martes, 28 de marzo de 2017

Ha partido al encuentro del Señor Fray Carlos Alonso OAR


Fray Antonio Griman, me uno a toda la Comunidad Agustina Recoleta en la despedida de Fray Carlos. La Iglesia local de Maracaibo bendice al Señor por su testimonio de vida consagrada y su ministerio pastoral. Su Pascua nos pre anuncia la meta hacia la cual el Señor nos conduce a todos.
Sabemos que  Fray Carlos Alonso Makasaga ya está gozando del Reino de Dios en este año de la santidad en la Comunidad Agustina Recoleta.  Paz a sus restos.


domingo, 12 de marzo de 2017

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA 2017 HOMILIA CAMINAR JUNTOS CON CRISTO HACIA LA PASCUA

SEGUNDO DOMINGO DE CUARESMA 2017
HOMILIA
CAMINAR JUNTOS CON CRISTO HACIA LA PASCUA
Muy queridos hermanos y hermanas,
Hoy iniciamos una nueva etapa del camino cuaresmal. Este domingo contrasta con el domingo anterior.  El Evangelio del domingo pasado nos mostró la humanidad de Jesús sofocando las tres tentaciones que el demonio le presentó para impedir que llevara a cabo la misión que el Padre le ha encomendado. Hoy, en cambio, nos muestra el esplendor refulgente de su divinidad y oímos una vez más la voz de su Padre, como en el bautismo en el Jordán (Cf Mt 3,17), reconociéndolo como su Hijo muy amado e invitando a los tres discípulos, testigos de su transfiguración, a escucharlo y a tomar en serio el camino que él ha escogido para llevar a cabo su misión mesiánica. Es un camino escabroso que pasa por la ignominia de la cruz, pero es el único que desemboca en la vida nueva de la Resurrección.
El evangelista Mateo reseña que allí, en lo alto de una montaña elevada, Jesús fue “transfigurado”. Entendemos por transfiguración la manifestación de su divinidad, de la cual, según un himno paulino, se había despojado para asumir la condición de una persona normal y corriente (Fil 2, 7-8). San Mateo la describe como un cambio que se produjo en el rostro y en los vestidos de Jesús. “Su rostro empezó a brillar como el sol y su ropa se hizo blanca como la luz”. El sol y la luz son elementos naturales de los que se valen los escritores bíblicos para describir de algún modo la presencia de lo divino en las realidades humanas, y por contraste asocian las tinieblas y a la oscuridad a la ausencia de Dios.
Mateo se vale de estos símbolos para describir, con una cita del AT, el momento en que Jesús sale de su casa familiar en Nazaret para iniciar su ministerio público y su predicación en Galilea: “El pueblo que habitaba en las tinieblas vio una gran luz y a los que habitaban en una región de sombras mortales una luz les iluminó” (Mt 4,16). Zacarías y su esposa Isabel se sienten envueltos en esa misma irradiación con  el don de un hijo en la vejez, Juan Bautista, y así lo cantan: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios nos visitará un sol que nace de lo alto para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte y guiar nuestros pasos por los caminos de la paz” (Lc. 1, 78-79). El profeta Malaquías utiliza la misma terminología para describir el efecto que produce la irrupción de Dios en la vida de un ser humano que vive según los mandatos de Dios: “Pero a los que respetan mi nombre los alumbrará el sol de justicia que trae la salvación en sus rayos” (Mal 3,20; Cf Jue 5,31).
Jesús se transfigura en presencia de tres de sus discípulos, que tendrán más adelante un papel decisivo en el inicio de la difusión del Evangelio del Reino dentro y fuera de Palestina. Al transfigurarse ante ellos, los transforma en testigos de su verdadera identidad, de la naturaleza salvadora de su misión y del camino escogido para llevarla a cabo. El es Hijo de Dios hecho hombre que el Padre, en su infinito amor y misericordia, ha enviado al mundo para sacar a los hombres de las tinieblas de la muerte y del pecado y llevarlos a vivir en su verdadera condición de hijos de Dios, de hermanos unos de otros y de coherederos del Reino de libertad y de gracia, de amor, de  justicia y de paz.
