domingo, 26 de noviembre de 2017

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY CICLO A-2017

SOLEMNIDAD DE CRISTO REY CICLO A-2017
HOMILÍA
Muy amados hermanos,
Hoy la Iglesia nos invita a concluir el año litúrgico 2016-2017 con la fiesta solemne de Cristo rey del universo. El domingo que viene se iniciará el tiempo de adviento, con el que nos prepararemos a la fiesta de Navidad. Con la fiesta de Cristo Rey del universo la Iglesia nos quiere dar a entender que todo el año que hemos vivido, así como toda nuestra vida debe recapitularse en Cristo Jesús. Como discípulos suyos, miembros de su Iglesia, estamos llamados a hacer presente su persona, su vida, su mensaje y de este modo trabajar por el advenimiento del Reino de su Padre Dios que se inicia en este mundo y concluye en el cielo.  
El pasaje evangélico que acabamos de escuchar nos traslada precisamente al final de la historia del mundo y de los hombres, en el momento de la parusía, del juicio final.  Forma parte final del llamado discurso apocalíptico de Jesús que ocupa los capítulos 24 y 25 del evangelio de San Mateo. Este discurso del Señor tiene un fuerte tono profético y gira en torno al juicio a Israel, al fin de Jerusalén y del Templo, el fin sorpresivo de mundo y la necesidad de no dejarse engañar por los falsos mesías y profetas; de mantenerse, como fieles y prudentes servidores del reino, en alerta permanente, vigilantes, con las lámparas encendidas, dedicándose al sirviendo al Señor y de unos y otros, cada uno según su capacidad.
Esta mirada al futuro, al final de todo, no tiene como finalidad provocar una fuga hacia adelante sino, al contrario, anclarnos en el presente para vivirlo a plenitud, con responsabilidad, claros en nuestra identidad, en nuestra vocación propia y en el uso que debemos darles a los dones, carismas y talentos que hemos recibido de Dios. Un cristiano no se fuga, se sumerge en la realidad de su historia.
Podemos recoger las enseñanzas de Jesús contenidas en el discurso escatológico en una pregunta que el mismo Señor hace a sus oyentes: “¿Quién es el servidor fiel y prudente al que el Señor puso al frente de sus empleados para repartir el alimento a su tiempo?” (Mt 24,45).  Sus discípulos han de comportarse por consiguiente como servidores fieles y prudentes. Los relatos y enseñanzas que siguen explican qué es un servidor bueno, fiel y prudente. Lo hace presentando dos categorías de servidores: los que reproducen el modelo del señor Jesús y los servidores malvados, flojos e imprudentes. Es así como nos encontramos en la parábola de las diez doncellas con dos categorías de damas de honor: cinco prudentes y cinco necias; en la parábola de los talentos dos categorías de discípulos: unos proactivos y diligentes que se valen de los dones y cualidades que Dios les ha dado y otros, miedosos y perezosos que los entierran y no se sirven de ellos.
Y hoy, por último, en esta parábola del juicio final, el Señor Jesús aparece en la majestad de su gloria, bajo la figura del Hijo de hombre del profeta Daniel (Dn 7,14), recibiendo del Dios altísimo poder y dominio sobre todos los pueblos y naciones. Al mismo tiempo recibe la atribución de gran pastor (Cf Ez 34,11-12.15-17) y juez para repartir la herencia de su Padre entre los hombres, En esta entrega aparecen también dos categorías: los benditos del Padre que reciben en herencia el Reino y los malditos destinados al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles.
¿En que se basa Jesús rey, hijo de hombre, pastor y juez para saber a quién hace partícipe de la herencia divina y a quien no? Precisamente en el comportamiento como servidores del Reino de Dios. En su paso por esta tierra en su condición humana Jesús nos mostró precisamente cómo se comporta un verdadero ser humano: como hermano y servidor de todos. Les pidió a los suyos siguieran ese modelo, que se comportaran como él, “que no vino para ser servido sino a servir” (Mc 10,43-45); que como él alimenten al pueblo sencillo con el pan que sacia el estómago y la Palabra que nutre el corazón; que, como él, evangelicen a los pobres, den vista a los ciegos, hagan oír a los sordos, liberen a los esclavizados, suelten las riendas de los que están atados y encarcelados; que como él se hagan solidarios con los que sufren, con los que lloran, con los indefensos, con los oprimidos, esclavizados y abusados.
Hermanos, si queremos que el Señor Jesús al final de nuestras vidas nos reconozca como sus discípulos, este es el modo en que debemos vivir y comportarnos. Se trata de un estilo de vida personal pero que también ha de impregnar nuestras comunidades cristianas, nuestras parroquias y todas las formas asociativas y solidarias que creemos. Como nos lo remacha constantemente el Papa Francisco la Iglesia no es un club de selectos sino un hospital de campaña. No se queda encerrada en los templos, sino que recorre veredas, trochas y caminos, hondonadas y riscos en busca de las ovejas abandonadas y extraviadas.
No hay verdadero liderazgo humano si no lleva incrustado en sus genes la capacidad de servir, de estar pendiente del bien de los demás, de entregarse de lleno junto con otros hermanos a atender las necesidades más apremiantes que acosan a los más pobres. Necesitamos Gandhis, Luther Kings, Mandelas, Dorothy Days, Teresas de Calcuta que se desvivan para que otros vivan a plenitud. En esas personas distribuirá gustosamente Jesús la herencia del reino. Que desaparezcan esos mal llamados servidores que solo se sirven a ellos mismos como los denuncia el profeta Ezequiel bajo la figura de pastores que no pastorean a sus ovejas y solo traen desgracia, hambre y miseria a sus rebaños.
 Venezuela y el mundo necesitan con urgencia este tipo de servidores con gran proactividad y creatividad para hacer presente, ya desde ahora, en esta tierra, el Reino de libertad y de gracia, de amor, de justicia y de paz, de justicia y verdad que Jesús ha traído a este mundo y al cual ha querido asociarnos no como meros beneficiarios indolentes y cómodos sino como ágiles y sabios colaboradores suyos.
Seamos fieles y prudentes en los distintos servicios que Dios nos ha confiado. Fieles, es decir dignos de confianza, cumplidores, responsables. Prudentes, es decir, competentes, previsivos. Para apremiarnos más en este servicio amoroso y humilde, Jesús, en el evangelio de hoy, enfatiza que, para ser fieles cada día, en cada momento, debemos llegar al grado de ver, valorar y actuar convencidos de que en la persona que estamos atendiendo está realmente presente él mismo, en persona. No tuvimos la dicha o el privilegio de coincidir con su presencia histórica como Jesús de Nazaret en Palestina, pero tenemos el gran gozo de toparnos con él bajo la figura de tantos necesitados que reclaman un mendrugo de amor y de inclusión. No perdamos esta oportunidad porque no tendremos ninguna más. Si tendremos una más, pero esta será con el Cristo glorioso de la parusía que, como juez, nos pedirá cuentas definitivas. 

Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.

Maracaibo 26 de noviembre de 2017
+Ubaldo R Santana Sequera FMI


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