domingo, 10 de septiembre de 2017

DOMINGO XXIII ORDINARIO-A - HOMILIA - CUATRO PASOS PARA RECONSTRUIR LA UNIDAD PERDIDA

DOMINGO XXIII ORDINARIO-A. HOMILIA
CUATRO PASOS PARA RECONSTRUIR LA UNIDAD PERDIDA.

Amados hermanos y hermanas,

Mateo organiza su evangelio en torno a cinco grandes discursos de Jesus que recuerdan el Pentateuco, los cinco libros fundamentales del Antiguo Testamento que trasmiten la Ley de Moises.  El evangelista se propone presentar a Jesus como el nuevo Moises que entrega al nuevo pueblo de Dios, compuesto por judios y paganos, la nueva ley fundamental. El texto que acabamos de escuchar esta tomado de cuarto discurso, conocido como el discurso de la comunidad. Contiene normas y orientaciones para la buena organizacion de las comunidades cristianas. Uno de esos puntos fundamentales, para mantener cohesionada la comunidad, se encuentra enunciado en un versiculo inmediatamente anterior al texto de este evangelio y que dice asi: “El Padre del cielo no quiere que se pierda ni uno de los pequeños” (18,14).

Lo primero que temenos que desterrar en una vida comunitaria es la indiferencia hacia la vida del hermano. El otro me importa. Nosotros somos mas bien propensos a aplicar otro principio opuesto: cada uno es dueño de su vida y hace con ella lo que le da la gana y yo no tengo que meterme en ella. Las sociedades neoliberales centradas en el placer, la comodidad y el consumo, tienden a encerrarse dentro de si mismas y a evitar que elementos extraños, como podrian ser los inmigrantes, refugiados o desplazados, pongan en peligro el nivel de vida que han alcanzado. No estan preparadas para acoger a los pobres, a los extranjeros o las victimas de las guerras o desastres naturales.  Si echamos una mirada al mundo, no es muy dificil llegar a la comprobacion de que estamos muy lejos de ponernos en marcha hacia la constitucion de comunidades humanas mas inclusivas.

La conducta de Jesus choco precisamente con la organizacion religiosa judia de su tiempo basada en una rigida aplicacion de la norma religiosa llamada de la pureza legal, por medio de la cual dejaban fuera a los niños, a las mujeres, a los publicanos y a los enfermos. El Señor rompe con esa rigida estructura y realiza curaciones el dia sabado, toca los leprosos, trata con las mujeres. Invita a los suyos a seguir su ejemplo y a darle prioridad a la acogida de los debiles, a tratar con cariño a los niños y incluir a las mujeres en el grupo de los discipulos. Estas posturas controversiales las justifica con la afirmacion del profeta Oseas: “Quiero Misericordia y no sacrificios” (Os 6,14) Y otra de su propia inspiracion: “No tienen necesidad del medico los sanos sino los enfermos…No vine a llamar a justos sino a pecadores” (Mt 9,13). Las comunidades conformadas por sus seguidores deben seguir la forma de actuar del padre en la parabola del hijo prodigo. Debe dolerle la suerte del hermano que se haya alejado del redil y procurar que vuelva a el.

Es evidente que no podemos andar de entrometidos queriendo arreglar la vida de todos los que nos rodean. Nos volveriamos unos grandes inquisidores y caeriamos en la vanidosa pretension de querer sacarle la paja del ojo del vecino sin reparar en la viga que llevamos en el nuestro. Aqui se trata de otra cosa. Se trata de la vida de los integrantes de una misma comunidad. San Mateo nos habla de su comunidad cristiana de los años 80-90 D.C. Pero es valido tambien para nuestras comunidades del siglo XXI. Lo podemos aplicar a nuestras comunidades parroquiales o familiares. Se supone que si formamos parte de ellas es porque hemos decidido regirnos por la forma de vida fraternal que vivio Jesus con los apostoles.

Pero estamos tambien muy conscientes de que todos somos personas fragiles, vulnerables, pecadoras y que, en algun momento, fallamos y actuamos de forma contraria a nuestro ideal cristiano. Como debemos comportarnos entonces los unos con los otros en esos momentos? El evangelio de hoy nos lo explica. Primero que todo, tener claro que somos hermanos. Ese es el estatuto identitario de todo miembro de una comunidad cristiana. Y por consiguiente nos toca hacer todo lo posible para corregirlo y ayudarlo a reencontrar su camino. El evangelio nos señala cuatro pasos.