Lo acontecido en lo alto de esta montaña, que la tradición identifica con el monte Tabor, quedará profundamente grabado en la mente y el corazón de Pedro. Años más tarde, en su segunda carta, dará testimonio de lo que allí ocurrió, que oyó la voz del Padre, desde la nube, pidiendo que siguiera a su Hijo. Allí aprendió que él y todos los discípulos del Señor debían de  guiarse en sus vidas por la Palabra divina “como lámpara que brilla en un lugar oscuro” (2 Pe 1, 16-21).  Cuando todo lo que allí vivió se confirmó en el Gólgota y en la mañana resplandeciente de la Resurrección, Pedro quedó con la firme convicción de que Dios lo llamaba a él, a sus compañeros y a todas las comunidades cristianas del futuro a esperar, según su promesa, “cielos nuevos y una tierra nueva en los que habite la justicia” (2 Pe 3,13).
Desde hace ya once años este domingo de Cuaresma ha sido escogido para inaugurar la Semana de Doctrina Social de la Iglesia. La realización de esta importante iniciativa es el fruto de una acción mancomunada del Foro Eclesial de Laicos, fundado por el querido y recordado Dr. Jorge Porras, laico insigne y ejemplar,  la Universidad Católica Cecilio Acosta, a través  del Centro de Estudios de Doctrina Social de la Iglesia, y la parroquia Claret.
La Semana de Doctrina Social de la Iglesia en Maracaibo obedece a un imperativo del Magisterio pontificio, repercutido en Latinoamérica por todas las Conferencias Generales del Episcopado Latinoamericano y del Caribe y concretamente en nuestro país por el Concilio Plenario de Venezuela. Inspirados en los postulados del Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, hemos querido darle concreción  a la directriz pastoral contenida en el No 163  del documento conciliar venezolano “La contribución de la Iglesia a la gestación de una nueva sociedad”. Allí se  considera el estudio, el conocimiento y la aplicación de los grandes principios y criterios de la DSI como una de las grandes herramientas para contribuir en la construcción de una Venezuela más justa, fraterna y solidaria.
En este documento se detectan las graves deficiencias de nuestro actual sistema político: el resurgimiento del militarismo, el predominio del Estado, el centralismo, la creación de mecanismos de aparente participación que en realidad son excluyentes, el peligro del mesianismo político, el paternalismo, el uso clientelar de las políticas sociales, el debilitamiento de las organizaciones de base, comunitarias y vecinales, la corrupción administrativa generalizada. Todo incide en el gravísimo empobrecimiento del país (Ibídem NN. 4-46). Estos males, diagnosticados hace ya más de 15 años, lejos de disminuir, se han ido agravando desmesuradamente.  A todos ellos hay que sumar la hambruna, la carencia de insumos y medicamentos, la inseguridad y la anarquía, males que están causando un lento genocidio de la población venezolana, particularmente de los más pobres, y la fuga masiva al extranjero de gente joven y talentosa.
Hoy con gran dolor debemos hacer nuestras las palabras bíblicas: somos un pueblo que camina en las tinieblas y en sombras de muerte y aún no vemos asomarse ese sol que nace de lo alto y nos trae en sus rayos la justicia social, la convivencia y la paz. Cómo quisiéramos que se produjera un cambio rápido y profundo y en poco tiempo recuperáramos la patria que amamos y sus valores perdidos. Pero hemos de ser conscientes de que la solución completa no está a la vuelta de la esquina porque la gran mayoría de nuestros dirigentes políticos siguen pensando en forma excluyente,  carecen de valores éticos y morales sólidos y bien fundamentados,  son presa fácil de los grandes intereses económicos y políticos internacionales, están dominados por el ansia de poder,  no vacilan en enriquecerse a base de corrupción y rapiña y no están dispuestos a dar su vida por el bien y el progreso de su pueblo, particularmente de los más pobres y abandonados.
