domingo, 30 de agosto de 2015

¿QUÉ CLASE DE DISCÍPULOS DE JESÚS SOMOS?

DOMINGO XXII DEL TIEMPO ORDINARIO
¿QUÉ CLASE DE DISCÍPULOS DE JESÚS SOMOS?
Lecturas: Dt 4,1-2.6-8; St 1,17-18.21b-22.27; Mc 7,1-8.14-15.21-23


Después de la lectura del capítulo 6 de San Juan estos últimos cinco domingos, reanudamos la lectura del Evangelio según San Marcos. Nos mantenemos todavía dentro de la sección llamada “de los panes” (Mc 6,30-8,26), así conocida porque todos los textos giran en torno al tema de la nueva comida que Jesús trae para el pueblo de la Nueva Alianza, distinta al maná que Dios le dio al pueblo de Israel por medio de Moisés, durante la travesía del desierto. Esta nueva alimentación que Jesús trae al mundo hambriento y sediento de paz, de justicia y de misericordia, está simbolizada en las dos multiplicaciones de los panes, propuesta que es rechazada por los dirigentes religiosos de su época, asimilada con lentitud por sus discípulos y buscada por motivos materiales por la multitud.
En estos textos el evangelista nos presenta a Jesús como el buen pastor quien lleno de entrañable compasión por el pueblo, abandonado y realengo como ovejas sin pastor,  lo quiere alimentar con una comida que no sacie solamente el vientre durante esta vida sino que colme todas las ansias y anhelos de eternidad que lleva el ser humano dentro de su ser. Se trata por consiguiente de la realización de aquel famoso banquete mesiánico profetizado por Isaías para todos los pueblos, banquete de “exquisitos alimentos, de vinos de solera” y con el cual quedará destruido para siempre el velo de muerte, de dolor y de lágrimas que cubre las naciones. (Cf Is. 25,6-10).
La propuesta de Jesús choca con la oposición cerril de los fariseos y doctores de la Ley. Los fariseos formaban una especie de hermandad, cuya preocupación principal era la de observar todas las leyes relativas a la pureza. La palabra fariseo significa separado, Ellos luchaban de modo que, a través de la observancia perfecta de las leyes de la pureza, la gente consiguiese ser pura, separada y santa como lo exigían la Ley y la Tradición. Otro grupo, los Esenios, llevarán la aplicación de esta norma de pureza a posiciones más radicales. Eran sin duda hombres creyentes y practicantes pero su forma de vivir la fe los fue separando del pueblo sencillo al que despreciaban por ignorantes e incultos.
 Jesús  cuestiona principalmente dos cosas: primero, la pretensión de imponer prescripciones humanas por encima de la Ley de Dios. Segundo, darle más importancia al legalismo, a lo ritual y a la aplicación externa en la relación con Dios y con el prójimo descuidando las intenciones reales del corazón y cayendo en el formalismo y la hipocresía. Piensan que basta lavarse las manos, limpiar los platos para cumplir con Dios. Jesús llama a esta actitud hipocresía,  palabra griega que proviene del mundo del teatro y significa máscara. Los actores se la ponían para representar a algún personaje. Jesús acusa a los fariseos de ser buenos actores pero no verdaderos cultores de una genuina y profunda relación con Dios:  fingen ser lo que no son.  Olvidan con estos formalismos que lo que Dios quiere es la escucha atenta y el cumplimiento real y concreto de su Palabra y el amor desinteresado al prójimo. El camino hacia Dios es muy distinto: llega a Dios quien lo ama; no quien lo dice sino quien lo busca en espíritu y en verdad, le obedece, sirviendo a los hermanos, perdonándolos y amándolos de corazón.
Ante esta escena presentada por el evangelio de hoy nos podemos preguntar: ¿qué clase de discípulo de Jesús somos? ¿Somos nosotros también cristianos formales, que honramos a Dios de labios para afuera pero mantenemos nuestro corazón alejado de Él? ¿Nos llenamos la boca de bellas declaraciones doctrinales y recitamos con voz fuerte la Profesión de fe pero nunca o muy poco traducimos esas palabras en práctica y servicio?
En la primera lectura, del Libro del Deuteronomio, Moisés le recuerda al pueblo de Israel que para poder entrar en posesión de la tierra y vivir hace falta no solo escuchar los mandatos y decretos que le ha entregado de parte de Dios sino que tienen que cumplirlo, sin añadiduras ni glosas que los deformen o anulen. Solamente poniéndolos por obra descubrirán cuán cerca está el Señor Dios de sus vidas. Ese mismo consejo se encuentra en la segunda lectura de la Carta de Santiago: “Acepten dócilmente la Palabra que ha sido plantada y es capaz de salvarlos. Llévenla a la práctica y no se limiten a escucharla, engañándose a ustedes mismos”.
Hermanos y Hermanas, ¿Hasta dónde incide la Palabra de Dios que escucho en cada eucaristía dominical a la que asisto, en mi modo de pensar, de sentir y de actuar? ¿Hay concordancia o total dicotomía? Vivimos en la civilización del culto a la estética corporal, al fitness, al foto shop, a la cirugía plástica embellecedora. Valoramos más lo que parecemos que lo que realmente somos. Hemos montado un enorme tinglado sostenido por el autoengaño. Todos Tenemos indudablemente la tentación de escuchar la Palabra en el templo y luego cuando salimos a la calle, guiarnos en la vida del hogar, del trabajo, de la relación vecinal y del entretenimiento por los códigos morales impuestos por el cine, los videoclips, las redes sociales, la publicidad, los porcentajes mayoritarios de los sondeos de opinión o el comportamiento de los famosos.
Ante estas realidades y la enseñanza de Jesús nos podemos preguntar: ¿Mi vida trasmite  amor de Dios tal como lo quiso expresar y plasmar Jesucristo? ¿Es el servicio sencillo, sacrificado y desinteresado un eje en torno al cual puedo decir con sinceridad que gira mi vida personal, familiar, social y política? Si me desconecto de Jesús, si vivo una relación fría y formal con Dios es muy fácil que me engañe a mí mismo, cultive en mi corazón las semillas de los trece pecados descritos por Jesús -malas intenciones- lujuria, robos, asesinatos, adulterios, codicias maldades, engaño, desenfreno, envidia, blasfemia, arrogancia, insensatez- y luego contamine con ellas  mi círculo familiar, laboral y social.
 El antídoto nos lo da el apóstol Santiago en la lectura ya citada: “La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no mancharse las manos con este mundo”. No vivamos solamente de etiquetas y formalidades. Cultivemos la vida interior: busquemos a Dios sinceramente, desde lo hondo de nuestro corazón. Trabajemos seriamente por “ser” antes que parecer, o tener. “No amemos solo de palabra y de boca, sino con hechos y según la verdad”. (1 Jn 3,18). Alimentémonos del Pan de la Palabra y de la Eucaristía y dejemos a Cristo actuar en nosotros con toda libertad para que nuestro árbol de vida de frutos abundantes  que comunique la verdadera vida al mundo.
Maracaibo 30 de agosto de 2015
+Ubaldo R Santana Sequera FMI

Arzobispo de Maracaibo

viernes, 28 de agosto de 2015

Comunicado de la Comisión Episcopal Justicia y Paz de la CEV: SOBRE ACTUAL SITUACIÓN EN LA ZONA FRONTERIZA COLOMBO/VENEZOLANA.

