domingo, 7 de junio de 2015

HOMILIA DE LA EUCARISTIA DEL XI ENCUENTRO DE LOS JOVENES CON EL ARZOBISPO

HOMILIA DE LA EUCARISTIA
DEL XI ENCUENTRO DE LOS JOVENES CON EL ARZOBISPO

Amados Jóvenes atletas de Cristo,

 Aquí estamos reunidos en este palacio de eventos, que se nos ha transformado de repente en un gran templo, para compartir juntos la fiesta del Cuerpo y de la Sangre de Nuestro Señor Jesucristo y celebrar llenos de entusiasmo  este XI encuentro de jóvenes con el arzobispo. Ustedes han querido también unirse a mi acción de gracias por mis 25 años de vida y servicio episcopal y se los agradezco profundamente. El lema escogido, Atletas de Cristo, está inspirado en las ardientes palabras de Pablo a los Corintios (Cf 1 Co 9,24-27) que el Papa Francisco hizo suyas en la Jornada Mundial de la Juventud en Rio de Janeiro. Sean callejeros de la fe, Sean atletas de Cristo, armen lío en este mundo trastornándolo con la fuerza transformadora del Espíritu Santo.

Es la primera vez que este encuentro coincide con la fiesta del Corpus Christi. ¿Qué significa esta fiesta cristiana? Tiene muchos significados pero hoy valiéndome de una hermosa homilía de nuestro Papa emérito Benedicto XVI quiero destacar tres aspectos concentrados en tres palabras: Reunirse, caminar y arrodillarse. Basta fijarnos en el mismo desarrollo de la celebración para capturar este significado. Primero, nos reunimos en torno a la Palabra y al altar del Señor para estar juntos en su presencia; luego realizaremos una pequeña Minerva y caminaremos detrás del Santísimo dentro de este recinto y por último nos arrodillaremos ante Jesús sacramentado para adorarlo. Tratemos de reflexionar sobre esos tres momentos para sacar de cada uno de ellos buenos frutos.


1.- REUNIRNOS.
El primer acto es el de reunirnos en la presencia del Señor. Este evento ha sido fruto de una gran organización y de la participación de mucha gente orquestada por la Pastoral juvenil arquidiocesana. Pero no hemos de olvidar que es el Señor Jesús el verdadero convocador. El que nos ha reunido en este lugar. Ese es el gran oficio de Cristo Jesús al venir a esta tierra: convocar, reunir los que están divididos, los que están dispersos. Ese es el sentido profundo y original de la palabra Iglesia. Iglesia significa precisamente eso: convocación, confluir todos en un mismo modo de ser, de creer, de esperar y de amar.
Cristo Jesús está hoy aquí en medio de nosotros forjando su Iglesia. Formamos una gran comunidad juvenil arquidiocesana conformada por chicos y chicas procedente de todos los rincones geográficos, sociales, culturales y económicos de la arquidiócesis: de distintas parroquias, de distintas zonas pastorales, integrantes de diversos grupos y asociaciones juveniles. Por encima y más allá de esta diversidad de sexo, condición social, afiliación política, edad y procedencia, somos primero que todo hijos de un mismo Padre, hermanos todos en Cristo Jesús y guiados por un mismo Espíritu.
Viene a la mente otra famosa expresión de san Pablo:”Ya no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos ustedes son uno en Cristo Jesús" (Ga 3, 28). Todos son uno en Cristo. Este es el significado profundo de ser Iglesia. Aquí está la fuerza de la revolución cristiana, la revolución más profunda de la historia humana. Solo Cristo Jesús tiene este poder de convocar y de reunir en su presencia jóvenes, ancianos, niños, mujeres de distintos pueblos, razas, culturas y lenguas y constituirlos en una comunidad de hermanos.
Es fundamental vivir a fondo esta identidad. Esta es la Iglesia que está necesitando la  sociedad actual tan fragmentada, tan polarizada. En vez de unirnos hemos construido brechas, hemos levantado guarimbas, hemos transformado las motos en caballos del Apocalipsis que llevan peste, muerte, violencia y atracos por donde pasan. Hemos cultivado más lo que nos divide y confronta que lo que nos une y nos configura como una sola nación. Por eso sigue siendo más urgente que nunca que nos unamos a Cristo Jesús para dar la vida por esa noble causa: derribar muros que dividen y construir puentes que  unen.
2.- CAMINAR CON EL SEÑOR  (Procesión).
El segundo aspecto constitutivo de esta fiesta del Corpus es caminar con el Señor. Al finalizar la santa misa tendremos una Minerva dentro de este recinto. El Señor, presente en la hostia consagrada, recorrerá este espacio en una gran custodia y un grupo de jóvenes, en representación de toda la asamblea, se pondrá en camino detrás de Él. Jóvenes, oigan bien, la misa no termina con la misa. Al final la misa se transforma en misión.  Cuando la misa termina, empieza el envío.
“Vayan”, dice el celebrante. Vayan. Esa fue la palabra de Cristo Jesús a sus discípulos cuando se despidió de ellos en un monte de la Galilea. Vayan! Pónganse a caminar. Jesús es Verdad que ilumina nuestras mentes y nos hace comprender quiénes somos y para qué estamos en esta tierra. Pero también es camino. Para conocerlo más a fondo necesitamos entonces ponernos en camino. Al comulgar, Jesús nos quita todas las parálisis que nos tienen detenidos, esclavizados. Nos dice como a tantos paralíticos: “¡Levántate y anda”! Ponerse en procesión significa avanzar hacia adelante, no retroceder. Significa avanzar paso a paso. Primero uno luego otro y de este modo, como el profeta Elías, atravesar todos los desiertos de la vida y  llegar hasta el final, a la meta. “Levántate, come y sigue andando” le dijo Dios al profeta.  Asimismo les dice hoy a ustedes. No hay verdadera comunión en Cristo si al recibirlo su fuerza no nos impulsa a salir de nosotros mismos, de nuestros egoísmos y a ponernos en marcha hacia los otros.
Pónganse en marcha hacia los jóvenes atribulados, los jóvenes desanimados, los jóvenes olvidados. Tiéndales  la mano en nombre de Cristo. Díganles como le dijo Pedro al paralítico de la Puerta Hermosa en Jerusalén: “Oro y plata no tengo. Pero lo que tengo te lo doy: en nombre de Cristo Resucitado, levántate y anda” (Hech 3,6). ¡Cuántos jóvenes tirados en las cunetas de esta vida, maltratados, mal amados, ignorados, no están esperando una mano amiga que los levante en nombre de Cristo Jesús, los ponga nuevamente de pie y los ponga a caminar!
Cristo no solo es Verdad y Camino. También es vida. Con Cristo estamos en la vida, caminamos vivos y vamos hacia la vida total. Cristo Jesús no solo camina con nosotros sino que le da direccionalidad a nuestra existencia. Le da su verdadero desemboque a nuestra existencia.  Como dice le Papa Benedicto: “En efecto, no basta avanzar; es necesario ver hacia dónde vamos. No basta el "progreso", si no hay criterios de referencia. “Hagan suya la recomendación de Pablo y del Papa Francisco: Corran de tal manera que obtengan el único premio que vale la pena ganarse en esta vida, mejor que el de las 500 millas de Indianápolis o el Gran Slam del Roland Garros, o el de la Copa América, o el de la Champion League! ¡Corran, atletas, corran para ganar a Jesucristo! No un día ni dos sino para siempre.
3.- ARRODILLARNOS.

