domingo, 29 de octubre de 2017

DOMINGO XXX ORDINARIO CICLO AHOMILIALOS DOS AMORES QUE DIOS HA UNIDO NO LOS SEPARE EL HOMBRE

DOMINGO XXX ORDINARIO CICLO A
HOMILÍA
LOS DOS AMORES QUE DIOS HA UNIDO NO LOS SEPARE EL HOMBRE

Seguimos avanzando hacia el final del año celebrativo. El evangelio de hoy se sitúa en un contexto polémico. Los adversarios de Jesús, en esta etapa final de su ministerio público en Jerusalén, agudizan sus ataques y hostigamientos para desacreditarlo ante el pueblo y las autoridades locales e imperiales. Esta vez son los fariseos que lo ponen a prueba con una pregunta capciosa sobre cuál es el mayor de los mandamientos. Era un tema polémico y muy debatido como los planteados anteriormente por los doctores de la Ley y los saduceos sobre el pago del impuesto al César y la resurrección de los muertos. Jesús concluyó estas dos discusiones con frases impactantes que quedan para siempre en la memoria: “Denle al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (v 22). “Dios no es un Dios de muertos sino de vivos” (v. 32). 
Sobre el tema de los mandamientos las opiniones estaban divididas. En la época de Jesús se había tejido una red de 613 prescripciones y normas, entre pesadas y ligeras, en torno y a partir de los 10 mandamientos mayores. Unos maestros, como el célebre Shammay, opinaban que todos los mandamientos de Dios eran de igual importancia. Otros estudiosos, como el Maestro Hillel, opinaban que había una jerarquía: unos mandamientos eran de mayor importancia que otros. 
Hay que decir además que los fariseos que le hacen la pregunta, eran líderes religiosos que daban un valioso testimonio de estudio de la Palabra de Dios, de vida austera y rigurosa y de defensa de la libertad del pueblo de Israel. Pero muchos de ellos habían caído en la pretensión de colocar el centro de la fe en la rígida observancia de la Ley y de todos esos mandatos.  Se consideraban separados (este es el sentido de la palabra fariseo en hebreo), distintos de los demás, sobre todo del populacho ignorante y por consiguiente imposibilitado de conocer y practicar los mandamientos. Aplicaban rígidamente la norma de pureza legal en la casa, en la calle y en el templo con personas y cosas. En el capítulo que sigue al que estamos leyendo Jesús les echa en cara su conducta separatista, excluyente y orgullosa. 
La pregunta que le hacen entonces estos fariseos le va a permitir a Jesús no solamente dar su respuesta. Si. Hay una jerarquía en los mandamientos. Hay dos que están primero y por encima de los demás. Ya sabemos nosotros cuáles son: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, y con toda tu mente. Este es el más importante y primer mandamiento. El segundo es semejante a este: Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Estos dos mandamientos no se encuentran juntos en el Pentateuco. Uno está en Dt. 6,5. El famoso Shemá Israel. Los judíos piadosos recitaban esta frase tres veces al día. El segundo está en Lev. 19,18.34, dentro de una colección de preceptos diversos. 
La novedad de la respuesta de Jesús es juntar y equiparar a los dos. Para él ambos resumen todo el Antiguo Testamento. Son inseparables. Ambos son la puerta real para acceder a Dios. Una vez más aquí no se puede separar lo que Dios ha unido (Cf Mt 19,7). A Dios no se puede llegar sino a través del prójimo. No se puede adorar a Dios, rendirle culto a Dios, glorificar a Dios sin pasar por la alcabala del prójimo. 
En otro diálogo con un maestro de la Ley, reportado por San Lucas, el Señor aclara el sentido de la palabra prójimo. Los líderes religiosos de su época enseñaban que la palabra prójimo se refería al compatriota y también al emigrante (Cf Lev 19,34). Jesús amplía su sentido y lo vuelve totalmente incluyente. Prójimo es el otro. Cualquier ser humano de cualquier raza, color, lengua, cultura, religión y condición. No hay límite. El Beato Paulo VI acuño esta bella afirmación: “Todo hombre es mi hermano”. Y San Juan Pablo II nos dejó está frase en su primera encíclica: “El hombre es el camino para llegar a Dios” (RH 14). 
A lo largo de los siglos los seres humanos siempre hemos tenido la tentación de separar estos dos amores y de querer rendirle culto a Dios separadamente del mandamiento del amor al prójimo. De esa manera intentamos aquietar nuestra conciencia y dejar a los demás, particularmente los pobres y pequeños podrirse en su miseria y abandono. El individualismo y el egoísmo son dos anti-mandamientos por los que mucha gente- y también naciones enteras- se guían en su comportamiento diario. 
La enseñanza de Jesús en esta materia desborda los linderos de la religión y se aplica al conjunto de la cultura humana. Los seres humanos y las naciones que los agrupan no habrán alcanzado su verdadera estatura y dignidad hasta que vean al otro como un hermano y no como un enemigo, un adversario, un sospechoso, un hereje, un ser a explotar, comerciar y oprimir.  Las ideologías políticas y los postulados religiosos radicales que se basan en la lucha de clases y en el odio y la venganza; los líderes que se afianzan en el poder dividiendo a la población, son fórmulas viejas que pertenecen al pasado de la humanidad. Esa no es la dirección del futuro. De humanos a hermanos ese el salto cuántico del futuro de la humanidad. 
También muchas personas quieren saber qué es lo que define a un creyente como buen cristiano. ¿Estar bautizado? ¿Ir a misa todos los domingos? ¿Hacer novenas? ¿Ayunar? ¿Rezar el rosario? Todos estos actos sin duda son muy buenos y es altamente saludable practicarlos. Pero todos ellos solo serán gratos a Dios y lo glorificarán en verdad si van acompañados de la práctica cotidiana y persistente del amor al prójimo.
La conducta de Jesús a lo largo de todos los evangelios no deja lugar a dudas. El enseña lo que hace. Y quiere que sus discípulos sigan su camino. En su evangelio Juan nos entrega esta frase del Señor que resume lo que él desea: “Les he dado el ejemplo para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes” (Jn 13,15). El ejemplo de Jesús es una vida apasionada de amor por el ser humano. Comenta Mateo que al ver Jesús la multitud, sus entrañas se estremecieron porque estaban cansadas y abandonadas como ovejas sin pastor (Cf Mt. 9,36). Todos los que va encontrando en su camino son dignos de su amor, de su perdón, de sus curaciones y milagros: el leproso, la prostituta, el extranjero, la adúltera, el endemoniado, el publicano, el ciego indigente a la orilla del camino.   San Pedro resume así la vida del Señor: “Dios ungió con el Espíritu Santo y poder a Jesús de Nazaret, que pasó haciendo el bien y sanando a todos lo que estaban oprimidos por el Diablo, porque Dios estaba con él.” (Hech 10,38).  
El camino cristiano es el del aprendizaje de ese mismo amor. Pasar por la vida haciendo el bien a quien Dios ponga en nuestro camino: Mi cónyuge. Mis hijos. Mis alumnos. Mis compañeros de estudio, de trabajo. No hay dos caminos. Este es el único. “Si alguien dijera amo a Dios, pero aborrece a su hermano sería un mentiroso porque quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve” (1 Jn 4,20). Los cristianos tenemos toda la vida para poner en práctica estos dos mandamientos que en Jesús se vuelven uno. 
Jesús no nos da solamente la enseñanza. Nos enseña cómo practicarlo. Y sobre todo nos da su Espíritu Santo, que infunde en nuestros corazones la fuerza de amar (Cf Rom. 5,5; Ez 36,27)). Se nos da a sí mismo en la comunión eucarística para que nos vayamos “cristificando”, nos vayamos “projimizando”, haciéndonos expertos y especialistas en juntar a los seres humanos en hermanos y romper poco a poco, empezando por nuestro entorno inmediato, los cercos que separan y excluyen a los seres humanos. Es una tarea pendiente y urgente. Hoy millones y millones de seres humanos mueren porque nadie los ha hecho hermanos.
Ojalá podamos transformar en programa de vida esa hermosa consigna de San Ireneo: “La gloria de Dios es que el hombre viva”, que no hace más que recoger el propósito por el cual el Hijo de Dios vino a este mundo, se hizo hombre, murió en la cruz y resucitó: “He venido para que todos tengan vida y la tengan en abundancia” (Jn 10,10). Hagamos esto nosotros también y viviremos.
Maracaibo 29 de octubre de 2017

