viernes, 14 de abril de 2017

VIERNES SANTO 2017 - LAS SIETE PALABRAS

LAS SIETE PALABRAS

Juan 19:17-18.- Nuestro Señor Jesucristo, cargando su cruz, salió al lugar llamado de la calavera, en hebreo, Gólgota. Allí lo crucificaron con otros dos, uno a cada lado, y Jesús en medio.
Esta lectura bíblica nos invita a presenciar el drama presentado un día en el calvario. Nuestra mirada debe estar dirigida en el redentor crucificado, y nuestros oídos abiertos para escuchar esa voz sempiterna que ha cruzado todas las edades. 
Cada una de las siete palabras permite visualizar y apreciar la importancia de la cruz. Un mundo en tinieblas, un cordero y una cruz fue lo que se veía durante aquel sacrificio.
¡Virgen de los dolores y Madre nuestra, Madre de todos los tele espectadores y Madre de todos los radio escuchas, ojalá seamos como Tú, que,  acompañaste siempre a Jesús durante su vida, redención y muerte. Madre Santa, que así como Jesús vino a salvarnos aquí en la tierra, podamos nosotros  glorificarlo de manera que, lo adoremos por toda la eternidad, estando  junto a Él y junto a Ti.
Todo esto Te lo pedimos por tu aflicción y martirio, al pie de la Cruz. Asístenos  siempre, Señor,  especialmente en los últimos momentos del combate cristiano, antes de la muerte, y así estaremos seguros que se abrirá la eternidad feliz, en compañía de todos tus santos.
Señor Jesucristo, que, por tu amor agonizaste en la cruz quisiste pagar con tu sacrificio la deuda de nuestros pecados, abre tus divinos labios para alcanzarnos el perdón de nuestros pecados,  ten misericordia de todos los hombres y mujeres que están agonizando en nuestra ciudad  y que por los méritos de tu preciosísima Sangre derramada para nuestra salvación, dadnos un dolor tan intenso de nuestros faltas, que muramos contigo en el regazo de tu infinita misericordia.

LA PRIMERA PALABRA
"PADRE, PERDÓNALOS, PORQUE NO SABEN LO QUE HACEN.”
(Lucas, 23: 34).

Queridos amigos que me están siguiendo por la televisión, la radio, por las redes sociales y los aquí presentes en esta sacrosanta Catedral metropolitana de Maracaibo.

Contemplemos en este momento a Cristo elevado en lo alto del patíbulo que, como ustedes  saben, es un tablado en donde ejecutan a los condenados a muerte.

Veamos a Jesús despreciado y condenado por nosotros, que nos llamamos hijos de Dios, y él ante las afrentas está dispuesto a consolar y animar a quienes  sentimos el dolor y la tristeza de tanta injusticia.  Hoy en Venezuela se repite la misma escena. Con todos los regalos que Dios ha dado a nuestro país, nosotros como pueblo nos hemos dedicado a despreciar al Autor de todo bien.

No somos capaces de reconocer nuestros pecados y por supuesto, menos aun de reconocer la misericordia que el Todopoderoso nos ha concedido que es, el perdón de nuestras faltas. Sí,  el perdón, que no es otra cosa que: el don que Dios nos da por nuestras ofensas; Dios nos demuestra que no tiene sentido de venganza hacia nosotros sino todo lo contrario. Tengamos en cuenta que si amar es dar, perdonar es seguir dando. Y así Jesús no hace otra cosa  que tenernos paciencia  hasta que reconozcamos que los errados somos los humanos.

Ahora bien, cuánta necesidad tenemos en nuestra patria de desarrollar el sentido del perdón ya sea en entre los esposos, cuanto odio se comprueba en las parejas que no los dejan disfrutar del amor conyugal,   los padre con los hijos, los hijos con los padres, los nietos con los abuelos, los amigos entre sí. El perdón de los tribunales, ya sabemos que hay tantos presos a quienes no les han dictado sentencia, sabiendo que no todos los que están en las cárceles son culpables.

LA SEGUNDAPALABRA
"YO TE ASEGURO: HOY ESTARÁS CONMIGO EN EL PARAÍSO."
(Lucas, 23: 43)

La razón por la que Jesús invita al ladrón al paraíso es porque ese malhechor reconoció su pecado: Lc. 23:41. "Nosotros de verdad  padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros errores".