"Solamente delante de Dios te arrodillarás" (Ex 20, 2-3). Solamente nos arrodillamos delante de Jesús Sacramentado, no delante de los ídolos, ni de los poderes terrenos. Y nos inclinamos ante los pobres, enfermos, necesitados, cuando servimos, como hizo Jesús en el Lavatorio de los pies y el Buen Samaritano.
Como los atletas impónganse ustedes también una dura disciplina. Entrénense en el gran Spa  que forja los espíritus y tiempla los caracteres para construir el Reino de Dios en esta tierra. Como Cristo Jesús en el desierto, desechen firmemente las tentaciones del demonio, tentaciones de gula, de lujuria, de orgullo y prepotencia con la lectura asidua y orante de la Palabra de Dios. Háganse Cristonautas no esclavos del celular. Transformen el celular y las redes sociales en una poderosa herramienta para transmitir el evangelio de Cristo y hacer el bien a sus contactos. Sean con la gracia de Dios dueños de sus vidas y de sus actos. Oren con frecuencia. Agárrense fuerte de la Virgen María con el rezo del Rosario. Confiésense regularmente. Vivan la eucaristía dominical sin faltar ninguna. Comulguen y sobretodo, atletas de Cristo, corran, corran derrochando la caridad de Cristo a su alrededor. 
Arrodillarse en adoración ante el Señor. Adorar al Dios de Jesucristo, que se hizo pan partido por amor, es el remedio más válido y radical contra las idolatrías de ayer y hoy. Arrodillarse ante la Eucaristía es una profesión de libertad: quien se inclina ante Jesús no puede y no debe postrarse ante ningún poder terreno, por más fuerte que sea. Los cristianos sólo nos arrodillamos ante Dios, ante el Santísimo Sacramento, porque sabemos y creemos que en él está presente el único Dios verdadero, que ha creado el mundo y lo ha amado hasta el punto de entregar a su Hijo único (cf. Jn 3, 16). Millares de cristianos murieron mártires y siguen muriendo por negarse a postrarse ante falsos dioses, ante hombres despóticos y crueles.
Nosotros nos arrodillamos ante Cristo Jesús nuestro Señor para aprender a vivir de pie, en libertad, sin hipotecar ninguno de nuestros derechos fundamentales. Nos arrodillamos delante de Cristo porque él es el pan vivo bajado del cielo. Porque él se hizo pequeño y pobre y se arrodilló ante mi, curó mis heridas, me ungió con su aceite de salvación y me comunicó la fuerza de amar gratuita y desinteresadamente a mis hermanos. Jóvenes, el camino es largo sin Cristo.
Esta misa y este encuentro no pueden terminar sin que te preguntes, con sinceridad y con absoluta libertad, cómo vas a vivir tu vida en Cristo; cómo vas a utilizar tu potencial de amor y de gracia para derribar muros, levantar puentes, cerrar brechas, eliminar trincheras de odio y discriminación. Estos son los atletas que Jesús necesita para construir su Reino. Si quieres responder a la gran pregunta de tu vida. Mira hacia María. Aprende de ella a acoger con apertura de mente y de corazón la Palabra de Dios, a cultivarla en tu corazón y a ponerla en práctica con prontitud.
Maracaibo 7 de junio de 2015
+Ubaldo Santana Sequera FMI

Arzobispo de Maracaibo

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