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

sábado, 28 de octubre de 2017

Homilía en la bajada de la imagen de La Chinita.

Homilía en la bajada de la imagen de La Chinita.
        

Hermanos y hermanas en N. S. Jesucristo:
“El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz: sobre los que habitaban en el país de la oscuridad ha brillado una gran luz” (Is 9, 1). Querido pueblo católico del Zulia que hoy, lleno de gozo en el Señor y henchido de gratitud hacia la Madre de Dios, celebra hoy la Bajada de la venerada imagen de La Chinita, estas palabras del profeta Isaías que acabamos de escuchar, pronunciadas en un momento histórico oscuro para el pueblo de Israel, se refieren al anuncio del nacimiento de un niño, el Emmanuel, el Dios con nosotros (cf. Is 7, 10-16), que nacerá de una virgen y traerá la liberación del mal, la justicia, la paz y la alegría. Esta profecía tendrá su cumplimiento siete siglos después de haber sido pronunciada con el nacimiento de Jesús, el Salvador, el Hijo de Dios, nacido de María la Virgen. Este nacimiento no hubiese sido posible sin el consentimiento de aquella muchacha de Nazaret llamada María que responde al ángel, desconcertada momentáneamente, pero llena de fe y humildad, con las palabras “he aquí la esclava del Señor, hágase en mi según tu palabra” (Lc 1, 38). Decía San Bernardo que en las manos de María estaba el precio de nuestra salvación, de su consentimiento dependía que fuésemos liberados del pecado, de su respuesta que se nos devolviera la vida (cf. Homilía 4, 8-9). Afortunadamente ella dijo sí y se nos abrieron las puertas del cielo. Por eso, desde un principio el pueblo cristiano  sintió profunda veneración por aquella mujer privilegiada por Dios, elegida para ser la madre del Salvador, que acompañó a su Hijo hasta el pie de la cruz y a la Iglesia después de la resurrección y que la sigue acompañando siempre como una madre amorosa que vela por sus hijos. “Ella –dice el papa Francisco- es la esclavita del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios” (Exhortación ‘Evangelii Gaudium’, EG, 286).
         Esta maternidad se hizo signo visible en la Maracaibo de principios del siglo XVIII, cuando en un día del año 1709 –historia bien conocida por todos- una anciana recogía en las orillas del lago una tablita que una vez colocada en la pared de su casa, en un luminoso 18 de noviembre, de manera milagrosa, mostraba claramente la figura de Nuestra Señora del Rosario de Chiquinquirá, tal como lo describe hermosamente el insigne poeta zuliano Jorge Schmidke:


