viernes, 18 de diciembre de 2015

Homilía en la Misa de Acción de Gracias por los 50 años de vida sacerdotal de los R.P. José Ruddy y Vicente Screene, MSC. Parroquia Ntra. Sra. de La Paz

Homilía en la Misa de Acción de Gracias
por los 50 años de vida sacerdotal de los
R.P. José Ruddy y Vicente Screene, MSC.
Parroquia Ntra. Sra. de La Paz

Pbro. Eduardo Ortigoza
Maracaibo, 18 de diciembre de 2015

Queridos Mons. Ubaldo Santana, y Mons. Ángel Caraballo, Arzobispo y Obispo Auxiliar de la Arquidiócesis de Maracaibo.
Muy estimados Padres José Ruddy y Vicente Screene.
Reverendos Padres Misioneros del Sagrado Corazón.
Hermanos sacerdotes de este presbiterio de Maracaibo.  
Reverendas Hijas del Sagrado Corazón y Siervas de la Madre de Dios.
Queridos Seminaristas.
Apreciados hermanos y hermanas.
Agradezco al R.P. Yonny Mendoza, MSC, organizador de estos festejos jubilares, la invitación a dirigir esta reflexión.
Con cierto temor pronuncio estas palabras de Acción de Gracias uniéndome al regocijo de estos dos hermanos nuestros, Misioneros por esencia, consagrados al Sagrado Corazón de Jesús en la Congregación de Misioneros del mismo nombre. Hace 50 años ellos fueron ordenados sacerdotes.
Permítanme ser portador de la gratitud de estos hermanos hacia todos los que han querido unirse a ellos en torno al altar para celebrar la eucaristía.
En primer lugar, en nombre de esta Iglesia Arquidiocesana de Maracaibo, doy gracias por 48 años de presencia misionera entre nosotros. A ellos, Misioneros del Sagrado Corazón o Padres irlandeses, debemos agradecer la obra evangelizadora realizada en la zona noroeste de la ciudad de Maracaibo.
Gracias, apreciados Padres por haber aceptado la invitación de Mons. Domingo Roa Pérez quien, movido por su permanente angustia ante el reducido “clero para atender un pueblo piadoso que pide constantemente una intensa atención religiosa”[1], en una de sus visitas a Roma tuvo oportunidad de conocer al Padre General de los Misioneros y lo invitó a unirse a su trabajo pastoral en la recién creada Arquidiócesis.
Gracias al incansable trabajo de estos dos pioneros, que como grandes testigos de Cristo, y de sus hermanos de Congregación que con sus vidas y con sus ministerios han hecho presente el deseo de su fundador el Padre Chevalier, cuando decía: «Queremos ser como Jesús, que ama con un corazón humano; queremos amar por Él y con Él y proclamar su amor al mundo» (Const. MSC. 10). 
Con toda propiedad podemos afirmar que el trabajo de estos nobles hermanos ha llenado gran parte de la ciudad de Maracaibo, tal vez la más necesitada, con ellos nuestra ciudad se ha sentido intensamente amada por Jesucristo. 
Gracias, Padre Vicente y Padre José, por haber prestado sus corazones a Jesús para que las Parroquias Ntra. Sra. de Coromoto, Santísimo Sacramento y, de manera especial, Santa Inés y esta de Ntra. Sra. de La Paz, se hayan sentido profunda e intensamente amadas por el Señor Misericordioso, a través de ustedes. 
Abrir la mente y el corazón al Señor
Una ocasión como esta es propicia para abrir la mente y el corazón al Señor. Para recordar y conmemorar, para reconocer y agradecer.
Nuestros hermanos llegaron a Maracaibo a mediados del año 1967, personalmente los recibió el Arzobispo Roa y los instaló en el Seminario. Ya en el mes de julio de ese año sus nombres aparecen entre los asistentes a la Conferencia mensual del Clero celebrada el día 11. El día 15 de julio, el mismo Mons. Domingo Roa Pérez, firmaba el nombramiento del R.P. Eduardo O’Donohue como Párroco Encargado de la Parroquia Ntra. Sra. de Coromoto en la Urb. Los Olivos.
Misioneros. Desde Irlanda a Maracaibo.
Con pocos años de vida y amplias ilusiones, nuestros hermanos dejaron atrás las suaves lluvias que caracterizan el clima irlandés y dan a su territorio su color siempre verde, haciendo que las temperaturas sean frescas todo el año.
Detrás quedaron los días nublados. Ellos hicieron del calor abrasador y de la aridez de estas tierras del Zulia su nueva casa y su nueva tierra. Aprendiendo a querer a esta “tierra del sol amada”.
Dejaban la casa paterna y hacían propia esta casa maracaibera que los recibía con profunda alegría, pues venían dispuestos “… a hacer visibles… los rasgos característicos de Jesús, virgen, pobre y obediente”, como enseña San Juan Pablo II[2].
Llegaban dispuestos a cumplir la voluntad de Dios, y en ella experimentar la felicidad y la paz porque en su voluntad está nuestra paz.  Como religiosos, como consagrados, han manifestado el más hermoso testimonio en la alegría y en el trabajo de cada día, encontrando siempre nuevas formas de servicio a Dios y a los hermanos.
Edificadores de la Iglesia
Constructores de templos vivos para edificar la Iglesia, evangelizadores incansables, promotores y defensores de la dignidad humana, se han compenetrado con estas comunidades y han dejado profundas huellas en cada una de ellas.
Allí están la Parroquia de Ntra. Sra. de Coromoto con su vitalidad evangelizadora siempre presente en sus barrios y urbanizaciones, la joven parroquia dedicada al Santísimo Sacramento, cultivada y construida palmo a palmo desde las mismas raíces, con sus filiales Ntra. Sra. del Santísimo Sacramento, Ntra. Sra. de los Ángeles y María Auxiliadora, la nueva parroquia de Santa Inés y la Parroquia de Ntra. Sra. de La Paz, donde nos encontramos reunidos esta tarde, con sus filiales Ntra. Sra. del Carmen y Sagrado Corazón.
En nombre de nuestros Obispos aquí presentes, y del clero de esta Arquidiócesis, doy las gracias a estos hermanos José Ruddy y Vicente Screene que ya en la madurez, de su ministerio sacerdotal y misionero, siguen haciendo presente entre nosotros la grandeza del sacerdocio católico.
Instrumentos de la misericordia de Dios
Debemos tener muy presente que los sacerdotes somos hombres, nacidos de familias comunes y corrientes, que tenemos virtudes y defectos como todos los seres humanos. Lo que nos hace particulares es que Dios nos ha escogido desde toda la eternidad para cumplir la  misión de llevar su amor y su perdón a todos los hombres, nos ha escogido para ser instrumentos de su misericordia.
Tal vez la mayor exigencia es la de ser portadores de la misericordia de Dios para nuestros hermanos. Lo que exige que el sacerdote sea un padre ejemplar para sus fieles. Que siempre esté bien preparado, humana y espiritualmente, para responder a los retos y preguntas que le presentan el hombre y la mujer de hoy.
Ser sacerdote ciertamente no es fácil. Muchos sacerdotes sufren la incomprensión y el rechazo, algunos sufren la persecución y la soledad. Y la recomendación más acertada para todos es la de mantenerse fieles al Señor de la llamada, a no dejar la oración ni la Eucaristía, a nunca perder la alegría.
Lamentablemente, algunos sucumben en sus debilidades. Pero es bueno recordar que la mayoría de los sacerdotes de todos los tiempos han sido buenos seguidores de Cristo y han cumplido y siguen cumpliendo fielmente su misión.



