domingo, 18 de octubre de 2015

DOMINGO XXIX ORDINARIO DEL CICLO B - REFLEXIÓN BÍBLICA A PARTIR DE Mc 10,35-45

DOMINGO 29 ORDINARIO DEL CICLO B
REFLEXION BIBLICA A PARTIR DE Mc 10,35-45
ENTRE USTEDES NO HA DE SER ASI
Nos encontramos en la larga sección del evangelio de Marcos en la que Jesús le dedica la mayor parte de su tiempo a enseñar a sus discípulos mientras atraviesa caminando todo el país, desde el Hermón al norte hasta Jerusalén, la capital,  al sur. Esta enseñanza se inicia inmediatamente después que Pedro, en nombre de los Doce, reconoce y afirma el mesianismo de Jesús (Cf 8,29). Marcos la organiza en torno  a tres anuncios proféticos en los que Jesús da a conocer cómo quiere su Padre Dios  que  lleve a cabo su misión mesiánica: por un camino  de dolor, sufrimiento, cruz y muerte  en Jerusalén (Cf 8,31. 9,31 y 10,33-34).
El evangelista pone además fuertemente en relieve el total desfase e incomprensión de este camino por parte de los apóstoles. Después del primer anuncio, Pedro trata de disuadirlo, se lo lleva aparte y lo reprende (8,32); después del segundo anuncio, Jesús se da cuenta que sus discípulos venían discutiendo por el camino quién de ellos es el más importante (8,34). Y el evangelio de hoy reseña que inmediatamente después del tercer anuncio, se acercan los hermanos Santiago y Juan para pedirle puestos de honor y de poder. En varias oportunidades el evangelista nos hace saber que los discípulos no entienden nada y siguen a Jesús llenos de temor y de miedo (9,32; 10,24.26.32).  Y para poner más en evidencia lo lejos que están de su Maestro,  enmarca toda la caminata del Señor entre dos curaciones de ciegos: la del ciego de Betsaida al inicio (8,22-26) y la de Bartimeo en Jericó al final (10,46-52).
Los protagonistas de esta ceguera para seguir a Jesús por donde él quiere llevar a los suyos son los hermanos Santiago y Juan. Figuran entre los primeros en seguir a Jesús. Pertenecen a una familia acomodada de pescadores que poseen varias barcas y cuentan con varios trabajadores (Cf 1,20). Parece que también están vinculados a Jesús por vínculos de parentesco. Junto con Pedro, gozan de la preferencia del Señor que invita a los tres solamente en varias oportunidades para compartir con él experiencias más significativas: lo acompañan a la casa de Jairo (Mc 5,37), al monte de la Transfiguración (9,2), al Jardín de Getsemaní (14,33).  A lo mejor quedaron impresionados en el momento de la Transfiguración del Señor por  la presencia a su lado de Moisés y de Elías (Mc 9,4) y decidieron tener acceso ellos también a ese privilegio.
 El hecho es que se le acercan y le piden que les dé a cada uno un puesto preferencial en su gloria: “Cuando estés en tu gloria, concede que uno de nosotros  se siente a tu derecha y el otro a tu izquierda”.  Una vez más, con mucha paciencia, Jesús les explica que no saben lo que están pidiendo; que él no ha venido a este mundo a distribuir cargos y puestos de poder. Que lo único que él les puede ofrecer es seguirlo por  el camino que él está recorriendo.  Camino que presenta con dos imágenes: “¿Pueden beber la copa que voy a beber y sumergirse en el bautismo en el que me voy a sumergir? (10,38) Es el mismo camino que anteriormente el Señor ha ofrecido con otras imágenes: “El que quiera  ser mi discípulo que renuncie a sí mismo, que tome su cruz y me siga”  (Cf 9,34).  El hecho es que para seguir a Jesús hay que acompañarlo por el camino que lleva a la cruz en el Calvario.
Si nos remitimos a los textos anteriores que hemos estado leyendo los domingos anteriores, nos damos cuenta que el Nazareno cuestiona cuatro modelos de relaciones provenientes de la tradición patriarcal y que no considera propias del nuevo discipulado del Reino de Dios: la relación conyugal (10,1-12), la relación paterno-filial (10,13-16), la relación con el dinero (10,17-31) y la relación con el poder (10, 35-45).
Esta última es la que trata en el evangelio que acabamos de escuchar.  Santiago y Juan piden poder. Llama la atención que los ciegos que Jesús encuentra por el camino son muchos más sensatos y le piden a Jesús lo que realmente necesitan, ver, y que está al alcance de Jesús: devolverles la vista.  Santiago y Juan que caminan con Jesús hacia Jerusalén buscan sentarse en puestos de relevancia, no saben lo que realmente necesitan y por consiguiente se equivocan a la hora de pedir. En una carta atribuida precisamente al apóstol Santiago leemos este comentario: “Ustedes codician y como nada obtienen entonces matan; envidian pero como nada logran, no cesan de reñir y de pelear. Nada obtienen porque no piden. Piden y no reciben porque piden mal, con la intención de satisfacer sus deseos de placer” (Sant 4,2-3).  No comprenden que lo que tienen que pedir al Señor es ser capaces de beber su cáliz de dolor y amargura y sumergirse en las aguas bautismales de la muerte en cruz para poder resucitar a una vida nueva. Quieren la gloria sin pasar por el sufrimiento y el dolor.
Debemos reconocer, queridos hermanos y hermanas, que lo que le pasaba a Santiago y a Juan nos pasa también a nosotros. Le ha pasado a todas las generaciones de los que quieren seguir a Jesús. Ya San Pablo se lo remachaba a los corintios: “Nosotros proclamamos a un Mesías crucificado, tropiezo para los judíos y locura para los no judíos y sin embargo, para los que Dios ha elegido, sean judíos o griegos, un Mesías que es fuerza y sabiduría de Dios” (1 Co 1,23-24). También a nosotros se nos hace cuesta arriba aceptar el camino de vida que Jesús nos propone.  Es un camino totalmente opuesto al camino de felicidad y de realización humana que nos ofrece el mundo globalizado y mercantilista de hoy.  Jesús nos dice que no nos debemos dejar alucinar por los proyectos humanos basados en la búsqueda del éxito, de la fama, de la riqueza, del poder y del placer.  Esos son modelos engañosos propuestos por los príncipes de este mundo que no conducen a ninguna parte,  arruinan nuestra existencia, traen pobreza y división entre los seres humanos y contaminan y destruyen el planeta.
Para el Señor la plena realización humana se alcanza cuando un ser humano, olvidándose de sí mismo, organiza y articula la totalidad de su vida, en todas sus dimensiones, en torno a la mística del servicio y de la entrega de la vida a favor del bien y del crecimiento de los demás. Así fue como él mismo organizó su vida y planteó su misión obedeciendo  a la voz de su Padre.  “El que quiera ser importante que se haga servidor de los demás y el que quiera ser el primero entre ustedes que se haga esclavo de todos porque el Hijo del hombre no vino a ser servido sino a servir y dar su vida en rescate por todos”
Desde esta postura, desde esta mentalidad es cómo se construyen relaciones verdaderas, se aprende a respetar y dignificar a todas las personas sin exclusión de ninguna especie,  se promueve la  auténtica convivencia fraterna respetando la pluralidad de visiones, de vocaciones y de pensamientos, se colocan en manos de las nuevas generaciones  la misericordia y la compasión como herramientas indispensables para superar los rencores, resentimientos y apetitos de venganza y retaliación. Sólo así se justifica que existan seguidores de Jesús y tenga razón de ser la Iglesia en este mundo. 
Que el Señor nos conceda a todos, como nos lo enseña la lectura de la carta a los Hebreos (4,14-16)  acercarnos “con plena confianza al trono de la gracia para recibir misericordia, hallar la gracia y obtener la ayuda necesaria” para crecer en la mística del servicio siguiendo el modelo de Jesús y sepamos encontrar los gestos, las opciones y los modelos de vida que toquen los corazones de los que aún no la conocen. 