No debemos cansarnos de denunciar estas iniquidades. Pero eso no basta. Debemos sobre todo dedicar todas nuestras fuerzas a sembrar esperanza y a preparar mujeres y hombres honestos y competentes que amen con pasión a su pueblo y se entreguen con mística y tesón al noble ejercicio de la Política, como ciencia y arte de asegurar en justicia y equidad el bien común, partiendo de los pequeños y de los pobres.
Los pastores y agentes pastorales hemos cometido una grave omisión al no haber promovido e impulsado, como en otros tiempos, la formación de hombres y mujeres de fe para meterse de lleno y con tesón en el campo de la política, capacitados para influir significativamente en las decisiones que afectan a la nación en los campos cultural, social, político y económico. Tenemos que superar el rechazo y el miedo a trabajar en este campo y dejar de satanizar el desempeño del servicio público. Hemos dejado el nicho de la política vacío y lo han ocupado, con sus debidas y honrosas excepciones,  gente ignorante y corrupta, enferma de populismo perverso, que han pervertido el sentido de la verdadera democracia, han dividido a los venezolanos, han destruido nuestro sentido de convivencia y fraternidad y han clavado en el corazón de la patria el morbo del odio y del resentimiento.
Por eso es menester que los católicos del tiempo presente se formen debidamente para actuar en el campo socio-político: “Los obispos, sacerdotes y religiosos orientarán y apoyarán la formación socio-política de los venezolanos en la línea de la construcción de la paz y de la justicia. Insistirán en la participación política de los seglares (los laicos) como una opción de servicio y compromiso en la construcción de nuevos modelos de sociedad” (CIGNS 153). Lo que no sembremos hoy no lo cosecharemos mañana. Esta semana social dedicada al tema “La comunidad política y la Iglesia católica”, prestigiada por la presencia de pastores y especialistas de gran valía, quiere contribuir a la consecución de este propósito.  Ojalá en nuestras parroquias, grupos, movimientos y comunidades cristianas surjan iniciativas similares.
El misterio pascual que nos preparamos a celebrar en este tiempo de Cuaresma es para nosotros una poderosa fuente de esperanza. Las lecturas de hoy nos ha traído la gran figura de Abraham, que a pesar de su edad y de grandes dificultades, fue elegido para iniciar la formación del pueblo de Israel y cumplió a cabalidad su misión. Como San Pablo nosotros podemos decir también que gracias a la presencia de Dios en nuestras vidas “estamos acosados pero no angustiados, desorientados pero no desesperados, perseguidos pero no abandonados, derribados pero no aniquilados” (2 Co 4,8).
Desde el Tabor que es esta eucaristía, sabemos que Dios que resucitó al Señor Jesús, también nos resucitará con Jesús, que “todo contribuye al bien de los que amamos a Dios” y que “en todo saldremos más que vencedores gracias a Dios que nos ha amado en Cristo”. Que ni muerte ni vida, ni ángeles ni principados, ni lo presente ni lo futuro, ni los poderes ni las alturas, ni las profundidades, ni cualquiera otra creatura podrá robar nuestra esperanza ni separarnos del amor de Dios manifestado en  Cristo Jesús, nuestro Señor (Cf Rom 8,28.37-39).
Hermanos y hermanas, fortalezcamos nuestra fe, guiémonos por la Palabra de Dios “como lámpara que ilumina nuestra oscuridad”, alimentémonos con el pan de vida, caminemos firmes con nuestra Madre María de Chiquinquirá llenos de esperanza de que saldremos de las tinieblas y sombras de muerte y aparecerá en el horizonte de nuestro país el cielo nuevo y la tierra nueva en la que habite la justicia, el sol radiante que nos traerá en sus rayos el ansiado don de la paz. Amén.
Maracaibo 12 de marzo de 2017

