sábado, 30 de abril de 2016

L ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DE LA PROVINCIA ECLESIASTICA Y DE LA ELEVACIÓN DE MARACAIBO A ARQUIDIÓCESIS (1.966 – 2.016)

L ANIVERSARIO DE LA CREACIÓN DE LA PROVINCIA ECLESIASTICA
Y DE LA ELEVACIÓN DE MARACAIBO A ARQUIDIÓCESIS (1.966 – 2.016)

HOMILÍA
(Lecturas: Is. 60, 1-6; Salmo 95: Ef. 2, 19-22; Jn 17, 17-23)


Queridos Hermanos y Hermanas en Cristo Jesús,
Aunque nuestro país vive horas de gran tribulación, que a todos nos llena de congoja, es justo y necesario que en esta Eucaristía jubilar, por los cincuenta años de existencia de nuestra Arquidiócesis y de la correspondiente creación de la Provincia eclesiástica, levantemos nuestro corazón y alcemos nuestra mirada hacia nuestro Dios misericordioso y clemente y con San Pablo cantemos: “Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo que, en los cielos, nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales” (Ef 1,1).
Esta nueva provincia vio la luz el 30 de abril de 1.966, mediante la Bula “Regimine Suscepto”, que afirma: “Erigimos en la República de Venezuela, una nueva Provincia Eclesiástica que estará compuesta por las diócesis de Maracaibo, Cabimas y Coro, de las que separamos las dos primeras de la Provincia Eclesiástica de Mérida, en Mérida y la última de la de Caracas. Y de ellas será Metropolitana la de Maracaibo, con los derechos correspondientes y a la que designamos para presidir con toda Nuestra Autoridad, como Arzobispo, al Venerable hermano Domingo Roa Pérez, hasta ahora obispo de Maracaibo, con la firme esperanza de que, siendo él el guía, la nueva Provincia florecerá abundantemente”.
Esta “firme esperanza” de abundante florecimiento, formulada por el Beato Paulo VI, dio buen fruto, porque en los años sucesivos, se incorporaron dos nuevas diócesis a la Provincia: la del Vigía-San Carlos (1994), y la de Machiques (2011), ésta última, ya desde 1943, se había desprendido de la diócesis zuliana, bajo la figura de un Vicariato  Apostólico confiado a los frailes capuchinos.  
Saludo en primerísimo lugar, con mucha alegría, a esta asamblea, la que está aquí reunida en esta catedral y a la que está conformada por los televidentes, radio oyentes y los conectados a las redes sociales. Hablar de Iglesia arquidiocesana es referirse fundamentalmente a todos ustedes, bautizados y bautizadas, que conforman, extra mayoritariamente, el pueblo santo de Dios que peregrina en el Zulia. En ustedes, se cumple el texto de la carta a los Efesios, que acabamos de escuchar: “Ya no son extraños, ni forasteros, sino conciudadanos de los santos y familiares de Dios, edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, siendo la piedra angular Cristo mismo, en quien toda edificación bien armada se eleva hasta formar un templo santo en el Señor (…)morada de Dios en el Espíritu” (Ef 2,19-22).
Saludo, especialmente, a Monseñor Ramón Ovidio Pérez Morales, segundo arzobispo de nuestra arquidiócesis, nuestro invitado especial de estas bodas de oro. Tengo hacia ti, hermano mayor, una particular deuda de gratitud porque, desde mis años de seminarista, he aprendido a tu lado a valorar la necesidad de trabajar arduamente en la renovación de nuestra Iglesia, particularmente en la pastoral vocacional, la promoción de los ministerios confiados a los laicos, el diaconado permanente y la formación de agentes pastorales que llamábamos multiplicadores, hoy discípulos misioneros,  a través del Instituto Nacional de Pastoral. Tu dilatada y fecunda trayectoria episcopal nos llena de alegría y tu presencia en medio de nosotros, testimonia la ininterrumpida acción  salvadora de Cristo en la Iglesia, en la historia y en el mundo
Saludo a mis hermanos obispos de las Diócesis sufragáneas: Sus excelencias, William Delgado Silva, Juan de Dios Peña Ríos y  Jesús Alfonso Guerrero Contreras. A los obispos, nacidos en estas tierras y que sirven actualmente a la iglesia en otras circunscripciones eclesiásticas: Roberto Luckert, Antonio López, Mariano Parra, Freddy Fuenmayor, Enrique Pérez, Oswaldo Azuaje, Edgar Peña, primer nuncio venezolano, Alfredo Torres, Ernesto Romero, Benito Méndez y Víctor Hugo Basabe, obispo electo de San Felipe. Igualmente saludo a Mons. Medardo Luzardo Romero, arzobispo emérito de Ciudad Bolívar, y a su sucesor, Monseñor Ulises Gutiérrez. Finalmente, a Monseñor Luis Armando Tineo, presidente de la Comisión Episcopal de Laicos, quien participa en una asamblea provincial de los Consejos Diocesanos de Laicos de esta provincia. 
