domingo, 8 de mayo de 2016

SABER RETIRARSE A TIEMPO



El hallazgo de un texto en la preparación de la homilía de la fiesta de la Ascensión del Señor, la reciente celebración de la Asamblea Provincial de laicos, mi próxima renuncia a la sede marabina me inspiraron estas reflexiones que comparto con ustedes.

La Ascensión  significa para el Señor Jesús, la conciencia de que su tiempo ha terminado y comienza el tiempo de la Iglesia, el tiempo de sus discípulos. Con su ascensión Jesús nos muestra la gran sabiduría de saber retirarnos a tiempo. El se retira para que sus discípulos crezcan. Maduren. A los mayores nos cuesta dejar el paso a los más jóvenes. Siempre aludimos: todavía no están maduros. Todavía no podemos darles esas responsabilidades. Así suelen pensar los políticos que se quieren atornillar en el poder, los padres que no confían en sus hijos, los maestros que tardan en entregarle el testigo a sus discípulos.
Jesús supo retirarse a tiempo. “Les conviene que yo me vaya”. Tampoco sus 11 estaban preparados. Sin embargo Jesús se fue y los dejó. Y les encomendó la continuación de su propia tarea. “Vayan y hagan discípulos en mi nombre”. No les pidió que primero se doctorasen. Ni que hicieran un postgrado. Los envió tal como estaban, vestidos con sus dudas en el alma. Así los presenta un himno litúrgico:
Y a este mar turbado
¿quién le pondrá ya freno? ¿Quién concierto
al fiero viento, airado,
estando tú encubierto?
¿Qué norte guiará la nave al puerto?
No esperó que madurasen. También ellos aprenderían haciendo y cometiendo errores. Nadie crece viviendo siempre bajo la dependencia de otro. Hay que saber soltar el ave que llevan los hermanos por dentro para que emprendan su propio vuelo. Qué gran, profético y valiente ejemplo dio al mundo y a la Iglesia el Papa Benedicto XVI cuando dijo: “Ya no puedo seguir. Renuncio”. Ese fue el as bajo la manga que soltó el Espíritu Santo para que llegara Francisco.
A los sacerdotes nos cuesta dar paso a los laicos. No están preparados, argüimos. Y seguimos nosotros haciéndolo todo. Queremos seguir siendo la gallina clueca que no sabe dejar que sus polluelos abandonen el refugio de sus alas. Nosotros queremos seguir haciéndolo todo. Nos creemos indispensables y no tenemos fe en las capacidades de nuestros laicos. Nosotros lo hacemos mejor que ellos. Hemos estudiado más que ellos. Así tenemos al Pueblo de Dios en eterna minoría de edad. Así perpetuamos una Iglesia clerical.
¿Quién duda de que Jesús estaba mejor preparado para anunciar el Evangelio? Pero confió en los suyos. Les abrió la mente a la inteligencia de las Escrituras, les comunicó su Espíritu Santo, exorcizó sus miedos, les entregó una misión. Llenó sus corazones de alegría y de valentía. Aprender a retirarse para que los demás tengan su voz, su vez, su puesto y su misión. Esa fue la pedagogía del Bautista, (Conviene que él crezca y yo disminuya”), la de Jesús, esa ha de ser la pedagogía de la Iglesia. Nuestro Plan global de renovación pastoral nos enseña esta sabia lección para dejar de ser “hombre-orquesta”, y aprender a ser director de orquesta. Un estribillo de una canción salvadoreña, dice así: “Vamos todos al banquete, a la mesa de la creación, cada cual con su taburete, tiene un puesto y una misión”. 

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