domingo, 17 de enero de 2021

SEGUNDO DOMINGO DEL T. O. B 2021 HOMILÍA

 


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DIÓCESIS DE CARORA

ADMINISTRADOR APOSTÓLICO SEDE VACANTE

SEGUNDO DOMINGO DEL T. O. B 2021

HOMILIA

Lecturas: Samuel 3, 3-10,19; Sal 39; 1 Co 6,13-15. 17-20; Jn 1, 35-42


Muy queridos hermanos y hermanas en Jesús el Señor,

El evangelio de hoy tiene un fuerte acento vocacional. Gracias al determinante testimonio de Juan el Bautista, dos de sus discípulos deciden separarse de él para ir en busca de Jesús. Y es tan intenso el impacto del encuentro de estos dos hombres con el Señor que los transforma en buscadores de nuevos discípulos para llevárselos a Jesús. El episodio está enmarcado dentro de una gran semana inaugural, con la que Jesús da inicio, a modo de una nueva creación, a la conformación del nuevo pueblo de Dios.

Este texto nos interpela a todos, mis hermanos, al principio de un año nuevo, cuando aún estamos inmersos en un gran mar de incertidumbres y aflicciones, causadas por el recrudecimiento de la pandemia y por acontecimientos internacionales y nacionales que oscurecen el horizonte y someten a prueba nuestra esperanza. 

El evangelio de hoy lo podemos llamar el evangelio de las miradas intensas. Las miradas marcan el ritmo de los testimonios, de los encuentros, de los profundos cambios que se producen en la vida de los protagonistas. Juan el Bautista posa su mirada en Jesús que pasa, descubre su identidad; es el cordero de Dios que quita el pecado del mundo, y así se los presenta a dos de sus discípulos que en ese momento están con él. Los dos discípulos se van tras Jesús. Él se voltea hacia ellos, los mira y entabla un diálogo con ambos. Entre preguntas y respuestas llegan hasta donde vive el Señor. Y a partir de ese momento se inicia para estos hombres un nuevo modo de relación entre Dios y los hombres que va a cambiar la vida de toda la humanidad. 

Queda claro para el evangelista que la vida discipular cristiana no es ante todo el aprendizaje de una doctrina, la asimilación de unos códigos morales, sino el resultado de un encuentro con la persona de Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre, con quien se traban estrechos, profundos y definitivos lazos de amistad y de convivencia. Cada uno de los capítulos del evangelio de Juan nos va a mostrar experiencias fascinantes y nos da a entender que nosotros también podemos vivirlas. Benedicto XVI, obispo emérito de Roma, inició su primera carta encíclica con estas luminosas palabras: “No se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida, y, con ello, una orientación decisiva” (DCE 1). 

Eso es exactamente lo que les sucedió ese día a Andrés y Juan. Se fueron con él, vieron dónde vivía y se quedaron con él ese día. Empezaron buscando y terminaron quedándose con él. Seguir a Jesús, estar con él, ir adonde él va, compartir su morada, es una experiencia fascinante. Sabemos cómo se inicia, pero no sabemos cómo se va a dar en el decurso de la vida ni cómo concluirá. Cada día, cada hora será una novedad y nuestro reloj marcará para siempre la hora del encuentro como fue para estos dos primeros discípulos lo que vivieron ese día a las 4pm. 

La fuerza de atracción que a partir de ese momento el Señor va a ejercer en la vida de estos hombres es tal que no solamente van a permanecer con él, sino que se van a dedicar a darlo a conocer a otros. Andrés sale a buscar a su hermano Simón y le anuncia: “Hemos encontrado al Mesías” y lo conduce hasta Jesús. Jesús lo mira intensamente, penetra con su mirada hasta lo más profundo de la mente y del corazón de este hombre, como si lo estuviera creando de nuevo, como si lo estuviera bautizando y le cambia su nombre. No fue un mero cambio protocolar de nombre lo que Jesús hizo. Al decirle que ya no se llamaría Simón, Barjonas, sino Kefás, Pedro, es decir roca, le cambió su existencia, lo asoció al grupo discipular y le definió su misión.  

El mundo tiene necesidad de testigos llenos de fe, que señalen a sus contemporáneos la presencia de Dios. Gracias a la oportuna intervención del sacerdote Elí, que se dio cuenta de lo que le estaba sucediendo, el niño Samuel descubrió la temprana presencia de Dios en su vida y ponerse, a tiempo, a su disposición: “Habla, Señor, que tu servidor escucha”. 

Jesús estaba allí, presente entre los suyos, pero nadie se había percatado de su presencia, porque nada en él llamaba la atención lo distinguía exteriormente de sus contemporáneos. Como dice el himno de los Filipenses, su apariencia era la de un hombre común y corriente (Fil 2,7). Hasta que llegó el Bautista y con su mirada penetrante lo descubrió y con inmenso gozo lo dio a conocer en su entorno. 

Así es la pedagogía ordinaria de Jesús. Él no se da a conocer por medio de revelaciones y manifestaciones extraordinarias. Le gusta presentarse así, sencilla y pobremente, como un frágil bebé en un pesebre, como un simple carpintero, como un nazaretano más. Quiere valerse de testigos, de amigos suyos, que atraigan a otros al grupo de sus discípulos. Hoy es un buen momento para acordarnos de aquellos hermanos y hermanas que nos llevaron hasta Jesús y bendecir y alabar al Señor por haberlos puesto en nuestro camino. ¿Qué hubiera sido de nosotros sin ellos? 

¿Dónde vives, Maestro? Preguntaron Juan y Andrés. Fueron y vieron que no tenía casa, que no tenía donde reclinar su cabeza. No había casa porque Él, su persona, era la casa adonde los estaba invitando a entrar, para quedarse para siempre con él. No tengamos miedo, hermanos y hermanas, de llegarnos nosotros también hasta él, busquémoslo y preguntémosle: “Señor ¿dónde vives?”. Este es el umbral que todos nosotros, al inicio de este año estamos llamados a traspasar. 

“¿No saben ustedes, nos amonesta hoy S. Pablo, que su cuerpo es templo del Espíritu Santo que han recibido de Dios y habita en ustedes?”. La experiencia de la fe es una experiencia de inhabitación, de hospitalidad. Vivir en Jesús, vivir con Jesús, es la gran experiencia a la que este domingo el Señor nos invita a vivir con intensidad y alegría. Experiencia que nos lleva inevitablemente a trabajar y a desvivirnos para que todos los seres humanos sean tratados como tales y se les ofrezca posibilidades y oportunidades para vivir dignamente en este mundo y convivir con los demás en el respeto mutuo, la mutua aceptación y la acción solidaria, como vivieron los dos amigos de Jesús ese día.  



Ubaldo Ramón Santana Sequera FMI

Administrador Apostólico “sede vacante” de Carora


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