sábado, 27 de enero de 2018

CUARTO DOMINGO ORDINARIO CICLO B - HOMILIA


Muy amados hermanos,
Nos encontramos en los inicios del evangelio de S. Marcos, el evangelista de este año. El domingo pasado asistimos a su primera proclama inaugural anunciando el inicio de los últimos tiempos con la presencia, en su misma persona, del Reino de Dios y de la necesidad imperiosa de convertirse a esa nueva realidad y de aceptar su mensaje. El primer impacto de este anuncio se produjo en la vida de cuatro pescadores del lago de Galilea, que quedaron tan subyugados por su mirada y su apremiante invitación que, en ese mismo momento, sin dilación alguna, decidieron abandonar su trabajo y su familia para hacerse discípulos suyos.
Inmediatamente después Jesús se dirige a Cafarnaúm, puesto fronterizo de importancia por la vía romana que lo atravesaba y que comunicaba el oriente del país con el mar mediterráneo. Era un día sábado. Entra en una sinagoga para orar con su pueblo y se pone a enseñar. El evangelista reseña el impacto de esta enseñanza en los presentes, pero no explicita contenido de esa enseñanza. En cambio, se detiene en la narración del primer milagro de Jesús y del impacto que causa en los asistentes.
Conviene aquí señalar que los cuatro evangelistas no narran los primeros episodios de la actuación de Jesús de la misma manera. Suelen partir de las necesidades concretas de cada una de las comunidades a las que se dirigen, y eso los lleva a acentuar un aspecto u otro de la vida, enseñanzas y milagros del Señor que más pudiesen ayudar a sus destinatarios. Los lectores de S. Mateo eran judeocristianos residenciados en el norte de la Palestina y Siria; los lectores de S. Lucas se encontraban en cambio en Grecia. Los de S. Juan en Asia menor y los de Marcos presumiblemente en Italia.
Cada una de esas comunidades tenían sus propios desafíos e interrogantes y los evangelios buscaban dar respuesta a esas situaciones manteniéndose fieles a la esencia del mensaje evangélico. Eso hace que el primer milagro narrado por Mateo sea el de la curación de un gran número de enfermos, entre ellos un endemoniado. En el evangelio de Juan, el primer milagro sucede en las bodas de Caná. Lucas en cambio lo sitúa en Nazaret, cuando el Señor se escapa majestuosamente del asedio de sus paisanos. Para el evangelista de este año, Marcos, el primer milagro de Jesús es la expulsión de un endemoniado y el fuerte impacto que causa en los presentes en la sinagoga.
Ese hombre estaba allí en la sinagoga, escuchando las lecturas y los comentarios de la Ley, pero seguía en poder del demonio. Ahora llega Jesús; se hace presente en ese lugar religioso emblemático de la organización religiosa del pueblo judío, surgido a raíz del retorno del destierro, y precisamente allí dentro, expulsa al demonio de ese pobre hombre, hasta ese momento bajo el poder del maligno. La Ley no pudo expulsar definitivamente al demonio, pero Jesús, el Mesías de Dios, que viene a perfeccionar la Ley y llevarla a su plenitud (Cfr Mt 5,17), es el que tiene la autoridad para poder liberar del mal y abrir las puertas para que el hombre entre definitivamente en comunión con Dios.
El texto no dice cuál fue la reacción de aquel hombre, si alabó al Señor, si se convirtió. Señala más bien dos aspectos distintos. El primero: los demonios se someten al poder de Jesús. Porque resulta que no era uno. Eran varios. Tienen que salir, pero no sin antes reconocer que, en ese Jesús de Nazaret, está presente el mismo Santo de Dios. Eso es lo que Jesús desea que los auditores suyos descubran y proclamen, que Dios se ha hecho presente, pero en esta oportunidad el primero en hacerlo es el mismo demonio y sus huestes a los cual no les queda más remedio que irse porque han llegado el enviado de Dios, el más fuerte (Cfr. Lc 11,22), el Santo de Dios para establecer el Reino de Dios su Padre.
