domingo, 24 de enero de 2021

TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B 2021 HOMILÍA

 


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DIÓCESIS DE CARORA

ADMINISTRADOR APOSTÓLICO SEDE VACANTE

TERCER DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO B 2021

HOMILIA

LECTURAS: Jn 3,1-5.10; Salmo 24; 2 Co 7, 29-31; Mc 1, 14-20


Muy queridos hermanos y hermanas en Cristo Jesús,

El evangelio de hoy nos trae la gran obertura de la misión pública de Jesús. Después de superar las tentaciones de Satanás y conservar intacta su condición de Hijo de Dios muy amado del Padre, Jesús abandona el desierto, y al enterarse de la detención y encarcelamiento de Juan Bautista, ve en ello la señal esperada para iniciar su misión en Galilea. Juan, su Precursor, preparó los caminos y dispuso los corazones de su pueblo, viviendo en el desierto, predicando y bautizando a orillas del río Jordán. Jesús no escoge ni el desierto, ni Judea, ni Jerusalén para iniciar su misión sino las orillas del lago de Galilea. 

Galilea es una región periférica, que goza de mala fama (Cfr. Jn 1,46). Durante el destierro, sus pobladores fueron deportados a Babilonia, y fue ocupada por gente proveniente de naciones vecinas, no perteneciente al pueblo elegido. Pero, paradójicamente, es también la región que el profeta Isaías presentó como el lugar desde donde se produciría, al final de los tiempos, una nueva irradiación de la presencia de Dios: “Territorio de Zabulón y territorio de Neftalí, camino del mar, al otro lado del Jordán, Galilea de los paganos. El pueblo que vivía en las tinieblas vio una luz intensa, a los que vivían en sombras de muerte, les amaneció la luz” (Is 8,23b-9,1; Mt 414-16). Con su presencia Jesús no solo cumple esta profecía, sino que deja muy claro el alcance universal de la misión que está por comenzar. No viene a traer la luz de la salvación y de la vida a unos pocos. Viene a disipar las tinieblas en las que yace la humanidad entera, a arrancarla de las garras de la muerte y del pecado. Él es la luz del mundo. Su irradiación va más allá del Jordán, de Galilea, trasciende la tierra, de lagos, mares y desiertos. 

Cuatro frases solamente, contiene el discurso inaugural de Jesús: “El tiempo se ha cumplido; el Reino de Dios está cerca; arrepiéntanse y crean en el Evangelio”. Se ha cumplido el tiempo. Con el encarcelamiento de Juan ha llegado a su fin el tiempo de preparación y se inicia el tiempo del cumplimiento, los tiempos últimos. Los cielos se han abierto y el camino hacia el árbol de la vida queda despejado (Cfr. Gen 3,14; Mc 1,10). El sueño de Jacob se hace realidad: Jesús en su persona es esa inmensa escalinata que conecta nuevamente el cielo con la tierra, el hombre con Dios, el tiempo con la eternidad, el hombre con su prójimo (Cfr. Gen 28,12-16; Jn 1,51; Lc 2,13-14; He 10,19-20). 

El Reino de Dios está cerca. Jesús viene a colocarlo en el lugar que le corresponde: en el corazón del mundo, en la historia y la vida de los seres humanos. Se trata de devolver a Dios su primacía en la vida de hombres. “Sin Dios, escribe Benedicto XVI, el hombre no sabe adónde ir, ni tampoco logra entender quién es”. Este mensaje de Jesús es de urgente actualidad, porque hoy vivimos en un tiempo de “eclipse de Dios”. 

¡Arrepiéntanse! Es el tercer mensaje de Jesús. Es el mensaje permanente que Dios le viene dirigiendo a los hombres a través de los profetas, tal como lo hemos escuchado en la primera lectura. Fue el mensaje de Juan y que ahora se vuelve particularmente urgente con la llegada del Reino de Dios, en los últimos tiempos. El arrepentimiento supone un vuelco profundo en la mentalidad, la existencia, las actitudes de quien se convierte y decide vivir de cara a Dios, delante de Dios y no de espaldas, ni menos contra él. San Pablo en la segunda lectura nos urge también a ese cambio profundo de vida, insistiendo en brevedad de la vida y la transitoriedad y obsolescencia de las cosas a las que nos apegamos. 

Crean en el evangelio. Solo a través de la fe podemos alcanzar la plenitud de la existencia humana y descubrir el verdadero sentido de la vida. El ser humano es una realidad teologal no solamente química. Y Jesús se hace presente en este mundo para ofrecernos esa virtud. El cristianismo no es ante todo un código moral, el cumplimiento cotidiano de leyes y mandamientos. Es fundamentalmente la aceptación de la persona de Jesús en nuestras vidas, el seguimiento y la adhesión a él por medio de la fe, con todo nuestro ser, con todo nuestro corazón, con todas nuestras fuerzas, con toda nuestra mente. Seguirlo amarlo y adoptar su forma de vida. Todo lo demás viene por añadidura. 

Eso es lo que queda magníficamente ilustrado con la segunda parte del evangelio de hoy: el llamamiento y seguimiento de los cuatro primeros discípulos Pedro, Andrés, Santiago y Juan. Los va a llamar de dos en dos. Primero a Pedro y a su hermano Andrés. Luego a Santiago y a su hermano Juan. De dos en dos, porque luego los enviará a predicar de dos en dos (Cfr. Lc 10,1-2). Llama a hermanos porque quiere que la familia sea la primera evangelizadora y propagadora del Evangelio de la vida y del amor mutuo. 

Mis queridos hermanos, aquí estamos nosotros también, al inicio de un nuevo año, lleno de grandes retos, incógnitas e incertidumbres. La pandemia arrecia causando innumerables muertes, empobreciendo pueblos, dejando en evidencia la trágica y extrema fragilidad de la condición humana. Y he aquí que en este domingo que el Papa Francisco ha querido se dedique a la Palabra de Dios, Jesús pasa por la orilla de nuestro lago, se sube a nuestras barcas, nos encuentra lanzando fatigosamente las redes en aguas donde no pescamos nada, remendando redes, rotas ya por tantas desilusiones. Nos mira y nos llama.    

Que ninguno de nosotros quede indiferente a esa mirada, a esa llamada del Señor. Jesús no quiere anunciar el advenimiento del Reino de su Padre en solitario. Por eso se pone en busca de nuevos amigos. Por eso te busca a ti, a mí para transformarnos en pescadores de hombres, en obreros de la viña de su Padre, en sembradores y cosechadores de la mies de Dios, en buenos pastores de los rebaños humanos. La causa de Jesús, el anuncio de su Evangelio, la implantación y edificación  del Reino de su Padre son las  aventuras más excitantes y hermosas que un ser humano pueda emprender en esta tierra. Que sea también la tuya.

Carora 24 de enero de 2021

Ubaldo Ramón Santana Sequera FMI

Administrador Apostólico “sede vacante” de Carora


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