domingo, 19 de noviembre de 2017

HOMILIA DOMINGO XXXIII ORDINARIO CICLO A 2017 RESPONSABILIDAD E IRRESPONSABILIDAD DEL DISCIPULO DE JESUS

DOMINGO XXXIII ORDINARIO CICLO A 2017
HOMILIA
RESPONSABILIDAD E IRRESPONSABILIDAD
DEL DISCIPULO DE JESUS

Este evangelio forma parte del quinto y último bloque de discursos en los cuales el evangelista Mateo ha distribuido y ordenado la enseñanza de Jesús Maestro y se sitúa entre la parábola de las diez vírgenes y la del Juicio Final que leeremos el domingo que viene. Las tres tienen que ver con actitudes fundamentales de los discípulos de Jesucristo ante el advenimiento definitivo del Reino de Dios. La parábola de las 10 vírgenes insiste en la necesidad de estar siempre dispuestos ante la llegada inesperada del Reino de Dios. La parábola de hoy, conocida como parábola de los talentos, se refiere al uso responsable y servicial de los dones recibidos para contribuir al crecimiento del Reino de Dios en este mundo.  La parábola del juicio final finalmente pone de manifiesto la importancia decisiva de la atención y servicio a los pequeños y humildes como contraseña para poder tener acceso al gozo del Reino.
La parábola de los talentos trata de dos temas de gran importancia y actualidad:  el primero, los dones que cada persona recibe de Dios y el modo en que los recibe y en segundo lugar el diverso comportamiento de esas personas en el uso de esos dones, de acuerdo a la idea que se hagan de Dios. Con la imagen de los talentos, moneda de grandísimo valor en tiempo de Jesús, se quiere dar a entender que toda persona ha recibido dones y cualidades en abundancia para glorificar a Dios y servir a su prójimo. La forma de comportarse de los tres servidores en el uso de esos dones varía según la conciencia que tienen de haberlos recibido gratuitamente de Dios, de la obligación de comportarse como administradores y no como dueños y por consiguiente de ponerlos al servicio de sus hermanos. Veamos desde esta óptica el desarrollo del relato.
Un hombre poseedor de muchos bienes, antes de salir de viaje, los distribuye entre tres servidores suyos: a uno le da cinco talentos, a otros dos y al tercero uno; a cada uno según sus capacidades. Eso quiere decir que a cada uno le da lo que son capaces de gestionar. El tamaño de sus tasas es distinto, pero a los tres se las llena. ¡Un talento corresponde a 34 kilos de oro! Prosigue el relato narrando dos tipos de comportamiento de estos servidores: los dos primeros hacen producir inmediatamente el patrimonio recibido; en cambio el tercero decide enterrarlo.
El dueño se marcha lejos por un tiempo indeterminado y de repente regresa y pide rendición de cuentas. Los dos primeros tienen la misma postura: nos entregaste cinco o dos talentos, hemos duplicado el patrimonio. Aquí tienes en vez de cinco diez y en vez de dos cuatro. La respuesta del dueño de la hacienda es también idéntica: “Muy bien, servidor bueno y fiel, ya que fuiste fiel en lo poco te pondré a frente de mucho más; entra a participar de la alegría de tu señor”. La capacidad de estos dos primeros servidores estuvo a la altura del patrimonio que se les entregó y eso los hacía merecedores de mayor confianza. Pero lo maravilloso de la historia es que el amo no se contenta con confiarles mayores responsabilidades, sino que los invita a participar de su casa, de su alegría, de la intimidad de su vida.
Se presenta el tercer servidor. Tiene una visión muy negativa de su señor. Esta imagen lo bloquea, le causa miedo y decide enterrar el talento hasta el momento de la rendición de cuentas.  Cuando el dueño lo llama se presenta con el mismo talento que había recibido y se lo devuelve. No produjo nada. Se mostró flojo, desconfiado e improductivo. La negativa imagen que tenía de su dueño representa la falsa imagen de Dios que tenían no pocos dirigentes religiosos del tiempo de Jesús. Jesús la critica fuertemente en la frase que el dueño le dirige al servidor: “servidor malo y perezoso”.  No se comportó como servidor fiel, sino que quiso actuar por su cuenta.
La parábola no dice que el dueño les pidió a los servidores que pusieran a producir los talentos recibidos. Está claro que Jesús, con la imagen de los talentos, se está refiriendo a los dones, cualidades y capacidades que los hombres han recibido de Dios para servirse de ellos para mejorar el mundo y las condiciones de vida de la humanidad. Los avances de la ciencia y de la tecnología, los nuevos conocimientos, los progresos en todos los campos de la medicina, de la biología, de la astrofísica, de la producción alimenticia deben servir para que todos puedan llegar a vivir humanamente, en sociedades convivenciales, donde se tomen particularmente en cuenta los más pobres y desasistidos.
