sábado, 30 de junio de 2018

XIII ENCUENTRO DE JÓVENES CON EL ARZOBISPO - ARRAIGADOS Y EDIFICADOS EN CRISTO NUESTRA ESPERANZA - RESPUESTA A LAS PREGUNTAS


XIII ENCUENTRO DE JÓVENES CON EL ARZOBISPO
ARRAIGADOS Y EDIFICADOS EN CRISTO
 NUESTRA ESPERANZA
RESPUESTA A LAS PREGUNTAS


Agradezco grandemente a los jóvenes que me han formulado preguntas. Es importante hacer preguntas. Este hábito es fundamental en todas las etapas de la vida Es importante también estar atentos y saber escuchar para recibir respuestas.
Las preguntas oportunas y bien formuladas están en la base de la ciencia, de la filosofía y del diálogo con las demás personas que vamos encontrando en el camino de la vida. A través de las preguntas se inicia la gran aventura del hombre de la búsqueda de la verdad, del bien y de la belleza.
Así que felicito a los formularon preguntas y los animo a cultivar esta actitud.
Los ¿por qué? nos ayudan a dar con las causas, las razones y las motivaciones de las cosas.
Los ¿para qué? tienen que ver con las finalidades, los ideales que perseguimos, nos ayudan a aclarar hacia donde nos lleva lo que ahora estoy haciendo o emprendiendo.  Tiene que ver en definitiva con el sentido de nuestra vida, con nuestra vocación fundamental como seres humanos, como cristianos y como personas. Los ¿para qué? Forman parte de nuestra educación en la responsabilidad porque nos ayudan a visualizar las consecuencias de las acciones que realizamos. En el mundo tecnológico de hoy hemos olvidado los para qué, de los fines, por ejemplo: La finalidad de la política, de la economía, de la vida social, de las instituciones de gobierno, de la vida y de la muerte, incluso la finalidad de la vida misma del ser humano. 
He agrupado las preguntas que me han llegado en torno a cuatro temas. El primero: cómo motivarnos para vivir desde la fe la situación desesperante en que se encuentra nuestro país, para que esta fe lejos de perderse se convierta en nuestra fuente de alegría y esperanza. El segundo tema plantea el dilema: emigrar o quedarse. El tercero tiene que ver con la posición de los cristianos frente a la diversidad sexual, el aborto, la familia y la política; y finalmente la cuarta, de carácter personal sobre mi vocación sacerdotal. Las contestaré por consiguiente en ese orden.
1). Mida Pereira, Fernand Mora y Juan Diego Pichardo:
¿Cómo mantener motivado desde la fe a un joven venezolano ante todo lo que estamos viviendo como sociedad? ¿Cómo podemos hacer los jóvenes de ahora para no perder la fe? ¿Qué podemos hacer los cristianos para conseguir la alegría de Cristo en la desesperanza de la situación del país?
¿Dónde pueden encontrar los jóvenes motivos ante el drama que está viviendo la sociedad venezolana? La pregunta da a entender que es posible encontrar motivos para enfrentar la desastrosa situación venezolana, pero quiere que destaque principalmente los motivos fundamentados en la fe.
El tema bíblico escogido para este encuentro nos brinda el motivo principal, el motivo fundamental: nosotros estamos enraizados y fundamentados en Cristo Jesús, nuestra esperanza. Enraizados evoca un árbol que hunde profundamente sus raíces en el suelo. Edificados se refiere a una construcción que se levanta sobre sólidas fundaciones. Sin raíces un árbol es descuajado por el viento y las tormentas. ¿Cuáles son nuestras raíces? La familia, la cultura de nuestro país, son componentes importantes de nuestra identidad. En los profetas (Cfr. Jeremías17,7-8), leemos que otro significado importante de echar raíces es volver a tener confianza en Dios. En él vivimos, nos movemos y existimos. La fe cristiana es una fuerza formidable porque nos conecta directamente con la persona de Cristo Jesús, vida nuestra. El encuentro y la relación amistosa y estrecha con Jesucristo dota de un dinamismo nuevo toda nuestra existencia. El trato con Cristo nos irá revelando nuestra verdadera identidad,
Si tomamos la decisión de arraigar el árbol de nuestra vida en el suelo fecundo que es Cristo Jesús y de construir nuestra casa, es decir nuestro proyecto de vida sobre la roca sólida que es Cristo muerto y resucitado, tenemos el equipamiento necesario no solo para asumir la realidad actual de Venezuela sino influir en la transformación de esta realidad y abrir puertas y ventanas a la esperanza.
