miércoles, 29 de julio de 2015

La Red del Reino de los Cielos

INVOCA AL ESPIRITU SANTO

Espíritu Santo,
Amor del Padre y del Hijo,
Inspíranos siempre
lo que debemos pensar,
lo que debemos decir,
cómo debemos decirlo;
Lo que debemos opinar,
lo que debemos callar,
lo que debemos hacer,
lo que debemos vivir
para procurar la Gloria de Dios,
el bien de las almas,
nuestra propia realización
y santificación personal.
Espíritu Santo,
ilumina nuestra inteligencia
y fortifica  nuestras voluntades. AMEN
 
LEE LA PALABRA DE DIOS: Mt 13,47-53
 
El Reino de los cielos se parece también a una red que se echa en el mar y recoge toda clase de peces. Una vez que está llena, los pescadores la sacan a la orilla, y, sentados, colocan los peces buenos en canastos y, en cambio, arrojan afuera los malos. Así ocurrirá  al fin del mundo: vendrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los arrojarán al horno de fuego, donde habrá llanto y desesperación.”
“¿Comprendieron todo esto?” Le respondieron: “Si”. Entonces Jesús les dijo: “Por eso, todo maestro de la Ley que se ha convertido en discípulo del Reino de los cielos se parece al dueño de una casa que saca de su tesoro cosas nuevas y antiguas”.
Cuando terminó estas parábolas, partió de allí.
 
PALABRA DEL SEÑOR
TE ALABAMOS, SEÑOR
 
MEDITO LA PALABRA DEL SEÑOR.
 
El discurso de las parábolas concluye con la parábola de la red. Esta parábola guarda mucha semejanza con la parábola del trigo y de la cizaña (Mt 13,24-30). Una vez más el Señor insiste en que el Reino de los cielos toma en cuenta la dinámica de la presencia simultánea en las realidades de este mundo, en nuestras comunidades y en cada uno de nosotros del bien y del mal, de la gracia y del pecado.
 
Pero se trata de una situación pasajera, con la que tenemos que convivir en este mundo. Cuando el Reino de Dios se manifieste de manera definitiva vendrá la separación de esas dos realidades. Habrá un juicio de Dios. Mientras se produce ese discernimiento, es necesario aprender a afrontar con lucidez y coraje esta coexistencia y a no rebelarse contra ella; a mantenerse firmes en la fe, a conservar la identidad de creyentes sin dejarse contaminar por la mala hierba y a vivir en fidelidad el seguimiento del Señor.
 
El último pasaje de este discurso sobre la sabiduría del maestro de la Ley y del discípulo del Reino, más que un simple apéndice del discurso, representa la culminación de éste.  El evangelista reúne a dos figuras emblemáticas del antiguo y del nuevo testamento: el escriba, ligado a la Ley antigua, y el discípulo, el seguidor de Jesús en la Nueva Alianza. El primero señala el camino de preparación, el segundo su cumplimiento. Cada uno, en su momento, si es fiel al espíritu que lo mueve, sabrá actuar en conformidad con lo que Dios le quiera ir revelando y sabrá valorarlo y darlo a conocer. Todo, al final, confluye en Cristo Jesús y en el Reino de su Padre que él ha tenido a bien revelarnos.
 
ORO LA PALABRA LEÍDA (¿Qué me dice la Palabra de Dios? ¿Qué me hace decir al Señor esa Palabra?
 
ME COMPROMETO A VIVIR LA PALABRA
 
“Pongan en práctica la Palabra y no se contenten solo con oírla, engañándose a ustedes mismos. El que se fija con atención en la ley perfecta, aquella que hace libres, y persevera en ella, no como oyente olvidadizo, sino poniéndola por obra, ese será dichoso al practicarla” (Sant 1,22.25)
 
30-07-15/URSS

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