El segundo efecto se produce en los fieles presentes en la sinagoga. Todos se asombran ante la revelación de una nueva autoridad.  Se dan cuenta que es una autoridad completamente distinta a la de los maestros de la Ley. Estos enseñan, pero su enseñanza ni tiene efecto ni sobre ellos mismos. Jesús mismo recalcará esa gran diferencia entre su enseñanza y la de los doctores de la Ley. Ellos enseñan, pero no ponen en práctica ellos mismos su doctrina. Dicen una cosa y hacen otra. (Cfr Mt 23, 1-12). Jesús en cambio, no solo enseña, sino que respalda su mensaje con acciones liberadoras, sanadoras, reconciliadoras: “Jesús manda a los espíritus inmundos y le obedecen” (v. 27).
Pero el texto no dice que creen en Jesús. Quedan solamente asombrados y regarán por toda Galilea la fama taumatúrgica de Jesús, pero no por eso se difundirá la fe en su propuesta, su persona y su misión. Podemos decir que este es el gran drama que presenta el evangelio de Marcos. Podemos llamar este evangelio, el evangelio de la incredulidad o de la poca fe.
Los doctores de la Ley, escribas y fariseos se bloquean y llegan incluso a tratarlo de endemoniado. Sus familiares lo buscan para recogerlo porque creen que está loco; sus coterráneos de Nazaret y Cafarnaúm lo escuchan escépticos (6,5). Los suyos, a lo largo del evangelio se ganan los amargos reproches de su Maestro y reciben duras invectivas por la dureza de su corazón, su corta inteligencia, su poca fe (4,40) y en el momento álgido de su pasión lo abandonarán, lo renegarán, lo traicionarán. Solo lo acogen y creen en él una mujer siro-fenicia, un oficial romano, un ciego de nacimiento y algunos leprosos. Y el evangelio termina con unas mujeres que al no encontrar el cuerpo de Jesús en el sepulcro y a pesar del anuncio de un ángel de luz que les dice que ha resucitado, salen huyendo de allí, asustadas y desconcertadas (Mc 16,8). Para compensar ese final tan amargo un redactor anónimo añadirá algunas de las apariciones de Jesús resucitado.
Se podría decir que Marcos escribe este evangelio con el propósito de que sus lectores acepten su propia profesión de fe, que coloca como un frontispicio, al inicio del evangelio (1,1) y hagan suya la proclamación de fe del centurión, al final de evangelio, al pie de la cruz, al ver expirar a Jesús: “Realmente este hombre era Hijo de Dios”. (15,39).  O que por lo menos digan como el angustiado papá de un niño poseído por el mal: “¡Creo, pero ayúdame a tener más fe! “(Mc 9,24).
Este ha de ser el propósito de todos nosotros, mis queridos hermanos, al iniciar con la Madre Iglesia, la lectura dominical de este evangelio. Que no nos quedemos en el mero asombro, el impacto, o pidiendo señales y más señales para creer. Que ese asombro ante las palabras, las acciones y la vida de Jesús, nos introduzcan en una profunda experiencia de fe en Jesucristo, el Mesías, el Hijo de Dios hecho hombre, como portador de nuestra salvación definitiva. Que este evangelio sea para nosotros una Buena Noticia que le dé un vuelco total a nuestra vida, que lo asumamos como nuestra brújula de vida y tomemos la firme y gozosa decisión de los primeros cuatro discípulos de dejar nuestras viejas redes a las que tanto estamos apegados y pongamos nuestros pasos tras los pasos de Jesús, nuestro Señor.
¡Cuánto necesita esta calidad de fe nuestro atribulado país para vencer nuestros desánimos, superar nuestras desesperanzas y vernos liberados de los demonios que nos tienen sometidos! Esta es la hora, nos dijo Jesús, en el evangelio del domingo pasado. ¡Despierta, reacciona, es el momento!, dijimos los obispos en nuestra reciente exhortación. Que esta santa eucaristía nos insufle la luz y la fuerza necesarias para convertirnos y creer en el Señor Jesús.

