ASCENSIÓN DEL SEÑOR 2017
SI
NO NOS ATRAE EL CIELO, NOS PUEDE TRAGAR LA TIERRA
Mis queridos hermanos
y hermanas,
Permítanme iniciar
esta homilía hablándole de una mujer rusa, comunista y atea que se convirtió al
cristianismo. Su nombre es Tatiana Goricheva. Fue la fundadora del primer
movimiento feminista ruso, de cuya ala radical surgió la tenebrosa ideología
del género. Recién convertida, desplegó una intensa actividad intelectual que
provocó su encarcelamiento por las autoridades comunistas y su posterior
expulsión del país. Escribió un libro testimonial, cuyo título en español “Hablar
de Dios resulta peligroso”. He aquí algunos de sus testimonios:
“Hubo
un tiempo en que por la tarde y por la noche, me mantenía en compañía de
marginados y de gente de los estratos más bajos: ladrones, alienados y
drogadictos. Esa atmósfera sucia me encantaba. Os emborrachábamos en bodegas y
tabernas. Me invadió entonces una melancolía sin límites. Me atormentaban
angustias incomprensibles y estaba volviéndome loca. Ya ni siquiera tenía ganas
de seguir viviendo. ¡Cuántos de mis amigos de entonces han caído víctimas de
ese vacío horroroso y se han suicidado! ¡Otros de han convertido en
alcohólicos! Algunos están en instituciones para enajenados. Todo parecía
indicar que no teníamos esperanza de vida alguna en la vida.
Cansada
y desilusionada, realizaba ejercicios de yoga y repetía mantras. Conviene saber
que, hasta ese instante, yo nunca había orado ni conocía realmente oración
alguna. Pero el libro de yoga proponía como ejercicio una plegaria cristiana,
en concreto, la oración del Padrenuestro. Empecé a repetirlo mentalmente, como
un mantra, de un modo inexpresivo y automático. La dije unas seis veces.
Entonces de repente, me sentí transformada por completo. Comprendí con todo mi
ser que El existe. ¡El, el Dios vivo y personal, que me ama a mí y a todas las
criaturas, que ha creado el mundo; que se hizo hombre por amor, ¡el Dios
crucificado y resucitado! ¡Qué alegría y que luz esplendorosa brotó, entonces,
en mi corazón! El mundo entero, cada piedra, cada arbusto, estaban inundados de
una suave luminosidad. ¡El mundo se transformó para mí en el manto regio y
pontifical del Señor!
En
un Estado totalitario, la Iglesia se nos aparecía como la única isla limpia en
la que realmente se podía vivir. Era la antítesis de cualquier ideología
asesina y embrutecedora. Y el poder de la ideología es realmente absoluto en
nuestro Estado. La Ideología corrompe la personalidad, mientras que en la Iglesia es la persona la que debe madurar hasta su plenitud
(resaltado añadido por mi). La ideología vive como un parásito de los sentimientos y de la
infelicidad de los hombres. En la Iglesia se da el trato afectivo y creador de
las personas entre sí, hay una comunicación sin mentiras”.
Cuando llegó a Austria,
escribió: “En Rusia no era libre. La
libertad es un don de Dios. Es una obligación. No un derecho. Si en Rusia
teníamos que consumir al menos la mitad de nuestras energías vitales en superar
miles de impedimentos que lleva consigo una forma absurda y difícil, como el
ruido de las calles, el apretujamiento en las oficinas, las largas colas ante
las tiendas de comestibles, la lucha por un puesto en los transportes públicos.
La grosería y la agresividad generales, aquí en Viena esas dificultades no se daban.
Pero había otras: el exceso de cosas hermosas, de cosas que a una la arrastran,
si no está bastante orientada hacia el cielo. Si no estás bastante orientada
hacia el cielo, aquí, la tierra te puede tragar para siempre”.
Recojo este testimonio
de esta mujer atea convertida por dos grandes enseñanzas que tienen que ver con
la fiesta de la Ascensión del Señor a los cielos.
La primera es su
afirmación de “en la Iglesia cada persona
cuenta y debe madurar hasta su plenitud”. Este es uno de los sentidos de la
fiesta de hoy. Cuando Jesús asciende y se sienta a la derecha del Padre, no es
solo su divinidad que vuelve a su casa. Es una persona divina que al hacerse
hombre en el seno de la Virgen María se ha echado al hombro la humanidad entera
y es con ella a cuestas, bajo la forma de una cruz, que vuelve a la casa del
Padre.