SOBRE ACTUAL SITUACIÓN EN LA ZONA FRONTERIZA COLOMBO/VENEZOLANA
“…He visto la aflicción de mi pueblo y he oído su clamor” Éxodo 3,7

Alto a los atropellos en las deportaciones. Los derechos humanos son los mismos para todos.

1.- La Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal de Venezuela, atenta a todo lo que tiene que ver con los derechos humanos, se encuentra profundamente preocupada por diversas denuncias sobre graves violaciones a los derechos humanos en el marco del Decreto de suspensión de garantías constitucionales en varios municipios de la frontera, pues es una situación que afecta a todos los que vivimos en Venezuela, dado que es inmensa la presencia de colombianos en nuestra tierra, y son más los vínculos de fraternidad y cooperación existentes. Más allá de diferencias o de situaciones irregulares, priva el respeto a la vida y a un trato cordial. No se puede estigmatizar a todo un colectivo de presuntos delitos sin el debido proceso y el derecho a la defensa.

2.-La Comisión ha estado monitoreando y recabando información sobre los acontecimientos que se han registrado en la frontera colombo/venezolana en los últimos días, y ante las graves denuncias sobre masivas deportaciones de ciudadanos de nacionalidad colombiana, que sin ningún tipo de procedimiento previo, no se les ha garantizado un debido proceso establecido en nuestra Constitución y en tratados internacionales de Derechos Humanos debidamente suscritos y ratificados por Venezuela. 3.- Hemos tenido conocimiento que muchas de estas personas han sido obligadas a salir de manera abrupta, sin enseres, sin alimentos, muchos de ellos solo con la ropa que llevan puesta, sus casas allanadas sin ninguna orden judicial y destruidas; en algunos casos fueron robadas las pertenencias de aquellos pobres moradores.

4.- A ello se une el drama de ver familias separadas, especialmente madres y padres que han sido obligadas a dejar a sus hijos menores en territorio venezolano, y más grave aún resulta de enorme preocupación la utilización del poder punitivo del Estado para criminalizar a estos ciudadanos de origen colombianos como miembros de grupos irregulares.

5.- Condenamos cualquier actuación de esta naturaleza y hacemos un llamado a las autoridades venezolanas a aplicar todas aquellas medidas destinadas a garantizar el debido proceso y la integridad física de las personas, con especial énfasis en el derecho a la vida y lo propuesto en nuestra Constitución y leyes.

6.- Expresamos nuestra preocupación porque persisten las denuncias sobre un uso excesivo y desproporcionado de la fuerza por parte de agentes de seguridad del Estado, encargada de realizar dicho operativo. En un estado democrático de derecho y de justicia, no es posible aceptar que en aras de la defensa nacional, la seguridad y la soberanía, se hagan procedimientos militares de alta peligrosidad contra la población civil.

7.- Hacemos un llamado a las autoridades garantes de los Derechos Humanos de ambos países para que este problema que nos afecta a todos, tenga una rápida solución y que no se convierta en un problema político o ideológico, ni en una ocasión para promover la xenofobia o el desprecio de ningún ciudadano por razón de su origen.

8.- Nos solidarizamos con los millones de colombianos que han hecho vida en nuestra patria y nos han enriquecido con sus virtudes y capacidades. No hay familia venezolana que no tenga vínculos consanguíneos, de afinidad, de trabajo o de cualquier otra índole con nuestros hermanos colombianos lo que nos ha permitido vivir en fraternidad. A todos los familiares de las víctimas, les expresamos nuestra solidaridad y oración en estos momentos de tristeza y dolor. Pedimos a todos orar intensamente y colaborar con nuestros hermanos evitando cualquier estigmatización.

9.- En estos dolorosos momentos hacemos un llamado a la sensatez y a la calma. Que la condición de cristianos de la inmensa mayoría mueva las fibras de la solidaridad, de la misericordia, del perdón, y desterremos todo lo que nos lleve al desprecio, a la violencia, o a la guerra. Pedimos perdón porque los hechos y dichos sobre nuestros hermanos colombianos no representan el sentir de nuestro pueblo.

Exigimos
Que se restituya la normalidad cuanto antes, pues son más las penurias y zozobras que viven quienes habitan a ambos lados de la frontera, y no sólo a ellos, sino a toda la población de los dos países que siguen con estupor el desarrollo de los acontecimientos, a todas luces, denigrantes de la condición de seres civilizados y hermanos.

Devolución de bienes: muchas de las personas deportadas no han podido llevarse sus pertenencias que han quedado en el territorio venezolano, es de justicia devolver a quienes pertenecen los bienes inmuebles y de demás rubros; es urgente que la familia se reunifique en la totalidad de sus miembros para evitar una crisis humanitaria por deportaciones masivas, para ello deseamos como venezolanos ver la respuesta del Poder Moral en pleno, no justificando acciones, sino trabajando para que se respeten los Derechos Humanos de todos los ciudadanos, sean Venezolanos o Colombianos.

Sabemos de los dolores y tristeza en tantas personas que han sufrido y siguen sufriendo por estas acciones. Expresamos nuestra solidaridad y esperanza en estos momentos de angustia. Los ciudadanos venezolanos nos sentimos hermanos del vecino país, nunca han sido extraños, sino que tenemos una historia común. Estas acciones efectistas deben ponernos a reflexionar sobre el futuro de nuestro país, sobre las responsabilidades de la dirigencia política y militar en la conducción de nuestra nación, sobre la paz interna y lo que queremos y anhelamos los venezolanos.

