sábado, 2 de enero de 2016

La apertura de la Puerta Santa...

Buenos días, hermanos, espero que se haya abierto abierto de par en par para todos ustedes y sus familias la "ianua" (de allí viene ianuarius, enero) del 2016 y que hayan franqueado el umbral del nuevo año corde magno et animo volenti, deseosos de sumergirse en las fuentes de la misericordia, comparto con ustedes este material recopilado por el P. Nedwrad Andrade sobre la puerta santa. Dios los bendiga
La apertura de la Puerta santa
La tradición
Según la descripción hecha en el año 1450 por Giovanni Rucellai de Viterbo, fue el Papa Martin V, en 1423, quien abrió, por primera vez en la historia de los años jubilares, la Puerta santa en la basílica de San Juan de Letrán. En ese tiempo los jubileos se celebraban cada 33 años. En la basílica vaticana la apertura de la Puerta santa está atestiguada por primera vez en la Navidad de 1499. En esa ocasión, el Papa Alejandro Vl quiso que la Puerta santa fuera abierta no solamente en San Juan de Letrán, sino también en las demás basílicas mayores de Roma: San Pedro, Santa Maria la Mayor y San Pablo extramuros.
Una puerta pequeña, probablemente de servicio, que se encontraba en la parte izquierda de la fachada de la basílica de San Pedro, fue ensanchada y transformada entonces en Puerta santa, precisamente en el lugar en que se encuentra aún hoy. Eso implicó la destrucción de una capilla adornada con mosaicos, que se encontraba dentro de la basílica y había sido dedicada por el Papa Juan Vll a la Madre de Dios.
Alejandro Vl, además, quiso que quedaran bien definidas las normas del ceremonial del Año santo, aún no precisadas por sus predecesores, y en particular los ritos de apertura y clausura de la Puerta santa. Ese Papa encargó la elaboración de los ritos al famoso Johannes Burckard, maestro de las ceremonias pontificias, originario de Estrasburgo y obispo de las diócesis reunidas de Civita Castellana y Orle. La Puerta santa del año jubilar de 1500 fue abierta la noche de Navidad de 1499 y fue cerrada en la solemnidad de la Epifania de 1501. El Ritual preparado por Burckard y aprobado por el Papa, salvo algunos retoques introducidos en 1525 por el maestro Biagio de Cesena, fue seguido sustancialmente en todos los jubileos posteriores.
Elementos característicos
Desde el jubileo de 1500 hasta el de 1950 los ritos relativos a la Puerta santa permanecieron casi idénticos. Esos ritos se caracterizaban por algunos elementos particulares.
El muro
Desde 1500 hasta 1975 la Puerta santa de las cuatro basílicas romanas estaba cerrada en el exterior por un muro y no por una puerta. Por tanto, en el momento de la apertura no se abrían las hojas de una puerta, sino que se derribaba un muro: el Papa tiraba una parte y los albañiles completaban el trabajo de demolición. Sigue vivo aún el recuerdo y la aprensión causada por los escombros que cayeron a pocos centimetros del Papa Pablo VI cuando abrió la Puerta santa en la noche de Navidad de 1974.
El martillo
El Papa, ya en la Navidad de 1499, usó el martillo para golpear tres veces contra el muro que cerraba la Puerta santa. Al inicio se usaba el martillo de los albañiles y los golpes que daba el Papa no eran simbólicos. Pero casi inmediatamente el martillo se convirtió en un objeto artístico y precioso. En 1525 el martillo usado era de oro; en 1575, de plata dorada con mango de ébano.
La paleta
El Papa usaba la paleta en el rito de clausura. Este uso está atestiguado desde la Navidad de 1525. El último Papa que la utilizó fue Pio Xll en el rito de clausura del Año santo de 1950.
Los ladrillos
Hay testimonios del uso de los ladrillos en el rito de clausura de la Puerta santa ya desde el siglo XV. El cronista del jubileo de 1423 escribe que "es tan grande la devoción de las personas por los ladrillos y escombros, que apenas es derribada la puerta, se lanzan con ímpetu a recogerlos y llevárselos como si fueran reliquias sagradas» (L. Bargellini, L'Anno Santo, 66). El rito de clausura de la puerta redactado por Burckard para la Epifania de 1501 prevé que dos cardenales pongan en el muro dos ladrillitos: uno de oro y uno de plata.
