lunes, 29 de mayo de 2017

Instructivo Pastoral


Instrucción Pastoral

Y todo procede de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por medio de Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación” (2 Cor. 5,18)

“Igual que ustedes, estoy persuadido de que los graves problemas de Venezuela se pueden solucionar si hay voluntad de establecer puentes, de dialogar seriamente y de cumplir los acuerdos alcanzados. (Papa Francisco, Carta a los Obispos de Venezuela)

Muy Queridos hermanos Presbíteros y Diáconos permanentes,

Me dirijo a ustedes, junto con mi Obispo Auxiliar, llevado por el deseo de responder a la gran inquietud que muchos de ustedes tienen de hacerse presentes al lado del pueblo al que pertenecen, en este momento de tanto dolor y sufrimiento, para compartir con ellos estas horas de tanta angustia e incertidumbre y aportarles lo más genuino de su vocación de servicio,

Impulsados por los mismos motivos, los Obispos de la CEV nos reunimos recientemente en Asamblea Extraordinaria en Caracas, con la finalidad de apoyar la posición asumida por la Presidencia en sus comunicados, analizar la complicada situación nacional desde la luz del evangelio, elaborar una exhortación pastoral que nos ayudara a todos a actuar consecuentemente y contribuir, desde nuestras funciones y carismas propios, a transformar esta realidad ominosa que nos constriñe, y abrir espacios a la concordia y la reconciliación. Les invito a leer esos documentos y tomar en cuenta las orientaciones que allí se presentan.  

A la luz pues de esta situación y de estos recientes pronunciamientos de los principales organismos de la Conferencia episcopal, comparto con ustedes las siguientes reflexiones, acompañadas de disposiciones concretas que les pido tomen en cuenta en sus actuaciones pastorales al frente de sus respectivas comunidades.

ALGUNOS PRINCIPIOS FUNDAMENTALES

1. Hemos de reafirmar, primero que todo, un principio fundamental de nuestra fe: Somos conscientes de que: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y esperanzas, tristezas y angustias de (nosotros) los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente humano que no encuentre eco en (nuestro) corazón” (GS, 1),

2. Por tanto, nosotros, los ministros de la Iglesia, no podemos permanecer indiferentes ante la terrible realidad que están viviendo nuestros fieles, sujetos, protagonistas y destinatarios directos de nuestra acción evangelizadora. Ellos, en estos momentos esperan, más que nunca, como lo comenta el Papa Francisco, vernos caminar en la delantera para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo; otras veces estar simplemente en medio todos en cercanía sencilla y misericordiosa, y en ocasiones detrás de ellos para ayudar a los rezagados. (Cf EG 31)

3. Todas las actividades y acciones que emprendamos deben tener en Jesús y en el servicio de la reconciliación, su raíz y fuerza convocadora, no en programas y convocatorias hechas por partidos y organizaciones políticas. De este modo, aportaremos a la solución de la crisis que atravesamos, lo más propio y genuino de nuestro ministerio y que otros sectores del Pueblo de Dios, no pueden aportar.

4. El Santo Padre, desde el inicio de su ministerio petrino, nos ha pedido que seamos “’sacerdotes con olor de ovejas”; que sintamos “el gusto espiritual de ser pueblo” (EG 273), a imitación de Jesús, a quien se le estremecían las entrañas cuando veía a su pueblo padecer cualquier tipo de necesidad (Cf Mt 9,36). Su entrega en la cruz no fue más que la culminación de la forma abnegada de entrega y servicio que marcó toda su existencia y que su Padre del cielo ratificó haciéndolo resurgir de la muerte (Cf Fil 2,5-11).

5. Por tanto, los Sacerdotes, juntamente con toda la Iglesia, estamos obligados, en la medida de nuestras posibilidades, a adoptar una línea clara de acción, cuando se trata de defender los derechos humanos fundamentales, de promover integralmente la persona y de trabajar por la causa de la paz y de la justicia. Pero todo ello, lo debemos de hacer desde nuestra identidad propia y desde nuestro “officium amoris” (Cf Jn 21,15-17), sin quitarle el protagonismo a los laicos, valiéndonos de aquellos medios que sean conformes con el Evangelio. Ya sabemos y espero que lo hayamos bien asimilado, que hemos de abstenernos de intervenir directamente en la actividad política o en la organización de la vida social -campo propio de los laicos-, pues no tenemos esa misión ni ese carisma, y debemos ser siempre agentes de comunión. (Cf S. Juan Pablo II, EiA 39).

