domingo, 26 de abril de 2015

HOMILÍA DEL DOMINGO DEL BUEN PASTOR 2015

Muy queridos hermanos y hermanas,
Hoy celebramos el cuarto domingo de Pascua, conocido como el domingo del Buen Pastor. Es uno de los títulos preferidos de Jesús junto con el de servidor e Hijo de hombre. Así se presenta sobretodo en el evangelio de San Juan. El Señor lo contrapone al desempeño de los falsos pastores. Los pastores asalariados a quienes no les importan las ovejas y las abandonan en el momento de peligro; los malos pastores que maltratan las ovejas débiles, preñadas y hasta las mismas sanas y gordas;  los pastores mercenarios que huyen y dejan que el lobo haga estragos en el rebaño. Todos ellos son indignos del título y oficio de pastores porque ponen en peligro la vida de las ovejas.
Cinco rasgos resaltan, en cambio, en Jesús buen Pastor: conoce sus ovejas, las llama por su nombre, las alimenta, las guía y las defiende hasta dar la vida por ellas, si es necesario.  La palabra “conocer”  en San Juan significa amar entrañablemente. Sin amor entrañable no hay posibilidad alguna de ser pastor como Jesús. Es la condición que el  Señor le pone a Pedro antes de colocarlo al frente de su rebaño. Le da a entender a él y a todos sus sucesores que a mayor capacidad de amor mayor capacidad de pastoreo. (cf Jn 21, 15-17). No debiera hacerse sacerdote, ni diácono, ni ministro o delegado de la Palabra quien no muestre que sabe amar como y hasta donde amó Jesús. ¡Dios nos libre de pastores con corazones marchitos, secos y fríos,  incapaces de transmitir con sus vidas el evangelio de Jesús!