+Ubaldo R Santana Sequera FMI

Arzobispo de Maracaibo

miércoles, 1 de marzo de 2017

MENSAJE CUARESMA 2017 - “HAY MAYOR ALEGRÍA EN DAR QUE EN RECIBIR”

MENSAJE CUARESMA 2017
HAY MAYOR ALEGRÍA EN DAR QUE EN RECIBIR
(Hech 20,35)


¡Muy amado Pueblo de Dios y personas de Buena Voluntad!
1 La Celebración Anual de Cuaresma, nos brinda la oportunidad de entrar en contacto nuevamente con ustedes para invitarles a vivir santamente este tiempo  y a cumplir la exhortación del apóstol de no echar en saco roto la gracia que Dios nos da en tiempo oportuno (2Cor. 6, 1-2).
2. En su mensaje cuaresmal de este año el papa Francisco nos dice claramente en qué consiste este importante período: “La Cuaresma es un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro: la Pascua de Resurrección, la victoria de Cristo sobre la muerte. Y en este tiempo recibimos siempre una fuerte llamada a la conversión: el cristiano está llamado a volver a Dios «de todo corazón» (Jl 2,12), a no contentarse con una vida mediocre, sino a crecer en la amistad con el Señor”. (Mensaje de Cuaresma, 2017)
3. Para llegar a este destino glorioso es necesario que cada uno de nosotros, con seriedad y decisión, nos comprometamos a cumplir, entre otras acciones, las tres obras recomendadas por Jesús y practicadas en la gran tradición de la Iglesia: la oración, el ayuno y la limosna. A través de la oración, el hombre entra en relación directa, personal y comunitariamente, con su Creador, Redentor y Santificador.  El ayuno nos permite tener un sano dominio de nosotros mismos, y a no dejarnos arrastrar por nuestras pasiones. La limosna nos ayuda a salir de nosotros mismos, para ir al encuentro del hermano, especialmente del pobre y el necesitado.
4. Estas tres obras nos ayudan a realizarnos plenamente como personas, pues abarca las tres relaciones fundamentales del ser humano: con Dios (oración), consigo mismo (ayuno) y con el prójimo (limosna). Son tres caminos que nos permiten realizar plenamente nuestra vocación: alcanzar “la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hasta ser un hombre de plena madurez, hasta la medida de la estatura de la plenitud de Cristo”. (Ef. 4, 13). No perdamos nunca de vista esta meta.
5. Queremos centrar el mensaje de este año en la limosna, teniendo en cuenta el mensaje cuaresmal del papa Francisco y la situación tan precaria e insegura que estamos viviendo en el país, en todo lo que toca la alimentación sana y equilibrada de sus habitantes.  La grave crisis alimentaria reclama de todos los cristianos una participación más activa para, de algún modo, atenuar el hambre y la desnutrición que padecen muchos hermanos nuestros.
6. “El término “limosna”, deriva del griego y significa precisamente “misericordia”. La limosna cristiana no es, pues, un gesto frío y distante de desprendimiento. Debe brotar de una persona cuyas entrañas se estremecen de misericordia ante el dolor del otro (Cf Mt 9,36). Y como la misericordia tiene mil caminos, mil modalidades, así la limosna se expresa en tantos modos, para aliviar la dificultad de cuantos se encuentran en necesidad” (Papa Francisco, Catequesis, 09/04/2016; Cf Cat. Igl. Cat. No 2462).
7. La praxis de la limosna misericordiosa está presente en el Antiguo Testamento como una acción gratísima al Señor, que nunca queda sin su recompensa. En ocasiones viene mandada directamente por Dios: “Nunca dejará de haber pobres en la tierra; por eso, te doy este mandamiento: abrirás tu mano a tu hermano, al necesitado y al pobre de la tierra (Dt. 15, 11; Cf Tob. 4, 7). El libro del Eclesiástico recomienda repetidas veces la limosna, y se dice que ella es más útil que el oro y que obtiene de Dios el perdón de los pecados (3, 15.33; 17, 18; 29, 11).
8. Son innumerables los gestos mediante los cuales Jesús comparte su tiempo, su don de sanación y sus bienes con los necesitados. Para él no era cuestión de dedicar tiempo sino una opción de vida. San Pablo dice que Jesús “siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza” (Cf 2 Co 8,9). Y en su predicación nos invita frecuentemente a ser generosos con los más necesitados: “Den, y se les dará: se les echará en el regazo una medida llena, apretada, sacudida y desbordante. Porque con la medida que midan a otros, se les medirá a ustedes” (Lc. 6, 38; 12, 33).