“La sacra reliquia, de Dios mensajera, viajó sobre el lago, llegó a la ribera; y una lavandera, piadosa y sencilla, cogió la tablilla, la llevó a su casa sin saber lo que era y tapó la roja tinaja de arcilla. Pero la tablilla, de Dios mensajera, sonó en la tinaja de la lavandera; y ante el ruido extraño, la mujer sencilla tomó la tablilla, secó la madera, y al fijarse en ella descubrió lo que  era. ¡Milagro, milagro, dulce maravilla!, gritó a los vecinos la mujer sencilla. ¡Es  la Santa Virgen, de Dios mensajera, la Sacra Madona que el mundo venera! ¡Miren como luce! ¡Miren como brilla! Y el pueblo, ferviente, dobló la rodilla, clavó sus miradas en la azul esfera, le dio una Corona, le alzó una Capilla, y a nada le teme, porque en su alma brilla la dulce Chinita, de Dios Mensajera”.



Y desde estos memorables acontecimientos, así descritos por el poeta, la devoción mariana del pueblo maracaibero y de toda la provincia se volcó en la veneración de aquella imagen de la tablita. A partir de entonces, ella reina como madre en los corazones de cada zuliano, en su cotidianidad y en los grandes acontecimientos, realizando el Señor, por su intercesión, numerosos prodigios en favor de sus hijos que a ella acuden en sus necesidades. Ella nos muestra en su regazo al Hijo, y con el rosario en su mano derecha nos invita a transitar los misterios de la salvación que nos conducen por el Hijo y en el Espíritu al encuentro con el Padre en el trajinar de cada día, con la mirada puesta en la eternidad y la gloria. Ella vela por nosotros como madre protectora en los peligros, en las angustias y en nuestras necesidades; acompaña nuestras alegrías y nuestros logros y nos llena de esperanza en el tortuoso camino de las dificultades y de las sombras.
         Como testimonio del amor que el pueblo zuliano siente por La Chinita, cada año, desde hace más de tres siglos, una multitud entusiasta de fieles, plena de devoción, participa de las celebraciones, que tienen como centro el 18 de noviembre. Antecediendo a ésta, con indecible alegría,  se realiza la bajada del sagrado ícono, que inauguran las solemnes festividades, la tradicional “Bajada de la Virgen”, que hoy estamos celebrando. Este año la fiesta de La Chinita tiene una impronta particular: el Sr. Arzobispo de Maracaibo, el día de la fiesta, declarará a la Basílica de N. S. de Chiquinquirá Santuario Arquidiocesano, lugar de encuentro y de oración donde zulianos y visitantes con particular devoción rinden veneración a la Madre de Dios. Asimismo, este año transcurre el septuagésimo quinto (75°) aniversario de la solemne coronación de la imagen de la Virgen de Chiquinquirá. En efecto, un 18 de noviembre de 1942, con la presencia del episcopado venezolano en pleno y del Nuncio Apostólico, fue coronada la venerada imagen. Se dio cumplimiento así a una disposición del 16 de julio de 1917 del Papa Benedicto XV, con la que respondía a una solicitud del entonces Obispo del Zulia, Mons. Arturo Celestino Álvarez. Fue aquel 18 de noviembre de hace 75 años cuando por primera vez se escuchó entonar el himno de la Chinita: “Gloria a Ti, casta Señora; de mi pueblo bravo y fuerte; que en la vida y en la muerte; ama y lucha, canta y ora”.
         Ahora bien, celebrar estas realidades maravillosas en honor a la Madre del Zulia no implica ignorar la realidad que nos circunda y la situación en la que nos encontramos.  El papa Francisco afirma que el anuncio del Evangelio y la experiencia de vida cristiana, que tiene como centro el amor, deben tener consecuencias sociales (cf. EG, n. 180). La propuesta cristiana es el Reino de Dios, que Cristo ha venido a traer: “En la medida en que Él logre reinar entre nosotros, la vida social será ámbito de fraternidad, de justicia, de paz, de dignidad para todos”. Esta enseñanza constituye un desafío para nosotros los cristianos, en el contexto de la profunda crisis política, económica, social y moral del país y que requiere de todos un esfuerzo que ayude a superarla. En su salutación al pueblo zuliano, con ocasión de las fiestas de este año en honor de La Chinita, nuestro querido arzobispo y su obispo auxiliar nos han recordado que “el encuentro con ella se da este año en un contexto de grandes dificultades. La región, al igual que todo el país, está sumida en una grave crisis alimentaria, sanitaria y de inseguridad jurídica y civil. Nuestro pueblo pasa hambre, se enferma, se angustia porque no consigue los medicamentos que necesita. Miles de zulianos han tenido que abandonar el país, buscando en otra parte lo que su nación no les ofrece”. Por eso, los pastores de la iglesia marabina han querido colocar las fiestas de este año en honor de La Chinita bajo el signo de la caridad de María, que cual madre amorosa y compasiva vela por sus hijos, llena de misericordia, y como buena samaritana los socorre en sus necesidades. En ese mismo mensaje nos han pedido nuestros obispos que en este homenaje a nuestra patrona no nos limitemos a “contemplar sus innumerables milagros y favores de mujer samaritana, sino que queremos aprender de ella a ser nosotros cristianos y cristianas más conscientes de la dignidad de todo ser humano, más solidarios los unos con los otros, (…), más fraternos, más capaces de perdón y de reconciliación. En una palabra, ofrecerle un rosario viviente de caridad”. Esto debe traducirse en una acción social de la Iglesia y de los cristianos más comprometida y mejor organizada en favor de los más necesitados.

