martes, 2 de diciembre de 2014

EL POST CAM 4: Y DESPUÉS DEL CUARTO CONGRESO MISIONERO AMERICANO ¿QUÉ?

EL POST CAM 4
DESPUÉS DEL CUARTO CONGRESO MISIONERO AMERICANO ¿QUÉ?


Hace un año- del 26 de noviembre al 1º de diciembre- nuestra arquidiócesis  tuvo la dicha y el privilegio de ser la sede del más importante evento misionero continental: el Cuarto Congreso Americano Misionero (CAM 4), noveno en su versión latinoamericana (COMLA 9).  Concurrieron delegados de todos los países de América. Se inauguró con la presencia del episcopado venezolano y del Cardenal Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los pueblos, como Legado extraordinario del  Papa Francisco. Todo se desarrolló bajo el manto de la Chinita cuyas  fiestas se acababan de celebrar.

A finales del pasado mes de octubre las Obras Misionales Pontificias de Venezuela publicaron un libro en el que se recogen las Conclusiones del Congreso. Trae el Mensaje del Cardenal Filoni, un resumen de las ponencias de los expertos invitados y las 302 propuestas provenientes de los 22 foros temáticos.  Ya tendremos oportunidad de compartir, en otro editorial, el rico contenido de las ponencias y de los trabajos de los foros temáticos.
Pero ahora nos podemos preguntar: ¿Y cuál fue el fruto de este congreso en las Iglesias de América, en Venezuela y más concretamente en la arquidiócesis de Maracaibo?  Es muy prematuro, quizá, medir el impacto real de este acontecimiento en las Iglesias de nuestro país y en los demás países de América. Los Congresos son grandes momentos significativos de la vida de la Iglesia. Necesitan varios años de preparación. Involucran un gran número de personas.  Son experiencias pastorales que convocan multitudes,  fortalecen la fe, ayudan a tomar conciencia de la índole misionera de la Iglesia y permiten avanzar en la reflexión de grandes temas teológicos y pastorales.
Pero quede claro que lo más importante de esta clase de eventos  es que animan a sus participantes, tanto personal como institucionalmente,  a  asumir compromisos concretos, en este caso en el campo de la misión “ad intra” y “ad gentes”. Se, por ejemplo, de una diócesis del centro del país en la que se han activado parroquias misioneras. ¿Se acuerdan de los misioneros que fueron enviados al final de la misa de clausura, provenientes de cuatro diócesis venezolanas? Pues,  ya se encuentran en la Misión de Mangé,  en Mozambique (África), al servicio de la diócesis de Teté. Es el primer paso de un compromiso de mayor envergadura: asegurar el relevo del equipo actual, al término de su período de servicio, con el envío de otro equipo misionero venezolano.
 ¿Es mucho soñar que las arquidiócesis y diócesis de Venezuela se preparen para poner, a la disposición de esta misión africana y de otras que puedan surgir dentro y fuera del país, equipos integrados por seminaristas, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas misioneros? ¿No sería ésta una manera de cumplir con la norma del diezmo misionero asumida en el Concilio Plenario de Venezuela? Una cosa es cierta: sea con ésta u con otras modalidades, las Iglesias que peregrinan en Venezuela y en el continente tienen que salir ya a llevar el evangelio fuera de sus fronteras internas o externas. La presencia de un Papa latinoamericano en Roma vuelve este compromiso mucho más apremiante. No lo podemos dejar solo. Exceptuando México, Colombia y Argentina, la gran mayoría de los países no se han puesto aún las botas misioneras y permanecen encerrados dentro de sus propios confines eclesiales. El verdadero termómetro para medir la mayoría de edad de una Iglesia diocesana es su capacidad de apertura misionera “ad intra y ad gentes”. Iglesia que no misiona, Iglesia sin futuro.
Dejemos a las demás diócesis hacer su propio examen de conciencia. Hagamos el nuestro aquí en Maracaibo. Nuestra responsabilidad es mayor porque fuimos los anfitriones.  ¿Por qué el Señor escogió nuestra Iglesia local para realizar esta gran convocatoria misionera? ¿Qué llamado especial nos está haciendo el Señor en estos momentos? ¿Qué podemos hacer para hacer efectiva nuestra respuesta y transformarnos, como nos lo pide el Papa Francisco, en Iglesia en salida misionera hacia las periferias existenciales y territoriales de este planeta? Ya no es hora de palabras sino de producir frutos concretos.
En todo caso tenemos que admitir que después de un concilio universal, de cinco conferencias generales Latinoamericanas y del Caribe, de un concilio plenario nacional, de 9 congresos misioneros latinoamericanos y de cuatro congresos continentales aún no hemos logrado romper el viejo paradigma según el cual la misión es una realidad asociada a un grupo especializado. Paradigma paralizante y anquilozador, presente no solo en los fieles sino también en gran parte del clero. Mientras sigamos pensando que el asunto de la misión involucra a unos pocos y no a todos los bautizados o que se trata de la organización de eventos transitorios pirotécnicos, seguiremos siendo una Iglesia con pantalones cortos. La Iglesia o es misionera o no es Iglesia.

+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
www.elpastorysugrey.blogspot.com
@MonsUbaldo


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