9. Esto mismo predicaron los Apóstoles, y la Iglesia no ha cesado nunca de repetirlo y de practicarlo: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad” (1Jn 3, 17-18). Los primeros cristianos vivieron con generosidad la comunión de bienes (Cf Hech 4,32-35) y el apóstol Pablo promovió una gran colecta (Cf 2 Co 8 y 9), como muestra de caridad, cuando los cristianos de Jerusalén pasaron por una gran hambruna (Rom 15, 26; Hech 24, 17).
10. Dar limosna no es solamente desprendernos de bienes materiales en beneficio de los necesitados. Para que cobre su pleno significado es menester que brote de un corazón que ama a los pobres y nos lleve a compartir también con ellos, nuestro tiempo, nuestros talentos y nuestros bienes espirituales (EG No 200). Acordémonos que en ellos y en su religiosidad se dan las bienaventuranzas y se encierra un gran potencial evangelizador.  Debemos abrirnos a los demás, sentir sus diversas necesidades, tocar las llagas de su dolor, de sus sufrimientos e infortunios, y buscar –no solo en nuestros recursos, sino sobre todo en nuestros corazones, en nuestro modo de comportarnos y de actuar- los medios para adelantarnos a sus necesidades o llevar alivio a sus sufrimientos y desventuras. La limosna verdadera no afecta solamente nuestros bolsillos o nuestras cuentas bancarias sino también y sobre todo nuestras entrañas de misericordia y de compasión, nuestra sensibilidad por el dolor ajeno, tal como nos lo mostró Jesús en su actuar cotidiano (Cf Mt 14,13-21).
11. “Dar limosna” no es dar migajas, no es dar lo que sobra, es darnos nosotros mismos como se dio aquella pobre viuda observada y elogiada por Jesús (Cf Lc 21,1-4). Es un primer paso para llegar a  vivir la opción preferencial por los más necesitados,  opción que hizo Jesús, y que el papa Francisco no se cansa de recordarnos en sus mensajes y en su actuar. Inspirada en ella, la Iglesia hizo una opción por los pobres entendida como una forma especial de primacía en el ejercicio de la caridad…Esta opción está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros para enriquecernos con su pobreza. Por eso quiero una Iglesia pobre y para los pobres” (EG. 198).
12. Hemos de tener en cuenta, que por voluntad divina los bienes de la creación están destinado a todo el género humano. El hombre, al servirse de ellos, debe considerar que es sólo administrador, no dueño exclusivo. Si posee bienes de fortuna debe comportarse con ellos como un colaborador de la providencia divina, multiplicarlos,  hacerlos fructificar y transferir sus beneficios a sus hermanos que carecen de ellos.
13. La Iglesia no se ha cansado de denunciar insistentemente en sus mensajes sociales el grave escándalo de la desigualdad en la distribución y disfrute de los bienes de la tierra, del saber, de la tecnología y de la información.  Esta injusticia social clama al cielo y está en contra del plan de Dios. Socorrer a los necesitados es un deber de justicia aun antes que un acto de caridad. Los planes asistenciales, como las ollas comunitarias y las bolsas de comida, solo deben pensarse como respuestas coyunturales y pasajeras. “La inequidad es la raíz de todos los males”, por eso la Iglesia basada en el Evangelio y en la Doctrina Social de la Iglesia, nos llama a luchar con todos los hombres y mujeres de  buena voluntad, para superar las causas estructurales de la pobreza en nuestro país y en el mundo (EG No  202).
14. Ante la magnitud de la miseria que vivimos en nuestro país no podemos quedarnos indiferentes. Nuestros bienes –riquezas, capacidades, talentos recibidos- nos han sido dados para bien de todos. ¿Estamos seguros de que hacemos servir todo lo que hemos recibido para bien de la sociedad, para bien de nuestros hermanos? ¿Es ésta la orientación que damos a nuestros negocios, a nuestros estudios, a nuestra carrera y profesión, a nuestro estilo de vida? No debemos considerar como propio lo que otros hermanos necesitan para sobrevivir. ¿Somos consecuentes con esta verdad y estamos dispuestos a sumarnos cada año a la Campaña Compartir promovida por la Cáritas Nacional y arquidiocesana en Cuaresma?
