lunes, 3 de agosto de 2015

COMIERON TODOS Y SE SACIARON

COMIERON TODOS Y SE SACIARON

INVOCO EL ESPIRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo, ayúdanos a escrutar la Palabra de Dios, como  Jesús lo hizo con  los dos discípulos de Emaús. A medida que el Señor les fue explicando todo lo que le había sucedido en Jerusalén esos días, Tú les fuiste abriendo el entendimiento de las Escrituras y así descubrieron la presencia de Dios en los acontecimientos dolorosos de la pasión y muerte de Jesús de Nazaret. Iluminados por ti, entendieron que la cruz no era el final de toda su esperanza, sino fuente de vida y resurrección.

Rompe hoy, para nosotros también, los sellos del Libro sagrado, para que tengamos acceso a su verdadero sentido y su aplicación concreta en nuestras vidas, experimentemos cómo está presente la fuerza de la resurrección de Jesús en medio de nuestras tribulaciones y sufrimientos y demos testimonio de la Pasión y la Cruz como únicos caminos para llegar a la vida plena y a la construcción  de un mundo más justo y fraterno. Amén

LECTURA DEL SANTO EVANGELIO: Mt 14,13-21
Cuando Jesús se enteró (de la muerte de Juan el Bautista), se retiró de allí en una barca, a un lugar solitario. La multitud lo supo y lo siguió a pie desde las ciudades. Al desembarcar, Jesús vio una gran cantidad de gente, se compadeció de ella y sanó a sus enfermos.
Al atardecer, los discípulos se acercaron a Jesús y le dijeron: “Este es un lugar deshabitado y ya se ha hecho tarde. Despide a la gente, para que vaya a las aldeas y compre su propio alimento. Pero Jesús les dijo: “No necesitan ir, ¡denles ustedes de comer!”. Ellos le contestaron: “Solo tenemos cinco panes y dos pescados”. El les ordenó: “Tráiganlos aquí”. Y después de mandar que la gente se recostara sobre el pasto, Jesús tomó los cinco panes y los dos pescados, levantó la vista al cielo, pronunció la bendición, partió los panes y los dio a los discípulos, y estos a la gente. Todos comieron hasta saciarse, y de lo que sobró recogieron doce cestas repletas. Los que comieron eran como unos cinco mil varones, sin contar mujeres ni niños.
PALABRA DEL SEÑOR
GLORIA A TI, SEÑOR JESÚS

(RE)LEO LA PALABRA DE DIOS DESDE EL CORAZÓN DE MARÍA (Cf Lc 2,51).

Ya tuvimos la oportunidad de leer el texto de la multiplicación de los panes en la versión de San Juan hace dos domingos. Ahora la Liturgia nos propone la versión de San Mateo. El evangelista lo narra en el contexto de la primera retirada de Jesús ante la muerte del Bautista, la hostilidad de Herodes y la creciente confrontación con los dirigentes religiosos y hasta con su misma familia.  Una gran multitud sigue a Jesús en su desplazamiento. El Señor siente una gran compasión por ella.
Es la segunda vez que Mateo reseña esta actitud de Jesús. La primera vez “sus entrañas se estremecieron”, dice Mateo, porque los vio “cansados y abandonados como ovejas sin pastor” y esta indefensión  y soledad lo llevó a sentir la necesidad de ayuda, a orar a su Padre, dueño de la cosecha  para que enviara trabajadores a recogerla (9, 36-38) e  instituir a los doce apóstoles y a enviarlos inmediatamente en misión (10,1-15). En esta nueva oportunidad, primero se va a dedicar a sanar muchos enfermos y seguidamente a procurarles comida en abundancia.
Los discípulos querían que Jesús despidiera a la gente para que se abastecieran de comida por su cuenta pero Jesús nunca se queda indiferente ante el sufrimiento de su gente y les dice que son ellos los que tienen que darle de comer con los cinco panes y los dos peces que llevan consigo, es decir con la comida prevista para ellos ese día. Que la compartan.
La bendición que Jesús pronuncia sobre los alimentos nos recuerda las palabras y gestos del Señor en la última cena cuando instituye la eucaristía (26,26). Y así como en aquella oportunidad les pedirá que renueven siempre ese gesto “en memoria  suya”, ahora les entrega los panes y los peces bendecidos a sus discípulos para que estos se lo den a la gente. Jesús quiere que sus discípulos hagan presente y prolonguen en el mundo  su compasión por los pobres y abandonados; que, como él, se entreguen de lleno como pan que alimente el mundo y este tenga vida en abundancia. Los pobres, gracias a los seguidores de Jesús,  han de tener acceso al pan de Dios, es decir a la fe, a la esperanza, al amor efectivo y concreto, hasta saciarse. Si así lo hacemos nunca faltará. Al contrario sobrarán cestas repletas.
ORO A PARTIR DE ESTA PALABRA
Me coloco dentro de la escena narrada. Me hago uno de los apóstoles, o una persona de la multitud, varón, mujer, joven, niño y revivo la escena de la multiplicación.
ME COMPROMETO
A ser hoy un multiplicador de la compasión de Jesús. Busco la manera de ser con mi vida y mi comportamiento un proveedor de la comida de la fe. No me dejaré poseer por el demonio del egoísmo o de la agresión mientras busco la comida para mis hijos hoy.
3-08-15/URSS

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