lunes, 4 de enero de 2016

EL PROFETA DE GALILEA - 4 DE ENERO 2016

INVOCA EL ESPIRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo, ayúdanos a escrutar la Palabra de Dios, como  Jesús lo hizo con  los dos discípulos de Emaús. A medida que el Señor les fue explicando todo lo que le había sucedido en Jerusalén esos días, Tú les fuiste abriendo el entendimiento de las Escrituras y así descubrieron la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret. Iluminados por ti, entendieron que la cruz no era el final de toda su esperanza, sino fuente de vida y resurrección.

Rompe hoy, para nosotros también, los sellos del Libro sagrado, para que tengamos acceso a su verdadero sentido y su aplicación concreta en nuestras vidas, experimentemos cómo está presente la fuerza de la resurrección de Jesús en medio de nuestras tribulaciones y sufrimientos y demos testimonio de la Pasión y la Cruz como únicos caminos para llegar a la vida plena y a la construcción  de un mundo más justo y fraterno. Amén

LEE EL EVANGELIO DE HOY: MATEO 4,12-17.23-25
Cuando se enteró de que Juan había sido apresado, Jesús se retiró a Galilea. Luego, dejando Nazaret, se fue a vivir a Cafarnaún, junto al mar, en los límites de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo anunciado por el profeta Isaías:
Tierra de Zabulón, tierra de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que caminaba en tinieblas vio una gran luz; a los que habitaban en una región de sombras mortales una luz les iluminó.
A partir de entonces, Jesús comenzó a proclamar: “Conviértanse, porque el Reino de los cielos ya está llegando” (…)
Jesús recorría toda Galilea enseñando en las sinagogas de los judíos, proclamando la Buena Noticia del Reino y sanando todas las enfermedades y dolencias de la gente. Su fama se extendió por toda Siria. Le llevaron a todos los que padecían enfermedades y sufrimientos diversos, endemoniados, epilépticos y paralíticos y él los sanó.
Lo seguía mucha gente de Galilea, la Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.
REFLEXION BIBLICA
Este texto hay que leerlo en el contexto del tiempo de Navidad y de la Epifanía. Sería bueno tener un mapa de la Palestina a mano para ubicar la Galilea y las regiones circundantes mencionadas. El texto litúrgico omite el pasaje del llamado de los cuatro primeros discípulos (vv 18-22). Es bueno también relacionar estos relatos con los textos anteriores, particularmente la narración de la adoración del Niño Dios por los sabios de oriente (Mt 2,1-12).
Han pasado ya más de treinta años entre los dos acontecimientos, pero ahora Jesús va a ratificar con sus opciones la enseñanza central contenida en el relato de los Magos. En primer lugar que es el Mesías que lleva a plenitud el proyecto salvador de Dios y el Ungido por el Espíritu que cumple las promesas mesiánicas contenidas en el Antiguo Testamento. De allí la abundancia de citas de textos proféticos en el evangelio de Mateo.
En segundo lugar que ha venido a salvar a toda la humanidad y no solamente al pueblo judío. Por eso inicia su predicación por  Galilea, territorio considerado contaminado por costumbres idolátricas, habitado por gente pagana; y los pocos judíos que quedan son muy laxos, no viven según la Ley de Moisés. Es en ese territorio, de donde no surgen profetas (Cf Jn 7,52), considerado por Isaías tierra de tinieblas y sombras mortales,  por donde va a empezar a refulgir la luz resplandeciente “que viene de lo alto para iluminar a los que habitan en tinieblas y en sombras de muerte” (Lc 1,78). Al final del evangelio les pedirá a sus discípulos que lleven su evangelio a todas las naciones de la tierra (Mt 28,18-20)
La predicación de Jesús, acompañada de curaciones de todos los enfermos que se le acercan de Judea, Jerusalén y hasta de regiones circunvecinas, aquejados de toda clase de enfermedades, causa un tremendo impacto en sus primeros discípulos, en las personas sanadas y su fama corre como reguero de pólvora atrayendo a gente de todas las regiones limítrofes que al oír su mensaje y ver sus acciones deciden quedarse con él y seguirlo.
Jesús realizó estos pasos fundamentales después de superar tres fuertes pruebas: las tentaciones del demonio en el desierto; la detención y encarcelamiento de su primo Juan el Bautista y el abandono de  su casa en Nazaret con el consiguiente doloroso alejamiento de su madre María, presumiblemente ya viuda para ese momento. Al leer todo el relato en su conjunto, Mateo quiere dejar bien asentado que Jesús posee la acreditación necesaria para presentarse como luz de las naciones y predicar con autoridad la conversión y la llegada del Reino de Dios entre los hombres.
APLICA ESTE TEXTO A TU VIDA:

¿Cómo ha llegado la persona y el mensaje de Jesús hasta tu vida? ¿Qué te enseña las pruebas que tuvo que pasar el Señor para dirigirse a Galilea y empezar su misión? ¿Qué pruebas has tenido que pasar tu para descubrir y seguir a Jesús? El Papa Francisco en su Exhortación “La alegría del evangelio”, dice que la Buena Noticia de Jesús “tiene la dinámica del éxodo y del don, del salir de sí, del caminar y sembrar siempre de nuevo, siempre más allá (EG 21)…Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23). ¿Ves alguna relación entre este texto y el evangelio? ¿Entre estos textos y tu vida?

domingo, 3 de enero de 2016

LA EPIFANIA DEL SEÑOR

La fiesta de la Epifanía es conocida popularmente entre nosotros como la fiesta de los Reyes Magos y ha entrado profundamente en nuestra cultura. Hay lugares donde se entrega regalos a niños pobres; en otros se realiza la escenificación dramatizada del relato en un ambiente festivo. Forma parte de la cultura religiosa del venezolano. La Iglesia en Venezuela lastimosamente ya no la celebra en fecha fija, que solía ser el 6 de enero, llamado el día de Reyes. Esta movilidad la ha alejado sin duda de la dimensión religiosa y cultural de la fiesta y ha dejado la fiesta popular sin acompañamiento evangelizador. Creo que no ha sido una ganancia sino una pérdida, pues cada fiesta religiosa encierra un  potencial religioso y evangelizador que no nos debemos dejar robar.
 
1. INVOCA AL ESPIRITU SANTO
Prepara tu ánimo para entrar en diálogo con el Señor, que te va a dirigir su Palabra. Deja a un lado tus ocupaciones habituales. Porque este tiempo es el más importante para tu vida. Ábrete al Espíritu que desea inspirarte el sentido de la Palabra y quiere animarte a vivirla. Invoca al Espíritu, para que te ilumine y te fortalezca
 
2 LEE EL TEXTO DEL EVANGELIO: Mt 2, 1-12
Después del nacimiento de Jesús en Belén de Judea, en tiempos del rey Herodes, unos sabios que venían del oriente se presentaron en Jerusalén preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el oriente y hemos venido a adorarlo”.
Cuando el rey Herodes oyó esto se alarmó y con él toda Jerusalén. Reunió a todos los sumos sacerdotes y a los maestros de la Ley y les preguntó acerca del lugar donde tenía que nacer el Mesías. Le respondieron: “En Belén de Judea, porque así está escrito en el profeta:
Y tu Belén, tierra de Judá, no eres la menor entre los principales clanes de Judá; porque de ti saldrá un jefe que será pastor de mi pueblo Israel” (Mi 5,1.3).
Entonces Herodes llamó en secreto a los sabios e investigó con exactitud el tiempo de la aparición de la estrella. Y enviándolos a Belén, les ordenó: “Vayan y averigüen con cuidado sobre este niño y cuando lo encuentren, avísenme, para que yo también vaya a adorarlo. Ellos, después de oír al rey, se pusieron en camino. En eso, la estrella que habían visto en el oriente los guió hasta que llegó y se detuvo sobre el lugar donde estaba el niño.
Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Entraron en la casa, vieron al niño con María, su madre, y, cayendo de rodillas, lo adoraron. Luego abrieron sus cofres y le ofrecieron regalos: oro, incienso y mirra. Advertidos en sueños de que no volvieran a donde estaba Herodes regresaron a su tierra por otro camino.
 