Junto a esta transformación de cada uno de nosotros en la caridad, a la que nos invita el ejemplo de María, aprovechemos la ocasión de este homenaje a la Chiquinquirá para pedir su intercesión  para que mueva los corazones de los que nos gobiernan, para que ejerzan su oficio velando por el bien común y los intereses  del pueblo que los eligió, más allá de sus propios intereses y de sus ambiciones de poder y de dominio. En este sentido quisiera subrayar lo que los obispos de Venezuela, en un reciente comunicado con referencia a las recientes elecciones regionales, hemos afirmado: que “el pueblo tiene derecho a exigir de la dirigencia política que se ocupe primordialmente de sus necesidades más sentidas, las conozca más de cerca, las experimente y le ofrezca un proyecto de país coherente, fundamentado en la justicia y el bien común sin exclusiones. Elevamos nuestra oración al Dios que alienta nuestra esperanza ante los serios problemas que afectan a nuestra sociedad y que causan angustia y desánimo en muchos corazones” (Comunicado CEV ante los comicios regionales, 19.10.2017). Pero pidamos también a La Chinita para que los empresarios y los comerciantes sean honestos y solidarios y no contribuyan, con la cadena de desmedidos aumentos de precios, a agravar la situación de pobreza creciente y progresiva que agobia al pueblo venezolano.

Hermanos y hermanas de Maracaibo y del Zulia,  que esta solemne ‘Bajada de la Chinita’ abra nuestros corazones a la Madre que nos ama, nos cuida y nos conduce al encuentro con Jesucristo y al encuentro fraterno y solidario con los hermanos.  Que ella nos asista para que nuestra palabra y testimonio de vida sean portadores del amor misericordioso de Dios a los demás. A ella, a nuestra amada Chinita, le decimos con el Papa Francisco: “Estrella de la nueva evangelización, ayúdanos a resplandecer en el testimonio de la comunión, del servicio, de  la fe ardiente y generosa, de la justicia y del amor a los pobres, para que la alegría del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra y ninguna periferia se prive de su luz. Madre del Evangelio viviente, manantial de alegría para los pequeños, ruega por nosotros. Amén. (EG, 288). ¡Viva  La Chinita!


Maracaibo,   28 de octubre de 2017.