Las monedas
También el uso de incluir algunas monedas en el muro de la Puerta santa se halla atestiguado desde el jubileo de 1500. Al inicio, las monedas simplemente se insertaban en la mezcla. A partir de 1575 se ponían dentro de un cofre metálico. Esta costumbre sigue vigente aún.
El agua bendita
El uso del agua bendita ya estaba previsto en el Ritual de 1525 para bendecir las piedras y los ladrillos que sirven para la clausura de la Puerta santa.
Sucesivamente se introdujo su uso también para la apertura de la Puerta: los penitenciarios, después de derribar el muro, pasan paños mojados con agua bendita tanto por el dintel como por el umbral. Ese rito estuvo en vigor hasta el anterior Año santo.
La puerta de madera
En el exterior de la basílica la Puerta santa se hallaba clausurada por un muro, mientras que en su interior el muro estaba cubierto por una sencilla puerta de madera. Esa puerta se quitaba antes de derribar el muro y se volvía a poner inmediatamente después, puesto que servia como protección por la noche, cuando no se permitía la visita de peregrinos. Las puertas de madera, sencillas, sin adornos, que hoy cierran las Puertas santas de las basílicas de San Juan de Letrán, Santa Maria la Mayor y San Pablo extramuros, eran las antiguas puertas que hasta el jubileo de 1975 se encontraban ante la Puerta santa dentro de la basílica.
En cambio, en la basílica de San Pedro la última puerta de madera, inaugurada por el Sumo Pontífice Benedicto XIV en 1748, fue sustituida, el 24 de diciembre de 1949, por una puerta de bronce bendecida por el Papa Pio Xll inmediatamente después de la apertura de la Puerta santa.
La "Recognitio"
Según la tradición, la apertura de la Puerta santa se prepara mediante el rito de la "Recognitio", que tiene como finalidad hacer que resulte fácil al Papa abrir la Puerta santa. En ese rito, en medio de varios momentos de oración, se quita el muro de ladrillos que cierra la Puerta santa en el interior de la basílica, sacando el cofre que se halla allí encerrado desde el anterior jubileo. Ese rito, presidido por el maestro de las celebraciones litúrgicas pontificias, se celebró el miércoles 15 de diciembre en la basílica de San Pedro; el jueves 16, en la de San Juan de Letrán; el viernes 17, en la de Santa Maria la Mayor; y el martes 21 en la de San Pablo extramuros. Después de la "Recognitio" el maestro de las ceremonias litúrgicas pontificias presentó al Santo Padre el contenido de los cofres.
El cambio de 1975
En la Navidad de 1975 se modificó el rito de clausura de la Puerta santa. El Papa no usó ya la paleta ni los ladrillos, sino que simplemente cerró las hojas de la puerta de bronce de 1950. Y, el pasado 24 de diciembre, Juan Pablo II ya no usó el martillo, pues no habia que derribar un muro: solamente empujó la puerta para que se abriera.
Con estos cambios, la atención, que antes se centraba en el muro, se desvió hacia la Puerta santa, la cual se enriqueció con el profundo sentido bíblico, teológico, litúrgico y pastoral que tiene la puerta en la historia de la salvación y en la historia de la Iglesia convirtiéndose así en uno de los signos fuertes del jubileo, como destacó el Papa en la carta apostólica Tertio millennio adveniente (n. 33).
Los aspectos peculiares del rito
Los elementos del antiguo ritual que han caído en desuso han sido sustituidos por otros que expresan mejor el significado bíblico y litúrgico de la Puerta santa. Esos elementos, además, ponen de relieve algunos aspectos peculiares que, como señala la carta apostólica, han caracterizado estos últimos años la preparación de toda la Iglesia para el jubileo:
La celebración se articula en cinco momentos:

