viernes, 4 de agosto de 2017

¿EN QUE CONSISTE SER HOY BUEN PASTOR?

Con motivo de la fiesta de San Juan María Vianney, santo sacerdote francés del siglo XIX, quiero animarlos a todos ustedes, mis queridos hijos, a mantener viva la llama de su sacerdocio y de su servicio pastoral, compartiendo con ustedes parte de la homilía que Mons. Ángel Caraballo pronunció la semana pasada, en la ordenación presbiteral de Fray Fabián, un religioso agustino venezolano. ¡Feliz día del párroco! Mons. Ubaldo Santana.

¿En qué consiste ser hoy día, en medio de la sociedad venezolana, polarizada, empobrecida y divididas por luchas ideológicas, Buen Pastor?

El sacerdote, buen pastor, debe estar delante (EG, 31), para indicar el camino y cuidar la esperanza del pueblo, es decir, debe convertirse en modelo, en guía y en luz. El sacerdote es el primero en hacer lo que tienen que hacer los demás, el primero en emprender el camino que han de seguir los demás.

A imitación de Jesús el Buen Pastor, el sacerdote debe estar en medio de todos (EG, 31), con su cercanía, sencilla y misericordiosa. Debe llenar su actividad cotidiana de tiempos para los demás y de tiempos para el Señor. El sacerdote debe alimentarse del pan de la palabra y de la eucaristía, de la oración personal, del rezo y meditación de la Liturgia de las Horas y el rezo del Rosario, pues está convencido que sin Jesús no puede hacer nada, que es un simple instrumentos en sus manos, y que su misión principal misión es dar a Jesús a quien tiene en su corazón. Es práctica que debemos preservar durante toda nuestra vida de servicio.

En ese trato cercano con la gente, el sacerdote a imitación de Jesús, debe mirar a las personas a sus ojos con una profunda atención amorosa; debe ser siempre accesible a la gente, evitar protocolos innecesarios; no debe hacer caso al qué dirán ni a los respetos humanos, cuando se trata de servir a los excluidos de la sociedad; no debe aferrarse a un horario de atención al público como si fuese un funcionario público que gana por las horas que trabaja. En fin, debe vivir no para sí mismo sino para los demás.

El sacerdote, en ocasiones, deberá caminar detrás del pueblo para ayudar a los rezagados y, sobre todo porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos (EG, 31). Ha de tener un corazón magnánimo en el cual, entre todas las personas, especialmente aquellas que, por su condición política, social y económica, son excluidas y no tomadas en cuenta.

Dentro de algunos minutos, Fabián, públicamente, serás interrogado sobre tu idoneidad y recta intención de recibir este misterio que te confiará la Iglesia. Y, posteriormente, actuarás siempre públicamente, en representación de la Iglesia y de la Orden a la cual perteneces. Que seas siempre buen ejemplo para el pueblo fiel. Recuerda la advertencia que San Agustín hace sobre los malos pastores, quienes, colocados a la vista de todo el pueblo fiel, matan a sus ovejas con el mal ejemplo. pues desaniman a las fuertes y a las débiles les dan ocasión de justificar sus propios pecados, como si estas ovejas dijeran: “si mi pastor vive de esta forma, ¿quién soy yo para no hacer lo que él hace? Se trata de malos pastores a los que san Agustín aplica las palabras del evangelio: “Hagan lo que les dicen, pero no hagan lo que ellos hacen” (Mt 23, 3). Y un mal pastor es un pésimo testimonio para la promoción vocacional.

Al final del evangelio, el Señor nos ha dicho: “La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rueguen, por tanto, al señor de la mies que envíe obreros a su mies” El Señor, de alguna manera, empeña su palabra: tendremos más sacerdotes, si rezamos más por las vocaciones sacerdotales y religiosas.

San Juan Pablo II, durante su dilatado pontificado, solía, cada año, enviar una carta a los sacerdotes el jueves santo. En su primera carta, relata una experiencia que se daba con cierta frecuencia en Alemania del Este, tras el telón de acero donde la persecución los dejó sin sacerdotes. Dice el Papa: “piensen en los lugares donde esperan con ansia al sacerdote, y desde donde hace años, sintiendo su ausencia, no cesan de desear su presencia. Y sucede alguna vez que se reúnen en un santuario abandonado y ponen sobre el altar la estola aun conservada y recitan todas las oraciones de la liturgia eucarísticas: y he aquí que el momento que corresponde a la consagración desciende en medio de ellos un profundo silencio, alguna vez interrumpido por llantos… ¡Con tanto ardor desean escuchar las palabras, que solo los labios de un sacerdote pueden pronunciar eficazmente! ¡Tan vivamente desean la comunión eucarística, de la que únicamente en virtud del ministerio sacerdotal pueden participar!  Como esperan también ansiosamente oír las palabras divinas del perdón: “yo te absuelvo de tus pecados”. Tan profundamente sienten la ausencia de un sacerdote en medio de ellos.

Estos lugares no faltan en el mundo ni en Venezuela. Venezuela necesita muchos y santos sacerdotes. La Orden de San Agustín necesita muchos y santos sacerdotes religiosos. En la última Asamblea Ordinaria del Episcopado Venezolano, nos sentamos, obispos y promotores vocacionales, a analizar la situación vocacional en Venezuela. Estudiamos los datos correspondientes a los años 2010-2015, que aparecen en el Anuario Pontificio. Según esos datos, en ese período, fueron ordenados 411 sacerdotes, fallecieron 100 sacerdotes y 36 abandonaron el ministerio. El número de sacerdotes diocesanos ha crecido en un 13%, mientras que los sacerdotes religiosos se han reducidos en un 9%. En cuanto al número de seminaristas diocesanos se mantiene por encima de los 800, en cambio, el número de los formandos religiosos se ha reducido en un 25%. De 412 formandos en el 2010, pasaron a 302, y actualmente hay una tendencia a la baja. Estos datos nos deben llevar a secundar el mandato del Señor: Orar para que el Señor envíe sacerdotes a su Iglesia.

+Mons. Ángel Caraballo
Obispo Auxiliar de Maracaibo

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