domingo, 10 de diciembre de 2017

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO 2017 - HOMILÍA - ABRAMOS CAMINO A LA ESPERANZA QUE CRISTO JESÚS NOS HA TRAÍDO

DOMINGO SEGUNDO DE ADVIENTO 2017
HOMILÍA
ABRAMOS CAMINO A LA ESPERANZA QUE CRISTO JESÚS NOS HA TRAÍDO

Queridos hermanos,
El adviento nos pone, llenos de alegría y esperanza, en marcha hacia el encuentro con Jesús el Hijo de Dios en el misterio de su nacimiento en Belén y en su glorioso retorno al final de los tiempos. Hacemos este camino acompañados por el evangelio de S. Marcos y varios testigos del Antiguo y del Nuevo testamento.
Recordemos que este evangelio fue el primero en circular entre las comunidades cristianas de finales del siglo I. En ese momento los seguidores de Jesús enfrentaban grandes dificultades externas e internas. Después de la destrucción del templo en el año 70 DC, se fue intensificando la confrontación con el imperio romano y con la comunidad judía reorganizada en torno a los escribas y fariseos. 
El acoso romano sembraba el miedo en estos recién convertidos. Las comunidades judías terminaron expulsando a los cristianos de las sinagogas. Existían además los discípulos de Juan que lo presentaban como el verdadero Mesías. Ante tantos ataques y dudas, el evangelio de Marcos apareció para responder a las preguntas más acuciantes: ¿Quién en Jesús? ¿Quién es Juan el Bautista? ¿Qué camino deben de seguir los seguidores de Jesús? ¿Cómo comportarse antes tantos acosos?
El evangelio de S. Marcos responde a todas estas preguntas. Hoy leemos el inicio de este texto. Y desde el principio, Marcos trae un anuncio que va llenar a todos de alegría y esperanza, que los va a animar a mantenerse unidos, como discípulos de Jesús, y a afrontar todas las dificultades que se presenten. Y ese anuncio es: Jesús es el evangelio, la buena noticia de Dios porque a él, su Hijo amado, Dios lo constituyó Mesías (que es lo mismo que Cristo), para que llevar a cabo su plan de salvación de la humanidad. Esta afirmación fundamental será el contenido de toda su obra. De hecho, concluye su evangelio con esa misma afirmación, hecha al pie de la cruz por el oficial romano encargado de su ejecución: “Realmente este hombre era Hijo de Dios” (15,39).
Jesús es el Hijo de Dios. En él se cumplen todas las profecías del antiguo testamento que Juan el Bautista, voz que clama en el desierto, recoge, como último de los profetas. Juan no es sino el precursor, el nuevo Elías, vestido como él, que viene a preparar un pueblo bien dispuesto para que reciban a Dios. Se cumplen las promesas anunciadas por Isaías y Malaquías. Su misión es exhortar al arrepentimiento de los pecados ante la inminente presencia pública del Mesías. Juan sabe que él es un abridor de caminos y que ante el Ungido de Dios él no es digno ni siquiera de desatarle las sandalias, función reservada a los esclavos. 
Nosotros también vivimos un tiempo de grandes dificultades y confusiones. Por todas partes surgen conflictos, enfrentamientos y guerras fratricidas que ponen en peligro el destino de la humanidad entera. Y nos preguntamos ¿hay esperanza para un futuro mejor? ¿qué rol nos toca jugar a nosotros los cristianos en medio de tantas tribulaciones? ¿Cómo llevar adelante el testimonio de Jesús como Hijo de Dios hecho hombre y salvador de la humanidad? También nosotros podemos por consiguiente encontrar en la lectura de este evangelio repuestas a nuestros grandes interrogantes y la luz y la fuerza que necesitamos para actuar.
Juan vino en un momento álgido de la historia a hacer oír su voz, a abrir caminos. Recoge en su predicación la inmensa corriente de profetas que fueron sembrando también esperanza y ánimo en diversas épocas de la historia del pueblo de Israel. Nosotros hoy también estamos llamados a hacer oír el evangelio de Cristo buena nueva para todos los pueblos. Estamos llamados, por nuestro mismo bautismo, a abrir caminos para que los hombres de hoy puedan también salir al encuentro de Jesús y encontrar en él la respuesta que necesitan. No nos quedemos callados. Trabajemos activamente para que la esperanza no se apague, para que a los desanimados y desesperados les llegue también esta buena noticia salvadora.
Hoy es el día internacional de los Derechos Humanos. Este código de convivencia humana fue asumido por todas las naciones, en 1948, al finalizar las dos grandes guerras mundiales que azotaron el siglo XX y causaron millones de víctimas. Sin duda se han hecho grandes progresos sobre todo en defensa de la niñez y de la mujer, de los pueblos indígenas, de la supresión de la esclavitud, de la contaminación del medio ambiente. Causa alegría por ejemplo como se ha consolidado en América Latina el proyecto llamado Red Pan amazónica (REPAM), auspiciado por la Iglesia de Brasil y el Consejo episcopal latinoamericano y que ha encontrado un fuerte apoyo en la encíclica “Laudato Si” del Papa Francisco y la convocatoria de un Sínodo universal sobre la Amazonía.
Pero aún quedan muchos valles de indiferencia y olvido que rellenar, muchas colinas de prepotencia y orgullo que rebajar, muchos senderos torcidos de intereses particulares y corrupción que enderezar, muchos pedruscos en el camino que hay que quitar para se abra más amplia la ruta que conduce a la paz universal. Quedan muchos desiertos de deshumanización que hacer florecer con la buena noticia que Dios nos ha enviado con la presencia de su Hijo, nuestro Señor y Salvador.
Ponernos a trabajar en esta cantera es la mejor manera de preparar la Navidad y nuestro encuentro definitivo con el Señor en la Parusía. Como nos exhorta hoy S. Pedro en la segunda lectura nosotros hoy viviendo activamente nuestra condición cristiana, ya hacemos realidad desde esta tierra los cielos nuevos y la tierra nueva que sea morada para una humanidad renovada en el amor.
Hagámosle eco a Isaías, a Malaquías, a Juan el Bautista: alcemos nuestra voz anunciemos a gritos que con Cristo se acabó la servidumbre, llegó la libertad y resplandeció la verdad. Dediquemos nuestra vida personal, familiar y comunitaria a preparar caminos para un mundo mejor, lleno de paz y de fraternidad, de misericordia y bondad. ¡Aparecerá entonces la gloria del Señor! y ¡no solamente la cantarán los ángeles en el cielo sino también los coros de los humanos que habremos aprendido a ser hermanos! Amén
Maracaibo 10 de diciembre de 2017

+Ubaldo R Santana Sequera FMI

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