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Maracaibo, 28-01-18

domingo, 14 de enero de 2018

Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado para este año 2018 - Mensaje

Hoy celebramos la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado, con el lema: “Acoger, proteger, promover e integrar a los emigrantes y refugiados”, también hoy al final del rezo del Ángelus, el Papa Francisco anunció que a partir de ahora se celebrará cada segundo domingo de septiembre “por motivos pastorales”. La próxima, por tanto, será el 8 de septiembre de 2019.
Les comparto el Mensaje del Papa Francisco la Jornada Mundial del Migrante y del Refugiado para este año 2018.
Dale clic en el link:



SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO. CICLO B. 2018 - HOMILÍA

SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO. CICLO B. 2018
HOMILÍA
Queridos hermanos,
Después de las fiestas navideñas, entramos en el camino ordinario de la vida. Es en este camino que estamos llamados a encontrarnos con Jesús. Aunque es un domingo ordinario, sin embargo, no hacemos lectura del evangelio de Marcos sino de S. Juan. El texto nos presenta el momento en que Juan Bautista reconoce a Jesús y se lo señala a dos de sus discípulos y todo lo que se desencadena a partir de este testimonio.
Juan inicia su evangelio con dos grandes prólogos por medio de los cuales nos presenta a Jesús. El primer prólogo, nos presenta a Jesús como el Hijo de Dios, como Palabra que existía desde la eternidad. El segundo nos narra cómo esa Palabra, por designio del Padre, se hizo hombre y vino a habitar entre los hombres, cómo se van encontrando con él sus primeros discípulos y a través de ellos todos los creyentes. La narración de hoy se centra en el llamado de los tres primeros discípulos.
Todo arranca cuando Juan Bautista reconoce a Jesús cuando pasaba por allí y lo señala con un título misterioso: “Este es el cordero de Dios”. Para eso había sido enviado precisamente Juan. Así lo había predicho su padre Zacarías, desde su mismo nacimiento (Lc 1,76-77).  Ese día Juan estaba llevando a cabo la razón de ser de su vida y de su vocación. Ya él había dicho que el Mesías se encontraba en medio de su pueblo (Jn 1,26). Había llegado el día y la hora. El esposo que venía a casarse con su pueblo y él, Juan, su amigo, que ha estado a su lado y lo ha escuchado, se alegra al oír la voz del esposo. Al identificarlo y señalarlo a sus dos discípulos, su alegría ha llegado a su plenitud; ya puede retirarse. Que resuene la palabra, que disminuya la voz (Cf Jn 29-30). No tardará mucho en ser arrestado, encarcelado y decapitado en una de las tantas fiestas de Herodes.
Se inaugura así el ministerio de Jesús y con él, una nueva etapa en la historia de la salvación. La Palabra del Padre desciende entre los hombres para encontrarse con ellos, conversar familiarmente con ellos, invitarlos a entrar en su casa y quedarse con Él para siempre. Ya está entre los hombres, el Hijo de Dios hecho hombre para llevar a cabo él también los designios salvadores de su Padre. La carta a los Hebreos, le aplica al Verbo Encarnado las palabras del salmo 39 que acabamos de recitar en el Salmo interleccional: “Abriste mis oídos a tu voz y te dijo: Aquí estoy, Señor, como en el Libro está escrito de m. Deseo cumplir tu voluntad, Dios mío, llevo tu enseñanza en mis entrañas” (Sal 39,7-9; He 10, 5-10) .
Volvamos a nuestros dos discípulos. Tras el testimonio de Juan, se lanzan tras ese cordero que quita el pecado del mundo. Ellos hasta ahora habían escuchado la voz. Ahora se encuentran con la Palabra e inician un diálogo con ella. La Palabra los oye, les contesta y a su vez los interroga. Así se inicia el gran diálogo salvador de Jesús, Palabra encarnada, con la humanidad. Diálogo que continúa hoy y se prolongará hasta el fin de los tiempos. El momento del juicio final será también un diálogo y allí se revelará la esencia y la finalidad de ese diálogo. Es un diálogo de amor. El los lleva consigo. Maestro, ¿dónde vives? - “Vengan y verán”.  Los introduce en su casa y permanecen con él. Vengan y verán. Primero vengan, síganme, caminen detrás de mí y a medida que estén conmigo, que permanezcan conmigo entonces verán. Solo dentro de la vivencia de una experiencia cristiana se da con mayor plenitud la inteligencia del misterio cristiano
Los hombres de este tiempo hemos invertido el orden de las palabras. Decimos: primero quiero ver para poder ir detrás de ti. Dame pruebas, dame señales y entonces si me convences yo te sigo. Pero el secreto de esta experiencia está en seguir primero al Señor y en la medida que lo sigamos es que seremos capaces de ver con claridad que es allí con él, en su casa, en su compañía que debemos permanecer para siempre. Solo así seremos capaces de descubrir la verdadera imagen del Dios cristiano y también la consiguiente imagen de nosotros los hombres y el camino que nos corresponde recorrer en esta vida.