15.- El Compartir nuestros bienes no tiene que ver con la cantidad que tengamos sino con una actitud fundamental de todo cristiano pues representa un ejercicio ascético para librarnos del apego a las cosas materiales. Todos experimentamos de un modo u otro la tentación que el diablo le presentó a Jesús en el desierto (Cf Mt 4,1-11). Es fuerte la seducción de las riquezas materiales y como el Señor tenemos que alimentarnos, personalmente y en comunidad, de la Palabra de Dios para vencer esa tentación y alejar de nosotros la idolatría del dinero y de las posesiones (1Tm 6, 10; EG, 55). En lugar de ser instrumento a nuestro servicio para hacer el bien y ejercer la solidaridad con los demás, el dinero puede someternos, a nosotros y a todo el mundo, a una lógica egoísta que no deja lugar al amor e impide la paz” ( Papa Francisco, Mensaje de Cuaresma 2017).
16. Para quien ha quebrantado el séptimo mandamiento: NO ROBARÁS, la limosna es un medio para restablecer la justicia y enmendar al pecador. Así lo atestigua toda la tradición y el Magisterio de la Iglesia. Al respecto, San Ambrosio afirma: “Te vendiste al pecar, redímete ahora con tus bienes, paga tu rescate con tu dinero. Viles son las riquezas, pero la misericordia es preciosa. <<La limosna libra del pecado>> (Tob 12, 8). Y en el Evangelio dice el Señor: Hagan amigos de las riquezas injustas (Lc. 4, 9). Convierte tú, como dispensador, las riquezas e instrumentos de la avaricia, en recursos de la misericordia” (San Ambrosio, Libro de Elías y el ayuno, 20; PL 14, 759).
17. Nuestro Señor Jesucristo nos señala una característica típica de la limosna cristiana: tiene que ser en secreto. “Que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha…así tu limosna quedará en secreto” (Mt. 6, 3-4), La preocupación principal del seguidor de Jesús es que todo vaya orientado a darle mayor gloria a Dios y ayudar al hermano necesitado sin buscar beneficios o reconocimientos personales.
18. Queridos hermanos, teniendo en cuenta estas consideraciones, les invitamos a ser generosos en su entrega cristiana, pues hay más alegría en dar que en recibir. Durante este tiempo de cuaresma, cumplamos con la obra de misericordia de dar de comer al hambriento (Mt 25,35).  La Iglesia en Venezuela, a través de la Red de Cáritas, nos propone concretamente como praxis caritativa este año,  el programa de Ollas comunitarias.  Este programa no consiste solo en alimentar el cuerpo, ni es un fin en sí mismo, sino principalmente una animación y acción pastoral que invita a la organización comunitaria, la solidaridad, el encuentro y el acompañamiento con los que más sufren ante la falta de alimentos.
19. Unámonos con alegría, entusiasmo y voluntad a participar en este importante programa de Cuaresma. Seamos creativos y busquemos juntos, incluso con los hermanos de otras Iglesias y confesiones religiosas,  la manera de disminuir las deficiencias alimentarias de nuestros hermanos más afectados. La Colecta Compartir de este año, fruto de nuestra generosidad y de nuestras privaciones y ayunos, será destinada a fortalecer en la arquidiócesis las Cáritas Parroquiales, para que estén en condiciones de llevar adelante los programas asistenciales, de promoción humana y organización comunitaria que reclaman las circunstancias.
20. Los agentes parroquiales de la pastoral social, los miembros de las Cáritas arquidiocesanas y parroquiales, los delegados de la Palabra, los catequistas y todos los agentes de pastoral, los laicos inmersos en el mundo de la política,  están invitados a participar en la XI Semana de Doctrina Social de la Iglesia, organizada por el Foro eclesial y la UNICA. Todos debemos sentirnos particularmente urgidos de prepararnos mejor para ser más eficaces y pertinentes en nuestro compromiso de trabajar por el restablecimiento de la justicia social, de la convivencia y de la fraternidad entre todos los venezolanos.
21. Queridos hermanos, entremos en este camino cuaresmal con la firme decisión de convertirnos, de escuchar el mensaje que Dios nos dirige a través de su Palabra, de dejar entrar el amor de Dios en nuestros corazones, de mostrar a través de nuestro desprendimiento la encarnación del maravilloso y alegre don del dar con generosidad.
22. María de Chiquinquirá, Madre y Sierva del Señor, nos ayude a llevar adelante la batalla espiritual de la cuaresma armados con la oración, el ayuno y la práctica generosa de la limosna, para llegar a las celebraciones de las fiestas de Pascua, renovados en el Espíritu y más convencidos de la dignidad inviolable de cada ser humano.
Con estos sentimientos, conjuntamente con mi Obispo auxiliar, les imparto mi bendición paternal.
Maracaibo 28 de febrero de 2017

+Ubaldo Ramón Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo.

+ Ángel Francisco Caraballo Fermín
Obispo Auxiliar