atraídos por su fervor y por sus insignes formadores, el Padre Espinoza de los Monteros, con su cátedra de teología en Arenales e Ildefonso Aguinagalde, en el Convento de Santa Lucía. Sus habitantes son llamados los hombres que vencieron la sequía y el estío.  Para 1597 existían 5 cofradías constituidas que hablan de la importancia religiosa de la ciudad. “Noble, católica y castiza” la llama el primer purpurado de Venezuela, el Emmo. Sr. José Humberto Cardenal Quintero.
Los caroreños han sido presentados de muy diversas maneras; una de ellas es buscando la similitud con el cardón, tan típico en la zona. El caroreño es como el cardón: "el cardón les enseñó la recia conformidad de la vida; fue viril maestro del viejo estoicismo hispano, tan enjuto y ayunador; y del aguante y frugalidad indígena.
Y por allí, entre las empalizadas y los ranchos, junto al corral de chivos, hombres de gran sombrero y pecho desnudo, fabricando sus quesos y pastoreando sus ganados, tienen la misma nervudez y esbelta energía de su espinosa planta totémica. Se contó con ellos para toda desesperada aventura venezolana de caballería o cargas de machete, que salió a buscar una justicia más distante que el oro de Manoa. Sol y crecientes que bajaban de las cabeceras hinchando las grietas de las quebradas secas y arrastrando chozas y sembrados y buenas mulas de silla, acostumbraron al labriego de la región a su recio ejercicio telúrico. El clima tan fuerte marcó también su erosión en los rostros morenos, en tórax y espaldas que se yerguen como rocas quemadas. Los pájaros cruzan entre los tunales con la rapidez que debió de tener la flecha del indio apostado en su guasábara”.  (Mariano Picón Salas)
Los caroreños somos eso, como el cardón nativo, siempre erguidos, dispuesto siempre, en alto siempre, al acecho de lo que sea necesario, por más inverosímil que sea.