Esa inmensa asociación de Dios con la humanidad que Juan llama un desposorio, es un encuentro, una experiencia de seguimiento, de revelación y de permanencia. Así la resumirá el apóstol Juan en su primera carta: “Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él” (1 Jn 4,16). ¿Quién no se acuerda de las luminosas palabras que figuran al inicio de la encíclica del Papa Benedicto sobre la Caridad?: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética (yo quiero ser bueno), o una gran idea (Dios el relojero de la creación de los deístas), sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y con ello, su orientación definitiva” (DCE 1b; cfr. DA 12).
La vocación humana y con mayor razón la vocación cristiana se puede considerar en su núcleo fundamental como una búsqueda de esa persona, de ese amor que da plenitud a la vida. Buscarlo con todo el ardor hasta encontrarlo para no soltarlo jamás. Se puede aplicar a esta aventura, la única y verdadera gran aventura de nuestra vida, la hermosa poesía del Cantar de los Cantares: “En mi cama por la noche, buscaba al amor de mi alma: lo buscaba y no lo encontraba. Me levantaré y rondaré por la ciudad por las calles y las plazas, buscaré al amor de mi alma. Lo busqué y no lo encontré. Me encontraron los centinelas que hacen ronda por la ciudad: ¿Han visto al amor de mi alma? En cuanto los hube pasado, encontré el amor de mi alma. Lo abracé y no lo soltaré nunca más” (Cant. 3,1-4).
Del testimonio de ese encuentro surge la misión. Inmediatamente después de haber vivido esta experiencia, Andrés sale en busca de su hermano Simón: “¡Hemos encontrado el Mesías! Y lo llevó donde estaba Jesús. Ese es el sentido de toda misión. El testimonio de una experiencia, de un encuentro que se comparte. Para Juan esa experiencia fue decisiva en su vida. Quedó grabado el día y la hora. Y mucho más tarde cuando escribe a sus comunidades empieza así su carta: “Lo que existía desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado y palpado con nuestras manos acerca de la Palabra de vida…eso que hemos visto y oído también se lo anunciamos a ustedes para que vivan en comunión con nosotros y nuestra alegría llegue a plenitud” (1 Jn 1,1-4). Hago mías, en este décimo séptimo aniversario de haber iniciado mi ministerio en Maracaibo, estas luminosas palabras de Aparecida: “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DA 29).
El evangelio de Juan, leído al inicio de este año, iniciando el camino del tiempo ordinario, una fuerte invitación a darnos como propósito aceptar nosotros también el testimonio de Juan y el señalamiento que nos hace de Jesús, el Cordero que quita el pecado del mundo, para que nos pongamos decididamente tras sus pasos, iniciemos un diálogo sincero y vital con él, vayamos con él, veamos dónde vive, entremos en su morada, permanezcamos con él para conocerlo a fondo, aprender a amarlo y hacernos uno de los suyos. Y luego, no quedarnos con ese tesoro, sino que salgamos como verdaderos testigos y discípulos misioneros a difundirlo en nuestro entorno. Valen para nosotros ese vigoroso mensaje que el episcopado acaba de dirigir a los venezolanos, que podemos aplicar no solamente a la actitud a asumir ante la dramática situación nacional, sino también ante la propuesta que nos hacen los dos Juanes en este evangelio:
Ante la dramática situación que afecta a todos, especialmente a los más pobres, hay dos actitudes: la conformista y resignada, de quienes quieren vivir de las dádivas, regalos y asistencialismo populista del gobierno y otra, la de quienes, conscientes de la gravedad de los problemas, buscan instaurar unas condiciones de verdad, justicia e inclusión, aún a riesgo del rechazo y la persecución. La actitud de resignación es paralizante y en nada contribuye al mejoramiento de la situación. Lo positivo y lo eficaz es el compromiso, la esperanza y la solidaridad. ¡Despierta y reacciona, es el momento!, lema de la segunda visita de san Juan Pablo II a Venezuela (1996), resuena en esta hora aciaga de la vida nacional”.
Esta es la misión fundamental que nos entrega la Iglesia a través de la voz del Papa Francisco, de Aparecida y de todo el magisterio actual del episcopado venezolano y que se puede resumir en esta vigorosa invitación de Aparecida: “El reto fundamental que afrontamos: mostrar la capacidad de la Iglesia para promover y formar discípulos misioneros que respondan a la vocación recibida y comuniquen por doquier, por desborde de gratitud y alegría, el don del encuentro con JC. No tenemos otro tesoro que éste. No tenemos otra dicha ni otra prioridad que ser instrumentos del Espíritu de Dios, en Iglesia, para que Jesucristo sea encontrado, seguido, amado, adorado, anunciado y comunicado a todos, no obstante todas las dificultades y resistencias” (DA 14)
Sintamos fuertemente esta invitación cuando el presidente de la eucaristía, nos invitará a la comunión con las palabras de Juan el Bautista: “He aquí el cordero de Dios que quita el pecado del mundo”.  Y nosotros contestaremos: “Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya, bastará para sanarme”. Mientras nos acercamos a comulgar revivamos la experiencia de los tres primeros discípulos y dejemos resonar profundamente en nuestro corazón la invitación del Señor a seguirlo y encontrar nuestra dicha en  permanecer con él y hacernos sus testigos y pregoneros.
Maracaibo 14 de enero de 2018

