domingo, 4 de agosto de 2019

DOMINGO XVIII ORDINARIO C - LA VIDA NO DEPENDE DE LOS BIENES - HOMILÍA


DOMINGO XVIII ORDINARIO C
LA VIDA NO DEPENDE DE LOS BIENES
HOMILÍA

Muy querido hermanos,
Un hombre rico e inconsciente es el protagonista de la parábola de este domingo. Se trata de un granjero que logra una gran cosecha. Tan grande que debe ampliar sus graneros para almacenarla. Con tanta riqueza se siente ahora satisfecho, seguro. Y piensa: Ahora que tengo toda esta fortuna acumulada me voy a dedicar a descansar, banquetear, fiestear y rumbear. Pero esa misma noche inesperadamente Dios lo llama a su presencia y todo lo que ha amontonado codiciosamente le servirá de nada.
En su necedad e inconsciencia no había caído en la cuenta de la caducidad de la existencia y de que la vida no puede girar en tornar a los bienes perecederos sino en torno a Dios y en torno al prójimo, particularmente de los más necesitados.  Es vana ilusión, como enseña hoy el Qohelet, poner a girar nuestra vida en torno a la comida, al vestido, a la salud, a la bebida. El verdadero bien no está en los bienes de esta tierra, ni en la acumulación que hagamos de ellos, sino en la persona misma. En el pasaje anterior al texto de hoy ya Jesús había comentado que el verdadero valor no está en las cosas sino en la persona creada a imagen y semejanza de Dios.
Por consiguiente, la verdadera sabiduría nos la comunica Jesús. Si nos volvemos sus discípulos y nos inscribimos en su escuela aprenderemos la verdadera sabiduría de la vida: es decir a descubrir valor relativo de las cosas creadas y el uso que debemos de hacer de ellas sin que sean ellas las que nos posean y nos usen. En la segunda lectura S. Pablo deja en claro que los bienes verdaderos y definitivos son los de arriba. En ellos hemos de poner todo nuestro corazón.
¿Hemos de despreciar entonces los bienes de la tierra? ¿Son malas las riquezas? Jesús, siguiendo el patrimonio sapiencial del AT, no condena la riqueza en sí. Condena la codicia, la avaricia con que se maneja. Tampoco condena los bienes de la creación sino el uso egoísta que hagamos de ellos. Los bienes de la creación han sido puestos a la disposición de la humanidad para que todos puedan vivir dignamente, no para que se lo apropien y lo disfruten unos pocos privilegiados, mientras multitudes mueren de hambre. Desviados de su finalidad propia, se vuelven males portadores de iniquidades e inequidades.
La gran necedad equivocación de este rico granjero es la de creer que no solamente es dueño absoluto y supremo de los bienes acumulados, sino que también es dueño de su propia vida y la puede manejar como un bien propio del cual puede disponer a su real saber y entender, olvidándose totalmente que de Dios viene y es Dios su creador quien decide cuando ha de volver.
“Descansa, come, bebe, banquetea”. Cuatro verbos que describen las metas que la civilización actual propone a través de la educación, de los medios de comunicación social, de la cultura global y de la educación familiar. Según este modelo cultural en boga, la vida estaría hecha para acumular suficientes bienes para dedicarse a descansar, a beber, comer, fiestear, rumbear y viajar.
Tiene un concepto sumamente pobre y egoísta de la existencia quien considera que los bienes están hechos para consumirlos él, solo él y todo para él y no para compartirse. Tal modelo de vida, como enseña el Papa Francisco, solo es posible si se abandona como simpe material de desechable a los millones de pobres que vegetan en tantas partes del planeta. Las grandes naciones industriales ven con preocupación cómo este modelo de vida se les puede derrumbar por la avalancha migratoria proveniente de los pueblos pobres de África, América y Asia. Por eso proliferan los gobiernos nacionalistas cierra-fronteras, anti-migración, xenófobos y segregacionistas.
Los países industrializados del Norte se guían por un modelo extractivista y depredador. África y América les interesa solo por sus riquezas minerales, acuíferas y madereras; no por su población. Para las riquezas libre circulación. Para las personas puertos cerrados, muros, alambradas.  Ante el desafío del crecimiento poblacional de las naciones pobres ponen en marcha agresivas campañas de anticoncepción, de esterilización y de aborto. La lógica anti-humanitaria que los guía: es mejor eliminar el número de comensales que aprender a compartir. La otra lógica que trajo Cristo: tanto vales cuanto compartes tu existencia, tu tiempo, tus talentos y tu tesoro con tus hermanos los hombres. 
Lo que el rico de la parábola fue almacenando fue una enorme acumulación de egoísmo y de necedad.  El valor de la vida se mide por el valor que se le dé a la persona humana, a toda persona humana, a todas las personas humanas sin excepción. No estamos preparados para la paz mientras no seamos capaces de respetarnos, de convivir y de compartir el espacio y los bienes, así como Dios comparte con todos, el aire, el sol, el viento, los ríos, los lagos y los mares.
Los discípulos de Jesús estamos llamados a adoptar el estilo de vida del maestro, que no tenía dónde reposar la cabeza, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza. Un estilo de vida que se ha de manifestar no solo en la vida personal, sino también en el modo de formar familias abiertas y generosas, de organizar la vida social, cultural y política de nuestros países.

Este modo de pensar y organizar la existencia de los seres humanos en este mundo inspirado en Jesús está recogido en la Doctrina Social de la Iglesia. Eso no significa que tengamos que organizarnos en ghettos o en burbujas de felicidad. Al contrario, tenemos el gran resto de continuar con nuestras existencias la encarnación de nuestro Señor en estas realidades. Trigo y cizaña caminaran juntos hasta el final. Nos toca trabajar duro no para acumular nuestros trigos en graneros seguros sino echarlo en los terrenos de este mundo confiado en que la gracia y la fecundidad del Espíritu Santo los hará fructificar.

Caracas 4 de agosto de 2019

+ Ubaldo R Santana Sequera FMI




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