sábado, 3 de enero de 2015

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR 2015

HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR 2015
Muy queridos hermanos,
La fiesta de hoy es muy popular en nuestro país. Estamos acostumbrados desde pequeños a ver representar la escena de la llegada de los tres Reyes Magos, uno blanco, uno negro y otro amarillo, montados sobre sus camellos, trayendo en sus cabalgaduras regalos para el niño Dios que vienen a adorar. Hasta nombres le hemos puesto a cada uno de ellos: Melchor, Gaspar y Baltasar. La sencillez y la ingenuidad de estas imágenes nos pueden sin embargo esconder el núcleo del mensaje que trae este evangelio de San Mateo. Por eso los invito a detenernos ante el texto y repasar su historia. Es el mensaje de la salvación universal en Cristo Señor.
Mateo no dice que eran reyes. Solo magos procedentes del Oriente. La palabra magos no designa necesariamente gente dedicada a la magia sino astrónomos, que escrutan los astros y tratan de ayudar a la gente con su sabiduría. Del oriente para los judíos no puede venir nada bueno. De allá vinieron los persas, los babilonios, los asirios, poderosos imperios invasores que los mantuvieron sometidos a su pesado yugo opresor. Allá fueron desterrados por 70 años. Tierra poblada de  paganos opresores, de idólatras que ignoran al verdadero Dios y adoran los astros y los fenómenos celestes.
Pero sorprendentemente es precisamente de allá que van a venir ahora gente completamente diferente. Estos magos, estudiando las estrellas,  han descubierto una nueva y llegan a la conclusión, aplicando la lógica y  su sabiduría, de que esta Nova es la señal del advenimiento del anhelado y esperado salvador que va a nacer en el pueblo judío.  Deciden sin más dilación salir en su búsqueda hasta encontrarlo. Según sus datos humanos, se imaginan que lo hallarán en la capital, Jerusalén, en el palacio real de la ciudad y hacia allá se dirigen. Al enterarse de su llegada el rey Herodes se sobresalta. ¿Cómo? ¿Un nuevo rey de los judíos? Si él es el que ha sido nombrado por el emperador romano rey de los judíos. No puede haber otro y si lo hubiese hay que eliminarlo de una vez.
Herodes consulta a las autoridades religiosas judías. Los letrados y sumos sacerdotes saben dónde según las Escrituras, va a nacer el Mesías pero no hacen absolutamente nada para ir a corroborarlo, dar con el Mesías y adorarlo.  Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de toda su vida: rechazo frontal de las autoridades políticas e indiferencia y hostilidad de parte de los dirigentes religiosos. Al final los dos poderes se confabularán con los romanos para acabar con él. Solo los pequeños, los sencillos y los buscadores sinceros de la verdad, como estos magos, lo acogerán y se prosternarán ante él reconociendo su señorío mesiánico.
Los Magos prosiguen su camino. A sus conocimientos científicos se ha añadido la iluminación de las sagradas escrituras pero es la estrella la que, de allí en adelante, los va a guiar. Unas veces se esconde, otras veces aparece llenándolos de inmensa alegría. Por fin ésta se detiene donde está el niño con María, su madre, y  cayendo de rodillas ante él lo adoraron. Después, ponen a su servicio las riquezas que traen y los tesoros más valiosos que poseen. De allí en adelante su vida será otra. Dice el evangelista que no regresaron por la capital sino por otro camino. El camino cristiano de los seguidores de Jesús. Este Niño puede contar con ellos pues lo reconocen como su Rey y Señor. El Papa Francisco dice al inicio de su Exhortación que “la alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.” (EG 1)
De los magos no sabemos más nada pero han cumplido su misión. Han llegado a la meta. Han encontrado al que buscaban.  Y seguramente como los pastores “se volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que había visto y oído”  (Lc 2,20) y contaron todo lo que se les había dado a conocer de ese niño. Con ellos se inicia ya la difusión del cristianismo en el mundo.  Y para nosotros, hermanos, ¿se nos ha dado también la gracia de este encuentro?  Francisco nos dice que “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el Señor pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio” (EG 20).
Para nosotros celebrar hoy la fiesta de la Epifanía es colocar nuestros pasos tras las huellas dejadas por los magos cuando regresaron a su patria por otro camino. Venezuela está reclamando a gritos que los cristianos y los hombres y mujeres de buena voluntad nos pongamos de acuerdo, más allá de nuestras diferencias políticas e ideológicas, para construir el país por otro camino. Nuestra Iglesia también está necesitando que los católicos salgamos de nuestra pasividad y nos atrevamos a transitar por otros caminos. No basta saber las Escrituras. Hay que ponerse en camino, salir de las rutinas. Nuevamente el Papa nos  apremia: “Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo. La alegría del Evangelio es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23). Vamos a tener una gran oportunidad con la realización el próximo mes de julio de la Asamblea Nacional de Pastoral.
Dentro de poco será el momento de la consagración del pan y del vino y nos pondremos de rodillas para adorar a Jesús que se hace presente bajo las especies eucarísticas. Los Magos se bajaron de sus camellos, se bajaron de la altura de su ciencia astral, se abajaron de su orgullo ante el niño de Belén, se pusieron de rodillas y lo adoraron. Luego cambiaron de vida y se regresaron a su casa por otro camino.  Ante el hermoso gesto de estos hombres  nosotros tenemos que hacernos algunas preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros?  Rodilla en tierra si pero no para matar ni idolatrar ningún ser humano. Solo ante el Santísimo Sacramento. Solo ante la hostia consagrada. Solo ante un hermano herido que hay que recoger en el camino y socorrer con prontitud.

¿Cómo se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén? O ¿nuestros dioses verdaderos son “tesoros de la tierra que la polilla y la herrumbre echan a perder y que los ladrones, perforando los muros, pueden  robar”? (Mt 6,19-20) ¿Ponemos a los pies del Niño Dios nuestras riquezas y nuestro bienestar, nuestra misma  vida para que sirvan a hacer realidad el pedazo de Evangelio de  fraternidad, de  justicia y de  paz que nos toca a nosotros concretar? ¿Estamos dispuestos a escuchar su llamada a entrar este año en el reino de Dios y su justicia?
Cuando los magos, guiados por la estrella, dieron con el niño, allí a su lado estaba su Madre María “conservando todas estas cosas en su corazón”. La estrella que nos puede guiar este año hacia Jesús y enseñarnos suficiente humildad para arrodillarnos ante él y adorarlo se llama María. Así la llaman nuestros pastores: la Estrella de la Evangelización. Dejémonos guiar por ella, que sea nuestro seguro e infalible GPS que nos ponga a los pies de Jesús, que está en la eucaristía, en los evangelios y en los cuerpos y corazones heridos de los pobres y necesitados de amor.

+Ubaldo  R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo



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