 
3. REFLEXIONA: ¿QUÉ DICE EL TEXTO EVANGELICO?
Epifanía significa manifestación. Celebramos en este día la manifestación de Jesús, el Salvador, al mundo pagano, representado por los sabios de oriente. El texto no dice que eran reyes ni que eran tres ni tampoco menciona sus nombres. Todos estos datos son productos de la tradición.
Después de haber presentado a Jesús como hijo de Abraham y descendiente de David, en la genealogía, Mateo lo presenta ahora en su relación con los no-judíos, es decir los paganos,  representados por los sabios de oriente que llegan para adorarlo y ofrecerle sus dones. Mateo anuncia desde el inicio el rechazo de los dirigentes de Israel, personificados por Herodes, contra Jesús, actitud que se encuentra a lo largo del evangelio, y que se irá agudizando hasta llegar a su eliminación física. Como dice San Juan en su prólogo: “Vino a los suyos y los suyos no lo recibieron” (Jn 1,11).
Al mismo tiempo hace patente la apertura del evangelio que trae Jesús a los paganos y el cumplimiento  de algunas profecías del Antiguo Testamento: Num 24,17, relativa a la estrella; Salmo 72, 10-15 relativa al reconocimiento del Mesías por reyes paganos que vienen de lejos. La aparición de la estrella indica que el Libro de la creación y el Libro de las Escrituras están interconectados para señalar la presencia de Dios humanado, en medio de nosotros.
La peregrinación de los sabios hasta la casa de José y María para adorar al Niño Mesías, nos desvela el sentido de la venida del Hijo de Dios a la tierra. Ha venido con la misión de ofrecer la salvación a todas las gentes, “de toda tribu, lengua, pueblo y nación” (Ap 5,9). Pues “Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2,4).
Este relato nos invita a mirar con gozo y agradecimiento la convocatoria universal del Señor para formar la gran familia de los hijos de Dios. Esa es también la vocación de la Iglesia. Mateo concluirá precisamente su evangelio con el expreso mandato dado por Jesús a sus seguidores de todos los tiempos de llevar a los paganos el evangelio de la salvación: “Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos” (Mt 28,16-20). Esa es la Iglesia misionera, en salida, samaritana que el Papa Francisco nos pide en su magnífica Exhortación “L Alegría del Evangelio “ (EG 20-23)
4. APLICA EL EVANGELIO A TU VIDA
Todos necesitamos encontrarnos con Dios. Ese encuentro se da dentro de los contextos reales donde nos encontramos; desde la realidad de la vida cotidiana de cada uno (familia, profesión, estudios). Los caminos no se repiten: cada uno de nosotros ha de preguntarse cómo se presenta Dios en su propia vida, cómo se nos da a conocer; cómo se comunica con nosotros. Los sabios lo encontraron a través de una estrella; oyeron su voz en un sueño. ¿Cómo llega el Señor hasta ti?
La decisión que toman de abandonar su casa y su país simboliza las salidas y las peregrinaciones que en algún momento debemos emprender para desprendernos de la rutina, de la comodidad, de la indiferencia para ponernos a buscar al Señor. Sin búsqueda no hay encuentro. Pero no una búsqueda al azar, probando toda clase de fórmulas. Hay que estar atento para descubrir por cuál camino el Señor nos quiere conducir hasta él. Es el camino de la fe.
 
5. ORA
Te doy gracias, Padre, porque te preocupas de mi persona y me llamas constantemente para que sea feliz, siguiendo a tu Hijo Jesús.
Te doy gracias, Jesús, porque Tú me indicas el camino de tu seguimiento y quieres que sea tu discípulo y tu misionero.
Te doy gracias, María, buena Madre, que nos muestras y nos regalas siempre a tu Hijo para nuestro bien.
6. ACTÚA
Inicia este año de la Misericordia tu camino, tu peregrinación. Busca tu estrella que te lleve donde está Dios. Esa peregrinación ha de ser primero hacia dentro de ti, hacia tu interioridad, tu corazón. Pero luego, si es verdadera, ha de sacarte de ti colocarte en otro camino para llevar la buena noticia del encuentro a los demás. Sigue el consejo de Herodes que es bueno aunque lo da con malas intenciones: “Vayan y averigüen con cuidado sobre este niño y cuando lo encuentren, avísenme, para que yo también vaya a adorarlo”.
 