EL ESTADO TIENE LA OBLIGACIÓN DE GARANTIZAR LOS DERECHOS HUMANOS DE TODOS SUS CIUDADANOS INCLUYENDO LOS EXTRANJEROS BAJO SU JURISDICCION
En Caracas, a los 28 días del mes de Agosto del 2015

+Mons. Roberto Lückert León          + Mons. Baltazar Porras Cardozo Presidente                                        Presidente

      Oficina de Justicia y Paz              Comisión de Pastoral Social-      Caritas

Mons. Freddy Fuenmayor: ALGUNAS CONSIDERACIONES Sobre la situación en la frontera colombo-venezolana.

ALGUNAS CONSIDERACIONES
Sobre la situación en la frontera colombo-venezolana

A los pastores y fieles de la Diócesis de Los Teques y a todas las personas de buena voluntad: No eran escenas de un pasado lejano o de distantes latitudes. Eran de aquí y de ahora, en nuestro propio suelo. Con estupor, sorpresa e indignación hemos visto en los noticieros y redes las imágenes de hombres, mujeres y niños, con la angustia y la desesperación dibujadas en sus rostros, cargando sobre sus hombros armarios, maletas y utensilios, atravesando un río que hace de frontera entre las dos patrias, hijas predilectas del Libertador Simón Bolívar. ¿Contrabandistas? ¿Paramilitares? ¿Traficantes de droga? ¿Se hicieron los respectivos procesos legales para determinarlo? ¿Fueron encontrados culpables y sentenciados? ¿Esa es la condena: perseguidos, deportados y sus casas destruidas?
Comparto plenamente el contenido de los comunicados de la Comisión de Justicia y Paz de la Conferencia Episcopal Venezolana, de Mons. Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, y de la Confederación de Religiosos y Religiosas de Venezuela (CONVER). Para no repetir palabras y conceptos simplemente les invito a leerlos con detenimiento.
Pongamos esta difícil situación en las manos del Señor. Cercanos a la celebración de la fiesta de la patrona de Venezuela, N. S. de Coromoto, imploremos la intercesión de María ante el Señor Jesucristo para que prevalezca la sensatez, que la lucha contra el delito en la frontera se realice de acuerdo al ordenamiento legal y en un profundo respeto a los derechos de las personas, especialmente de los más vulnerables; que ante el conflicto se imponga el diálogo y se busque la superación de los problemas. “Bienaventurados los que trabajan por la paz” (Mt 5, 9).


Los Teques, 28 de agosto de 2015.

El Cardenal Urosa ante los graves hechos en la frontera.

En declaraciones ofrecidas hoy,  seriamente preocupado por la evolución de la situación en la frontera colombiana, el Cardenal Urosa expresa su solidaridad con los pronunciamientos de Mons. Diego Padrón, Presidente dela Conferencia Episcopal Venezolana, Mons. Mario Moronta, Obispo de San Cristóbal, la Comisiónde Justicia y Paz de  la Conferencia Episcopal Venezolana, y la Confederación de religiosos y  religiosas de Venezuela.
A continuación lo medular de los criterios expuestos por el Arzobispo de Caracas ante una situación que ha indignado a los venezolanos y causado zozobra entre los hermanos colombianos residentes en nuestro país:

” Las informaciones que maneja Mons Moronta  indican que ha habido maltratos, abusos y atropellos. Parece que ha habido actuaciones  improvisadas, con  gran violencia, sin respeto por los derechos de esas personas. Pienso que hay que combatir a los delincuentes, no a los ciudadanos comunes, y que no deben pagar justos por pecadores.  Esas medidas parecen desproporcionadas. Como dice Mons. Moronta: “hay personas y grupos irregulares que han venido creando zozobra no sólo en el eje fronterizo sino en las diversas comunidades del Táchira y de la hermana república de Colombia. Es a ellos a quienes hay que buscar y desenmascarar y hacer que paguen sus fechorías”.

“No se justifica el Estado de Excepción. Estado de excepción es suspensión de garantías, algo muy serio y extremo. Con todo respeto me parece que el estado de excepción es   muy grave, peligroso y también innecesario. Si se trata de combatir a los narcotraficantes, a los contrabandistas a los guerrilleros y paramilitares, para eso no hace falta algo tan grave y extremo como suspender las garantías de todo el mundo  en cinco municipios. Sin duda hay que combatir a los criminales y sus delitos, pero  dentro el marco de las garantías consagradas en nuestra Constitución. El narcotráfico y el contrabando hacen grave daño al país, y el gobierno debe combatirlo, pero sin afectar al pueblo”.

“Los obispos venezolanos condenamos todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pedimos que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera que sea su condición, nacionalidad y credo”.

Su mensaje para las autoridades del gobierno venezolano:
 “Creo que está muy bien pedir al Gobierno colombiano su colaboración para evitar esos problemas fronterizos. Pero hay que impedir una escalada del enfrentamiento con Colombia. Hay que actuar con serenidad, prudencia,  siempre en busca de la paz, ahorrando conflictos innecesarios. Los venezolanos no queremos un enfrentamiento con Colombia. Busquemos la paz. Pidamos a Dios que nuestras autoridades, las colombianas y todos los venezolanos  actuemos  para solucionar, y no para agravar los problemas. Que Dios nos libre  de todo mal”.

Obispos se abrazaron en la frontera como gesto de hermandad.

El obispo de Cúcuta, Víctor Manuel Ochoa se encontró este  viernes con Mario del Valle Moronta, obispo de San Cristóbal.
Los prelados se abrazaron en la mitad del puente internacional Simón Bolívar como gesto de hermandad entre colombianos y venezolanos.
Del Valle pidió alejar las descalificaciones, porque los colombianos y venezolanos son "hijos de Bolívar y de Dios".
"Esta es una frontera viva. Padres, hermanos y familias comparten esta frontera", agregó el Obispo de San Cristóbal.