6. Pese a que la Iglesia no intenta entrar en la política con el objetivo de apoyar a partidos políticos o de influenciar indebidamente a gobiernos legítimos, tiene el deber de enseñar con firmeza lo que, en esta materia, es conforme a la verdad. Dicha enseñanza no debe de ninguna manera entenderse como un intento de ejercer el poder político o de eliminar o restringir la libertad de los católicos en cuestiones que son de libre elección. Por el contrario, intenta- tal como lo indica su función propia- instruir e iluminar las conciencias de los fieles, en particular de aquellos involucrados en la vida política, de modo que con sus acciones puedan actuar siempre en la promoción integral de la persona humana, de todas las personas y del bien común.

CUATRO DESAFIOS

7. En su reciente Exhortación Pastoral (No 5), los Obispos nos trazamos cuatro desafíos “que hemos de asumir con decisión”:

a) COMPROMISO POR LA PAZ. Es decir, trabajar juntos por la edificación de la paz entre todos, de acuerdo a lo que nos enseña el Evangelio. Esto conlleva abrir espacios de encuentro y diálogo para la negociación de soluciones reales.

b) DENUNCIA PROFETICA. Advertir con claridad sobre las situaciones estructurales de pecado presentes y denunciar todo aquello que vaya en contra de la dignidad de los ciudadanos y que pretenda destruir la paz social;

c) SOLIDARIDAD FRATERNA. Para colocarnos sin titubeos del lado de los que pasan más necesidad por la falta de alimentos, insumos médicos y encarecimiento de la vida diaria, mostrándonos con ellos más que solidarios, hermanados.

d) CARIDAD Y ORACIÓN. Acompañar la acción de la Iglesia con gestos de fraterna caridad y oración, alimentada por la Palabra y la Eucaristía.

Estos compromisos no son solo de los Obispos sino también de todos ustedes, mis queridos sacerdotes y diáconos, ya que son nuestros más estrechos colaboradores en el ejercicio del ministerio episcopal.  Por eso, les invito a aprovechar este tiempo pascual y las próximas solemnidades de Pentecostés, Corpus Christi, el 118º aniversario de la Consagración a Venezuela al Santísimo Sacramento, el próximo dos de julio, y el aniversario de la creación de nuestra Iglesia local, el 28 de julio, para vivirlos más intensamente e implementarlos de manera concreta y conjunta.

EDIFICACIÓN DE LA PAZ Y DE LA CONCORDIA

8. En primer lugar, comprometámonos, como embajadores de la reconciliación (2 Co 5,18-20), a edificar la paz y la concordia entre los venezolanos, siguiendo el camino abierto por la triunfante resurrección de Jesús, por medio de la cual derribó el muro que separaba a judíos y paganos y los unió en un solo pueblo (Cf. Ef. 2, 14). Es una tarea difícil pero no nos desanimamos, porque Dios, en su misericordia, nos ha encargado su trabajo” (2 Cor. 4, 1): “y ese trabajo es hacer realidad en nuestra patria el reinado de justicia, paz y amor nacido en la Cruz, y manifestado en la Resurrección” (Cf Exhortación pastoral de la CEV No 13).

Les invito entre otras iniciativas a que, en todas las próximas Solemnidades, Misas dominicales y feriales introduzcamos una intención por la paz en Venezuela, para que todos los dirigentes políticos, sociales y económicos tengan la sabiduría divina necesaria para realizar actos que apunten a la solución de la crisis, y para que todos actuemos según los principios del Evangelio y de la Caridad fraterna. Puede ser la recitación de la Oración por Venezuela al final de la Oración de los Fieles.

SEAMOS PROFETAS QUE ANUNCIAN Y DENUNCIAN

9. En segundo lugar, comprometámonos a ejercer nuestra función profética de anuncio y denuncia. Tendamos puentes, acerquemos a las partes enfrentadas, creemos iniciativas para fomentar la solidaridad y la generosidad, evitar cualquier tipo de violencia; promover la dignidad humana y sus derechos fundamentales. Anunciemos a tiempo y a destiempo que la violencia, sea institucional, civil o militar, no tiene ninguna explicación cristiana y no puede ser aceptada.