¡Feliz día de Reyes!
Mons. Ubaldo Santana

sábado, 2 de enero de 2016

La apertura de la Puerta Santa...

Buenos días, hermanos, espero que se haya abierto abierto de par en par para todos ustedes y sus familias la "ianua" (de allí viene ianuarius, enero) del 2016 y que hayan franqueado el umbral del nuevo año corde magno et animo volenti, deseosos de sumergirse en las fuentes de la misericordia, comparto con ustedes este material recopilado por el P. Nedwrad Andrade sobre la puerta santa. Dios los bendiga
La apertura de la Puerta santa
La tradición
Según la descripción hecha en el año 1450 por Giovanni Rucellai de Viterbo, fue el Papa Martin V, en 1423, quien abrió, por primera vez en la historia de los años jubilares, la Puerta santa en la basílica de San Juan de Letrán. En ese tiempo los jubileos se celebraban cada 33 años. En la basílica vaticana la apertura de la Puerta santa está atestiguada por primera vez en la Navidad de 1499. En esa ocasión, el Papa Alejandro Vl quiso que la Puerta santa fuera abierta no solamente en San Juan de Letrán, sino también en las demás basílicas mayores de Roma: San Pedro, Santa Maria la Mayor y San Pablo extramuros.
Una puerta pequeña, probablemente de servicio, que se encontraba en la parte izquierda de la fachada de la basílica de San Pedro, fue ensanchada y transformada entonces en Puerta santa, precisamente en el lugar en que se encuentra aún hoy. Eso implicó la destrucción de una capilla adornada con mosaicos, que se encontraba dentro de la basílica y había sido dedicada por el Papa Juan Vll a la Madre de Dios.
Alejandro Vl, además, quiso que quedaran bien definidas las normas del ceremonial del Año santo, aún no precisadas por sus predecesores, y en particular los ritos de apertura y clausura de la Puerta santa. Ese Papa encargó la elaboración de los ritos al famoso Johannes Burckard, maestro de las ceremonias pontificias, originario de Estrasburgo y obispo de las diócesis reunidas de Civita Castellana y Orle. La Puerta santa del año jubilar de 1500 fue abierta la noche de Navidad de 1499 y fue cerrada en la solemnidad de la Epifania de 1501. El Ritual preparado por Burckard y aprobado por el Papa, salvo algunos retoques introducidos en 1525 por el maestro Biagio de Cesena, fue seguido sustancialmente en todos los jubileos posteriores.
Elementos característicos
Desde el jubileo de 1500 hasta el de 1950 los ritos relativos a la Puerta santa permanecieron casi idénticos. Esos ritos se caracterizaban por algunos elementos particulares.
El muro
Desde 1500 hasta 1975 la Puerta santa de las cuatro basílicas romanas estaba cerrada en el exterior por un muro y no por una puerta. Por tanto, en el momento de la apertura no se abrían las hojas de una puerta, sino que se derribaba un muro: el Papa tiraba una parte y los albañiles completaban el trabajo de demolición. Sigue vivo aún el recuerdo y la aprensión causada por los escombros que cayeron a pocos centimetros del Papa Pablo VI cuando abrió la Puerta santa en la noche de Navidad de 1974.
El martillo
El Papa, ya en la Navidad de 1499, usó el martillo para golpear tres veces contra el muro que cerraba la Puerta santa. Al inicio se usaba el martillo de los albañiles y los golpes que daba el Papa no eran simbólicos. Pero casi inmediatamente el martillo se convirtió en un objeto artístico y precioso. En 1525 el martillo usado era de oro; en 1575, de plata dorada con mango de ébano.
La paleta
El Papa usaba la paleta en el rito de clausura. Este uso está atestiguado desde la Navidad de 1525. El último Papa que la utilizó fue Pio Xll en el rito de clausura del Año santo de 1950.
Los ladrillos
Hay testimonios del uso de los ladrillos en el rito de clausura de la Puerta santa ya desde el siglo XV. El cronista del jubileo de 1423 escribe que "es tan grande la devoción de las personas por los ladrillos y escombros, que apenas es derribada la puerta, se lanzan con ímpetu a recogerlos y llevárselos como si fueran reliquias sagradas» (L. Bargellini, L'Anno Santo, 66). El rito de clausura de la puerta redactado por Burckard para la Epifania de 1501 prevé que dos cardenales pongan en el muro dos ladrillitos: uno de oro y uno de plata.
