MENSAJE DE CUARESMA 2015
“Hermanos: en nombre de Nuestro Señor Jesucristo
les pedimos que se reconcilien con Dios” (2 Cor 5,20).
Con estas palabras del Apóstol Pablo, que escucharemos este Miércoles
de Ceniza, quiero dirigirme a ustedes, queridas hijas e hijos
de esta Grey Zuliana, para invitarlos a vivir provechosamente esta Cuaresma
2015. La Iglesia nos ofrece este tiempo fuerte de gracia para
buscar a Dios (Cf Is 55,6), escuchar su Palabra (Cf Dt 6,4-9), identificar
y destruir los becerros de oro que idolatramos en nuestras vidas (Cf
Ex 32,1-24), renovar nuestra fe bautismal en Dios Padre, Hijo
y Espíritu Santo (Cf Mt 28,19-20) y vivir más comprometidamente las
exigencias de nuestra fe cristiana, particularmente en el campo de la
justicia y de la caridad.
CUARENTA DIAS Y CUARENTA NOCHES
Cuaresma proviene de cuarenta, número cargado de gran valor simbólico
en la Sagrada Escritura. El número cuatro –según los exegetas-
simboliza el universo material, el cero el tiempo de nuestra vida
en la tierra, signado por pruebas y dificultades. Cuarenta años permaneció
el Pueblo de Israel por el desierto antes de acceder a la tierra prometida
(Cf Jos 5,6), después de cuatrocientos años de esclavitud en Egipto.
Cuarenta días duró el diluvio universal (Cf Gen 7,17). Cuarenta días
con cuarenta noches permanecieron el patriarca Moisés (Ex 24,18) y
el profeta Elías en el Monte Horeb (1Re 19,8) en contacto directo con
Dios.
El evangelio del primer domingo de Cuaresma narra las tentaciones
a las que Satanás sometió a Jesús, debilitado por cuarenta días
de ayuno. Durante esos días el Señor ayunó para preparar su misión
pública. Leemos en el Evangelio: “Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto
para ser tentado por el diablo. Y después de hacer un ayuno durante
cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre” (Mt 4,1-2).
Jesús, orando, ayunando y haciendo uso de las Sagradas Escrituras
salió vencedor del duro enfrentamiento con el tentador. Nosotros también,
con la fuerza que Dios nos comunica a través de su Palabra y de la
gracia del ayuno, la oración y la limosna, podemos vencer, con Cristo
y como Cristo, las asechanzas de Satanás.
La Liturgia de este tiempo nos pide que en el “kit” viajero
para realizar la travesía del desierto cuaresmal debemos llevar tres
prácticas: la oración, el ayuno y la caridad. Solo así podremos llegar
espiritualmente preparados a la meta: la celebración gozosa de
la Vigilia Pascual. Noche sin par en la que proclamaremos, con
toda la Iglesia, que Cristo está vivo y tiene poder para vivificarnos,
que es la Luz que disipa las tinieblas del pecado, alimento indispensable
para atravesar todos los desiertos de esta vida temporal y llegar
a la gloria eterna (Cf Pregón Pascual).
LA MODA DE LOS AYUNOS
De la gran riqueza del patrimonio cuaresmal, primer tiempo litúrgico
que surgió en la vida de la Iglesia para preparar los cristianos a
la vivencia de la Pascua, fiesta central del cristianismo, quiero detenerme
este año en el sentido y el valor del ayuno cristiano.
El ayuno está muy de moda en nuestro tiempo y abarca muchos ámbitos
de la vida social. Ayunan los manifestantes para reclamar salarios
justos, procesos judiciales más expeditos, pronta liberación de los
presos de conciencia. Algunos incluso van más allá y para ejercer
mayor presión e impactar la opinión pública se declaran en
huelga de hambre. Ayunan también un creciente número de personas,
con fuertes privaciones voluntarias de una serie de alimentos para prevenir
enfermedades, mejorar su salud y alcanzar mejor calidad de vida.
Ayunan las mujeres, por razones estéticas, impulsadas por el deseo
de satisfacer los nuevos estándares de belleza y de gozar de la aceptación
social. No pocas se extralimitan y en casos extremos, ponen sus
vidas en peligro.