Por su parte, Víctor Manuel Ochoa insistió en un llamado al diálogo, "pedimos que los gobernantes se sienten a hablar y a buscar una solución a esta difícil situación".
Fuente: LA OPINION  -  CUCUTA

Monseñor Moronta: “Condenamos todo exceso en la frontera que vaya contra la dignidad de la persona”

El obispo de la Diócesis de San Cristóbal, monseñor Mario Moronta,  mediante un escrito contentivo de ocho numerales, ilumina bíblicamente la inédita situación presentada en las localidades que jurídicamente están dentro de su Diócesis y ante las cuales hace su lectura pastoral, texto  dirigido a los sacerdotes, fieles cristianos y personas de buena voluntad.
A juicio de monseñor Moronta “las medidas tomadas han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos, situación ante la que manifiesta su compasión, solidaridad y misericordia”.  También hace mención a realidades que comprenden conductas irregulares e ilegales -por parte de personas o grupos- en la que se encuentran ciudadanos tanto venezolanos como colombianos, y en las que no se suele buscar a los responsables, lo que causa zozobra no sólo en las áreas fronterizas sino en todo el territorio de ambas naciones.
De igual modo como pastor de la Iglesia de San Cristóbal, condena todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pide en nombre de la Iglesia local, que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera sea su nacionalidad, condición o credo, pues todos son «Hijos de Dios».
Exhorta también a las autoridades e instituciones a encontrarse, pues solo el encuentro producirá el diálogo constructivo de manera tal que el eje fronterizo, Táchira-Norte de Santander, siga siendo uno de los más vivos de Latinoamérica e invita a no olvidar que “los colombianos y los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de fraternidad durante siglos” además de afirmar que “no podemos negar que numerosos tachirenses tienen vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia”, por lo que cualquier postura xenofóbica no es fraternal.

Por último, ratifica la vocación de servicio de la Iglesia Local de San Cristóbal a favor de los más pobres sin importar su nacionalidad a ejemplo de los discípulos de Jesús.
Fuente: ·  LA NACION 28 DE AGOSTO 2015. (SAN CRISTOBAL)

jueves, 27 de agosto de 2015

COMUNICADO DE LA CONFERENCIA VENEZOLANA DE RELIGIOSAS Y RELIGIOSOS.

El Señor su Dios es el Dios de los dioses y el Señor de señores, él es Dios soberano, poderoso y terrible que no hace distinciones, ni se deja comprar con regalos, que hace justicia al huérfano y a la viuda, que ama y da alimento y vestido al extranjero que vive entre ustedes. Ustedes amen al extranjero porque también ustedes fueron extranjeros en Egipto (Deut 10,17-19)

 Nosotros, religiosos y religiosas en Venezuela, deseamos expresar nuestro dolor y bochorno ante esta situación que viven nuestros hermanos colombianos en la frontera y nos negamos a permanecer indiferentes ante los hechos de violencia que se están generando allí de manera indiscriminada. Hemos visto y escuchado el clamor de nuestros hermanos colombianos que vivían en nuestra tierra y que de forma abusiva han sido expulsados de sus casas y de nuestro país.
Ese clamor, nos hace pedir perdón como venezolanas, venezolanos avergonzados por ese modo de proceder de nuestro gobierno y de las autoridades. Nos duele hondamente cómo en nuestro país se vive un proceso de deshumanización que nos obliga a huir y defendernos de los demás. Un proceso potenciado en forma decidida por la violencia, en todas sus manifestaciones. Esta sigue despojando de su dignidad a miles de hombres y mujeres cada día.
No encontramos palabras para expresar el horror que nos genera las tristes imágenes que hemos visto, los fuertes relatos que hemos escuchado y las desafortunadas palabras con las que han sido tratados nuestros hermanos migrantes colombianos que están en el mayor grado de exclusión y pobreza social, quienes en muchos casos ya han sido víctimas de desplazamientos forzados. Jesús nos recuerda “Les aseguro que todo lo que hicieron por uno de estos hermanos míos más humildes, por mí mismo lo hicieron” (Mt 25,40)
No es posible guardar silencio ante tamaño atropello a la dignidad de los más pobres. No se puede admitir que el modo de responder a ciertas conductas ilegales por parte de algunos ciudadanos venezolano y extranjeros sea vulnerar las viviendas y las pequeñas propiedades de los más pobres y desvalidos en un acto que tiene fuerte tintes xenofóbicos.
El Papa en múltiples ocasiones se ha pronunciado en defensa de la vida y la dignidad de estos hermanos más débiles. Recientemente el Papa oro diciendo: "Oremos por Tantos hermanos y hermanas que buscan refugio lejos de su tierra, que buscan una casa para poder vivir sin temor, para que sea siempre respetada su dignidad". Pero no contento con ello agregó: "Invito a pedir por las personas e instituciones que cierran la puerta a la gente que busca un hogar, que busca una familia, que buscan ser custodiados" (audiencia 17-6-15). Nosotros nos sumamos a ambas peticiones.
Nos proponemos enviar una comisión de religiosos y religiosas que expresen nuestra cercanía con todos y cada uno de ustedes, hermanos, dar a conocer nuestra posición en la sociedad venezolana y a sus autoridades, trabajar unidos con la conferencia de religiosos y religiosas de Colombia y con las instancias de derechos humanos vinculadas al tema migratorio. Pero especialmente los queremos encomendar en nuestras oraciones por lo que tendremos una jornada de oración vinculada con la festividad de nuestra Señora de Coromoto, Patrona de Venezuela, quien nos enseñó el camino de integración (en la invitación al indio Coromoto a bautizarse), en vez del de exclusión y violencia como modo de responder a las dificultades.
Que el buen Dios que nos hizo una sola patria nos ayude a todos y todas a hacer verdad el sueño de Bolívar que pasa por el respeto a sus hijos más desvalidos.


LOS RELIGIOSOS Y RELIGIOSAS DE VENEZUELA
Caracas, 27 de Agosto 2015 

Obispos de Colombia: solidaridad con familias deportadas por Venezuela.

Obispos de Colombia: solidaridad con familias deportadas por Venezuela

El Gobierno de Nicolás Maduro definió la zona como un centro de mala vida y deportó brutalmente a los colombianos que allí vivían

Roma, 27 de agosto de 2015 (ZENIT.org) | Sergio Mora 

El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, ordenó el jueves pasado el cierre de la frontera entre su país y Colombia para luego imponer el estado de excepción en seis municipios de la zona limítrofe, haciendo que miles de familias colombianas fueran expulsadas del país.

El coronel Jaime Barrera Hoyos, comandante de la Policía Metropolitana de Cúcuta, estimó en "400 familias; más de 1.600 personas" el número de aquellas que a lo largo de un día han estado cruzando el río fronterizo, informó la BBC, que precisó: "El gran número de gente que está llegando a Cúcuta ha hecho que colapsen parte de los cinco albergues destinados para atenderlos y darles cobijo".

Tras el paso de los agentes venezolanos, los ranchos de la zona La Invasión, donde vivían muchos colombianos indocumentados son marcados con la letra "D", de demolición, o una "R", de revisión. 

Según el Gobierno de Nicolás Maduro, la zona era un centro de acopio y logística de mafias y paramilitares. Las imágenes del éxodo permiten ver a personas que regresan a Colombia cargando lo que pueden, como colchones y otros enseres. 