Al servicio de esta Iglesia de Maracaibo
Hoy debemos dar gracias al Señor, al Buen Pastor, por la vida de estos dos hermanos nuestros. Ambos han sido servidores buenos y fieles que en distintos momentos han sabido gastarse y desgastarse en el servicio de esta Iglesia de Maracaibo.
Desde su llegada a Maracaibo supieron integrarse rápidamente a la vida de la Iglesia Diocesana. Se han miembros activos de nuestro clero.
Buenos colaboradores del ministerio episcopal, su apoyo solidario y su amistad desinteresada han acompañado a los Arzobispos que han guiado a esta Iglesia en los últimos 50 años. Mons. Ubaldo Santana es testigo de ello.
Coordinadores de la Zona Pastoral. Integrantes del Consejo Presbiteral, del Colegio de Consultores y del Consejo de Ordenes de la Arquidiócesis.
Profesores del Seminario Mayor, Directores Espirituales en la misma institución, Asesores de Movimientos de Apostolado, Acompañantes de la Pastoral Familiar, impulsadores del Proyecto de Renovación Pastoral Arquidiocesano.
Columnas firmes de su Congregación MSC en Venezuela
Maracaibo ha sido la puerta de entrada para la obra evangelizadora de los MSC en Venezuela. Vicente Screene y José Ruddy formaron parte del grupo de los primeros misioneros enviados a este país. Desde esta ciudad se han extendido a Caracas, y a otras regiones del país como el Táchira y Lara. Su trabajo y esfuerzos como pioneros han dado hermosos frutos para la Congregación y para la Iglesia.
Gran importancia adquiere la apertura de la Casa de Formación de los MSC en Maracaibo. Es manifestación de la confianza de la Congregación en esta tierra bendita del Zulia. La respuesta está en el significativo número de vocaciones autóctonas que hoy distinguen a esta familia religiosa.
Lo que han visto los ojos y han sentido nuestros hermanos
Mañana 19 de diciembre de 2015 se conmemoran 50 años de la ordenación sacerdotal de los R.P. Vicente y José. De ese medio siglo, 48 años los han vivido en permanente relación con Venezuela, y con Maracaibo, especialmente.
Cuantas alegrías han experimentado sus corazones de padres y pastores. Y a la vez cuántas lágrimas y cuántos sinsabores han vivido a lo largo de estos años.
Llegaron a Venezuela en momentos difíciles para la historia de la República, y después de casi medio siglo, tal vez puedan confesar que las dificultades y los peligros continúan presentes y han aumentado.
Seguramente serán muchos más los motivos para agradecer que aquellos que pudieran entristecer sus corazones. Tendrán motivos para reconocer la gracia inestimable del Señor y de su Madre Santísima, que les ha permitido contemplar los resultados parciales de sus arduos trabajos, ver y conocer que la fe de este pueblo nace en el seno de las familias y que es sostenida fundamentalmente por las madres y abuelas que enseñan a los pequeños el camino del evangelio de Cristo, han visto el  surgimiento de vocaciones sacerdotales, religiosas y de laicos comprometidos con su vocación en una Iglesia renovada, viva y alegre que canta las misericordias del Señor.
Muchas cosas han vivido nuestros hermanos. Y junto con ellos nosotros damos gracias a Dios. Al mismo Dios que los invitó, como a Abraham, a dejar su suelo nativo y su Iglesia, para recibir un nuevo suelo y una nueva Iglesia. El mismo Señor los ha mantenido firmes, y con sus lámparas encendidas, en medio de este pueblo Zuliano que es bravo y fuerte, que en la vida y en la muerte, ama y lucha, canta y ora, que continúa sonriendo a la vida y proclamando las alabanzas al Señor.