Aquél acto de reconocer su pecado lo llevó a formar parte de los llamados por Jesucristo, cuando dijo: ”No he venido a llamar a justos, sino a pecadores para que se arrepientan." Lc 5:32. 
La actitud de este hombre, entonces,  marca la senda segura hacia una permanencia en Cristo que transciende hasta los cielos.  No bastó sólo el reconocer que había hecho el mal, sino aceptar que su mal proceder merecía el castigo de la justicia, lo cual aceptaba con resignación (Lc 23:41 "Nosotros, a la verdad, justamente padecemos, porque recibimos lo que merecieron nuestros crímenes".
Este reconocimiento de su pecado lo condujo a su vez a la obediencia,al llamado a arrepentirse de su pecado y depositar su fe en el único que era capaz de declararlo inocente.

Aquel hombre tuvo la gracia de  reconocer el señorío de Jesús. Lc 23:42 Y dijo a Jesús: "Acuérdate de mí cuando vengas en tu reino". 
El letrero en la cruz, que de forma sarcástica, lo declaraba Rey, pero que el delincuente arrepentido creyó en la autenticidad de su reino, y sin pruebas de que éste fuera Rey,  hizo efectiva los elementos de la fe como es creer sin ver. Sin embargo su fe,  lo dirigió a creer no en un Rey humano, ya que evidentemente estaba en las mismas condiciones que él, más bien este hombre llegó a la conclusión de que su reinado iba más allá de lo terrenal al decir: "...mas Éste, ningún mal hizo." y sólo un Rey así, que sin hacer ningún tipo de mal, muere como malhechor, debe tener un reino que transciende lo terrenal.

En la respuesta de Jesús al ladrón "Hoy estarás conmigo en el Paraíso", indica que el ladrón estaba equivocado en el tiempo del cumplimiento de su esperanza, no era en el futuro cuando Jesús iba a estar en su reino, no era en el futuro cuando él se iba acordar de él y llenarlo de su misericordia, era HOY, desde el momento en que ambos dejen de respirar.

Así debe ser también nuestra fe, el reino de Dios está entre nosotros, por lo tanto también Jesús nos llama a estar con Él en el paraíso celestial. De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso. (Lucas 23:43)

LA TERCERA PALABRA:
"HE AQUÍ A TU HIJO: HE AQUÍ A TU MADRE"
(Jn. 19, 26)

La responsabilidad de hijo a madre continua latente en el corazón de Jesús. Jesús hizo los arreglos para que su muerte no fuera dejar a María desamparada. Jesús tenía plena confianza en Juan. María lo aceptaría como otro hijo.
Jesucristo en cuanto a su divinidad tiene un solo Padre, el que lo engendró en los cielos. Hebreos 1,5. Jesucristo en cuanto a su humanidad tiene una sola Madre, la que lo engendró en la tierra,  Lucas 1,31. María no es una diosa porque no engendró a Cristo en cuanto a su divinidad, pero sí es Madre de Dios porque engendró a Cristo en cuanto a su humanidad. Y como en Cristo hay una sola persona, la persona divina del Verbo, María es Madre de Dios.

Y María como madre, cómo es,
1.          ALEGRE, En las letanías lauretanas invocamos a María como “causa de nuestra alegría”. Y es lógico preguntarse ¿cómo va a causar en otros algo que Ella misma no tiene en abundancia? Nadie da lo que no posee. Si María puede ser la causa de nuestra la alegría es porque Ella misma no cabía en sí de felicidad. Rebosaba alegría y la contagiaba por doquier.
2.          AMOROSA, Entre los muchos títulos con los que nos referimos a María está el de Madre del Amor misericordioso. Es la Madre de Cristo, la Madre de Dios. Y Dios es amor. Dios quiso, sin duda, escogerse una Madre adornada especialmente de la cualidad o virtud que a Él lo define. Por eso María debió vivir la virtud del amor, de la caridad en grado elevadísimo. Fue, ciertamente, uno de sus principales distintivos.
3.          COMPASIVA, La compasión se difunde desde el corazón, no desde las emociones. Hablamos del corazón en el sentido bíblico, es decir, el centro de la persona. Su primer motor es el perdón y la misericordia. No olvidemos que la manifestación más brillante de la gloria de la Trinidad santa es su misericordia.
4.              COMPRENSIVA, Admiramos en María, por los datos evangélicos de que disponemos, su pureza virginal, su humildad profunda, su sentido exquisito de la Voluntad de Dios, su fe y confianza plenas en Dios, su fortaleza ante el dolor, su caridad sin límites, su condición de mujer de oración, su espíritu de servicio silencioso, su sencillez de vida, su desapego de las cosas materiales, su amor entrañable por su Hijo, su ejemplo de mujer, de madre y de esposa, y otras muchas cosas FIEL
5.          .     PIADOSA, el “Magnificat” es sin duda la oración por excelencia de María. Además de ser relativamente larga, tiene un contenido espiritual muy grande. Refleja en gran medida la piedad de María.
Para María orar no es sólo un asunto personal entre ella y Dios. María se siente como parte integrante de un gran pueblo,
6.               Hermosa, María era una mujer con el corazón en el cielo. María veía todo a través del cielo. ¿Qué importancia tenían el sufrimiento, las carencias, las luchas, los sacrificios, los esfuerzos, las renuncias, los momentos difíciles, cuando todo eso se ve desde el cielo.
7.               Obediente, María, ejemplo de obediencia a Dios. Por el diálogo entre María y el Ángel se deduce que la propuesta de Dios a María chocaba frontalmente con los planes de María misma sobre su vida. Sin embargo, nada más escuchar María el plan de Dios y resolver cómo se realizaría aquel plan, Ella se entrega con aquellas palabras maravillosa que debieron conmover el mismo Corazón de Dios: "He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu Palabra".(Lc 1, 38).