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo


sábado, 13 de enero de 2018

EXHORTACIÓN DE LOS OBISPOS VENEZOLANOS EN OCASIÓN DE CELEBRAR SU CIX ASAMBLEA ORDINARIA PLENARIA

EXHORTACIÓN DE LOS OBISPOS VENEZOLANOS 
EN OCASIÓN DE CELEBRAR SU CIX ASAMBLEA ORDINARIA PLENARIA

“Dios consolará a su pueblo” (Isaías 49, 13)

INTRODUCCIÓN

1.      Al comenzar el nuevo año, nosotros, los Obispos de Venezuela, reunidos en la CIX Asamblea Ordinaria enviamos a todos los venezolanos, dentro y fuera del país, un fraterno y caluroso saludo. Con la elección de una nueva Junta Directiva iniciamos un nuevo trienio de trabajo. Como pastores, en continuo acompañamiento a nuestro pueblo, experimentamos las graves y tristes situaciones que dibujan un panorama negativo y desolador. Nos hacemos eco de las palabras del santo Padre Francisco ante el Cuerpo Diplomático acreditado en la Santa Sede el pasado 8 de enero: “Pienso especialmente en la querida Venezuela, que está atravesando una crisis política y humanitaria, cada vez más dramática y sin precedentes…”. Creemos profundamente que Dios no abandona a su pueblo.

