domingo, 6 de mayo de 2018

SEXTO DOMINGO DE PASCUA CICLO B 2018 JESUCRISTO Y LA BOMBA A

SEXTO DOMINGO DE PASCUA CICLO B 2018
JESUCRISTO Y LA BOMBA A

Muy amados hermanos,

El pasaje evangélico de hoy es continuación del texto proclamado el domingo pasado. Siguen resonando algunas palabras claves ya meditadas, permanecer, dar fruto, ser discípulos, pero ahora emerge con fuerte insistencia, repercutida a su vez en la segunda lectura, la revelación del amor entre el Padre y el Hijo, entre el Hijo y sus discípulos, entre los mismos discípulos de Jesús y entre los discípulos y el resto de la humanidad.

Jesús había anunciado al inicio del capítulo 13, que había llegado la hora del retorno definitivo de la humanidad a su redil original, la casa del Padre.  Como único y verdadero Gran Pastor, él va a ir delante para indicarles la ruta. En el largo coloquio, después de la cena eucarística, del cual estamos leyendo una parte en el evangelio de hoy, les va a indicar cuáles son las posturas claves que él va a asumir para unir ese rebaño y conducirlo de nuevo al paraíso perdido (Cf. Jn 14,6).

Será una obra de amor extremo (13,1); un servicio hecho con la humildad y sencillez con la que un esclavo lava los pies de los huéspedes de su amo (vv2-17). Será una entrega amorosa de su vida, hecha con libertad y alegría (15,13). La realizaría en estrecha e íntima unión con su Padre, para cumplir su voluntad y realizar plenamente su designio de salvación (14,8-11;15,9-11). Esas mismas posturas y actitudes claves han de ser asumidas por los que estén dispuestos a trabajar con él en la unificación del género humano (13,16).  

Sus discípulos han de ser personas dispuestas a servirse los unos a los otros, a lavarse los pies, con sencillez y humildad, abandonando toda pretensión de superioridad, de privilegios y de búsqueda de honores. Han sido elegidos por él para reunir a la humanidad en un solo rebaño. Para ello necesitan comprometerse en cumplir el mandamiento del amor mutuo que él les va a dejar como identificativo: “Ámense unos a otros como yo los he amado. Todos reconocerán en ello que son mis discípulos” (Jn 13,34).

El amor mutuo no es un mandato solo para sus discípulos. Es el único camino de salvación que tiene la humanidad. Para eso lo envió su Padre a este mundo y se hizo uno de nosotros (Cf Jn 1,14 y 3,16). Bien claro lo dijo el apóstol Pedro en una de sus comparecencias ante el Senado judío: “En ningún otro hay salvación, y en todo el mundo no se le ha dado a la humanidad otro Nombre por el cual podamos salvarnos” (Hech. 4,13). En la primera lectura se nos narra la elección de Pedro para entrar en la casa de un pagano y anunciarle el evangelio a su familia. La gran y única razón de ser del cristianismo y del cristiano en este mundo, es esa: anunciar y hacer presente el amor de Dios por la humanidad manifestado en su Hijo Jesús en todas las casas de la civilización humana.