Hacemos gozosa y agradecida memoria de quien fue el primer arzobispo metropolitano de la provincia, Mons. Domingo Roa Pérez, cuyos restos mortales reposan en esta iglesia catedral, y quien, al tomar posesión de la otrora diócesis de Maracaibo dejó plasmadas en las siguientes palabras la mística pastoral que anima a todos los que recibimos un encargo pastoral: “La Divina Providencia, cuyos designios son inescrutables, nos ha traído como obispo de esta importantísima ciudad, cuyo nombre se fijó en nuestra mente desde los más tiernos años de la vida (…) Venimos a unir nuestro humilde y modesto aporte a vuestro trabajo y lucha por la grandeza del Zulia; y quiero ser zuliano con los zulianos, triunfar con ellos y compartir las inevitables horas amargas que acompañan al hombre, como la sombra sigue al cuerpo, y las tinieblas de la noche a las horas de la claridad meridiana”.
Saludo al presbiterio diocesano. Cuando se inició la Arquidiócesis, estaba conformado mayoritariamente por sacerdotes provenientes de afuera, enviados por diócesis hermanas o por sus congregaciones religiosas. Hoy, está conformado predominantemente por clero zuliano y un significativo número de religiosos y misioneros de otros países.  En el transcurso de estos 50 años se han ordenado 89 sacerdotes. Algunos de ellos están en la presencia de Dios; otros, sirven  a la Sede Apostólica, o prestan servicios en otras diócesis como sacerdotes “fidei donum”; saludo  a los diáconos permanentes, institución que nació dentro de este cincuentenario. Saludo a los religiosos y religiosas  que, desde los albores de esta Iglesia local, han desplegado, con ahínco y entrega encomiables, una extraordinaria labor evangelizadora, especialmente en el área educativa y sanitaria.
Mi saludo agradecido a las autoridades aquí presentes: al Señor Gobernador y su esposa, a los alcaldes de los diferentes municipios del territorio arquidiocesano. Su presencia, en medio de nosotros, además de ser una manifestación de su fe cristiana, representa un reconocimiento al beneficioso servicio que, a través de estas Iglesias locales, la fe católica, en conjunto con otras expresiones cristianas, le ha prestado con desinteresada generosidad, a la región zuliana. En estos diez lustros, es mucho lo que  las cuatro diócesis que conforman esta provincia, desde su primordial misión religiosa y evangelizadora, han aportado, en sano entendimiento con las diversas instituciones regionales, al progreso integral del Zulia.
Este entendimiento es hoy más urgente que nunca. Todas las instituciones oficiales y privadas del Estado, sin excepción, deben darse la mano para trabajar juntas por un solo objetivo: el bien del pueblo, el bien común. Trabajar juntos para que no le falte comida, salud, vida, seguridad y paz. El cáncer de la corrupción es nuestro principal enemigo. Ha hecho metástasis en todas nuestras realidades y organismos. Hay que extirparlo sembrando nuevamente en nuestras instituciones educativas, sanitarias y sociales, los valores fundamentales que identifican el gentilicio zuliano:  la fe en Dios, el amor y  cuidado de la familia, el valor sagrado de la vida, el cultivo de la dignidad humana, el protagonismo de los pobres para que se vuelvan sujetos de su propio desarrollo sin asistencialismos de ninguna especie; el progreso integral, a través del trabajo honesto y productivo, la sana y alegre convivencia entre hermanos.
Es una gran alegría comprobar cómo, a lo largo de estos 50 años, ha crecido nuestra Iglesia.  Como dice la Escritura: “los hombres vemos los rostros; Dios ve en el corazón” (1 Sam 16,7). Por ese gran patrimonio espiritual, que no logramos ver e identificar y que el pueblo zuliano ha cultivado con gran tesón y alegría, en torno a la familia y a la Virgen de Chiquinquirá, damos infinitas gracias a Dios. En cuanto a los frutos visibles destaco: la creación de 26 parroquias, de 11 rectorías, de 39 institutos educativos, una red de Medios de comunicación social, de Centros caritativos, de capacitación para el trabajo, la presencia y el testimonio eficaz de tantas familias y asociaciones apostólicas.  