CUARTA PALABRA
DIOS MÍO, DIOS MÍO, ¿POR QUÉ ME HAS DESAMPARADO?
(Mateo 27:47)

La soledad es una de las más terribles experiencias que cualquier ser humano pueda tener. Separar a una persona de los demás en una prisión es el castigo más terrible. Psicológicamente afecta en el sentido de que el hombre es un ser social.

La soledad de Cristo fue un desamparo espiritual. Su sufrimiento fue sin la ayuda de su naturaleza divina o la intervención del Padre. Jesús quedó solo literalmente.

Debido a que Dios es Espíritu, no podemos tocarlo físicamente ni verlo. Muchas veces Satanás usará esto como un medio para probar que Dios no es real. Sin embargo, primero tenemos que reconocer que la vida cristiana se vive por la fe en Dios, incluso cuando no podemos ver ni sentir. Jesús dijo a Tomás: “Porque me has visto, Tomás, creíste; bienaventurados los que no vieron, y creyeron.”(Juan 20:29). A través del regalo del Espíritu Santo, se nos asegura la presencia de Dios en nuestras vidas. Aun cuando no podemos percibir la presencia por la fe en Dios creemos su palabra que Él nunca nos dejará ni nos abandonará. (Hebreos 13: 5)

Como creyentes en Cristo Jesús, podemos creer en nuestro corazón que nunca estamos solos.
Algunos de nosotros tenemos épocas de soledad a causa de las relaciones rotas. Esto podría ser debido a la separación / divorcio, o lazos familiares tensos o malentendidos entre amigos. En muchos casos, nuestro orgullo o el orgullo de los otros puede traer división que nos lleva a estar solos. La restauración toma ambas partes para llegar a un lugar de acuerdo y que no siempre es posible. Sin embargo, si hemos pecado contra cualquier persona en una situación, tenemos que asumir la responsabilidad de confesar y pedir perdón. Al hacerlo, podemos ganar a un hermano o hermana, o si se niegan a aceptar nuestra petición, entonces somos libres para seguir adelante y dejar que Dios traiga gente nueva a nuestra vida.

Algunos de nosotros estamos solos porque estamos esperando que Dios envíe gente a nuestra manera. Mientras el Señor puede llevar a otros a hacerse amigo de nosotros, muchas veces nos toca a nosotros dar el primer paso. Cuando nos acercamos a los demás, dejamos que el Espíritu Santo pueda revelar las verdaderas amistades para nosotros. El cuerpo de Cristo es un grupo de cristianos que adoran y sirven a Dios juntos. Ninguno de nosotros está destinado a estar solo en la obra del reino de Dios. Nos necesitamos mutuamente para fortalecer y animar a otros en estos días malos.

Entender El Pensamiento Acerca De Estar Solo
“Pero él se apartaba a lugares solitarios para orar” (Lucas 05:16).
Jesús dio el ejemplo de retirarSE a los lugares solitarios (a veces sin sus discípulos) para estar en comunión con su Padre. La soledad no es siempre algo malo. Hay épocas en nuestras vidas cuando tenemos que alejarnos de la gente para volver a conectarnos y escuchar de Dios. El mundo que nos rodea es fuerte, evasivo, y de distracción para las reflexiones tranquilas y meditaciones necesarias para crecer espiritualmente. Aquellos creyentes más usados por Dios se han disciplinado a sí mismos para estar solos, a veces por breves períodos a lo largo de una semana o un número X de días. Los creyentes que utilizan este tiempo para conocer mejor a Dios se encuentran más fuertes en los días de tentación.