† Freddy J. Fuenmayor S.
Obispo de Los Teques

domingo, 22 de octubre de 2017

DOMINGO XXIX ORDINARIO CICLO AHOMILIADEVOLVER A DIOS LO QUE ES SUYO

DOMINGO XXIX ORDINARIO CICLO A
HOMILIA
DEVOLVER A DIOS LO QUE ES SUYO

El texto del evangelio que acabamos de escuchar forma parte de los fuertes enfrentamientos que Jesús tuvo con diversos dirigentes en las cercanías del templo. Surgieron a raíz de la entrada triunfal del Señor en Jerusalén y la expulsión de los vendedores y cambistas del templo. Los sacerdotes y ancianos comienzan la discusión cuestionando la autoridad de Jesús para actuar de esa manera. Después vienen las fuertes denuncias que el Señor les dirige, bajo formas de parábolas. La de los dos hijos en la que el Señor deja al descubierto la hipocresía de la dirigencia religiosa. Luego sigue la de los viñadores homicidas y la de los invitados que se niegan a participar en el banquete nupcial. 
Dice el evangelista que, “cuando los sumos sacerdotes y fariseos se dieron cuenta de que las había dicho por ellos, quisieron apresarlo, pero no se atrevieron por temor a la gente, que lo consideraban un profeta” (Mt 21,45). Entonces se pusieron de acuerdo fariseos y herodianos, funcionarios de Herodes y colaboradores de los romanos, para tenderle una trampa con preguntas tramposas que le hicieran perder su popularidad ante el pueblo y lo indispusieran ante las autoridades imperiales. La primera pregunta sobre el impuesto que se le tiene que pagar a los romanos: “Qué te parece ¿es lícito o no pagar el tributo al César?”  
La cuestión de si se debía pagar o no el impuesto al imperio romano era un asunto polémico que dividía a la opinión pública. Pregunta insidiosa, llena de malicia, formulada con la aviesa intención de meter a Jesús en problemas. Si contesta: “Se debe pagar”, tendrán un motivo para acusarlo como partidario de la invasión romana. Si contesta “No se debe pagar”, lo acusarán de subversivo ante los romanos. ¡Un callejón sin salidas!
En tiempos de Jesús el pueblo estaba abrumado por el peso de muchos impuestos, tasas, tributos, diezmos. Había impuestos directos sobre las personas, las propiedades, la producción agrícola, el número de esclavos. Impuestos indirectos sobre transacciones, la sal, la compraventa, el ejercicio de una profesión, sobre el uso de servicios públicos. También se pagaba peaje en pasos fronterizos. Una red de cobradores y fiscales, como los publicanos, se encargaban del cobro puntual Cualquiera podía ser obligado a prestar un servicio al Estado, como fue el caso por ejemplo de Simón de Cirene, forzado a ayudar a Jesús a llevar su cruz hasta el Calvario. Luego estaban los impuestos para el culto y el mantenimiento del Templo, (El Shekalim), los diezmos y las primicias. 
Muchos judíos rechazaban el pago del impuesto al emperador romano en nombre de la exclusiva soberanía de Dios sobre Israel. Jesús detecta la maldad escondida detrás de sus falsos elogios y su capciosa pregunta. Por eso, de una vez pone el dedo en la llaga, desenmascarando su hipocresía y va directo al grano. Les pide le muestren la moneda del tributo, la moneda romana, la única válida para pagar impuestos, en este caso un denario romano que lleva la imagen del emperador endiosado, con inscripciones que lo equiparan a Dios. ¡Y se la entregan! porque la llevan con ellos, prueba ya irrefutable de la inutilidad de la pregunta porque, al presentársela, reconocen ellos que si hay que pagar el tributo. 
La moneda no tenía solo valor económico sino también valor de sumisión y respeto al poder político allí representado. Jesús quiere hacerles caer en la cuenta que ya ellos, al utilizar esa moneda con símbolos políticos y religiosos del poder romano, están reconociendo su soberanía absoluta, es decir, le han dado el lugar de Dios a alguien que no lo es.  Le están dando al César lo que es del César, pero le están quitando a Dios lo que es Dios!
Ahora es Jesús quien pregunta: ¿De quién es esta imagen y esta inscripción? “Del César”, le respondieron. Entonces Jesús les dijo: “Devuelvan al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios!”. La frase es muy conocida. ¿Quién no la ha oído? Y su interpretación inmediata, equivocada también: Los cristianos, y sobre todo los curas, deben ocuparse de las cosas espirituales y otros, generalmente los gobiernos, de los demás asuntos materiales, políticos y económicos. Como suelen decir algunos dirigentes políticos nuestros: ¡Los curas a la sacristía! ¡La Iglesia no debe meterse en política!
Con esta frase, Jesús no está separando solo los campos sino sobre todo las actitudes. Es decir, estaba dejando claro en qué consistía el señorío del César y en qué el de Dios. Al César le corresponde la moneda. Él y sus allegados serviles eran sus dueños. Así que no había problema que se le restituya al César lo que le pertenece, como lo indica la efigie de la moneda y su leyenda. Lo importante para Jesús y para nosotros los cristianos no es solamente poner en evidencia los derechos del poder humano sino los de Dios. 
La soberanía de Dios está por encima de cualquier poder humano. Bien claro se lo dijo Jesús a Pilato que presumía de su poder para definir su destino: “No tendrías ningún poder sobre mí si Dios así no lo hubiera permitido” (Jn 19,11).  Para San Pablo, Cristo Jesús ejerce su señorío sobre todo poder humano (Cf Fil 2,9-11). Él es el único dueño y señor por encima de los señoríos terrenales. Es lo que nos da a entender claramente la primera lectura del profeta Isaías, que presenta al emperador Ciro como un elegido de Dios para liberar a los judíos del destierro (Is 45,1.4-6). 
¡Hay que devolverle por consiguiente a Dios lo que es de Dios! Ese es el tema. A los hombres les devolvemos con mucha facilidad y prontitud lo que les pertenece y lo que no también, por servilismo, intereses creados o por sumisión, pero ¡cuánto tardamos en reconocer el señorío soberano de Dios y devolverle lo que es suyo!
Dios es el único dueño de las personas. El las creó a su imagen y semejanza. Los seres humanos no llevamos la efigie de ningún rey, ni emperador, ni dictador. Llevamos la sagrada efigie de Dios grabada en nuestro corazón. Cristo Jesús ha venido precisamente a esta tierra para colocar las cosas en su lugar. Colocar de primero lo que va de primero y lo segundo lo que va de segundo. El orden de los 10 mandamientos y de las peticiones del Padrenuestro dictan la pauta. Primero Dios sus asuntos, su Reino, su voluntad, luego los humanos y sus necesidades. 
Cristo el Hijo de Dios hecho hombre, ha venido precisamente a nuestra casa a devolvernos nuestra verdadera imagen y semejanza que el pecado había enturbiado (Cf Lc 15,8-10).  El evangelio de hoy, mis queridos hermanos, es una fuerte invitación a evitar el endiosamiento sobre las personas y el culto de la personalidad. Nadie es dueño de los demás. La historia, gran maestra en esta materia, nos enseña cómo son derribados estatuas y monumentos de reyes, emperadores, jefes y dictadores que se han endiosado y se han dejado endiosar por sus adulantes seguidores. Ninguna autoridad o poder puede adueñarse de los seres humanos. 
Los primeros cristianos de Siria y Palestina, fieles a esta enseñanza del Maestro, fueron acosados por las autoridades romanas para le rindieran culto al emperador e incensaran su efigie. Ellos reconocieron su autoridad humana pero nunca se arrodillaron ante ellos como si fueran dioses. Cuando los arrastraban ante los tribunales y eran sometidos a maltratos y escarnios se recordaban de la vida y enseñanza de Jesús: “Busquen primero el Reino de Dios y lo dispuesto en su plan y él les añadirá todo lo demás” (Mt 6,33). Así lo declararon Juan y Pedro ante el Sanedrín, cuando trataron de callarlos: “¡Hay que obedecer a Dios ante que a los hombres!” (Hech 5,29). 
Devolver a Dios lo que es de Dios implica dedicarse con generosidad y empeño a los asuntos de su reinado, que son primero que todo ocuparse de los más débiles, de los marginados, de los indefensos. Que con la fuerza de esta eucaristía nos consolidemos cada vez más en nuestra fe y nos dediquemos, junto con nuestra familia, amigos y hermanos de comunidad, a darle siempre a nuestro Padre Dios y a sus hijos predilectos, el puesto que le corresponde en nuestra vida: el primero.
Maracaibo 21 de octubre de 2017