Los bienes de esta creación, de la ciencia y de la tecnología de la información no pueden servir para que solo unos pocos se hagan ricos y vivan cómodos. No somos dueños de los bienes de la creación. Utilizarlos para una minoría acomodada e individualista es como si los dejaran enterrados. Nadie tiene derecho a reservárselos ni menos a dejarlos allí enterrados mientras millones de seres humanos yacen en la miseria, el hambre, la ignorancia en calles, barrios y campos improductivos o cercados. De esto es precisamente es que el Papa Francisco quiere que tomemos conciencia colocando en este domingo 33 ordinario del año la celebración de la Jornada Mundial de los Pobres.
El amo de la parábola confió en sus tres servidores. Les correspondía comportarse con esos bienes confiados no como dueños sino como simples administradores. Manejar los bienes de la creación, de una nación como si fueran nuestros, es la raíz de la inequidad, de los populismos que traen consigo la descomposición social, las guerras, los cataclismos, la miseria, la hambruna y toda clase de reacciones violentas y radicales. Si queremos erradicar la violencia y la guerra tenemos que poner a producir los bienes de la humanidad para que alcancen para todos. El cristianismo, el discipulado de Jesús no son bonitas palabras, discursos rimbombantes, son acciones que transformen la vida, respondan a las necesidades, programas que erradiquen enfermedades, endemias, epidemias y enfermedades mortales. Son proyectos que hagan avanzar la libertad, la igualdad y sobre todo la fraternidad y la convivencia entre todos sin exclusión de ninguna forma.
Hoy deben resonar con más fuerza en nuestro corazón y en el santuario de nuestra conciencia estas claras palabras del apóstol Juan:” Si uno vive en la abundancia y ve a su hermano padecer necesidad, y no se compadece de él, ¿cómo permanecerá en él el amor de Dios? Hijos, no amemos solo de palabra ni de boca, sino con hechos y según la verdad” (1Jn 4,16-18; Cf Sant. 2,15).
Si el tercer servidor hubiera amado, si hubiera conocido a Dios como una persona amorosa y buena, no l hubiera tenido miedo, no hubiera enterrado su talento, sino que lo hubiera puesto a producir para que otros tuviesen vida y la tuviesen en abundancia. Hubiera desterrado el temor “porque el amor excluye todo temor, porque el temor mira al castigo” (1 Jn 4, 20). El miedo es enemigo del crecimiento del Reino de Dios y de toda felicidad. Tenemos en nuestras manos los dones que Dios nos ha regalado para que los hagamos fructificar. Esconderlos por miedo a arriesgar o a equivocarnos es un acto de grave irresponsabilidad. Esta parábola nos invita a una fidelidad creativa, responsable y arriesgada.
¡Qué alegría saber que hay gente con inmensa capacidad de servicio! Que ejerce con generosidad y entrega su responsabilidad social, y no solamente entrega sus bienes, sino que pone su tiempo y sus talentos al servicio de la defensa de la dignidad humana de los pobres, de los indigentes, de los enfermos terminales, de los abuelos, de los niños discapacitados, de las mujeres abusadas sexualmente, maltratadas y violentadas. El Señor se alegra de estos diligentes servidores. Que haya muchos de ellos al frente de nuestro país, de los organismos internacionales, de las empresas y de las universidades y de los centros de la ciencia y de la tecnología.
Estemos todos atentos y examinémonos a la luz de esta parábola porque existe el peligro real de no poner lo que somos y tenemos al servicio del bien y escudar nuestro egoísmo y comodidad criminal usando imágenes falsas y deterministas de Dios. Nos exponemos a la hora de la rendición de cuentas a oír esta tremenda sentencia: “Servidor malo y perezoso. Quítenle el talento; entréguenselo al que tiene diez. Y a este servidor inútil, arrójenlo fuera, a las tinieblas, allí habrá llanto y desesperación”.
¿Queremos oír más bien, a la hora de la rendición de cuentas, de la boca de nuestro Señor la misma frase que oyeron los dos primeros? “Muy bien siervos fieles y buenos, han sido fieles en lo poco, te voy a confiar mucho más, entra a gozar de la alegría de tu Señor”. Entonces pongámonos a la altura de los dones recibidos, usémoslos con responsabilidad, pongámoslos a producir activamente sin perder tiempo para que den fruto, no cualquier fruto sino los que piden las circunstancias y la realidad en la que vivo y la fidelidad al evangelio y al Señor que me los ha confiado. 
Maracaibo 19 de noviembre de 2017

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

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