domingo, 5 de julio de 2020

HOMILÍA - DOMINGO XIV DEL T.O. A.2020 - UN CAMINO DE VIDA LLAMADO JESÚS


DOMINGO XIV DEL T.O. A.2020
HOMILÍA
UN CAMINO DE VIDA LLAMADO JESÚS

Muy queridos hermanos y hermanas,
Para entender mejor el mensaje contenido en el evangelio de este domingo, nos ayudará fijarnos en los relatos y episodios que lo anteceden. Narran los rechazos y la consternación con los que fue recibida la predicación de Jesús. Juan Bautista duda. Las principales ciudades y poblaciones importantes de Galilea, como Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm, rechazan de plano su mensaje. Sus pobladores se atrincheran tercamente en sus posiciones. Jesús ve allí una dureza de corazón conectada con el pasado del pueblo de Israel y que envuelve toda una generación.
 Por otro lado, lleno de compasión por el abandono y el abatimiento en que se encuentran los moradores de caseríos y aldeas, se ha volcado hacia ellos y les ha anunciado con hechos y con palabras, el mensaje del Reino. Y a diferencia de los casos anteriores, ha encontrado acogida e interés. Es hacia esos rebaños carentes de pastor, que decide enviar sus apóstoles, y ellos también encuentran buena acogida y regresan contentos de su misión (Lc 10,17).
Y entonces, ¡oh maravilla! se produce en él un estallido de profunda alegría, un júbilo inmenso invade su alma y prorrumpe en una oración de alabanza y acción de gracias hacia su Padre. La oración ocupa tanto en la vida como en la predicación de Jesús un lugar importante. Suele retirarse de madrugada o en la noche para orar en descampado. Ora antes de realizar acciones importantes como la elección de sus apóstoles o la resurrección de Lázaro. Les deja a los suyos un compendio y un método de oración en el Padrenuestro. Solo en tres momentos tenemos acceso al contenido de su oración al Padre. Uno de esos momentos es el que hoy presenciamos.
Estamos en uno de los momentos cumbres del evangelio. Tenemos el privilegio, gracias al testimonio de los evangelistas, de entrar en esta intimidad oracional de la vida de Jesús. En primer lugar, alaba, bendice, y da gracias a su Padre, el Señor de cielo y tierra. ¿El motivo de su gratitud? El haber escogido a los pobres y sencillos aldeanos de la Galilea y no a los sabios y entendidos de Judea para compartir su designio, su plan de salvación. Ya el autor del libro del Eclesiástico, Jesús Ben Sirá, lo había anunciado: “Es grande la compasión de Dios y revela sus secretos a los humildes” (Si 3,19-20).
Otro motivo de exultación y acción de gracias: ser depositario de la develación de los planes salvadores de su Padre. Él es el único mediador entre Dios y los hombres (Cfr. 1 Tim 2,5). Para tener acceso a la voluntad salvífica del Padre hay que pasar por su Hijo Jesús. Y el Hijo, acogiéndose al beneplácito y designio de su Padre, quiere encomendar la difusión del Evangelio de salvación a los humildes y sencillos. Ellos y solo ellos serán los portadores de esta misión. Queda corroborada así la primera bienaventuranza.
No solamente pues van a ser los destinatarios preferenciales de su misión (Cfr Mt 11,4-6; Lc 4,18-21), sino también los anunciadores. Estos pobres, de los que nadie se ocupaba, que eran descalificados, los que van a ser, para Jesús, sus evangelizadores preferidos. La suegra de Pedro, una vez curada de la fiebre, empieza a servirles (8,15). El publicano Mateo lo transforma en apóstol (9,9-11). Dos ciegos, una vez recobrada la vista, se fueron y divulgaron su fama por toda la región (9,31).
Pablo lo proclamará primero con el ejemplo de su propia vida y luego con su predicación como lo hizo por ejemplo con la comunidad de Corinto tentada de ínfulas de grandeza: “Miren, hermanos, quiénes han sido llamados: entre ustedes no hay muchos sabios humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Por el contrario, Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes. Dios ha elegido a gente sin importancia, a los despreciados del mundo y a los que no valen nada para anular a los que creen que valen algo.” (1 Co 2,26-29).