Las monedas
También el uso de incluir algunas monedas en el muro de la Puerta santa se halla atestiguado desde el jubileo de 1500. Al inicio, las monedas simplemente se insertaban en la mezcla. A partir de 1575 se ponían dentro de un cofre metálico. Esta costumbre sigue vigente aún.
El agua bendita
El uso del agua bendita ya estaba previsto en el Ritual de 1525 para bendecir las piedras y los ladrillos que sirven para la clausura de la Puerta santa.
Sucesivamente se introdujo su uso también para la apertura de la Puerta: los penitenciarios, después de derribar el muro, pasan paños mojados con agua bendita tanto por el dintel como por el umbral. Ese rito estuvo en vigor hasta el anterior Año santo.
La puerta de madera
En el exterior de la basílica la Puerta santa se hallaba clausurada por un muro, mientras que en su interior el muro estaba cubierto por una sencilla puerta de madera. Esa puerta se quitaba antes de derribar el muro y se volvía a poner inmediatamente después, puesto que servia como protección por la noche, cuando no se permitía la visita de peregrinos. Las puertas de madera, sencillas, sin adornos, que hoy cierran las Puertas santas de las basílicas de San Juan de Letrán, Santa Maria la Mayor y San Pablo extramuros, eran las antiguas puertas que hasta el jubileo de 1975 se encontraban ante la Puerta santa dentro de la basílica.
En cambio, en la basílica de San Pedro la última puerta de madera, inaugurada por el Sumo Pontífice Benedicto XIV en 1748, fue sustituida, el 24 de diciembre de 1949, por una puerta de bronce bendecida por el Papa Pio Xll inmediatamente después de la apertura de la Puerta santa.
La "Recognitio"
Según la tradición, la apertura de la Puerta santa se prepara mediante el rito de la "Recognitio", que tiene como finalidad hacer que resulte fácil al Papa abrir la Puerta santa. En ese rito, en medio de varios momentos de oración, se quita el muro de ladrillos que cierra la Puerta santa en el interior de la basílica, sacando el cofre que se halla allí encerrado desde el anterior jubileo. Ese rito, presidido por el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, se celebró el miércoles 15 de diciembre en la basílica de San Pedro; el jueves 16, en la de San Juan de Letrán; el viernes 17, en la de Santa Maria la Mayor; y el martes 21 en la de San Pablo extramuros. Después de la "Recognitio" el maestro de las ceremonias litúrgicas pontificias presentó al Santo Padre el contenido de los cofres.
El cambio de 1975
En la Navidad de 1975 se modificó el rito de clausura de la Puerta santa. El Papa no usó ya la paleta ni los ladrillos, sino que simplemente cerró las hojas de la puerta de bronce de 1950. Y, el pasado 24 de diciembre, Juan Pablo II ya no usó el martillo, pues no habia que derribar un muro: solamente empujó la puerta para que se abriera.
Con estos cambios, la atención, que antes se centraba en el muro, se desvió hacia la Puerta santa, la cual se enriqueció con el profundo sentido bíblico, teológico, litúrgico y pastoral que tiene la puerta en la historia de la salvación y en la historia de la Iglesia convirtiéndose así en uno de los signos fuertes del jubileo, como destacó el Papa en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (n. 33).
Los aspectos peculiares del rito
Los elementos del antiguo ritual que han caído en desuso han sido sustituidos por otros que expresan mejor el significado bíblico y litúrgico de la Puerta santa. Esos elementos, además, ponen de relieve algunos aspectos peculiares que, como señala la carta apostólica, han caracterizado estos últimos años la preparación de toda la Iglesia para el jubileo:
La celebración se articula en cinco momentos:

1.    La statio (estación) en una iglesia u otro lugar apropiado;
2.    El camino procesional;
3.    La apertura de la Puerta de la Misericordia y el ingreso a la Catedral;
4.    El recuerdo del Bautismo;
5.    La celebración de la Eucaristía.

La statio (estación)
Para la iglesia estacional que se elija debe ser significativa y amplia para los ritos de introducción, no debe estar muy lejos de la catedral ni muy cerca, para poder realizar una verdadera procesión.
Los momentos constitutivos de la statio (estación) son: el saludo y la monición inicial, la proclamación del evangelio, la lectura de la parte inicial de la Bula Misericordiae Vultus.

La procesión
La procesión tiene como sentido ser signo de la peregrinación, “es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia” (MV 14). Recuerda el hecho que “también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio” (MV 14).
Para la procesión está indicado el Salmo 86 que canta los sentimientos de confianza y total abandono en Dios, y la esperanza de su intervención salvífica, el Salmo 25, es un himno que canta la bondad de Dios en la cual el orante confía y espera su serenidad y paz. Por su antigua y polivalente función procesional, el canto de las Letanías de los Santos es particularmente adaptado a esta circunstancia.
En la procesión de ese día tiene gran relevancia el Evangeliario: que llevado al frente por el diácono, es un signo de Cristo que camina con su pueblo, y de su Palabra, que es luz y guía para sus discípulos.
La apertura de la Puerta de la Misericordia y el ingreso a la catedral
El ingreso a la catedral es un símbolo cristológico (cfr. Jn 10,7.9), Él es la Puerta de la Misericordia, recuerdo constante de la índole de este Jubileo extraordinario. Con las palabras del Salmo 118 el Obispo invoca la apertura de la Puerta que nos recuerda la puerta del corazón misericordioso de Dios, abierta en el costado de Cristo en la cruz (cfr. Jn 19,34). Él es la puerta que nos conduce a la salvación, como se canta en la antífona inspirada en Jn 10,9. La entrada debe ser solemnizada:
Ornamentando la puerta con ramos frondosos, o con elementos festivos propios de la cultura local, y si es el caso con elementos cristológicos;se debe valorar la parada en la puerta: primero para cruzarla, el Obispo se detiene en las estaciones procesionales; al detenerse ante la puerta para abrirla se muestra solemnemente el Evangeliario, que contiene las palabras de misericordia, primero hacia el exterior a aquellos que han peregrinado, y luego al interior de la catedral con el canto de la antífona: “Yo soy la puerta”.
Una vez terminada la parada en la puerta, el Obispo con el Evangeliario, los concelebrantes y ministros, se dirigen procesionalmente al altar; los fieles se dirigen a sus lugares. Durante la entrada se canta la antífona de entrada del tercer domingo de adviento u otro canto adecuado al adviento.

Memoria del bautismo
La Puerta de ingreso a la comunidad de la Iglesia es el sacramento del Bautismo. El rito de bendición y aspersión del agua constituye el recuerdo vivo de este acontecimiento. El Bautismo de hecho es “primer sacramento de la nueva Alianza. Por él los hombres, adhiriéndose a Cristo por la fe y recibiendo el espíritu de hijos adoptivos (cfr. Rm 8,15), se llaman y son hijos de Dios (cfr. 1Jn 3,1; Jn 1,12; Rm 9,8); unidos a Cristo en una muerte y resurrección como la suya (cfr. Rm 6,5), forman con él un mismo cuerpo (cfr. Ef 5,30; 1Co 12,27; Rm 12,5); ungidos con la efusión del Espíritu, se convierten en templo santo de Dios (cfr. 1Co 3,16-17; 6,19; 2Co 6,16; Ef 2,21-22) y miembros de la Iglesia, en ¬«una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios» (1Pe 2,9)”. (Bendicional 933)

La celebración de la eucaristía

La celebración de la eucaristía, ¬«como acción de Cristo y del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, tanto universal, como local, y para cada uno de los fieles. Pues en ella se tiene la cumbre, tanto de la acción por la cual Dios, en Cristo, santifica al mundo, como la del culto que los hombres tributan al Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo de Dios, en el Espíritu Santo.» (Instrucción general del Misal Romano 16). Por esta razón constituye el vértice de la celebración de la apertura del Jubileo. En él, el Padre en su misericordia viene al encuentro de todos aquellos que lo busquen con “sincero corazón”, ofreciendo continuamente a los hombres su alianza y pregustar la eternidad de su reino “y allí, junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro”. (Plegaria Eucarística IV)