1.    La statio (estación) en una iglesia u otro lugar apropiado;
2.    El camino procesional;
3.    La apertura de la Puerta de la Misericordia y el ingreso a la Catedral;
4.    El recuerdo del Bautismo;
5.    La celebración de la Eucaristía.

La statio (estación)
Para la iglesia estacional que se elija debe ser significativa y amplia para los ritos de introducción, no debe estar muy lejos de la catedral ni muy cerca, para poder realizar una verdadera procesión.
Los momentos constitutivos de la statio (estación) son: el saludo y la monición inicial, la proclamación del evangelio, la lectura de la parte inicial de la Bula Misericordiae Vultus.

La procesión
La procesión tiene como sentido ser signo de la peregrinación, “es un signo peculiar en el Año Santo, porque es imagen del camino que cada persona realiza en su existencia” (MV 14). Recuerda el hecho que “también la misericordia es una meta por alcanzar y que requiere compromiso y sacrificio” (MV 14).
Para la procesión está indicado el Salmo 86 que canta los sentimientos de confianza y total abandono en Dios, y la esperanza de su intervención salvífica, el Salmo 25, es un himno que canta la bondad de Dios en la cual el orante confía y espera su serenidad y paz. Por su antigua y polivalente función procesional, el canto de las Letanías de los Santos es particularmente adaptado a esta circunstancia.
En la procesión de ese día tiene gran relevancia el Evangeliario: que llevado al frente por el diácono, es un signo de Cristo que camina con su pueblo, y de su Palabra, que es luz y guía para sus discípulos.
La apertura de la Puerta de la Misericordia y el ingreso a la catedral
El ingreso a la catedral es un símbolo cristológico (cfr. Jn 10,7.9), Él es la Puerta de la Misericordia, recuerdo constante de la índole de este Jubileo extraordinario. Con las palabras del Salmo 118 el Obispo invoca la apertura de la Puerta que nos recuerda la puerta del corazón misericordioso de Dios, abierta en el costado de Cristo en la cruz (cfr. Jn 19,34). Él es la puerta que nos conduce a la salvación, como se canta en la antífona inspirada en Jn 10,9. La entrada debe ser solemnizada:
Ornamentando la puerta con ramos frondosos, o con elementos festivos propios de la cultura local, y si es el caso con elementos cristológicos;se debe valorar la parada en la puerta: primero para cruzarla, el Obispo se detiene en las estaciones procesionales; al detenerse ante la puerta para abrirla se muestra solemnemente el Evangeliario, que contiene las palabras de misericordia, primero hacia el exterior a aquellos que han peregrinado, y luego al interior de la catedral con el canto de la antífona: “Yo soy la puerta”.
Una vez terminada la parada en la puerta, el Obispo con el Evangeliario, los concelebrantes y ministros, se dirigen procesionalmente al altar; los fieles se dirigen a sus lugares. Durante la entrada se canta la antífona de entrada del tercer domingo de adviento u otro canto adecuado al adviento.

Memoria del bautismo
La Puerta de ingreso a la comunidad de la Iglesia es el sacramento del Bautismo. El rito de bendición y aspersión del agua constituye el recuerdo vivo de este acontecimiento. El Bautismo de hecho es “primer sacramento de la nueva Alianza. Por él los hombres, adhiriéndose a Cristo por la fe y recibiendo el espíritu de hijos adoptivos (cfr. Rm 8,15), se llaman y son hijos de Dios (cfr. 1Jn 3,1; Jn 1,12; Rm 9,8); unidos a Cristo en una muerte y resurrección como la suya (cfr. Rm 6,5), forman con él un mismo cuerpo (cfr. Ef 5,30; 1Co 12,27; Rm 12,5); ungidos con la efusión del Espíritu, se convierten en templo santo de Dios (cfr. 1Co 3,16-17; 6,19; 2Co 6,16; Ef 2,21-22) y miembros de la Iglesia, en ¬«una raza elegida, un sacerdocio real, una nación consagrada, un pueblo adquirido por Dios» (1Pe 2,9)”. (Bendicional 933)

La celebración de la eucaristía

La celebración de la eucaristía, ¬«como acción de Cristo y del pueblo de Dios ordenado jerárquicamente, es el centro de toda la vida cristiana para la Iglesia, tanto universal, como local, y para cada uno de los fieles. Pues en ella se tiene la cumbre, tanto de la acción por la cual Dios, en Cristo, santifica al mundo, como la del culto que los hombres tributan al Padre, adorándolo por medio de Cristo, Hijo de Dios, en el Espíritu Santo.» (Instrucción general del Misal Romano 16). Por esta razón constituye el vértice de la celebración de la apertura del Jubileo. En él, el Padre en su misericordia viene al encuentro de todos aquellos que lo busquen con “sincero corazón”, ofreciendo continuamente a los hombres su alianza y pregustar la eternidad de su reino “y allí, junto con toda la creación, libre ya del pecado y de la muerte, te glorifiquemos por Cristo, Señor nuestro”. (Plegaria Eucarística IV)

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