+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

sábado, 14 de octubre de 2017

Homilía en el de Acto de Consagración de la Arquidiócesis al Corazón Inmaculado de María, 13 Oct 2017)

“MARIA POR SU PARTE GUARDABA TODAS ESTAS COSAS
Y LAS MEDITABA EN SU CORAZÓN” (Lc 3,19)

Homilía en el de Acto de Consagración de la Arquidiócesis
al Corazón Inmaculado de María, 13 Oct 2017)

Es hermoso detenernos a pensar cuantas maravillas estaban guardadas en el corazón de María, sobre todo, el gran amor de su hijo que llevó en su seno. Ese amor inmenso se convierte en un torrente de gracias para todos nosotros, sus  hijos. Por eso es necesario que nosotros correspondamos con un gesto definitivo de adhesión a su Corazón Purísimo e Inmaculado, que a su vez está unido al Sagrado Corazón de Jesús.

Una forma concreta de reciprocidad a ese gran amor, es Consagrándonos totalmente a ella, que a su vez nos lleva por camino seguro hacia Jesús. La condición principal para que esa unión de corazones sea eficaz es que tengamos un corazón contrito, arrepentido, “ya que el Señor un Corazón contrito y humillado, jamás lo desprecia” (Sal 50). He aquí el sentido y el motivo del Acto de reparación y desagravio que hemos hecho previamente, como preparación inmediata.

   Por esta razón, queridos hermanos, hoy 13 de Octubre cuando se cumplen 100 años del Milagro del Sol, en Fátima y ante la promesa hecha por la Santísima Virgen María a los pastorcitos, en presencia de casi 100 mil personas, es también muy significativo y providencial que en este día, este pueblo peregrino de la Arquidiócesis de Maracaibo, familias, consagrados,  diáconos, seminaristas, religiosos,  presbiterio y  Obispos, hagamos nuestra Consagración solemne al Corazón Inmaculado de María, Nuestra dulce Madre, que al aparecerse en Fátima Portugal,  también está presente en el Zulia,  bajo la advocación de Nuestra Señora de Chiquinquirá. Esta Madre solidaria que se ha hecho presente en muchas regiones del mundo tomando diversos nombres, tiene una realidad común en la cual confluyen todas las advocaciones sin contraponerse: su Corazón Purísimo, Santísimo e Inmaculado. En ese único y puro Corazón, confluye el misterio del gran amor de Dios sobre sus hijos.

     Recordemos cuando particularmente Lucía, recibió este mensaje de la Santísima Virgen María en su segunda aparición en Fátima, Portugal, el 13 de junio de 1917: “tu te quedas aquí un tiempo más. Jesús quiere servirse de ti para darme a conocer y amar. Quiere establecer en el mundo la devoción a mi Inmaculado Corazón”. Y nosotros podríamos preguntarnos ¿Por qué pidió esto Jesús? No lo sabemos; sólo tenemos la explicación que recibió Lucía “Quien abrazare (esta devoción) prometo la Salvación y serán queridas sus almas por Dios, como flores puestas por mi, para adornar su Trono... Mi Corazón Inmaculado será refugio y el camino que te conducirá a la Salvación (…) y, por fin mi Inmaculado Corazón triunfara”.
     Papa Pío XII, (el 31 de octubre de 1942) en el 25 aniversario de las apariciones de Fátima, consagró el mundo al Inmaculado Corazón de María, obedeciendo la petición de N. Señora de Fátima, y junto al Papa, muchos Obispos le han consagrado sus diócesis, provincias y naciones. El episcopado polaco lo acaba de realizar recientemente. Esta Consagración es como un faro de amor maternal, que nos motiva e impulsa hacia la fe y el amor divino.