Los gobiernos de Colombia y Venezuela acordaron este miércoles acciones conjuntas contra el contrabando y otros delitos en la frontera común, pero no llegaron a un acuerdo para reabrir el principal paso entre los dos países, cerrado hace una semana por orden del presidente Maduro.

Los obispos de Colombia manifestaron su solidaridad con las familias brutalmente desplazadas, con un comunicado que reproducimos a continuación, así como con ayuda humanitaria.

Texto del comunicado:

La Conferencia Episcopal de Colombia manifiesta su solidaridad con las numerosas familias colombianas que en los últimos días han retornado al país a causa de las recientes medidas tomadas por el gobierno venezolano.

La Iglesia Católica en Colombia comparte el dolor y sufrimiento de las familias que han sido divididas, despojadas de sus bienes, heridas en su dignidad, muchas de las cuales han sido objeto de tratos inhumanos.

Valoramos la atención y acompañamiento que con gran esfuerzo y generosidad adelanta la Diócesis de Cúcuta en cabeza de su pastor, Monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, así como de algunos organismos gubernamentales y civiles, que se han unido para mitigar el sufrimiento de los retornados y atender las necesidades básicas.

Invitamos al pueblo colombiano a ejercer la solidaridad con todos los esfuerzos encaminados a brindar a estas familias la ayuda necesaria, para hacer frente a su difícil situación. Exhortamos a las autoridades de Colombia y Venezuela a encontrar caminos para solucionar esta crisis mediante el diálogo y la concertación. A la comunidad internacional, la invitamos a asumir un compromiso de más cercanía con las personas afectadas por esta adversa realidad humanitaria.

Hacemos un llamado a todos los creyentes, hombres y mujeres de buena voluntad, para que se unan en la oración, practiquen la caridad con quienes necesitan hoy de nuestra ayuda y eleven sus plegarias a Dios por el pronto restablecimiento de las relaciones de fraternidad entre los pueblos hermanos de Colombia y Venezuela. 

Luis Augusto Castro Quiroga Arzobispo de Tunja
Presidente de la Conferencia Episcopal

Bogotá, D.C., 26 de agosto de 2015 

(27 de agosto de 2015) © Innovative Media Inc.

Fuente: Zenith

Mensaje del Obispo de San Cristobal, Mons. Mario Moronta ante la situación fronteriza.

AL PRESBITERIO, A LOS FIELES CRISTIANOS Y PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD EN LA DIÓCESIS DE SAN CRISTÓBAL

¡SALUD Y PAZ EN EL SEÑOR!
1.
Ante una multitud que le seguía como ovejas sin pastor, el Señor Jesús exclamó “Tengo compasión de ellos” (Mc. 6, 34). Le pidió a los discípulos que les atendieran y Él luego les dio de comer al multiplicar los panes (cf. Mc. 6, 37 ss). Esta imagen evangélica sale a nuestro encuentro para iluminarnos ante la inédita situación creada en días pasados con medidas tomadas por el Gobierno Nacional y que han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos. No podemos sentir menos que el Señor y por eso, manifestamos nuestra compasión, acompañada de solidaridad y de misericordia.
2.
Nos preocupa como creyentes en el Evangelio de Jesús que quienes han sido más golpeados por las medidas tomadas sean gente pobre y familias con niños pequeños que, incluso, han perdido sus viviendas. Han venido como inmigrantes y requieren un trato justo y respeto de su dignidad. Muchos han sido deportados y otros, atravesando el río y por sendas improvisadas, han pasado la frontera cargando con sus enseres. Lamentablemente, son los más débiles socialmente quienes sufren los rigores de medidas como las tomadas. Ante esto, recordamos la enseñanza del Maestro Jesús: “Lo que le hicieran a uno de mis pequeñuelos a Mí me lo están haciendo” ((Mt 25,40).
3.
Es cierto que hay conductas irregulares e ilegales por parte de algunos ciudadanos venezolanos y colombianos. Ellos deben responder por sus actos. Las autoridades competentes deben enfrentarlos y llevarlos ante la Ley. Suele pasar que quienes son responsables de tantas situaciones inmorales y contrarias al Bien Común nunca aparecen ni son conseguidos para que asuman sus responsabilidades y sean debidamente sancionados. No es secreto para nadie que hay personas y grupos irregulares que han venido creando zozobra no sólo en el eje fronterizo sino en las diversas comunidades del Táchira y de la hermana República de Colombia. Es a ellos a quienes hay que buscar y desenmascarar y hacer que paguen sus fechorías.
4.
Condenamos todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pedimos que se respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera que sea su condición, nacionalidad y credo. Todos somos hijos de Dios y poseemos una dignidad desde la cual brilla el esplendor de la Verdad que libera (Cf. Jn 8,32). Esto incluye el dejar a un lado cualquier tipo de ofensa o expresión peyorativa, así como cualquier tentación a promover conductas de tipo xenófobo. Los colombianos y los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de fraternidad durante siglos. No podemos negar que numerosos tachirenses tienen vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia.
5.
Invitamos a todas las autoridades, a todas las instituciones públicas y privadas para que se encuentren. En el encuentro podrá darse siempre un diálogo constructivo que resuelva situaciones controversiales y conflictos que se puedan dar. La historia común nos enseña que es posible. Hoy más que nunca se debe hacer,  a fin de consolidar los vínculos de unión e integración que nos distinguen. La frontera no es una simple línea divisoria de carácter geopolítico. Es mucho más: es un ámbito donde comunidades de varias naciones hacen posible la comunión de esfuerzos en orden al desarrollo integral de todos los ciudadanos. Nuestra frontera colombo-venezolana, sobre todo en nuestra región Táchira-Norte de Santander se ha caracterizado por ser la más viva del continente latinoamericano. Debe seguir siéndolo. La hora presente nos desafía a todos para lograrlo en el diálogo, en políticas comunes y acuerdos que favorezcan tanto la paz social como la sana convivencia de hermanos y el desarrollo integral de los ciudadanos y comunidades.
6.
Desde hace varios años, los sacerdotes y Obispos del eje fronterizo colombo-venezolano nos hemos encontrado para dialogar, realizar proyectos comunes de atención al pueblo y para reafirmar que somos miembros de una misma Iglesia. Hoy, podemos tomar las palabras del Papa Francisco: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos” (MENSAJE PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO, 2015). Nos enseña el Santo Padre: “La Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil, fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace cercana con la oración y con las obras de misericordia”.
7.
Desde hace tiempo hemos venido denunciando las situaciones terribles que golpean nuestra frontera: desde el contrabando, el narcotráfico y la trata de personas (sobre todo de niños) hasta conductas amorales que pretenden justificar el relativismo ético que les caracteriza. No hemos sentido una respuesta global de la sociedad civil ni de las autoridades. También hemos anunciado las hermosas realidades que nos permiten ver que el futuro es posible y promisorio en todos los campos. En este momento, el testimonio de trabajo desinteresado de nuestros sacerdotes y de laicos, en comunidades eclesiales de base y grupos apostólicos ha sido determinante para mostrar la compasión y la misericordia hacia quienes más lo requieren. Las “Caritas Parroquiales” están en disposición de atender a tantas personas que tienen necesidad tanto de una ayuda material como de un consuelo humano y espiritual.
8.
Reafirmamos nuestra vocación de servicio y la opción preferencial por los más pobres y excluidos, sean colombianos, venezolanos o de cualquier otra nación del mundo. Nos mueve a ello un solo interés: el amor fraterno que nos debe distinguir siempre como discípulos de Jesús (cf. Jn 13,35). Lo hacemos pues nos identificamos con Él en su amor hecho entrega liberadora para todos los seres humanos del mundo y de la historia. Acompañamos este compromiso con la oración, en particular la eucarística donde podemos compartir el pan de la Palabra y de la Eucaristía, entregado para la salvación de todos sin exclusión de nadie. María, Madre de Dios y Madre Nuestra, la misma Chiquinquirá y Coromoto, nos acompañe con su intercesión y solícita protección.