II. REALIDAD DE TRAGEDIA Y SUFRIMIENTO

2.      Las políticas del gobierno han llevado a los ciudadanos a una gran dependencia de los organismos del Estado. Esto ha generado una contracción de la libre iniciativa, del emprendimiento, de la capacidad de las personas y las empresas para crear empleo y del estímulo para una mejor formación profesional. Las medidas que el gobierno implementa para dar alimento al pueblo son insuficientes y tienden a crear mendicidad y mayor dependencia. Por otra parte, las políticas sociales y económicas están infectadas del morbo de la corrupción. Además, el férreo y prolongado control de divisas es un freno injusto al desarrollo de la empresa privada. Estas políticas han dado como resultado aumento de la pobreza, desempleo, carencia de bienes básicos, descontento y desesperanza general.

3.      El éxodo de millones de venezolanos que buscan nuevos horizontes nos duele profundamente, así como las fórmulas desesperadas para huir del país. Cabe mencionar aquí el drama reciente del naufragio de una embarcación con un número importante de venezolanos que concluyó con la trágica muerte de un grupo significativo de ellos. Presagio, Dios no lo permita, del inicio, en nuestro entorno, de la múltiple y dolorosa experiencia de nuestros vecinos, en particular, cubanos y haitianos. Como ya hemos advertido los Obispos: “La raíz de los problemas (del país) está en la implantación de un proyecto político totalitario, empobrecedor, rentista y centralizado que el gobierno se empeña en mantener” (CEV, El Señor ama el que busca la justicia, 12-07-2016)

4.      La Asamblea Nacional Constituyente es inconstitucional e ilegítima en su origen y en su desempeño. En vez de limitarse a redactar una nueva Constitución pretende erigirse en un supra poder con funciones ejecutivas y judiciales. El gobierno, con la “Ley contra el Odio y la Intolerancia”, nacida de la misma Asamblea, criminaliza toda manifestación en su contra y propicia la multiplicación y difusión de toda clase de rumores y especulaciones, cuyo efecto es consolidar un control absoluto de actividades y provocar el miedo y la autocensura.

5.      Con la suspensión del referéndum revocatorio y la creación de la Asamblea Nacional Constituyente, el Gobierno usurpó al pueblo su poder originario. Los resultados los está padeciendo el mismo pueblo que ve empeorar día tras día su situación. No habrá una verdadera solución de los problemas del país hasta tanto el pueblo no recupere totalmente el ejercicio de su poder.

6.      Las dificultades de entendimiento cada vez más graves entre el gobierno y la oposición política, a falta de un punto de apoyo común que se respete en la realidad, como debería ser la Constitución vigente, exigen al pueblo que asuma su vocación de ser sujeto social con sus capacidades de realizar iniciativas como, por ejemplo, que la sociedad civil lleve adelante una consulta para señalar el rumbo que quiere dar a la nación como prevé nuestra Carta Magna (Cfr. Art. 71). Si se negara este derecho o se entorpecieran las iniciativas para concretarlo, sólo quedarían dos posibilidades: pérdida definitiva de la libertad, con todas sus consecuencias, o acciones de resistencia y rebeldía contra el poder usurpador. Es el pueblo organizado quien tiene la última palabra. En unión con la mayoría de los venezolanos anhelamos que la dirigencia política y la sociedad civil presenten un proyecto de país creíble y realizable.

7.      El Consejo Nacional Electoral tiene que ser reestructurado para cumpla con la imparcialidad que le pide la Constitución vigente. Solo así actuará con transparencia y equidad en sus funciones y garantizará el respeto a las decisiones del pueblo. Ante las próximas elecciones debe contarse con la presencia y supervisión de Observadores por parte de reconocidos Organismos Internacionales.