Las lecturas de esta Santa Misa jubilar son propicias para meditar sobre tres aspectos de la Iglesia que el Papa Francisco tiene muy dentro de su corazón, y están contenidos en nuestro Plan Global de Renovación pastoral: la Iglesia es comunidad, es pobre y para los pobres y está constantemente en salida hacia las periferias geográficas y existenciales.
La Iglesia, ante todo, es comunión, es unidad. 
En el Evangelio hemos escuchado que Jesús, antes de partir a la casa del Padre, oró así ante los apóstoles: “No ruego solo por éstos, sino también por aquellos que van a creer en mí por medio de sus palabras. Que todos sean uno como tú, Padre, estás en mí y yo en ti; que también ellos estén en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Jn 17,20-21). De esta manera les dio a entender a ellos y a todos sus discípulos que la comunión es la puerta de acceso para la conversión de muchos.
Sabemos por el Libro de los Hechos que los apóstoles tomaron muy en serio este deseo de Jesús y se lo comunicaron, como norte e ideal fundamental, a las primeras comunidades cristianas de Jerusalén (cf Hech. 2, 44). Lamentablemente los discípulos del Jesús no siempre hemos sido fieles a su testamento espiritual. A lo largo de la historia se han producido numerosas divisiones internas que han desgarrado “la túnica sin costura” del cuerpo de Cristo.
En los últimos tiempos, la Iglesia ha tomado conciencia renovada de su identidad y de su vocación fundamental de trabajar ardorosamente por la unidad entre los cristianos y la reconciliación entre todos los pobladores del planeta. ¿Cuándo nos convenceremos que los caminos de la paz en este mundo pasan por el diálogo, sea éste interreligioso, intercultural o inter partidista? El Papa Francisco, en su exhortación apostólica “La Alegría de Evangelio” (EG), lo transforma en un desafío para todos: “Descubrir y transmitir la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos, de apoyarnos, de participar de esa marea algo caótica que puede convertirse en una verdadera experiencia de fraternidad, en una caravana solidaria, en una santa peregrinación”. (EG, 87).
Aquí en Maracaibo hemos querido acoger este don de Dios de vivir la unidad con un proyecto pastoral que lleve nuestra Iglesia local a ser una Casa, Escuela y Taller de comunión, misión y solidaridad, en plena consonancia con los postulados y conclusiones del Concilio Plenario de Venezuela.   Y nos ha parecido que hoy era el mejor momento para presentarlo como nuestra principal ofrenda, junto al pan y al vino de la Eucaristía. Será, de ahora en adelante, nuestra herramienta para construir, entre todos y con todos, la unidad querida por Jesús, desde de la abundancia de dones y carismas que no cesa de derramar, por medio de su Espíritu, en nuestra  Iglesia (Ef 4, 1-3).
La Iglesia es pobre y para los pobres.
El corazón de Dios tiene un sitio preferencial para los pobres, tanto que Él mismo, en su Hijo Jesús, se hizo pobre para enriquecer a los pobres” (2Cor. 8,9)” (EG, 197). La primera predicación Jesús la dirigió a los pobres “Me ha enviado a anunciar el evangelio a los pobres” (Lc. 4, 18). En las bienaventuranzas, los pobres ocupan el primer lugar “Bienaventurados los pobres porque de ellos es el reino de los cielos” (Lc. 6,20). Y con ellos se identificó: “cada vez que lo hicieron con uno de los pequeños, conmigo lo hicieron” (Mt. 25, 35). La misión de Jesús es la misión de la Iglesia; no puede ser otra, por ello debe estar dirigida, primordialmente, hacia los más débiles y necesitados de atención, amor y solidaridad.
El Papa Francisco nos invita, en este Jubileo de la Misericordia, a renovar, como comunidad de seguidores de Jesús, nuestra opción por los preferidos de Jesús, pues ellos son “la prolongación de la encarnación de Jesús”. “En este Año Santo, podremos realizar la experiencia de abrir el corazón a cuantos viven en las más contradictorias periferias existenciales, que con frecuencia el mundo moderno dramáticamente crea. ¡Cuántas situaciones de precariedad y sufrimiento existen en el mundo de hoy! Cuántas heridas sellan la carne de muchos que no tienen voz porque su grito se ha debilitado y silenciado…En este jubileo la Iglesia será llamada a curar aún más estas heridas, a aliviarlas con el óleo de la consolación, a vendarlas con la misericordia y a curarlas con la solidaridad y la debida atención” (MV 15).