Cristo Jesús nos habilita para esa misión derramando en nuestros corazones ese amor por medio del don del Espíritu Santo (Rm 5,5). Solo con ese amor de Cristo dentro de nosotros podremos transformar nuestras relaciones humanas en relaciones de amistad fraterna. Sin ese amor, la humanidad sencillamente permanecerá inacabada, por más evoluciones y revoluciones que produzca el ingenio humano.
Así se lo hacía entender el gran científico Albert Einstein en una carta al final ya de su vida a su hija Lieserl, a quien absorto como estaba en sus grandes descubrimientos y trabajos científicos, le había dedicado muy poca atención y cariño a lo largo de la vida. Vale la pena transcribirla:
“Cuando propuse la teoría de la relatividad, muy pocos me entendieron, y lo que te revelaré ahora para que lo transmitas a la humanidad también chocará con la incomprensión y los perjuicios del mundo. Te pido, aun así, que la custodies todo el tiempo que sea necesario, años, décadas, hasta que la sociedad haya avanzado lo suficiente para acoger lo que te explico a continuación. Hay una fuerza extremadamente poderosa para la que hasta ahora la ciencia no ha encontrado una explicación formal.
Es una fuerza que incluye y gobierna a todas las otras, y que incluso está detrás de cualquier fenómeno que opera en el universo y aún no haya sido identificado por nosotros. Esta fuerza universal es el AMOR. Cuando los científicos buscaban una teoría unificada del universo olvidaron la más invisible y poderosa de las fuerzas. El Amor es Luz, dado que ilumina a quien lo da y lo recibe. El Amor es gravedad, porque hace que unas personas se sientan atraídas por otras. El Amor es potencia, porque multiplica lo mejor que tenemos, y permite que la humanidad no se extinga en su ciego egoísmo. El amor revela y desvela. Por amor se vive y se muere. El Amor es Dios, y Dios es Amor.
Esta fuerza lo explica todo y da sentido en mayúsculas a la vida. Ésta es la variable que hemos obviado durante demasiado tiempo, tal vez porque el amor nos da miedo, ya que es la única energía del universo que el ser humano no ha aprendido a manejar a su antojo. Para dar visibilidad al amor, he hecho una simple sustitución en mi ecuación más célebre. Si en lugar de E= mc2 , (su famosa ecuación de la teoría de la relatividad), aceptamos que la energía para sanar el mundo puede obtenerse a través del amor multiplicado por la velocidad de la luz al cuadrado, llegaremos a la conclusión de que el amor es la fuerza más poderosa que existe, porque no tiene límites.
Tras el fracaso de la humanidad en el uso y control de las otras fuerzas del universo, que se han vuelto contra nosotros, es urgente que nos alimentemos de otra clase de energía. Si queremos que nuestra especie sobreviva, si nos proponemos encontrar un sentido a la vida, si queremos salvar el mundo y cada ser siente que en él habita, el amor es la única y la última respuesta. Quizás aún no estemos preparados para fabricar una bomba de amor, un artefacto lo bastante potente para destruir todo el odio, el egoísmo y la avaricia que asolan el planeta. Sin embargo, cada individuo lleva en su interior un pequeño pero poderoso generador de amor cuya energía espera ser liberada. Cuando aprendamos a dar y recibir esta energía universal, querida Lieserl, comprobaremos que el amor todo lo vence, todo lo trasciende y todo lo puede, porque el amor es la quinta esencia de la vida.
Lamento profundamente no haberte sabido expresar lo que alberga mi corazón, que ha latido silenciosamente por ti toda mi vida. Tal vez sea demasiado tarde para pedir perdón, pero como el tiempo es relativo, necesito decirte que te quiero y que gracias a ti, ¡he llegado a la última respuesta!”. Tu padre: Albert Einstein”
El verdadero poder humano que todo lo transforma no está por consiguiente en las armas, o en el dinero, o en la información, o en la ciencia. Está en el poder de servirnos los unos a los otros como hermanos y amarnos incondicionalmente, tal como Jesús nos lo ha enseñado. “Él es quien nos revela que Dios es amor (1 Jn 4,8), a la vez que nos enseña que la ley fundamental de la perfección humana y, por tanto, de la transformación del mundo, es el mandamiento nuevo del amor. Así pues, a los que creen en la caridad divina les da la certeza de que abrir a todos los hombres los caminos del amor y esforzarse por instaurar la fraternidad universal no son cosas inútiles.” (Documento conciliar Alegría y Esperanza-GS- No 38.

Aceptemos, hermanos este don que Jesús nos quiere hacer. Él es el que invita. El quien elige a los suyos. Él quiere compartir su misión con nosotros. No dudemos en hacerla nuestra. Si alguna bomba hay que hacer explotar en este mundo, corroído por el odio, la violencia, las desigualdades y la injusticia social, no son los artefactos que los terroristas se colocan en sus cuerpos sino la bomba A. La bomba del amor de Dios manifestado en Cristo, la bomba del amor mutuo. Está en nuestras manos. La llevamos dentro de nosotros. Hagámosla explotar en el corazón de la vida.

Maracaibo, 6 de mayo de 2018

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo




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