Ayunan finalmente cientos de miles de personas que no se alimentan
bien o se limitan a una sola comida diaria. Lo hacen no por propia voluntad,
sino forzados porque no les alcanza el salario o por la gran dificultad
de conseguir los alimentos básicos para la dieta diaria. Se cansan
de tener que someterse a colas interminables, de correr de un lugar
a otro en búsqueda de los productos regulados o de los medicamentos
y vitaminas que previenen las enfermedades. Son víctimas de la
deficiente gestión pública, de la aplicación de políticas erradas
y de la inescrupulosa acción de delincuentes, especuladores,
contrabandistas y los llamados “bachaqueros”.
EL AYUNO CRISTIANO
Nada de esto tiene que ver con el ayuno cristiano. Entonces ¿Qué
es el ayuno cristiano? En sentido amplio es prescindir de todo
lo que es superfluo para contentarse con lo suficiente, pues lo que
sobra, según San Ambrosio, no nos pertenece: pertenece al pobre, y
no dárselo, es cometer el pecado de robar. Jesús practicó este ayuno.
Narra el evangelista que el Señor “viendo la multitud hambrienta sintió compasión
de la gente” (Mt 9,36). Y San Pablo comenta que Jesús
siendo rico de su divinidad “se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza.”
(2 Co 8,9; Cf Flp 2,5-7). San Pablo nos invita a seguir este ejemplo
del Señor y despojarnos de lo superfluo para compartir con los necesitados.
El Papa Francisco en el Ángelus del 08 de Marzo del año pasado afirmó:
“Debemos estar atentos a no hacer un ayuno formal,
o que en verdad nos “sacia” porque nos hace sentir tranquilos. El
ayuno tiene sentido si verdaderamente hace mella en nuestra seguridad,
y si de él se deriva un beneficio para los demás, si nos ayuda a cultivar
el estilo del Buen Samaritano, que se inclina sobre el hermano en dificultad
y se hace cargo de él. El ayuno comporta la elección de una vida sobria
en su estilo, que no derrocha, una vida que no “descarta”. Ayunar
nos ayuda a entrenar el corazón a lo esencial y al compartir. Es un
signo de toma de conciencia y de responsabilidad frente a las injusticias,
a los atropellos, especialmente con respecto a los pobres y a los pequeños,
y es signo de la confianza que ponemos en Dios y en su providencia”.
¿Cuándo estableció Dios esta práctica saludable? Fue establecido
por el mismo Dios cuando le dijo a nuestros primeros padres, Adán y
Eva, que “podrán comer de todos los frutos de los árboles
excepto de uno” (Gen 2,17) y fue practicado por los dos grandes
personajes del Antiguo Testamento que representan la Ley y los Profetas:
Moisés, antes de recibir las tablas de la Ley (Ex 34,28), y Elías,
antes de encontrar al Señor en el Monte Horeb (1 Re 19, 8). Nuestro
Señor Jesucristo practicó el ayuno en diversas ocasiones, lo recomendó
a sus discípulos en los casos más difíciles (Mc 9,14-29) y señaló
cómo debía de practicarse para que fuera agradable al Padre Dios,
que ve en lo secreto y aprecia lo que se hace con humildad de
corazón (Mt 6,16-18).
LA PRACTICA DEL AYUNO
Actualmente la Iglesia, manteniendo una tradición de muchos siglos,
prescribe que todos los bautizados de edades comprendidas entre los
18 y 59 años cumplidos, deben abstenerse de comer carne y de ayunar
al menos dos días al año: el miércoles de ceniza y el viernes santo.
Y nos indica que “la penitencia del tiempo cuaresmal no debe ser
solo interna e individual, sino también externa y social. Foméntese
la práctica penitencial de acuerdo con las posibilidades de nuestro
tiempo y de los diversos países y condiciones de los fieles (…).
Sin embargo, téngase como sagrado el ayuno pascual; ha de celebrarse
en todas partes el viernes de la Pasión y muerte del Señor y aún
extenderse, según las circunstancia al Sábado Santo, para que de este
modo se llegue al gozo del domingo de Resurrección con ánimo elevado
y entusiasta” (CONC. VAT. II, Const. Sacrosantum Concilium, 110).
El ayuno tradicional es consumir en las tres comidas solo pan y agua
y destinar a una obra de caridad el dinero ahorrado con esa privación.