Bendigamos, queridos hermanos, a Dios, Padre de todo consuelo y misericordia, porque a lo largo de estos 50 años, esta arquidiócesis y la provincia de Maracaibo, han secundado este mandato de Jesús, reasumido constantemente por su Iglesia.  Nuestras diócesis tienen una rica tradición de Obras de Misericordia corporales y espirituales. Hablo de  este tema sin ninguna presunción ni vanagloria. Solo para glorificar a Dios y para decirle a ustedes, queridos hermanos, que, a pesar de todas las dificultades, quiebres de la comunión que en el pasado hemos tenido, el amor a los pobres siempre se ha mantenido intacto en el corazón de los zulianos. No dejemos nunca de hacerlo pues en ello nos jugamos nuestra salvación eterna (Cf Mt 25,31-46), ya que “’en el atardecer de nuestras vidas, seremos juzgados acerca del amor” (San Juan de la Cruz)
Una Iglesia en salida, misionera, que quiere, a tiempo y a destiempo,  anunciar a Jesús a todas las personas.
 “La misión del anuncio de la Buena Nueva de Jesucristo tiene una dimensión universal. Su mandato de caridad abraza todas las dimensiones de la existencia, todas las personas, todos los ambientes y todos los pueblos. Nada de lo humano le puede resultar extraño” (Aparecida, N. 380; EG 27).
El Profeta Isaías, en la primera lectura, proclama el esplendor de Jerusalén, manifestando que la gloria de Dios está sobre ella, y que, desde la ciudad santa, la salvación alcanzará a todas las criaturas.   Esta profecía se produjo en momentos particularmente duros para Israel: su capital invadida; su templo destruido; su pueblo diezmado; sus líderes  exilados. Escucharla hoy llena nuestros corazones de ánimo y esperanza. El Señor nunca abandona a los suyos y siempre les manifiesta su gran misericordia.
Este mensaje  nos viene muy bien a nosotros en las duras circunstancias que vivimos y nos anima a iniciar con entusiasmo el estudio, la implementación y  la aplicación de nuestro Plan Global de Renovación Pastoral. Quiera Dios que cuando lo tengamos en  nuestras manos y empecemos a leerlo, a orarlo y a asimilarlo,  oigamos su voz en nuestros corazones:
Levántate, Iglesia de Maracaibo, no temas.
La luz del Señor y de la Chinita, reposan sobre ti y sobre todos tus hijos.
No te amilanes ante las dificultades del tiempo presente.
Confía en mí, pues eres de gran precio a mis ojos, eres valiosa y yo te amo.
No tengas miedo porque yo estoy contigo.
En mis manos están los destinos de los pueblos.
Trabaja arduamente para llevar  a todos, sin excepción,
la antorcha de la luz del Evangelio de mi Hijo amado”.
Estos tres caminos convergen todos en el gran camino propuesto por el Plan Global de Renovación Pastoral.    Los invito a todos a aceptar con valentía, entusiasmo y fe este don de Dios para que nuestra Iglesia marabina se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo, un lugar acogedor donde los pobres se sientan en su casa, y una escuela permanente de comunión misionera. (Cf Aparecida 362 y 368). La mejor manera de agradecerle a Dios este regalo es compartiéndolos con los demás hermanos que encontremos en nuestra ruta.
Las puertas del futuro están abiertas bajo el signo de la Gran Misericordia de Dios. En el umbral está Santa María de Chiquinquirá que nos espera para ponerse en marcha con nosotros. Adentrémonos con decisión y valentía, en este siglo XXI, de la mano de nuestra Madre, María de Chiquinquirá. A lo largo de estos cincuenta años, su diminuta figura en la tablita, se ha ido agigantando, en nuestros corazones. Chinita, Madre amada, no son solo San Andrés y San Antonio de Padua los que están a tu lado: somos todos, tus hijas e hijos, los que cabemos a tu lado y dentro de tu corazón.
Quien anda con María de Nazaret, aprende a decir Fiat, a salir sin miedo a visitar las casas de familia llevando  a Jesús, a recorrer la ruta cristiana completa hasta la cruz y la resurrección. Que ella, que supo reunir en el Cenáculo a los apóstoles, disgregados por el miedo, nos ayude a vencer todos los temores que nos paralizan, nos enseñe a orar para pedir el don del Espíritu Santo y nos comunique la alegría de anunciar el evangelio  con nuestras vidas. Que bajo su protección maternal, nuestra Iglesia marabina  represente dignamente la universalidad del pueblo zuliano y sea signo  e instrumento vivo de la comunión de los hombres entre sí y de todos con Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo. Amén.
Maracaibo 30 de abril de 2016

