domingo, 21 de junio de 2015

¿QUIÉN ES ÉSTE?

Muy buen día, Feliz día del Padre!! Que Dios Padre de bondad  misericordia de quien procede toda paternidad en el cielo y en la tierra bendiga a todos los padres nuestros que asumieron con plena responsabilidad su misión y también nos ayude  a trabajar para que en la familia venezolana se consolide la figura del padre, tan ausente en muchos de nuestros hogares o reducida a los meros roles de progenitor y de proveedor de sustento material.

INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
LECTURA EVANGELICA: Mc 4,35-41
Al atardecer de ese mismo día, Jesús dijo a sus discípulos: “Crucemos a la otra orilla”. Ellos, dejando a la gente, se llevaron a Jesús en la barca, tal como estaba, aunque había otras barcas con él. Se desató una fuerte tempestad. Las olas entraban en la barca hasta casi llenarla de agua. Jesús dormía sobre una almohada en la parte posterior de la embarcación. Lo despertaron y le dijeron: “¡Maestro! ¿No te importa que perezcamos?”. Jesús se levantó, mandó al viento y ordenó al mar: “¡Silencio! ¡Cállate!”. El viento cesó y sobrevino una gran calma. Luego les dijo: “¿Por qué  son tan cobardes? ¿Aún no tienen fe?”. Y llenos de gran temor se preguntaban unos a otros:  “¿Quién es éste que hasta el viento y el mar le obedecen?”
PALABRA DEL SEÑOR
COMENTARIO
Estamos en los capítulos iniciales del evangelio de Marcos. Jesús se está dando a conocer a sus discípulos y a la gente que lo rodea. En la sección anterior lo hizo a través de la enseñanza, utilizando parábolas (4,1-34). Pero sus discípulos no llegaron a comprender y a descubrir la verdadera identidad de Jesús.
En esta nueva sección (4,35-6,6), Jesús se manifiesta a través de cuatro milagros. El primero ocurre en pleno lago. Jesús les pide a los suyos partir desde la orilla occidental, donde ha estado enseñando, hacia el lado oriental, habitado por gente pagana. Los discípulos parten con Jesús apresuradamente, dejando gente y barcas, sin ni siquiera despedirse. En plena travesía se desata una fuerte tempestad que amenaza con hacer zozobrar la frágil embarcación.  Los discípulos se desesperan. Están aterrorizados porque es de noche y se encuentran a  merced de aquellas aguas turbulentas. Entonces deciden despertar a Jesús. El Señor se levanta y realiza un exorcismo sobre el viento, la noche y el mar. Hemos de recordar que el mar en el Antiguo Testamento el mar es símbolo de las potencias infernales. Los salmos lo representan en forma de monstruo, como una fuerza hostil dominada por el poder creador de Dios. El texto de la primera lectura extraída del libro de Job así lo presenta.
El sueño de Jesús, en medio de la tempestad, representa la confianza en Dios. Mientras los discípulos son presa de la angustia, el Señor duerme, como el niño destetado en brazos de su madre (Cf Sal 131,2). Los discípulos no han entrado aún en esa dimensión de la fe y por eso se desesperan. El sueño de Jesús pone en evidencia el sueño de la fe de los discípulos, lo que les valdrá la primera reprimenda de su Señor: “¿Aún no tienen fe?”. A lo largo del evangelio Jesús les recriminará enérgicamente su falta de fe.
Traslademos este episodio a nuestra vida de cristianos. Vamos en plena navegación por el mar de la vida, con Jesús a bordo, pero cuando se presentan las dificultades y tropezamos con los escollos y las tempestades, nos olvidamos que el Señor viaja con nosotros. Consideramos que está dormido, que se calla, que no interviene. En el fondo ponemos de manifiesto que carecemos de fe. El relato de la tempestad calmada por Jesús nos enseña que todas las tempestades y los miedos se apoderan de nosotros porque sencillamente carecemos de fe.  Ese es el verdadero motivo de nuestras angustias y por eso nos vamos a pique. Muchas de las lecturas desastrosas que hacemos de nuestra realidad brota de esta actitud equivocada.