En la historia de la salvación y de nuestra Iglesia tenemos muchos ejemplos de creyentes que echaron raíces en Dios y edificaron sus vidas sobre su Palabra y jugaron un papel decisivo en el origen de sus pueblos y en la superación de los obstáculos y pruebas que se presentaron en su camino.
Las virtudes de la fe, de la esperanza y de la caridad nos han sido ofrecidas para iluminar las tinieblas de esta sociedad, para darle sabor y gusto a la vida, para infundir fuerzas nuevas en momentos de desesperación. El cristiano no está hecho para tiempos fáciles y cómodos sino para abrir nuevos horizontes allí donde parece que todo está perdido. En la cena de despedida Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan confianza:¡Yo he vencido el mundo!” (Jn 16, 33).
Las situaciones, las realidades que se presentan en la historia actual de nuestro país son otras tantas llamadas e interpelaciones que Dios nos está haciendo para que respondamos responsablemente. La mejor manera de no perder la fe es pedírsela constantemente al Señor en la oración, es cultivarla poniéndola en acción. Ustedes saben muy bien que lo que no se practica se olvida. Un idioma que no se habla se olvida. Una fe que no nos lleva a actuar de acuerdo a ella, se marchita y se muere. El cristiano no se conoce por la doctrina que profesa sino por las acciones que realiza y las posturas que asume de acuerdo que esa profesión de fe.
Queridos jóvenes, no sean espectadores pasivos de la realidad que los envuelve. Involúcrense en acciones constructivas que están a su alcance, que tienen impacto positivo sobre sus hermanos, que dan respuesta a situaciones concretas. Construyan su casa sobre roca, no sobre arena. Echen raíces profundas estudiando a fondo la historia de su país, su cultura, la mentalidad de sus habitantes. Prepárense bien en el campo escogido. Todo eso, contribuye poderosamente a cambiar las situaciones en las que se encuentran y los preparan a llevar a cabo cambios y transformaciones mucho más profundas cuando las oportunidades se presenten. Lo más triste sería que éstas se presentaran y ustedes estuvieren dormidos, adoctrinados, domesticados, reducidos a zombis manejados a control remoto.
Arraigados y cimentados en Cristo Jesús. Edificados sólidamente en él. Firmes y fuertes en su fe, son las mejores condiciones para que brote de dentro de cada uno un manantial perenne de alegría juvenil. La alegría no es producto de las cosas que tenemos ni de factores externos. La alegría es un don del Espíritu Santo, un fruto que crecen en los árboles arraigados en Cristo Jesús, una consecuencia de saberse siempre y en toda circunstancia hijos amados del Padre, tan amados que envió a su Hijo único para salvarnos y darnos a conocer su amor. Dice el Papa Francisco al inicio de su primera exhortación apostólica: “La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús… Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.
2). Gustavo Olivares: ¿Qué debe aconsejar la Iglesia a los jóvenes ante la realidad del país: emigrar o quedarnos?
Gustavo Olivares me pregunta que aconseja a la Iglesia a los jóvenes venezolanos ante la realidad del país: si deben emigrar o quedarse. Gustavo, gracias por tu pregunta. Son muchos los jóvenes que sin duda se la plantean. La Iglesia, y yo personalmente tampoco, tiene una respuesta preformateada y genérica sobre esa disyuntiva. Para responderla desde la fe, le diría a cada joven que se la plantea que lo haga haciéndose las preguntas del inicio: ¿por qué irme o quedarme? ¿Cuáles son los motivos reales y profundos por los que quiero quedarme o irme? ¿con qué fin mi iría o me quedaría? ¿qué persigo con la decisión de quedarme o de irme? ¿Dónde está Dios, mi fe en todo esto?