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

viernes, 29 de abril de 2016

COMUNICADO CON MOTIVO DEL QUINCUAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA CREACION DE LA ARQUIDIOCESIS DE MARACAIBO



COMUNICADO CON MOTIVO DEL QUINCUAGÉSIMO ANIVERSARIO DE LA CREACION DE LA ARQUIDIOCESIS DE MARACAIBO
“Cada Generación celebra tus acciones y le anuncia a las otras tus portentos”(Sal 145,4)

1)      Al conmemorarse el próximo día 30 de abril de 2016 los cincuenta  años de la elevación de la Iglesia zuliana al rango de Arquidiócesis Metropolitana y de la Provincia Eclesiástica, renovamos, en este año jubilar de la Misericordia, nuestro recuerdo agradecido a Dios todopoderoso y a todas aquellas personas que a lo largo de estos años se dedicaron a esparcir y cultivar la semilla del Evangelio en esta querida tierra del Coquivacoa.

2)      Esta Iglesia particular fue erigida el 28 de julio de 1897, por decisión del Papa León XIII como Diócesis del Zulia, para luego denominarse Diócesis de Maracaibo (2-1-1953) y finalmente ser elevada mediante la ejecución de la Bula “Regimine Suscepto” de Su Santidad el Papa Pablo VI, fechada el 30 de abril del año 1966, a la más alta categoría, a que puede llegar una iglesia local: la de Metropolitana, rango concedido a las jurisdicciones eclesiásticas que se destacan por su venerada antigüedad, o el vigor y desarrollo de su vida cristiana. Así nació hace cincuenta años la Arquidiócesis Metropolitana de Maracaibo y la Provincia Eclesiástica del mismo nombre. Su peregrinación eclesial lleva la profunda impronta de los Papas que han regido la Iglesia universal en estas cinco décadas: Pablo VI, Juan Pablo I, San Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

3)      De esta originaria Diócesis del Zulia han nacido tres circunscripciones eclesiásticas, que hoy son sus sufragáneas, la Diócesis de Cabimas, la Diócesis de Machiques y la Diócesis de El Vigía-San Carlos. La diócesis de Machiques ya venía funcionando bajo el régimen de Vicariato Apostólico (26-05-1943), confiado a los Misionero Capuchinos. En cada una de estas instancias eclesiales, en fidelidad al mandato de Jesús (Mt 28,20), se realiza permanentemente la obra de la evangelización y de la edificación de la comunidad de los hijos de Dios y hermanos de toda la humanidad (Cf Ef 4,1-6.11-13).