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
  Arzobispo de Maracaibo


viernes, 16 de octubre de 2015

Descripción del logo del Jubileo de la Misericordia

El logo y el lema ofrecen juntos una buena síntesis del Año jubilar. Con el lema Misericordiosos como el Padre (tomado del Evangelio de Lucas, 6,36) se propone vivir la misericordia siguiendo el ejemplo del Padre, que pide no juzgar y no condenar, sino perdonar y amar sin medida (cfr. Lc 6,37-38). El logo – obra del jesuita Marko I. Rupnik – se presenta como un pequeño compendio teológico de la misericordia. Muestra, en efecto, al Hijo que carga sobre sus hombros al hombre extraviado, recuperando así una imagen muy apreciada en la Iglesia antigua, porque indicaba el amor de Cristo que lleva a término el misterio de su encarnación con la redención. El dibujo se ha realizado de manera que se destaque el Buen Pastor que toca en profundidad la carne del hombre, y lo hace con un amor capaz de cambiarle la vida. Además, es inevitable notar un detalle particular: el Buen Pastor con extrema misericordia carga sobre sí la humanidad, pero sus ojos se confunden con los del hombre. Cristo ve con el ojo de Adán y este lo hace con el ojo de Cristo. Así, cada hombre descubre en Cristo, nuevo Adán, la propia humanidad y el futuro que lo espera, contemplando en su mirada el amor del Padre.
La escena se coloca dentro la mandorla que es también una figura  importante en la iconografía antigua y medieval por cuanto evoca la copresencia de las dos naturaleza, divina y humana, en Cristo. Los tres óvalos concéntricos, de color progresivamente más claro hacia el externo, sugieren el movimiento de Cristo que saca al hombre fuera de la noche del pecado y de la muerte. Por otra parte, la profundidad del color más oscuro sugiere también el carácter inescrutable del amor del Padre que todo lo perdona.