El pastoreo bueno exige llamar a cada oveja del rebaño por su nombre. Es curioso que en un rebaño de ovejas, de vacas, cada una tiene su nombre. He tenido oportunidad de presenciar ordeños en hatos llaneros y comprobar cómo el ordeñador llama a cada vaca por su nombre y le canta mientras la ordeña. Solo así la vaca se deja ordeñar y da leche. Me vienen también a la mente las hermosas tonadas de ordeño de nuestro inolvidable Tío Simón: “¡Mariposa, Mariposa!” 
Como pastores a imagen de Jesús estamos llamados a conocer nuestras ovejas por su nombre. No hay  mejor piropo que el de oír su propio nombre, pronunciado con amor y respeto por otra persona.  Las relaciones dentro de nuestras comunidades cristianas han de ser personalizadas. Nuestras parroquias no son compañías comerciales ni sociedades anónimas, frías y burocráticas.  ¡Qué triste  el pastor que solo se guía por horarios de oficina y se comporta como un funcionario con requisitos de atención al público! Una organización semejante traiciona la misión que Jesús le ha confiado a su Iglesia.
Un buen pastor alimenta bien a sus ovejas. ¿Cuál es el alimento que debemos darle? El de primera calidad: la Palabra de Dios y la Eucaristía. El capítulo 6 de San Juan nos presenta a Jesús como el pastor que nutre su pueblo no solo con pan efímero y pasajero sino con el alimento que le permite vivir, vivir a plenitud, vivir en Dios y vivir eternamente. ¡Ay del pastor que les da dominicalmente a sus hermanos comida chatarra, es decir sus propios pensamientos, ideas y teorías aburridas en vez de darle los buenos pastos de la Palabra divina y el cuerpo y sangre del Señor Jesús! Con razón el Papa Francisco insiste tanto en la importancia de las homilías y de la necesidad de prepararlas con gran cuidado (EG 145-159).
Somos guías del rebaño. No somos señales de carreteras, que indican el lugar de destino pero que se quedan clavadas en el sitio. Nosotros indicamos la dirección del camino y además nos ponemos en camino con nuestra gente hacia la meta señalada. Jesús fustigó fuertemente a los dirigentes religiosos de su época porque no eran guías de su pueblo: no eran buenos ejemplos;  predicaban una cosa y hacían otra; cargaban pesados fardos sobre las espaldas de los fieles; no sabían distinguir lo secundario de lo esencial;  buscaban reconocimientos, honores, prebendas y privilegios. Querían ser servidos y no servir. (Cf Mt 23).
El pastor según Cristo debe oler a ovejas, caminar delante de su grey con el ejemplo; en medio de su grey para contagiarla con su cercanía alegre y misericordiosa; detrás de su grey para ayudar a los rezagados y mostrar su confianza en el buen olfato de las ovejas líderes (Cf EG 31).   Para ser buenos guías debemos dejar siempre muy en claro que hay un solo guía y pastor: Jesús;  que el rebaño no nos pertenece; que no nos debemos estar peleando entre nosotros y que  somos simples administradores y no dueños (Cf Lc 12, 42-48).
El buen pastor, a imagen y semejanza de Jesús, ha de estar siempre dispuesto a dar su vida por el rebaño que se le ha confiado. La vida se puede entregar  “por goteo” en el servicio y desgaste diario o de un solo golpe, como los mártires y confesores de la fe, si las circunstancias lo exigen. Viene a mi mente en este momento la figura del p Ricardo Benedetti, un sacerdote italiano que se vino de Italia a servir a los larenses y guayaneses y que, hace 20 años, se negó a lanzarse de la piragua arrastrada por la corriente y prefirió morir junto con los niños, jóvenes, mamás y catequistas, 14 personas en total, que lo acompañaban, cuando la embarcación se precipitó por las torrentosas aguas del Salto Aponguao en la Gran Sabana.
Además de estos rasgos fundamentales que ha de tener todo buen pastor en la Iglesia de Cristo, el Papa Francisco, en el Mensaje de este año para la celebración de la Jornada Mundial de las vocaciones, añade uno más: el de ser pastores con mística misionera, “en éxodo”, que se olvidan de sí mismos y, como María, abandonan sus propios planes para ponerse incondicionalmente a la disposición del cumplimiento de los designios salvadores de Dios (Cf. Mensaje de Francisco para la Jornada Mundial de las Vocaciones 2015).
Seguir a Cristo Jesús es una locura que solo el amor hace posible (Cf Benedicto XVI, Carta enc. Deus caritas est, 6). Solo un amor como el de Cristo logra que nuestra vida en vez de girar en torno a nuestros intereses egoístas gire en torno a Jesús y al bien del prójimo. Solo la fuerza movilizadora de la vida misionera de Jesús  nos cura de nuestras parálisis, nos pone en movimiento, nos lleva hacia los que nos necesitan; nos abre los ojos para no errar el camino.  
Esta  actitud ha de marcar el estilo de nuestra existencia no por ratos o por sacudones emotivos sino durante toda la vida. Solo la persistencia en el bien obrar revoluciona el mundo. Acordémonos además que nuestro servicio no se queda encerrado en los círculos eclesiales. Cristo Jesús nos envía para ser luz del mundo, sal de la tierra y fermentos de la masa (cf Mt 5,13-16; 13, 33). “La vocación cristiana, dice Francisco, radicada en la contemplación del corazón del Padre, lleva al mismo tiempo al compromiso solidario en favor de la liberación de los hermanos, sobre todo de los más pobres. El discípulo de Jesús tiene el corazón abierto a su horizonte sin límites, y su intimidad con el Señor nunca es una fuga de la vida y del mundo, sino que, al contrario, «esencialmente se configura como comunión misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 23).
Hermanos y hermanas, estos son los pastores que necesita nuestra Iglesia en Maracaibo y en toda Venezuela. No pidamos tanto cantidad sino calidad. Ya Gregorio Magno se quejaba en su tiempo de tener tanto cura y tan pocos verdaderos operarios de la viña del Señor. Un puñado de ministros santos transforma el mundo; un ejército de pastores mediocres entorpece.

+ Ubaldo R Santana Sequera, Maracaibo 26 de abril de 2015

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