Lo que no podemos hacer, desde el punto de vista cristiano, es seguir al montón sin pensar en lo estoy haciendo y sus consecuencias. Me voy porque los demás se van; porque mis amigos se van. Lo que no podemos hacer es irnos por puros motivos económicos, pensando en recuperar bienestar, comodidad y vida fácil. Ante esta encrucijada, para discernir y tomar la buena decisión debo hacer recuento de los principios y valores por los que debo regir mi vida que es lo primero, lo segundo, lo demás. En toda vida sana hay un orden. Cristo nos dice: “Busquen primero las cosas de Dios y lo dispuesto en su plan y él les añadirá todo lo demás” (Mt 6,33).
En la vida según el plan de Dios sobre cada uno de nosotros, está la valoración de nuestro ser: hemos sido hechos a su imagen y semejanza. Preocupémonos por crecer y madurar en nuestro ser imagen y semejanza de Dios. Eso significa busquemos ser como El, como Cristo que es la mejor imagen creada de Dios, como María, que es la criatura humana que mejor ha reproducido el ideal de Dios. Procuremos con la ayuda de la gracia divina, de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestra comunidad parroquial, de nuestro grupo juvenil, ser honestos, ser coherentes, ser maduros, ser solidarios, ser gente llena de alegría y esperanza.
En segundo lugar, propongámonos hacer bien todo lo que emprendemos: desde las cosas más sencillas hasta las más complejas. No despreciemos ni descuidemos ninguna. Impregnemos todas nuestras acciones de la fuerza del amor.  Con todas, particularmente las más humildes y cotidianas nos santificamos. Aquí se esconde el secreto de la felicidad verdadera. Servir, darnos por entero, vivir en permanente donación y apertura de mente y corazón hacia los más necesitados.
Tercero, estemos bien, sintámonos bien buscando la compañía de amigos, familiares y seres queridos que nos hagan crecer, que nos hagan mejores, que nos ayuden a tener buen humor, a reir, a ver la vida por el lado de la esperanza, que nos ayuden a valorarnos y a reconocer nuestros dones y cualidades.
Y todo esto dará como resultado que obtengamos los bienes que realmente necesitamos para llevar una vida buena y sana. Como ven no son los bienes económicos, ni las riquezas las cosas que debemos buscar en primer lugar, sino que ellas vendrán por si solas si cumplimos el itinerario anterior. Los que invierten este orden y se mueven motivados solo por el afán de tener, acumular para poderse comprar cosas y divertirse serán desdichados y amargarán muchas vidas. ¿De qué sirve, dice Jesús, ganar el mundo entero si pierdes tu alma?”.
No tenemos que llevar solos lo que en realidad nunca podría soportar solo. Hemos nacido en el seno de una familia, pertenecemos a una patria, formamos parte de la Iglesia nuestra gran familia universal. Nadie se salva solo, como individuo aislado. Dios nos atrae y nos revela la vocación a través de una rica trama de experiencias y relaciones interpersonales. Esa es la gran experiencia que estamos viviendo hoy aquí, en este maravilloso encuentro. Nonos asustemos por esta oscuridad en que estamos sumergidos material y política y económicamente. La corriente vivificante de Dios está presente y aunque permanece invisible está actuando. Dios no nos ha abandonado. La mejor prueba somos nosotros aquí reunidos esta mañana. Siempre que haya gente con esperanza, firmes y convencidos, unidos y alegres con metas e ideales claros, habrá futuro para un país.