"Os tengo en mi Corazón", puede decirnos María... En esa arca de salvación cabe todo el mundo". Un mundo hoy agobiado por toda clase de plagas mortíferas: las guerras étnicas exterminadoras, el terrorismo radical islamista, la ideología del género, los regímenes totalitarios comunistas, el liberalismo desenfrenado, secularizador y consumista, la extensión del hambre, de la miseria y de la cultura del descarte y de la degradación humana. Ese es el mundo que tiene que volver a Dios, convertirse, cambiar de rumbo so pena de conducir al género humano entero a su desaparición.

Ahora nos toca a nosotros como Arquidiócesis de Maracaibo, a cada uno de nosotros, repetir la consagración y vivir de acuerdo con ella llevando una conducta digna de hijos del Corazón Inmaculado de María: una vida de pureza, de oración, de mansedumbre, de caridad, de paciencia, de sacrificio, virtudes que nos harán semejantes a nuestra Madre y fieles discípulos de Jesús.
Esta Consagración a la Santísima Virgen María es en primer lugar, un compromiso a renovar nuestro compromiso bautismal, renovando en nosotros la unción del Espíritu Santo, recibido plenamente en el sacramento de la confirmación, somos testigos de la fe y del Evangelio de Jesucristo.
Esta Consagración de hoy es una vitalización de nuestra vivencia penitencial a través del Sacramento de la reconciliación, recordando aquellas primeras palabras de Jesús al iniciar su ministerio público: “Conviértanse porque está cerca el reino de los cielos” (Mt 4,17). Es decir, nos impulsa a un verdadero arrepentimiento y aún deseo de permanecer en la gracia de Dios.
Esta Consagración es también una renovación de nuestra comunión Eucarística como fuente central que alimenta nuestra fe, donde nos hacemos una comunidad de creyentes, solidarios, humildes, generosos, caritativos, misericordiosos, piadosos y servidores de los más débiles.
Esta Consagración es igualmente un compromiso de cultivar familias, iglesias domésticas, laicos verdaderamente servidores del amor de Dios.
Hoy está adhesión al Corazón Inmaculado de Nuestra Señora es una renovación de nuestra Consagración como religiosos, Religiosas, sacerdotes, diáconos, seminaristas; que seamos discípulos y misioneros fieles, testigos de la Verdad y ministros santificadores del pueblo Santo de Dios.
Presentamos a nuestra Madre Santísima nuestro profundo deseo de ser una iglesia arquidiocesana fiel, obediente, transparente, casta, renovada, misericordiosa, penitente, santificada y santificadora, Iglesia comunión a imagen del amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Podemos decir, con humildad que en estos frutos y signos consistiría el triunfo del Corazón Inmaculado en nuestra Arquidiócesis.

¿ES BUENO TAMBIÉN PREGUNTARNOS PORQUÉ CONSAGRARNOS COMO IGLESIA LOCAL ARQUIDIOCESANA DE MARACAIBO?
Recordemos que el 13 de junio 1929 – Nuestra Señora se aparece a Sor Lucía Dos Santos (una de los tres pastorcitos que recibieron las apariciones de la Virgen María en Fátima) en el convento de Tuy – España, y le dice:
«Ha llegado el momento en que Dios pide al Santo Padre, que, en unión con todos los Obispos del mundo, haga la Consagración de Rusia a mi Inmaculado Corazón» Prometiendo la Paz para el mundo, y salvarla por medio de esta Consagración.

También en mayo 1936 – Nuestro Señor le dijo a Sor Lucía: «La conversión de Rusia acontecerá solo cuando aquella nación sea consagrada solemne y públicamente al Corazón Inmaculado, por el Papa junto con todos los obispos.»

El 13 de mayo de 1967, durante su visita al Santuario de Fátima, el Papa Pablo VI, preocupado por las amenazas de guerra, y por la salvación de las almas, pide que todas las personas, diócesis y naciones del mundo, sean consagradas al Inmaculado Corazón de María.

El 15 de marzo de 1984 el Papa Juan Pablo II, hizo un Acto de Consagración, donde incluyó rogar por la conversión de Rusia.
Y hoy nosotros, 13 de octubre de 2017, siguiendo este gesto de fe de los Sumos Pontífices,  quienes escucharon a la Santísima Virgen María, quien en Fátima expresó el deseo de su hijo, nosotros aquí en su Santuario Zuliano, bajo la dulce Advocación de N.S de Chiquinquirá, en un acto de fe, nos consagramos a ella y depositamos el pasado, presente y futuro de nuestra Arquidiócesis en su Corazón Inmaculado, por eso llenos de humildad y con gran esperanza, te pedimos Madre Santísima: “Vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos y después de este destierro muéstranos a Jesús, fruto bendito de tu vientre, oh piadosa, oh Clemente, oh siempre Virgen María”. Amén

(A continuación, se realiza el Acto de Consagracion).