La Visión del P. Julio Chevalier
El P. Julio Chevalier estaba profundamente conmovido por los males que afligían a la gente de su tiempo. Al contemplar el Corazón de Cristo, en quien se revela el amor compasivo del Padre, descubrió en ese Corazón el remedio a los males del mundo. Impulsado por ese amor y guiado por el Espíritu Santo, fundó en la Iglesia la Congregación de Misioneros del Sagrado Corazón.
Los Misioneros, impulsados por el mismo don que recibió su Fundador, viven, en comunidad fraterna, la fe en el amor compasivo del Señor; al mismo tiempo, son enviados al mundo a proclamar la Buena Noticia del amor y la bondad de Dios, nuestro Salvador, y a dar, con toda su vida, testimonio de Él.
El P. Chevalier quiso expresar todo esto en el lema que les dio: ¡Amado sea en todas partes el Sagrado Corazón de Jesús!
Por ello los MSC proclaman: «Queremos ser como Jesús, que ama con un corazón humano; queremos amar por Él y con Él y proclamar su amor al mundo» (Const. MSC. 10).
Queridos Padres y Hermanos, Vicente y José, nuevamente, unido a ustedes, doy gracias al Señor por haberlos llamado al sacerdocio y por haberlos traído a esta tierra del lago de Maracaibo.
Gracias por sus 50 años de vida sacerdotal, gracias por haberse enamorado de Maracaibo hace 48 años. Gracias por habernos demostrado con su ejemplo que de nosotros los sacerdotes, los fieles esperan una sola cosa: que seamos fieles al Señor y que seamos especialistas en fomentar el encuentro del hombre con Dios. Que esos mismos fieles nos enseñan que de nosotros se espera que seamos expertos en ayudarlos a encontrar el camino de la misericordia, el camino para el encuentro con el Padre.
Gracias por estar entre nosotros.




[1] Primera Carta Pastoral del Excelentísimo Señor Obispo Diocesano de Maracaibo Monseñor Domingo Roa Pérez. 27 de abril de 1961.
[2] Juan Pablo II, Exhortación apostólica postsinodal Vita consecrata  del 25 de marzo de 1996, N° 1.

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