4)      La Arquidiócesis de Maracaibo, durante estos cincuenta años ha contado con la guía pastoral de tres arzobispos:
·         Mons. Domingo Roa Pérez, de grata memoria para la Iglesia del Zulia y de toda Venezuela. (1961-1992).
·         Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales, quien ya emérito, sigue desarrollando, por medio de sus publicaciones y diversas actividades pastorales, la eclesiología de comunión y misión, así como el conocimiento,  el estudio y la aplicación del Concilio Plenario de Venezuela (2000-2006). Es un activo  proclamador  del evangelio de Cristo y agudo promotor de la cultura de la reconciliación y de la paz, en las redes sociales (1993-1999).
·         Este servidor, Ubaldo Ramón Santana Sequera, a quien el Señor, durante quince años, le ha dado la gracia y el privilegio de caminar con el Pueblo de Dios que peregrina en esta porción del Zulia, de compartir su fe,  de servirlo con alegría y amor y de experimentar su ardiente devoción a María de Chiquinquirá (2001).

5)      No podemos olvidar el gran trabajo realizado anteriormente por los pastores que precedieron el camino de la hoy Arquidiócesis de Maracaibo
       Mons. Francisco Marvez. Primer Obispo (1898-1904).
·      El Siervo de Dios, Mons. Arturo Celestino Álvarez. Segundo Obispo (1910-1920), cuya causa de canonización está en curso.
·            Mons. Marcos Sergio Godoy. Tercer Obispo (1920-1957).
·            Mons. José Rafael Pulido Méndez. Cuarto Obispo (1958-1951).
Estos prelados se esforzaron por presentar “un mensaje de verdad, de esa verdad, que en la afirmación de Pío XI, esclarece y resuelve los más graves problemas de la vida humana y libera, según la enseñanza de Cristo Nuestro Señor. Verdad proclamada “sin reticencias, sin mezclas y sin reservas” (Mons. Domingo Roa Pérez, 30 de julio de 1966).

6)      Como balance de estos cincuenta años de trabajo evangelizador, la Arquidiócesis de Maracaibo puede ofrecer, entre los muchos que sólo Dios conoce, estos frutos:
·         Trece Obispos nacidos en esta tierra zuliana, siete de ellos procedente de esta  Arquidiócesis.
·         Ochenta y nueve sacerdotes diocesanos.
·         Muchos  hombres y mujeres que han profesado sus votos en diversos Institutos de vida consagrada y están dando testimonio de Cristo Jesús, con sus carismas propios, en diversas partes del mundo.
·         Veintiún diáconos permanentes.
·         Creación de 26 parroquias y 11 rectorías,
·     Promoción de medios de comunicación: NCTV Canal 11, La Chiquinquireña 90.9 FM, Lumen 2000, Semanario La Grey, impulso a Radio Fe y Alegría.
·     Una gran red educativa integrada por: la Universidad Católica Cecilio Acosta (UNICA), treinta y nueve Escuelas Arquidiocesanas dedicadas a la educación de 30.000 niños y jóvenes de los sectores más necesitados.
·         La labor de la CÁRITAS Diocesana y su red de CÁRITAS parroquiales.
·         Red de ambulatorios y comedores parroquiales.
·         Programas de formación de los agentes de pastoral: Seminario Mayor Arquidiocesano, Instituto de Teología para Laicos, Instituto Superior Domingo Roa Pérez (Escuela de Diáconos Permanentes y Ministerios confiados a laicos), Centro Bíblico Santo Tomás Moro, Semana de la Doctrina Social de la Iglesia.
·         Lanzamiento y puesta en marcha del Proyecto Arquidiocesano de Renovación Pastoral (PARP), clave para entrar todos juntos, desde la gran diversidad de dones y carismas que el Espíritu Santo ha derramado sobre el pueblo de Dios (Cf 1 Co 12), en un intenso proceso de evangelización misionera, que nos encamine, hacia la ansiada renovación de nuestra Iglesia local, y llegar a ser, casa de los pobres, escuela de comunión y taller de misión y solidaridad (Cf NMI 43; EG 24,27-31). Con esta herramienta, asumida con júbilo y contando con la misericordia divina, queremos responder a los grandes desafíos asumidos por la Iglesia universal,  latinoamericana y caribeña, así como por el Concilio Plenario de Venezuela, para evangelizar esta civilización globalizada, secularizada y multicultural.