Saludo Inicial VII Seminario Internacional de la Red de Universidades para Estudios de Fraternidad

Saludo Inicial
VII Seminario Internacional de la
Red de Universidades para Estudios de Fraternidad

Maracaibo, 12 de octubre de 2017

Monseñor Aldo Giordano, nuncio apostólico del Santo Padre, del Papa Francisco en Venezuela.
Dr. Ángelo Lombardi, rector de la UNICA y demás Autoridades universitarias.
Representantes de las fuerzas vivas del estado Zulia y la ciudad de Maracaibo.
Miembros del comité internacional y local de esta Red de Universidades para Estudios de Fraternidad.
Profesores, investigadores y estudiantes.
Señoras y Señores

Celebro esta importante iniciativa de llevar a cabo en nuestra ciudad la séptima edición del Seminario Internacional RUEF con el lema “Fraternidad, Reconciliación y Diálogo en Frontera”. Ocurre en un momento de gran pertinencia para el contexto venezolano, en vísperas de las elecciones para escoger las autoridades regionales del país y ante el desafío de encontrar mecanismos que nos aseguren una convivencia pacífica y democrática entre los venezolanos y con el pueblo de la hermana República de Colombia con el cual compartimos la frontera.

Que sea precisamente la UNICA la anfitriona es una buena noticia para todos, pues la “Católica de Maracaibo”, junto con la amplia red de las escuelas arquidiocesanas y de los Centros de capacitación laboral, forma parte del proyecto educativo de futuro de nuestra Arquidiócesis. Con este Seminario se ven germinar los frutos de madurez de sus 34 años de presencia, como comunidad académica y científica, en el conjunto de las Universidades del Zulia.

Ustedes, estimados invitados internacionales y profesores, están escribiendo una nueva página en la historia de la vocación humanística de nuestra universidad, ya que solo desde el humanismo solidario podremos formar ciudadanos que ejerciten una auténtica cultural del diálogo y de la fraternidad (Cf. Educar al Humanismo Solidario, 14, 2017) y sean capaces de establecer puentes de convivencia con las naciones vecinas, haciendo realidad el sueño del Libertador Simón Bolívar de una América integrada en una gran comunidad de naciones hermanas.

Hoy los venezolanos estamos llamados a “derribar todo muro de división existente en nuestro país y contribuir a la recuperación de nuestra nación, rehacer el tejido social e ir dando los pasos para la reconciliación en el encuentro fraterno entre todos” (Cf. CEV, Mensaje Urgente a los católicos y personas de buena voluntad, 9, 2017).

Y este desafío se inicia con la formación de valores ciudadanos y políticos, desde la fraternidad y la “cultura del encuentro”. Solo desde esta mirada la diligencia política se liberará de ser presa fácil de intereses netamente económicos, dominados por el ansia de poder y la exclusión.

No es desde la imposición autoritaria de versiones manipuladas de la verdad que construiremos una nueva Venezuela, ya que “la absolutización de lo que no es absoluto, sino relativo, se llama totalitarismo” y el totalitarismo “no libera al hombre, sino que lo priva de su dignidad y lo esclaviza” (Cf. Benedicto XVI, Homilía en Marienfield - Colonia, 2005).

Deseo pues que éste Séptimo Seminario Internacional de la Red de Universidades de Estudios de Fraternidad en Maracaibo, sea para todos sus participantes y para nuestra comunidad UNICA, “una verdadera experiencia de fraternidad, una caravana solidaria, una santa peregrinación” al encuentro del otro. (Cf. Francisco, Evangelii Gaudium, 87, 2013).

Solo con la convicción universalizada e internalizada de que la humanidad no tiene sino una sola vocación: la vocación a la fraternidad, podremos avanzar con pasos firmes por los caminos del diálogo y de la reconciliación.
Dios se hará más presente y visible entre nosotros en la medida en que nos vayamos descubriendo y tratando como hermanos habitantes y coherederos de una sola casa común.

Sean todos bienvenidos y que tengan una feliz y fraterna estancia entre nosotros.

Maracaibo 12 de octubre de 2017

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

jueves, 12 de octubre de 2017

Orando por Venezuela éste 13 de Octubre.

Mis queridos hermanos sacerdotes y diáconos,
Como se comentó en la reunión del clero de ayer, siguiendo la invitación de la Presidencia de la Conferencia episcopal en su reciente comunicado, se ha programado una jornada de oración este 13 octubre en la catedral y luego en la basílica. Los invito a unirse desde sus respectivas parroquias y comunidades sectoriales a este  importante momento. Hago mías estas palabras del Cardenal Urosa: "“Exhortamos a los párrocos a que el próximo 13 de octubre se organice en todas las comunidades eclesiales una jornada de oración por Venezuela y por el éxito de las próximas elecciones. Que la Virgen de Coromoto nos consiga mediante su intercesión lo que necesitamos para hacer de Venezuela una nación donde impere la justicia, la libertad, la solidaridad y la fraternidad, que provienen del amor redentor del Señor Jesús”.
+Ubaldo R Santana Sequera FMI