Con Jesús la humanidad
alcanza la plenitud de su verdadera y original condición. Aquella imagen y
semejanza que el Creador quiso introducir en ella en el momento en que la
plasmó de la arcilla de la tierra (Cf Gen 1,26). Con Cristo el hombre ha recuperado nuevamente
y para siempre su meta. Tenemos hacia dónde ir. No somos unos errantes
peregrinos perdidos en el polvo de los espacios intergalácticos. Estamos
llamados a entrar como Jesús en la comunión definitiva y amorosa de la Trinidad
(Cf Jn 14,1-3).
Es lo que Cristo le
dio a entender a sus apóstoles cuando les dijo en el evangelio que se acaba de
proclamar: “Hagan discípulos y
bautícenlos en el nombre, es decir en las personas, del Padre, del Hijo y del
Espíritu Santo”. Nuestra verdadera estatura y dignidad nos la consiguió
Cristo Jesús, nos hizo partícipes de ella en el bautismo y es hacia ella que
con todas las fuerzas de la esperanza debemos aspirar.
La fiesta de la
Ascensión del Señor es la fiesta de la esperanza. Así inicia el Papa Benedicto
VI su Encíclica sobre la Esperanza: “Se
nos ofrece la salvación en el sentido de que nos ha dado la esperanza, una
esperanza fiable, gracias a la cual podemos afrontar nuestro presente: el
presente, aunque sea un presente fatigoso, se puede vivir y aceptar, si lleva
hacia una meta, si podemos estar seguros de esa meta, y si esa meta es tan
grande que justifique el esfuerzo del camino”. Y prosigue más adelante:
“El
mensaje cristiano no es solo una buena noticia, una comunicación de contenidos…
No es solo informativo sino “performativo”. Eso significa que el Evangelio no
es solamente una comunicación de cosas que se pueden saber, sino una
comunicación que comporta hechos y cambia la vida (…). Quien tiene esperanza
vive de otra manera; se le ha dado una vida nueva.”
(Spe Salvi 1). Eso fue lo que le paso a Tatiana Goricheva. Con la fe descubrió
que había esperanza y que valía la pena vivir para Dios y para los hombres.
La otra enseñanza del
testimonio de esta mujer convertida es su frase: “Si no estás bastante orientada hacia el cielo, aquí la tierra te puede
tragar para siempre”. Es verdad. Tienen razón los ángeles que sacuden a los
discípulos que se quedaron tiesos mirando a Jesús desaparecer entre las nubes,
es decir entrar en la plenitud de la comunión con su Padre. Tenían que regresar
a Jerusalén y disponerse a cumplir el gran mandato que les acababa de dar,
colocándose en oración en torno a María para esperar el cumplimiento de la
promesa.
Hay una gran tarea
evangelizadora y misionera que realizar en esta tierra, pero la tenemos que
realizar en el nombre de la Santísima Trinidad, que nos hala y nos atrae a
todos irresistiblemente hacia ella como un imán atrae a cualquier pieza
metálica. Trabajemos arduamente por hacer un mundo mejor, pero con el corazón
ya puesto con Jesús en la casa del Padre del cielo. Así se lo dice San Pablo a
los cristianos de la ciudad de Colosas: “Si
han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde Cristo está sentado
a la derecha de Dios. Prefieran pues los bienes de arriba, no los de la tierra”
(Col 3,1-2).
Entendamos bien el
mensaje de esa mujer comunista feminista radical convertida: si no vives de
esta manera, te puede tragar la tierra sea que vivas en un país comunista
atosigante y despiadado como en un país capitalista materialista y
secularizado.
Que el Señor ilumine
pues nuestra mente para que, en esta fiesta de la Ascensión del Señor a los
cielos, comprendamos, tal como lo pide Pablo para los Colosenses, cuál es la
esperanza a la que hemos sido llamados, cuán gloriosa y rica la herencia que
Dios quiere darnos y que es al servicio de esta comunión amorosa de los hombres
entre sí con Dios trino que el Señor quiere desplegar la extraordinaria
grandeza de su poder. Que Santa María de Fátima nos muestre el camino de la
infinita y total confianza en el cumplimiento de esta promesa. Amén.
Maracaibo 28 de mayo
de 2017, fiesta de la Ascensión del Señor
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
No hay comentarios:
Publicar un comentario