+Mario, Obispo de San Cristóbal.

San Cristóbal, 27 de agosto del año 2015, Fiesta de San Agustín. 

miércoles, 26 de agosto de 2015

La Iglesia frente al Imperialismo: Una visión desde el Magisterio Social de la Iglesia...

IX AULA JULIÁN GÓMEZ DEL CASTILLO
MOVIMIENTO CULTURAL CRISTIANO
SAN FELIX. 17-21 DE AGOSTO 2015

La Iglesia frente al Imperialismo:  
Una visión desde el Magisterio Social de la Iglesia.

Introducción
Muchas gracias por invitarme a participar en esta novena Aula guayanesa del Movimiento Cultural Cristiano. Me es muy grato volver a esta querida diócesis y re-encontrarme con esta asociación laical de tanto raigambre eclesial y compromiso concreto con los pobres.
Hago memoria agradecida de sus inspiradores, Tomás  Malagón y Guillermo Rovirosa y de su fundador Julián Gómez del Castillo. De Julián guardo particular recuerdo ya  que tuve la dicha de conocerlo y de compartir con él y su esposa en la austeridad y sencillez de su casa en Madrid. Fue con él y con Don José Villaplana,  obispo de Santander para ese entonces,  con quienes concerté la venida del Movimiento a la diócesis guayanesa en 1998. Tanto los inspiradores como Julián son tres significativas figuras sin duda del cristianismo obrero de la post- guerra y  militantes totalmente resteados con lo que desde Latinoamérica llamamos “la opción evangélica y preferencial por los pobres”. 
 Se me ha pedido que en esta intervención abordara el tema de la Iglesia y el Imperialismo.  He intitulado este texto “La Iglesia frente al Imperialismo: una visión del Magisterio Social de la Iglesia”. Los que vivimos en Venezuela hemos oído con mucha frecuencia, en estos últimos años, esta palabra, cargada de una fuerte connotación ideológica.  Forma parte, de manera insistente y repetitiva, casi como un slogan publicitario, de la discursiva política nacional. Diversos sectores influyentes de la vida nacional lo esgrimen como un argumento apodíctico a la hora de  buscar las causas profundas de la problemática social y económica actual del país.
¿Qué entienden por ello cuando lo utilizan? Manifiestan su preocupación por la influencia que puedan tener las potencias mundiales de Norteamérica sobre los destinos de nuestra Nación, particularmente su impacto en el desarrollo y la calidad de vida de las mayorías y la progresiva pérdida de la soberanía. Esta injerencia imperialista da pie para exaltadas declaraciones de  defensa a ultranza de la soberanía patria, apelando a un nacionalismo demagógico, superficial, meramente discursivo. Actitudes excluyentes de este corte no se pueden llevar a posiciones radicales porque  se corre el riesgo de aislar al país, cerrándose a las dinámicas de integración multilateral y al necesario intercambio comercial y cultural con otras naciones, propios de  estos tiempos de la globalización. Antes de continuar hagámonos una pregunta clarificadora:

¿Qué entendemos por imperialismo?
El término “imperialismo” viene del la­tín y está derivado del verbo imperare, que significa dominar, reinar o gobernar; y del sustantivo imperium, que significa área de dominio.
Para François Houtart, connotado estudioso de la sociología latinoamericana, “el imperialismo es la dominación política de un Estado sobre varios otros para establecer una hegemonía política, económica, y cultural”.
Interesante también la definición que da el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE): “Actitud y doctrina de un Estado o nación, o de personas o fuerzas sociales o políticas, partidarios de extender el dominio de un país sobre otro u otros por medio de la fuerza o por influjos económicos y políticos abusivos.”
En el sentido más amplio y gene­ral de la palabra, imperialismo denota la política de expansión territorial de un go­bierno o un estado por motivos demográ­ficos, económicos o inclusive de prestigio, que implica la subyugación y dominación de otras regiones y otros pueblos bajo un mando centralizado, imperial.
Se trata de un tema de la Doctrina Social de la Iglesia, de una realidad que pertenece al ámbito de las relaciones internacionales y que ha estado presente desde que la humanidad empezó a organizarse en naciones soberanas. Es un pecado social, de carácter estructural, que hunde sus raíces en los dos primeros pecados capitales: el orgullo y la avaricia.
 El Antiguo Testamento da cuenta, a través del Pentateuco y de los Libros Históricos, de los diversos imperios que, desde los egipcios en el siglo XIII antes de Cristo hasta los griegos en el siglo II A.C., sometieron sucesivamente bajo su yugo,  al pueblo de Israel. Jesús vivió y murió bajo el dominio del imperio romano. La Iglesia surgió y se desarrolló bajo ese mismo imperio y, a lo largo de su historia, le tocó vivir bajo diversos regímenes imperiales. Muchos de ellos quisieron someterla a sus dictámenes y, en varios casos, lo lograron, trayendo consigo serios daños para su identidad y su misión.
Pero como bien sabemos, por las palabras que Cristo le dirigió a Pedro en el momento en que le confió el timón de la Iglesia: “los poderes del abismo no la vencerán” (Mt 16,18). En el libro del Apocalipsis, por ejemplo, encontramos una gran exhortación que Jesús resucitado y glorioso le dirige, a través del vidente, a siete comunidades cristianas del Oriente Medio de finales del siglo primero, para que no tengan miedo, den valiente testimonio de su fe y se mantengan unidas en medio de la persecución del emperador Diocleciano.
Guiada por el Espíritu Santo, la Iglesia, “experta en humanidad”, como la llamó el Beato Pablo VI en su famoso discurso ante la ONU el 4 de octubre de 1965, ha ido discerniendo, a lo largo de estos 20 siglos de navegación en medio de las aguas procelosas de la historia, cómo debe situarse frente a estas pretensiones hegemónicas de los poderes humanos, y lo ha expresado en sus documentos conciliares y el magisterio pontificio.  Como expresa la Constitución pastoral sobre la Iglesia en el mundo contemporáneo “Alegría y Esperanza”, nada verdaderamente humano le es ajeno ya que se siente llamada a compartir los gozos, las esperanzas y también los sufrimientos de los pueblos y a anunciarles, desde dentro, la Buena Nueva de Nuestro Señor Jesucristo  (Cf GS 1).