"Esa es Carora, mi amada patria chica, tierra donde germina la hidalguía como en su propio campo, y donde toda nobleza tiene asiento y toda idea grande acogida. Por algo brotaron de su áspero suelo las siete rosas heroicas de los Torres, las palmeras de los Riera Aguinagalde, los lirios de innumerables sacerdotes, y aquella que es azucena y clavel, pureza y caridad: El alma candidísima y encendida de nuestro Padre Carlos”.
Esta frase de Monseñor Salvador Montes de Oca, dictada en medio de la oscuridad de su expatriación, en tiempos de la tiranía de Gómez, nos habla de cómo somos los caroreños.
En estos días difíciles para todos los venezolanos, pero que son, al mismo tiempo, días de apasionado amor y reto patrio, necesita Carora hacer memoria, como nos los pide San Juan Pablo II en su encíclica “Al comienzo del tercer Milenio”. Memoria donde, no solo surjan nombres queridos y aguerridos, sino valores y virtudes que han sido rasgo de nuestra identidad. A una valerosa mujer caroreña se le atribuye un grito exhortativo ante la llamada de Bolívar en Trujillo a la guerra a muerte: “Cuando la patria perece, vacilar es traicionar”.
Una patria perece no solo por lo económico, perece, sobre todo, cuando pierde la paz, la seguridad, la alegría, la confianza, Cuando hay miedo. No hay mejor proyecto de patria que un pueblo católico, consciente de su rol y dispuesto, como el cardón nativo, a darse por entero a tan quijotesca labor. por algo una leyenda regional dice que Don Quijote vino a morir a Carora.
Carora es tierra buena para emprender faenas, No es puro cuento esto, es la prueba evidente de una historia patria cargada de protagonismo caroreño,  Cuadro de texto: 28De Carora surgieron hombres y mujeres que dieron la talla, surcaron caminos, abrieron horizontes, hicieron patria, es tiempo de volver a ello. Eso se hizo desde las aulas, desde unos viejos colegios, escuelas y liceos sostenidos por nuestras Cofradías, donde hombres y mujeres de firmes convicciones, de acendrada fe y de mucha espiritualidad, dieron la batalla para formar mentes y voluntades que pusieran por delante las aspiraciones de un pueblo.
Nuestra historia está cargada de hermosas gestas en las que siempre estuvo presente la espiritualidad, capaz de doblegar al más duro y de tumbar al más cerrado. ¿Por qué negar lo que es propio de la identidad de un pueblo? ¿Qué fue lo de ayer sino un rasgo de la identidad católica de Venezuela, de Lara? ¿Por qué desconocer eso, e irrespetar el sentido cristiano de nuestro pueblo? ¿Por qué ir contra la esencia de un pueblo?
Lo de ayer no es cuento, lo de ayer es una realidad que nadie puede negar.  Tenemos que ser libres, auténticos discípulos de Jesús. Por ello, repito ante ustedes, con todo el cariño y la fe puesta en su hombría de bien, mil veces demostrada: Es necesario rescatar la memoria histórica de nuestro pueblo para apuntalar el futuro.  Dios bendiga este tiempo que se inicia, Dios bendiga esta dimensión de amplitud, de perdón, de paz, de unidad que todos queremos imprimir desde nuestra Iglesia local.
Valoramos mucho el gesto de cercanía, de comunión, de acercamiento y diálogo con las todas las fuerzas. Dios permita continuar encontrándonos, en el profundo respeto a sus particulares ideologías, dialogando y entendiéndose, como tiene que ser en pueblos civilizados, como lo ha sido a través de la historia plurisecular de nuestra tierra y como lo único que explica la pervivencia de eso que sanamente estamos llamados a  rescatar: El caroreñismo, que rompe fronteras políticas e ideológicas para fundirse en un solo sentimiento; el sueño hermoso de ver a nuestro pueblo próspero, pero, por encima de ello, a nuestro pueblo hermano, como lo fuimos  y como lo tenemos que ser.
Empeño mi gratitud con ustedes al iniciar mi servicio encomendado por el Santo Padre. No soy un extraño, soy uno más de ustedes que sueño con todo esto, que creo en ustedes y que cuento, como los bizarros fundadores de Carora, con la magnífica asistencia de María, la Madre de Dios, María del Rosario de Chiquinquirá, la hermosa india, como la llamaban los santos curas que se encargaron de darla a conocer; la hermosa trigueña, la misma que por muchos años tuve como madre y protectora en las tierras zulianas, que Dios me encomendó por un tiempo.
Aquí me tienen, todo de ustedes, garantizando que esa intención estará siempre en mi Eucaristía diaria y en mi disposición permanente de colaborar en cuanto sea necesario, porque me siento responsable de ustedes ante el Dios de la vida, del Dios del amor.

Termino como nuestro santo paisano y mártir, el Siervo de Dios Monseñor Salvador Montes de Oca: “Coromoto, es el Lourdes de Venezuela, es el honor de nuestro pueblo y la clave de nuestros esfuerzos, porque cuando la Santísima Virgen quiso posar sus plantas sobe esta tierra venezolana, fue para posar su trono de misericordia y de bondad”.

Madre Del Rosario de Chiquinquirá, tú has caminado con esta gente por 450 años, has conocido de cerca sus esfuerzos, te has hecho parte de ella, viste crecer a este pueblo, lo viste hacerse grande, abriste con ellos los brazos a tantos hombres y mujeres venidos de otras tierras, incluso más allá de nuestras fronteras. En esta hora, verdadero “Kairos”, tiempo y oportunidad de salvación desde la fe, asiste a cada hijo de este pueblo y permite que se imponga siempre el bien desde el discernimiento permanente de la voluntad de nuestro Padre Dios. En ti confiamos, Divina Madre. AMEN
Santa Iglesia Catedral de Carora, 8 de septiembre de 2019, en los 450 años de la fundación de la ciudad y de su fiesta patronal.

+Ubaldo R Santana Sequera fmi
Administrador Apostólico “sede plena” de Carora