7)      Estos cincuenta años de vida arquidiocesana han coincidido con la etapa de fortalecimiento de la democracia en Venezuela. Son muchos los procesos de construcción de acuerdos, consensos y búsqueda de resolución de conflictos en los que la Iglesia zuliana ha tenido presencia activa, a través de sus pastores y, muy especialmente, de sus seglares comprometidos que, en las comunidades populares y en las organizaciones sociales y políticas, hacen presente el mensaje de solidaridad fraterna que emana del Evangelio.
No ha podido ser de otra manera. La Iglesia Católica universal siempre ha defendido la paz de los individuos, de las familias y de la sociedad. Todos los trabajos de esta Iglesia de Maracaibo están orientados a la promoción de esa paz verdadera, con la cual todo se gana y sin la cual todo se pierde.

8)      Con ánimo agradecido y espíritu alegre por la celebración de estos cincuenta años de trabajo eclesial, queremos al mismo tiempo tener muy presente la gravísima situación que vive Venezuela en los actuales momentos. Sin temor a equivocarnos podemos señalarla como la más difícil y riesgosa en muchos años.
Por estos motivos, desde el corazón misericordioso del Señor Jesucristo, en el contexto del Año Extraordinario de la Misericordia,  deseamos invitar a los zulianos a:
·         Confiar por encima y a pesar de todo en la presencia amorosa y salvadora de nuestro Dios que nunca nos ha abandonado, promesa infalible de Jesús: “Donde dos o tres se reúnan en mi nombre, ahí estaré yo en medio de ellos (Mt 18,20). Yo estaré con ustedes siempre, hasta el fin del mundo” (Mt 28,20).
·         Solidarizarse con el espíritu y el contenido del Comunicado emitido, el pasado día miércoles 27 de abril, por la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana y darle amplia difusión.
·         No utilizar medios violentos para la resolución de los problemas que nos aquejan a todos.
·         Desarrollar, por un lado una gran capacidad de paciencia cristiana para llevar adelante con dignidad las penalidades de la situación actual, y, el cultivo de la perseverancia cristiana para resistir al mal, venga de donde venga.
·         No caer en la resignación fatalista que lleva a pensar que no hay solución para nuestros problemas y que no somos capaces por nosotros mismos de salir de ellos.
·         No cansarse de buscar formas de entendimiento a través de mecanismos de diálogo, para que, con la buena voluntad y la cooperación de todos, se puedan recoger frutos de paz y emprender la construcción de una sociedad fraterna, respetuosa de la dignidad y los derechos de todos los venezolanos.

9)       Junto a los Obispos Venezolanos recordamos que “el momento actual conlleva algunas exigencias que hemos de asumir todos a favor del bien común. Los dirigentes políticos, sociales, empresariales, gremiales y religiosos  estamos llamados a dar testimonio tangible de responsabilidad y de  compromiso de amor a nuestra patria” (Comunicado de la Presidencia de la Conferencia Episcopal Venezolana, No 6,  27 de Abril de 2016).

10)  Queremos finalmente recordar el mensaje que el Papa Francisco nos ha enviado a todos los venezolanos el pasado día de Pascua de Resurrección:
“Dios ha vencido el egoísmo y la muerte con las armas del amor; su Hijo, Jesús, es la puerta de la misericordia, abierta de par en par para todos. Que su mensaje pascual se proyecte cada vez más sobre el pueblo venezolano, en las difíciles condiciones en las que vive, así como sobre los que tienen en sus manos el destino del país, para que se trabaje en pos del bien común, buscando formas de diálogo y colaboración entre todos. Y que se promueva en todo lugar la cultura del encuentro, la justicia y el respeto recíproco, lo único que puede asegurar el bienestar espiritual y material de los ciudadanos”. (27 de marzo de 2016).

11)  Que el Señor Jesucristo, Rey de Misericordia y de Paz, bendiga abundantemente al Zulia, a esta querida Arquidiócesis de Maracaibo, y a la Provincia Eclesiástica, a cuyo servicio hemos entregado nuestras vidas, y que la Santísima Madre de Chiquinquirá continúe intercediendo por este su querido pueblo que “en la vida y en la muerte ama y lucha, canta y ora”.

Maracaibo, 29 de abril de 2016.

+Mons. Ubaldo Ramón Santana Sequera
Arzobispo de Maracaibo

+ Mons. Ángel Francisco Caraballo Fermín
Obispo Auxiliar de Maracaibo