Por razones de edad, trabajo o salud se puede reducir el ayuno a una
o dos comidas. En cada Cuaresma la Iglesia católica en Venezuela ofrece
concretamente la posibilidad de destinar nuestros ahorros y aportes
a la Campaña Compartir, que este año llega a su trigésima quinta
edición y está dedicada a promover la salud integral y a colaborar
en la prevención y atención de las enfermedades y epidemias que están
azotando nuestro país.
El ayuno no se circunscribe exclusivamente a la privación de alimentos.
Es muy conveniente que las modalidades que sean elegidas a la hora de
practicar el ayuno incidan de manera efectiva en la búsqueda de la
liberación de nuestras esclavitudes personales. San Bernardo así nos
lo aconseja: “Ayunen los ojos de toda mirada curiosa. Ayunen
los oídos no atendiendo a las palabras vanas y a cuanto no sea necesario
para la salud del alma…Ayune la lengua de la difamación, murmuración,
de las palabras vanas, inútiles (…) Ayunen las manos de estar ociosas.
Pero ayune mucho más el alma misma de los vicios y pecados, y de imponer
la propia voluntad y juicio. Pues, sin este ayuno, todos los demás
son reprobados por Dios” (San Bernardo, Sermón en el comienzo
de ayuno).
En este año de la Vida Consagrada, proclamado por el Papa Francisco,
recojamos la doctrina sobre esta materia de dos grandes santos y doctores
de la Iglesia que han enriquecido con sus enseñanzas y testimonios
la espiritualidad cristiana del ayuno: Agustín de Hipona, autor de
una Regla que ha inspirado muchos Institutos de vida consagrada y Tomás
de Aquino, religioso dominico de la Edad Media y figura cimera
de la escolástica.
Santo Tomás de Aquino menciona tres motivos que hacen necesario y
conveniente el ayuno cristiano: reprime la inclinación al mal, la concupiscencia,
que nos impulsa a pecar; facilita que la mente se eleve a las cosas
del cielo; finalmente nos prepara para pedir perdón por nuestros pecados
(Suma Teológica, 2-2, q. 147, a.19). San Agustín, recogiendo la enseñanza
del profeta Isaías 58,1-12, nos invita a ayunar para ser solidarios
con el prójimo. “Tus privaciones –dice el santo- serán fecundas
si muestras generosidad con otros”. El ayuno nos ayuda a tomar
conciencia de que todo ser humano es nuestro hermano y de nuestra obligación
de tender la mano a los que sufren toda clase de privaciones para
ayudarlos a salir de sus condiciones deprimidas. Para que la oración
del Padre Nuestro no sólo salga de los labios sino también del corazón
y sea escuchada por Dios debemos cumplir lo que nos dice San Juan “Si alguno que posee bienes del mundo, ve a su
hermano que está necesitado y le cierra sus entrañas ¿cómo puede
permanecer en él el amor de Dios? (1Jn 3,17).
Hermanos, Hermanas, como vemos el ayuno y la caridad van juntos. Acojamos
la Palabra de Dios, escuchemos los santos doctores y la enseñanza de
la liturgia cuaresmal. En estos momentos que vivimos en Venezuela,
signados por la desunión, el enfrentamiento y la discordia, es más
necesario que nunca que cada uno de nosotros sea parte de la solución
y contribuyamos todos juntos, con nuestro modo de vivir y de compartir
nuestros bienes, a la superación de los conflictos y a la reconciliación.
No hay posibilidad de reconciliación con Dios si no hay reconciliación
con el prójimo que sufre. La Madre Teresa expresó una vez una verdad
sencilla y profunda a la vez: “No pienses que el amor para ser genuino debe ser
extraordinario. Lo que necesitamos es amar sin cansarnos”.
¡Queridos hermanos, volvamos a la práctica del ayuno cristiano y
amemos sin cansarnos! Que la Santísima Virgen María que vivió
la solidaridad con su prima Isabel y con su hijo Jesús en el Calvario,
nos ayude a entrar en este tiempo de gracia, vivirlo a plenitud y llegar
bien dispuestos a la celebración de las santas fiestas de Pascua.
Maracaibo 16 de febrero de 2015
+Ubaldo Ramón Santana +Ángel F Caraballo Fermín
Arzobispo de Maracaibo
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