¿Cómo enfrentamos los tiempos borrascosos? ¿Nos domina el pesimismo y nos angustiamos porque creemos que no vamos a poder salir de los atolladeros económicos, políticos, sociales en los que estamos metidos? Si miramos estas realidades tormentosas  desde la dimensión puramente humana y terrenal, nos hundiremos irremediablemente.  Para superar nuestros miedos y angustias necesitamos “despertar” al Señor que está dormido dentro de nosotros, renovar nuestra fe en él. Descubrir con asombro y alegría quién es él de verdad.  San Pablo nos dice en la segunda lectura de este domingo XII del tiempo ordinario que el que vive con Cristo es una criatura nueva. Deja atrás lo viejo, es decir el miedo, la zozobra, la angustia, y empieza a vivir y a actuar en una nueva dimensión, la dimensión de la fe.
Hoy son muchas las realidades que atentan contra nuestra embarcación y amenazan con destruirla. El Papa Francisco en su reciente Encíclica “Lodato si” sobre el cuidado de nuestra casa común la Tierra, traza un sobrecogedor panorama de nuestro planeta: lo estamos volviendo “un inmenso depósito de porquería”. Nos sentimos a merced de fuerzas incontrolables. Tememos por el futuro de nosotros mismos y de los seres que amamos. Nos asusta la situación del país,  tememos el calentamiento global del planeta, el agotamiento de los recursos hídricos; nos angustian las enfermedades de nuestros seres queridos, adolecer de estrés, de chikungunya, perder el trabajo, entrar en una espiral depresiva. Temblamos ante los atracos, las violaciones, los secuestros y los sicariatos.
Pero esos no son nuestros peores enemigos: nuestro mayor enemigo es el pesimismo, la pérdida de la esperanza. Allí caemos en las redes del demonio y nos volvemos presa fácil de sus tentaciones. Entonces volteamos nuestra fe, creemos al revés y entonces nos convencemos de que el mal vencerá; nos preparamos siempre para lo peor, pensamos mal, juzgamos sin misericordia alguna, nos quejamos de los demás y de todo.
Hermanos y hermanas, tengamos esto claro: sin Jesús, somos presa fácil del desaliento. Solo con el Señor podemos salir victoriosos de los laberintos y de las tempestades de esta vida. Ya se lo dijo a los suyos: “en el mundo pasarán muchas tribulaciones. Pero no tengan miedo. Yo he vencido el mundo” (Jn 16,33). Solo con él nuestra embarcación personal y familiar puede llegar a buen puerto. Los cristianos hemos sido colocados en este mundo para iluminarlo con la certeza de que todos los acontecimientos de la historia son dirigidos por Dios y contribuyen finalmente al bien de quienes lo aman ( Cf Rm 8,29).
Confiemos en Jesús. El está montado en nuestra barca. Contamos con su poder. No importa que no lo sintamos. Que nos parezca que está callado. Que está dormido. Lo importante es que él ésta allí donde tú estás. Va contigo. No te bajes. No lo bajes. Despiértalo. Solo con él saldrás airoso de cualquier tiempo calamitoso y llegarás a la otra orilla.
Que esta eucaristía, al contacto de la Palabra viva del Señor, de la comunión, de la fraternidad comunitaria, renueve tu capacidad de captar, a lo largo de tu camino  borrascoso, todas las pequeñas y a primera vista imperceptibles señales de esperanza que jalonan tus jornadas, incluso la sociedad y el planeta, y superes así  una visión superficial y destructiva.  Sin fe en Jesús, el Señor, siempre seremos unos analfabetas incapaces de descifrar los códigos de la vida y del amor con los que nuestro Padre va escribiendo en el libro de nuestras vidas. Jesús está allí. El que no está eres tú. Despierta tu que duermes, o hombre de poca fe, y el Señor te iluminará.
ORACION
El Señor es mi luz y mi salvación,
El Señor es la defensa de mi vida
Si el Señor es mi luz, a quién temeré
¿Quién me hará temblar?
Espera en el Señor, sé fuerte. Ten ánimo, espera en el Señor
Salmo 27
COMPROMISO
Festeja a tu padre en este su día. Ora por él. Ve a misa con él y con la familia. Comparte la mesa familiar con él. Prepara una hermosa oración para darle gracias a Dios por el don de la paternidad del cual eres tributario (a). Acuérdate que familia que reza y come unida permanece unida.
21-06-15/URSS

No hay comentarios:

Publicar un comentario