8.      Ante la dramática situación que afecta a todos, especialmente a los más pobres, hay dos actitudes: la conformista y resignada, de quienes quieren vivir de las dádivas, regalos y asistencialismo populista del gobierno y otra, la de quienes, conscientes de la gravedad de los problemas, buscan instaurar unas condiciones de verdad, justicia e inclusión, aún a riesgo del rechazo y la persecución. La actitud de resignación es paralizante y en nada contribuye al mejoramiento de la situación. Lo positivo y lo eficaz es el compromiso, la esperanza y la solidaridad. ¡Despierta y reacciona, es el momento!, lema de la segunda visita de san Juan Pablo II a Venezuela (1996), resuena en esta hora aciaga de la vida nacional. Despertar y reaccionar es percatarse de que el poder del pueblo supera cualquier otro poder.

III. CAMINOS PARA LA RECUPERACIÓN

9.      Este momento requiere de una gran dosis de esperanza junto a acciones concretas que contribuyan a mejorar las condiciones de vida, a dignificar a las personas, y a fortalecer a las familias y comunidades a las que pertenecemos.

10.  La emergencia económica y social hace indispensable que el Gobierno permita un Canal Humanitario. La desnutrición ha sido verificada científicamente, las muertes por inanición conmueven, las protestas por el hambre cunden en todo el país. Las diócesis, parroquias, Caritas y otras instituciones y ONGs están haciendo lo posible, para ayudar con alimento y medicinas a quienes los necesiten. Por sensibilidad humana abogan por el derecho de los más necesitados. Además, por nuestra condición de cristianos, el amor de Cristo nos urge a socorrer al prójimo (cf. 2 Co 5,14). Promovamos y mantengamos en nuestras parroquias, comunidades, centros de pastoral y colegios las iniciativas de solidaridad que están dando respuesta inmediata y fraterna a necesidades concretas. En esta dirección se desarrollará la próxima Campaña Compartir durante la Cuaresma.

11.  Venezuela necesita un cambio de rumbo. El Ejecutivo ha fracasado en su tarea de garantizar el bienestar de la población: ni los servicios públicos, ni la industria petrolera, ni los cuerpos de seguridad, ni la sanidad pública, ni otros organismos han sabido responder a las necesidades de la gente. Las elecciones son el medio democrático para lograr ese cambio de rumbo. Exigimos la publicación de un cronograma electoral. El Papa Francisco, en el citado discurso al Cuerpo Diplomático, añadió: “La Santa Sede, mientras exhorta a responder sin demora a las necesidades primarias de la población, desea que se creen las condiciones para que las elecciones previstas para el año en curso logren dar inicio a la solución de los conflictos existentes, y se pueda mirar al futuro con renovada serenidad

12.  La libertad es un derecho humano inalienable, no negociable,  y una exigencia de la democracia. Manifestamos nuestra solidaridad con los centenares de presos políticos, exiliados y detenidos por cualquier causa, muchos en situaciones infrahumanas, enfermos, privados de visitas familiares, a los cuales se les niega el derecho a un debido proceso. Deben gozar de libertad plena. Los organismos del Estado tienen que investigar las denuncias sobre las torturas y castigar a los responsables según las leyes.

13.  El diálogo y la negociación entre Gobierno y representantes de la Oposición, en principio, son inobjetables y necesarios. Sin embargo, deben darse en condiciones distintas de las que hasta ahora se han establecido. Es indispensable un reconocimiento y respeto institucional. Toda negociación ha de fundamentarse en la integridad de los negociadores, en objetivos claros y en una agenda preestablecida y conocida, para que pueda gozar de la confianza y credibilidad de la población.

IV. CONCLUSIÓN

14.  La Virgen María acompaña nuestro sufrimiento. Ella peregrina con nosotros en esta hora de nuestra historia. En el rostro indígena de nuestra Madre de Coromoto vemos reflejado el sufrimiento, los trabajos y los anhelos de nuestro pueblo. En el Niño que ella nos entrega descubrimos la cercanía de Dios y su infinito amor, que nos garantiza el destino glorioso del pueblo en libertad, justicia y paz.

Con nuestra afectuosa bendición,
Los Arzobispos y Obispos de Venezuela,
Caracas, 12 de enero de 2018