No somos los únicos. Somos muchos, Mucho más de lo que nos imaginamos dentro y fuera del país que en este momento están dando su vida de fe para que Venezuela sea distinta. No sabemos quiénes son. Lo sabremos al final cuando todo nos será revelado en la luz de Dios.
Por lo tanto, también nosotros, rodeados por tal nube de testigos, despojémonos de todo estorbo y del pecado que nos asedia y llenos de fortaleza, salgamos al encuentro del combate que se nos presenta con la mirada siempre fija en Jesús. Con el hemos iniciado la carrera de nuestra fe. Con él la concluiremos. Pensemos siempre en él que alcanzó la meta y en todos aquellos que nos ha precedido en esta historia para no dejarnos abatir por el desaliento (Cfr. He 12,1-3)
3). Santi Petit: ¿Cómo defendemos el amor verdadero, la vida y la fe ante las ideologías que el mundo ha aceptado con respecto a diversidad sexual, el aborto, la familia y la política?
En la última asamblea nacional de pastoral que tuvo lugar en noviembre de 2015 se nos dieron cuatro grandes pistas de trabajo para estos años venideros: el anuncio del evangelio de Jesús de forma actualizada y dinámica; el testimonio de la vida en comunidad fraterna compartiendo tiempo, talentos y bienes; el compromiso social en las cuestiones que plantea al civilización actual y la dedicarle tiempo y atención a formarnos sólidamente en los distintos campos donde se debaten cuestiones que tocan la familia, la vida, los derechos humanos, la convivencia humana.
No nos toca pues asumir posiciones defensivas, como si estuviéramos arrinconados. Nos toca ser proactivos, tomar iniciativas. No actuar por reacción contentándonos  con responder a ataques o agresiones. Si nos preparamos bien en el campo bioético, si creamos grupos de estudio y compromiso, si nos hacemos presentes en los foros políticos donde se toman decisiones y se aprueban leyes, si actuamos en los espacios universitarios y científicos donde se debaten y se presentan modelos de vida que son contrarios a la dignidad humana y al plan de Dios sobre la creación, estaremos en condiciones de anunciar de manera incidente, actualizada y comprensible los grandes principios que rigen el estatuto humano de la vida, de la pareja, de la familia, del amor y de la sexualidad.
4). María Lugo: Monseñor, si Dios le da la oportunidad de ser joven otra vez ¿elegiría de nuevo el sacerdocio?
Finalmente, respondo a la pregunta de María Lugo. Ella quiere saber si en el caso de que Dios me diera la oportunidad de ser joven otra vez elegiría de nuevo el sacerdocio.
Ve, María, te digo en primer lugar déjame decirte que nunca he dejado de ser joven. Si amar antes de un sentimiento es una decisión, yo tomé la decisión de ser joven toda mi vida. Este año cumplo 50 años de vida sacerdotal. Todos los he vivido intensa y apasionadamente, en plenitud. Con mis debilidades, mis defectos, mis fortalezas y los dones que Dios me ha dado. En el ejercicio de mi sacerdocio, he encontrado mi felicidad, mi plena realización y el mejor camino para poner todo lo que soy al servicio de mis hermanos. He llegado a la conclusión que ser cura y desempeñar con alegría ese ministerio es lo que me ha mantenido siempre joven.
Hay un salmo que siempre ha retintineado en mi cabeza y mi corazón desde que lo decía como monaguillo en latín al principio de la misa tridentina: “Introibo ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam”. Traduzco: Entraré al altar de Dios, al Dios que llena de alegría mi juventud” (Salmo 43,4).
 En la vivencia del sacerdocio que Dios me regaló he encontrado le secreto de la eterna juventud. La que nunca se marchita. No tengo cómo devolverle a Dios todo lo que ha hecho por mí. Si tuviera la oportunidad de escoger nuevamente, bien tonto sería de no escoger ese maravilloso don nuevamente. Sí, María, no lo dudes, escogería con gran alegría ser cura nuevamente.
Maracaibo 30 de junio de 2018
+Ubaldo R Santana Sequera FMI