Los Caínes que ejercen la violencia, derramando la sangre inocente de tantos Abeles, cometen un grave pecado del cual deben arrepentirse, confesarse, y responder por ellos ante la justicia. Así mismo los saqueos, los atentados contra las personas y las propiedades, comercios, instituciones también son pecados. Quienes cometieron o auparon los saqueos no sólo deben confesar su grave pecado, sino arrepentirse y resarcir los daños (devolver las mercancías robadas, por ejemplo).  Apoyémonos, a este respecto, en lo que nos enseña el CATECISMO DE LA IGLESIA CATOLICA sobre el séptimo mandamiento (NN 2408-2414)

SOLIDARIDAD AFECTIVA Y EFECTIVA CON LOS POBRES

10. En tercer lugar, manifestemos nuestra solidaridad con los más pobres y necesitados con gestos concretos de servicio fraterno y misericordioso. Por eso, los párrocos motivarán a los fieles a realizar ayuno y pequeñas penitencias. Los frutos de estas privaciones serán entregados a los más desfavorecidos, siguiendo el consejo de San Agustín “Tus privaciones serán infecundas si no muestras generosidad con otros”, e imitando las primeras comunidades cristianas, “que compartían lo que tenían y nadie pasaba necesidad” (Cf Hech 2,44-46). Una obra que ha ayudado mucho en tiempo de Cuaresma son las Ollas Comunitarias. Los invito a continuarlas manteniendo todos sus objetivos que no son solo asistenciales sino también promocionales y liberadores y a confiárselas a las Cáritas parroquiales.

ORACION, AYUNO Y CELEBRACIONES

11. En cuarto lugar acompañemos nuestras acciones caritativas con la oración personal, familiar y comunitaria, sostenida por el ayuno y fundamentada en la Palabra de Dios y en la Eucaristía. Les exhorto vivamente a organizar en cada parroquia las Cuarenta Horas, como novena preparatoria a la fiesta solemne del Corpus. Donde no puedan realizar las $0 Horas, podrán organizar un “Via Lucis” juvenil.   En todas las parroquias, al terminar una de las celebraciones eucarísticas de la Solemnidad del Corpus Christi, se realizará, donde se den las condiciones de seguridad, una concurrida procesión con el Santísimo Sacramento por las principales calles del territorio parroquial, siguiendo las indicaciones litúrgicas. Antes de la bendición final, se realizará con todos los fieles la consagración a Venezuela al Santísimo Sacramento.

El domingo 2 de julio, con motivo de cumplirse 118 años de la Consagración de Venezuela al Santísimo Sacramento y el viernes 28 de ese mismo mes, en el centésimo vigésimo aniversario de la creación de nuestra Iglesia local, realizaremos dos intensas Jornada de Oración, ayuno y solidaridad,

Un arma poderosa, y muy querida por nuestro pueblo, es el rezo del Santo Rosario, el cual puede ser rezado donde sea posible también fuera del templo. Recordemos la petición y promesa que hizo Nuestra Señora de Fátima a los pastorcitos en la sexta y última aparición, el 13 de octubre de 1917, “Yo soy la Señora del Rosario. Continúen siempre rezando el Rosario cada día. La guerra va a su fin y los soldados pronto regresarán a sus casas

EUCARISTIAS Y PROCESIONES CON EL SANTISIMO

12. Procuremos no protagonizar eventos alejados del marco litúrgico que puedan llevar a confusiones o a malas interpretaciones por parte de los diferentes sectores de la sociedad venezolana. Igualmente les recuerdo que no deben participar ni hacerse presentes, de no ser urgentemente necesaria su presencia para evitar males mayores o derramamientos de sangre, en actividades como los llamados “plantones”, “guarimbas” o en cualquiera otra programación donde se irrespete el orden, no se tome en cuenta el bien común, se dañe el patrimonio de la Nación y puedan desembocar en represiones o actos de violencia.
Les pido encarecidamente se abstengan, en las circunstancias actuales, de celebrar misas en las calles, ofrecer el sacramento de la confesión dentro del marco de acciones de protesta cívica así como exponer o procesionar con el Santísimo Sacramento.

CONCLUSION

13. Que Dios Padre bueno, “que hace salir el sol sobre malos y buenos y manda la lluvia sobre justos e injustos” (Mt 5,45), nos haga partícipes, por la intercesión de nuestra Madre de Chiquinquirá, de la bienaventuranza de la edificación de la paz en Venezuela, la cual es a la vez un don y una tarea de todos.

Imploro la bendición de Dios sobre ustedes y cada una de sus comunidades parroquiales, a fin de que puedan ser signos visibles y creíbles de Jesús Resucitado,


Maracaibo 27 de mayo de 2017


+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo



+Ángel Caraballo Fermín
Obispo Auxiliar









No hay comentarios:

Publicar un comentario