Primero hay que hablar directamente, a solas, con el hermano descarriado. Nada de chismorreos ni murmuraciones sobre su conducta que no aportan ninguna solucion al problema. Lo que se impone es acercarse a el, escucharlo, aconsejarlo, corregirlo con sencillez, colocandose a su Altura, despojandose de toda actitud prepotente. Si no te escucha, el segundo paso es convocar a dos o tres de la misma comunidad para hacerle ver en pequeño grupo y en presencia de testigos, su actuacion equivocada. Si aun asi se muestra reticente a enmendarse, es cuando se acude y no antes, a considerar su caso en la comunidad. Si tampoco esa instancia es efectiva, solo entonces, se le hace saber que con su conducta esta dando a entender que no quiere seguir dentro de su comunidad y que el mismo se esta auto excluyendo.

Pero todo no termna alli. El evangelio de hoy nos dice que cuando hemos agotado esas tres formas de impedir que un hermano se extravie o se pierda., aun queda por dar un cuarto paso. Porque el que ese hermano quede separado de su comunidad visible no significa que quede separado de Dios. Nosotros no podemos violentar su libertad y si el quiere permanecer en su error hay que dejarlo; pero lo que es imposible para los hombres no lo es para Dios. Por eso, nos queda el cuarto paso: el de congregarnos para orar juntos por el. Esta oracion Jesus la comparte con nosotros y se vuelve un orante mas con los que suplican al Padre el retorno del hermano rebelde.

Martin Luther King decia que los hombres hemos aprendido a nadar como los peces y a volar como los pajaros, hemos abierto el camino hacia el espacio sideral, pero no hemos aprendido el sencillo arte de convivir como hermanos.  Los cristianos estamos llamados a ser, como nos lo dice con meridiana claridad el profeta Ezequiel,  los centinelas de la esperanza, que avizoran con su conducta la posibilidad de esa convivencia. Nuestra razon de ser en este mundo es la de hacer ver que la convivencia entre humanos y la fraternidad son posibles. Mas aun la unica via necesaria para que la humanidad tenga futuro. Al señalarnos los pasos Jesus nos da a entender que toda convivencia sana y estable necesita de personas capaces de resolver conflictos; que se trata de un proceso lento que se ejerce a traves de diversas modalidades: la correccion fraternal oportuna y pedagogica, el perdon dado y recibido, el dialogo en la verdad y  la reconciliacion que lleva a la reconstruccion de la unidad deseada y orada. Que esa reconstruccion necesita del empeño y del interes de todos.

Si aprendemos este camino y lo aplicamos en las micro relaciones de la vida diaria seremos capaces de ejercerlo en dimensiones mayores y en asuntos de mayor trascendencia. Dios nos ha dotado del poder de recomponer, de sanar, de reconciliar.  Todo lo que hagamos en este sentido en esta tierra, Dios lo ratifica con alegria alla en su presencia y aqui en la tierra con la presencia de su Hijo Jesus.

Estando, hace pocos dias, en el aeropuerto de Toronto, esperando la conexion para Calgary se me acerco un señor y despues de cerciorarse que era un ministro catolico, me mostro una fotografia en su celular. Era una radiografia del torax, con la imagen de un Jesus crucificado en el centro. Y me hizo el siguiente comentario: “Que bella manera de mostrar que llevamos a Jesus dentro de nosotros!”. Evidentemente aquello no era mas que un hermoso  y eloquente montaje. Pero la realidad supera la ficcion.  Eso se hace realidad en esta eucaristia donde se cumple su promesa: “Donde dos o tres estan reunidos en mi nombre para orar alli estoy yo en medio de ellos” Y se hace tambien realidad en la vida diaria cuando llevamos a cabo la hermosa y decisiva mision de construir el pedazo de sueño de fraternidad y convivencia que nos corresponde.

Calgary, Parroquia del Santo Espiritu, 10 de septiembre de 2017


+Ubaldo R Santana Sequera fmi
Arzobispo de Maracaibo

1 comentario:

  1. Buenos días, Padre:
    Le escribo desde España con una petición importante.
    Una de mis mejores amigas se casa el próximo 14 de octubre aquí en España, su futuro marido es español pero nacido en Venezuela.
    Como bien sabrá para que la parroquia pueda realizar los trámites se requiere la partida de bautizo de ambos. El caso es que hace meses que solicitaron la partida de él a Venezuela pero no consiguen que se la envíen.
    Se casan apenas dentro de 1 mes y están muy preocupados.

    El registro de Madrid no encuentra la documentación, el consulado tampoco y desde Venezuela nadie responde.

    ¿Podría indicarnos qué hacer?

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