¿Quiere Jesús dar a entender que en el cristianismo no caben los sabios ni los inteligentes? Claro que si caben, pero a condición de que se despojen de toda orgullosa prepotencia, de la utilización abusiva del poder, de la voluntad omnímoda de dominio y opresión, y utilicen su sabiduría y su ciencia para hacer el bien, promover el bienestar colectivo, favorecer la fraternidad y el entendimiento entre los pueblos, razas, culturas y religiones.  En el libro de Ben Sirá se lee: “Hijo, mío, mientras más importante seas, más humilde debes ser y alcanzarás el favor de Dios” (Si 3,18). Y Jesús lo resume de esta manera lapidaria: “Quien se engrandece será humillado, y quién se humilla será engrandecido” (Lc 14,11).
Lo que Jesús nos está revelando, mis queridos hermanos, es de gran importancia no solo para los cristianos en particular, sino para todos los hombres. Porque no hay sino un solo Dios y un solo plan de salvación que abarca toda la historia humana, toda la creación, todo el cosmos (cfr. Hech 4,12). Lo que significa que este camino que Jesús revela y que está condensado en su propia persona, el camino Jesús, es el único válido para toda la humanidad de todos los tiempos.
Todo proyecto civilizatorio auténticamente humano ha de tomar este camino de la humildad, de la sencillez como un criterio fundamental.  Los hombres, de cualquier campo de la sabiduría, de la ciencia o de la tecnología, que quieran hacer progresar esta humanidad están llamados a secundar el proyecto que Dios Padre ha dado a conocer en la persona de Jesucristo su Hijo. Un proyecto por consiguiente que tome como centro de su desarrollo, la reproducción del modelo de hombre que es Jesús.
Leemos en el Himno dedicado a Cristo, en el inicio de la carta de Pablo a los Colosenses: “En él decidió Dios que residiera toda plenitud; por medio de él quiso reconciliar consigo todo lo que existe” (Col 1,19-20). Él es el recapitulador de todas las especies humanas que hayan podido existir en este planeta hasta llegar al Homo sapiens. Con él la humanidad ha llegado al ápice, a la cumbre de su desarrollo.
Jesús termina su oración, volteándose hacia los humildes, los abatidos, los abandonados, los deprimidos de todos los tiempos, con un grito bien fuerte, invitándoles a buscarlo, a venirse con él, a entrar en su escuela de humildad, de sencillez, de mansedumbre, de paciencia. “Vengan a mí los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para su vida.”
Yo te imagino, Señor, parado en la encrucijada de la humanidad, indicándole a los hombres de ayer, de hoy y de siempre tu camino. En una encrucijada donde hay montones de agentes publicitarios, parados allí también, ofreciendo sus caminos. ¿Cuántos te haremos caso y nos internaremos por tus senderos? Tu camino no es atractivo, Señor, no tiene adornos, no tiene colores de arcoíris. ¡Y los demás son tan atrayentes! Tus entrañas se estremecieron ante el abandono de los pobres de tu tiempo. Las nuestras se estremecen ante el dinero, el placer, el sexo, la droga, el culto del entretenimiento. Ya conocemos los gritos del 68 y siguientes: ¡Prohibido prohibirPaz y Amor! (Deja ser y deja vivir. Amor libre); ¡Just do it¡  Los que detentan los poderes políticos, mediáticos, económicos y las TICs, no se sienten ni cansados ni agobiados. No necesitan tu escuela. Más bien estorbas. No hay sitio para ti en esta posada.
Paradójicamente, después de 20 siglos, tu oferta, Señor, sigue en pie. Los poderes del infierno no han podido acallarla. Hoy se nos da la oportunidad de decir con Pedro: “¿Adónde iremos, Señor? tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Queremos uncirnos a tu yugo, compartirlo contigo. Solo así podremos aprender a lo largo del camino tu humildad de corazón y hacer nuestro en espíritu y en verdad, el anhelo profundo de Pablo: “Lo que quiero es conocer a Cristo y sentir en mí el poder de su resurrección, tomar parte en sus sufrimientos, configurarme con su muerte con la esperanza de alcanzar la resurrección de la muerte. 
Carora 5 de julio de 2020
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Administrador apostólico sede vacante de Carora