jueves, 20 de agosto de 2015

La violencia, el conflicto y la guerra: Algunas perspectivas bíblicas para la paz...

IX AULA JULIÁN GÓMEZ DEL CASTILLO
 MOVIMIENTO CULTURAL CRISTIANO.
SAN FÉLIX. 18-20 de agosto de 2015.
Mesa Redonda

La violencia, el conflicto y la guerra: Algunas perspectivas bíblicas para la paz

Para presentar este tema en esta mesa redonda me valdré ampliamente y con mucha libertad de una magnífica presentación que hizo el padre Carlos Luis Suárez, misionero dehoniano en la asamblea conjunta CEV- Vida consagrada en enero de 2008. Le agradezco de corazón me haya permitido hacer amplio uso de su intervención. El contexto y las circunstancias que motivaron la escogencia de esta temática siguen siendo idénticas y por consiguiente el texto mantiene su plena valídez.
De acuerdo a los estudios de algunos investigadores, la Biblia contiene –tan solo en el Primer Testamento– unos seiscientos pasajes que hablan de conflictos y guerras entre pueblos, gobernantes e individuos. Lo que tal vez pueda llamar más la atención es que todavía en un número mayor de textos, Dios mismo aparece involucrado, con rasgos violentos, en numerosos de esos conflictos. La participación de la divinidad en episodios de violencia no es ajena al contexto cultural donde nacen los escritos bíblicos. Abundan los relatos de la antigüedad que así lo confirman.
En muchos escritos vetero-testamentarios, Dios queda relacionado a la violencia, bien como protagonista en primera persona, bien como deseo de quienes ocasionalmente le suplican que actúe de manera violenta (Cf por ej. Salmo 93). Son muchos los textos de todo tipo, narrativos y poéticos, que hablan de su ira, de su venganza, de su capacidad punitiva y aniquiladora, al punto incluso de llegar a presentar a Dios como un guerrero que da órdenes terminantes de exterminio mediante la aplicación de la ley del anatema.[1] (Cf Entre otros: Num 21, 2; Dt 7,1-2; 13,13-19; 20,16-18; Jos 6,16-19.21).
El espacio de esta intervención no permite presentar las diversas interpretaciones que los exégetas hacen sobre este tipo de comportamiento atribuido a Dios. Aquí nos limitaremos a preguntarnos: ¿De qué manera este peculiar proceder de Dios puede iluminar una reflexión sobre la paz y la superación de conflictos? ¿Qué sentido tiene la violencia de Dios en el conjunto de los textos bíblicos? (Num 21, 2; Dt 7,1-2; 13,13-19; 20,16-18; Jos 6,16-19.21)
Por la brevedad que requiere esta reflexión, no cabe una revisión detallada del conjunto de los textos. La atención apenas se centrará en los primeros relatos del conjunto canónico de la Biblia, en concretos de los presentados en el Génesis. Paradójicamente, no son los que contienen la imagen más violenta de Dios, pero sí de los que más pueden acercarnos a la comprensión de cómo y porqué una imagen divina se vincula a acciones de violencia. ¿El motivo? Defender y promover sin concesiones el proyecto de vida que el Creador ha establecido y ha querido compartir a través de sus obras y dejar bien claro que la victoria de Dios sobre el mal tiene que ser total para ser considerada como una real  victoria.
No hay duda de que los relatos del Génesis, sobre todo en sus primeros once capítulos, son fruto de una intensa reflexión sapiencial, más bien tardía, de Israel. Son textos que reflejan la madurez de un pueblo que, no sin sufrimientos, ha aprendido a leer e interpretar su propia historia, marcada por abundantes desatinos y no pocos fracasos, siempre humillantes. Desde esa elaboración macerada en el tiempo, el libro del Génesis comparte sus cuestionamientos y respuestas. Sus líneas parecen trazadas por la necesidad imperiosa de responder, como si de un intenso y necesario examen de conciencia se tratara, a una cuestión ineludible: “¿porqué estamos como estamos?”.
Esa misma pregunta nos la podemos formular nosotros hoy y encontrar en las respuestas que aportemos pistas para asumir cristianamente nuestra misión de ser en concreto portadores de paz en un mundo y una Venezuela cada vez más violentos y conflictuales. Solo desde una búsqueda desenmascarada, honesta, es que el pueblo podrá encontrar respuesta para iluminar la comprensión de sí mismo y de sus acciones para entender cómo llegaron a situaciones tan prolongadas y repetidas de crisis social, política, económica e incluso religiosa.
Israel hace así, a un mismo tiempo, teología de la historia y en la historia. Descubre que cuanto existe, todo lo que ve y todo lo que configura su espacio, su tiempo y sus relaciones, responde a un cosmos, a un orden querido por Dios, realizado artesanalmente, tal como muy sutilmente lo indica el término empleado para el proceder inicial de Dios: crear, y no con otra herramienta más que la de su Palabra. Él interviene sobre el caos, que es incapaz de crear nada y tan solo propicia oscuridad (cf. Gn 1,2).
Cuando crea al ser humano, Dios presenta a la vez una propuesta, una invitación: «Hagamos al ’adam, [a los seres humanos]» (Gn 1,26a), no de cualquier manera, sino a su «imagen y semejanza». Sin embargo, el resultado inicial, a la luz del texto, es únicamente aquel de la imagen: «y creó Dios al hombre a su imagen, a su imagen lo creó: macho y hembra» (v. 27). La obra resultante, por lo tanto, queda incompleta, en cuanto que no se materializa a cabalidad el doble objetivo (imagen y semejanza) señalado por el Creador. ¿Era innecesario repetir uno de estos dos términos? La omisión de uno de ellos, lejos de ser un error de omisión, deja al descubierto la intención genuina y exigente de Dios: el ser humano es un proyecto abierto, inconcluso. Toca seguir haciéndolo. ¿Cómo? No sin la colaboración de quien haya leído o escuchado la invitación. Es decir, quien se acerca a lo deseado por Dios queda invitado a participar de esta obra. El ser humano está llamado así a implicarse activamente en la construcción de sí mismo, de la propia humanidad, en estrecha colaboración, inimaginable a este ese momento, con el mismísimo creador, que desea y anima este inaudito protagonismo de la parte humana.[2]

martes, 4 de agosto de 2015

Monseñor Fernando Castro: “Voy a Margarita en el nombre del Señor”

El nuevo Obispo de Margarita, envió “un saludo y un abrazo a los pescadores, a los niños, a los jóvenes, a las familias, a los enfermos y a los ancianos, y especialmente a todos los que padecen algún tipo de necesidad

Ramón Antonio Pérez / @GuardianCatolic

Caracas, 04 de agosto de 2015.- “Última Hora: Papa Francisco nombra a Mons. Castro Obispo de Margarita”, indicaba desde las 5:30 de la mañana un correo procedente de la oficina de prensa de la Conferencia Episcopal Venezolana. Al fin, una buena noticia de la Iglesia Venezolana “primereaba”, según la terminología del papa Francisco, la madeja de sinsabores que cada día se anuncian en el país.

En efecto, el Santo Padre Francisco había designado a monseñor Fernando Castro Aguayo, hasta ahora obispo auxiliar de Caracas, como el nuevo obispo de la Diócesis de Margarita. La nota de precisaba que monseñor Fernando Castro "nació en Caracas el 29 de julio de 1951, fue ordenado sacerdote el 31 de mayo de 1984 por la prelatura personal del Opus Dei". 

Indicaba la CEV que monseñor Castro fue ordenado obispo el 26 de septiembre de 2009 y desde ese momento se desempeña como Vicario General para la Zona Este de la Arquidiócesis de Caracas".

Un dato del trabajo desempañado en los últimos años no podía faltar: el Prelado ha sido desde el año 2013, el vice postulador de la Causa de Beatificación del Doctor José Gregorio Hernández. Acerca del insigne médico venezolano, el propio monseñor Fernando Castro ha repetido en infinidad de ocasiones: “José Gregorio me ha ayudado en mi conversión personal”.

De tal forma que la noticia produjo una reguera informativa y llamadas de periodistas y medios de comunicación desde antes de las 8 de la mañana. Las redes sociales ni se diga, las más espabiladas se sumaban a esta grata noticia de la Iglesia venezolana en general, y de los margariteños en particular.

La CEV también ha difundido las primeras palabras del recién designado obispo de los “ñeros”. Y una de sus expresiones demuestra lo que ha sido su entrega a los designios de Dios. “Voy a Margarita en el nombre del Señor”, dijo.

Además, ha considerado su nombramiento como una “nueva “sorpresa de Dios” en favor de la Iglesia y del pueblo margariteño”, y una “caricia” del “Buen Dios”. Manifestó estar dispuesto “a ser un margariteño más, a disfrutar de su hospitalidad, a conocer sus bondades, sus tradiciones y a crecer en la fe en Jesucristo”, según expresa en una carta dirigida a al pueblo de Dios en la famosa Isla venezolana. 

A continuación, de manera íntegra la carta de Monseñor Fernando Castro Aguayo:

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“Pueblo de Dios que peregrina en Margarita!
¡Salud y paz!
Hoy la Santa Sede ha hecho pública la decisión del Santo Padre Francisco de nombrarme Obispo de la Diócesis de Margarita. Lleno de fe y esperanza en Dios, con profunda confianza que es el Señor quien guía a su Iglesia santa, he aceptado esta nueva “sorpresa de Dios” en favor de la Iglesia y del pueblo margariteño.

Como todos pueden imaginar agradezco profundamente al Buen Dios esta caricia suya y me dispongo “en su nombre” a ser un margariteño más, a disfrutar de su hospitalidad, a conocer sus bondades, sus tradiciones y a crecer en la fe en Jesucristo.

Especialmente, quiero en estas primeras palabras enviar un saludo a mis hermanos sacerdotes. Les pido que me ayuden a ser un servidor, un pastor, un hermano. También saludo a las religiosas y religiosos, y a los miembros de las diversas iniciativas apostólicas que trabajan en la diócesis de Margarita. A todos los bautizados, a todos los creyentes, a todos los que habitan en las islas de Margarita, Coche, Cubagua y Los Frailes, a todos los que emigran a otros lugares de Venezuela y el mundo y tienen su patria chica en el Estado Nueva Esparta. 

A todos: ¡paz, salud y la bendición de Dios!

Envío un saludo y un abrazo a los pescadores, a los niños, a los jóvenes, a las familias, a los enfermos y a los ancianos, y especialmente a todos los que padecen algún tipo de necesidad. A todos les envío el consuelo y la bendición de Dios y a la vez mis deseos de acompañarlos y compartir con ustedes la “alegría del Evangelio”.

Voy a Margarita en “el nombre del Señor”. Estoy seguro que la ayuda de Jesucristo, nuestro Redentor, no nos faltará. Y con Él haremos de nuestra Iglesia el lugar donde cada uno de los creyentes se convierta en levadura de bien, de esperanza y de servicio. Y donde todos sean acogidos en todo momento. Les confío que todos los momentos importantes de mi vida llevan el signo de la presencia de la Madre de Dios. En este momento estoy seguro que es Nuestra Señora del Valle, la Santísima Virgen María, la que me llama a Margarita a través del Papa Francisco. Ella guiará y acompañará nuestros pasos.

Les ruego a todos los margariteños que en las próximas fiestas de Nuestra Señora del Valle rueguen por el ministerio episcopal que oportunamente iniciaré, para que yo sea el pastor que con todos pueda ANIMAR Y SERVIR a una iglesia evangelizadora, misionera, renovada y misericordiosa a la medida del corazón de Cristo Buen Pastor.

Con mi afectuosa bendición,
Mons. Fernando Castro Aguayo
Obispo Electo de Margarita
4 de agosto de 2015".