LA QUINTA PALABRA
TENGO SED
(Juan 19:28)

Por un simple pronunciamiento de su naturaleza divina aquella sed hubiera sido saciada y satisfecha. Pero no, Jesús no lo hizo.
En esta expresión Jesús expresó su sufrimiento no fingido.
Jesús tuvo sed por nosotros, para que tú y yo pudiéramos beber del agua de la vida. (Juan 4:10, Apo. 7:17; 21:6; 22:1, 17).

Resulta muy interesante y hasta irónico que Jesús estuviera pidiendo agua.  Él era el mismo que le dijo a la mujer Samaritana “Si conocieras el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber; tú le pedirías, y él te daría agua viva.” (Juan 4:10), el mismo que  el último día de las fiestas de los tabernáculos (Juan 7) dijo “Si alguno tiene sed, venga a mí y beba”. El es el mismo que según nos dice el gran Apóstol “Cristo es la roca espiritual que dio agua al pueblo de Israel en el desierto” (1 Corintios 10:4.)

Pero ahora vemos que Cristo, la fuente de vida “tiene sed”.  La sed que sufrió Cristo fue para que nosotros nunca jamás tengamos sed.  Y estas palabras son reales.  Tal como en los días de Moisés, Cristo (la roca) puede darnos agua después que ha sido “golpeada” una sola vez. Por eso Moisés sufrió castigo por haber golpeado la roca (tipo de Cristo) más de una vez.  Este error le costó a Moisés su entrada a la tierra prometida. 

Cristo, la piedra angular que es fuente de agua viva, fue golpeado una vez y para siempre (en la cruz del calvario) para que nosotros podamos beber del agua que salta para vida eterna. (Juan 4, 7).

La muerte de Cristo aunque similar a las de aquellos hombres que estaban crucificados junto a Él fue al mismo tiempo muy distinta.  Cuando Cristo murió lo hizo en lugar nuestro.  En la cruz Él sufrió no solamente una muerte y sufrimiento físicos sino que sufrió la paga infernal que nosotros deberíamos sufrir.  Cristo llevaba sobre sus lomos la condenación del pecado de su pueblo.
La Escritura nos dice “el castigo de nuestra paz fue sobre el” (Isaías 53).  Cristo sufrió el castigo por nuestra salvación la cual nos trae “paz con Dios” (Ro. 5:1).  En la cruz Cristo, como el rico de la historia de Lázaro se encontraba “en tormentos” y también sufrió de sed. 

LA SEXTA PALABRA:
CONSUMADO ES.
(Juan 19:30)

Sus tres años y medio de ministerio se completan en la cruz.
Muchas escenas de su infancia, ministerio y encuentros con personas pasan por su mente hasta que admite: Consumado es.
En el calvario caducó el antiguo pacto de la ley, y un nuevo pacto entra en vigor. (Pacto de La gracia)

Mira, éste está puesto para caída y levantamiento de muchos en Israel, para ser señal de contradicción y a ti misma una espada te atravesará el alma a fin de que queden al descubierto las intenciones de muchos corazones.” Lucas 2:34-35

Cuando Jesús dijo en la cruz, “todo está consumado” o “todo se ha cumplido”, claramente dijo que su muerte no fue sólo el resultado de un error judicial ni de una casualidad, sino que estaba prevista y era el resultado de su testimonio, de su misión.

Él dijo: “he venido a echar fuego sobre la tierra ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! Con un bautismo tengo que ser bautizado ¡Qué angustiado estoy hasta que se cumpla! ¿Piensan que he venido para dar paz a la tierra? No, sino división, se los aseguro.” (Lucas 12:49-51)

Se refería al bautismo de sangre, al testimonio de su muerte en la cruz. No solamente al bautismo del agua que ya había recibido, junto con el testimonio del Espíritu Santo. Juan nos dice al respecto: “Jesucristo, no solamente en el agua, sino en el agua y en la sangre.” (1 Juan 5:6).

Este testimonio, este martirio, no es un hecho aislado, sino se relaciona con que Jesús no vino a dar paz a este mundo, sino división. Jesús no calló entonces la verdad sobre el mundo y en particular sobre el tiempo en que vivía. Por eso llamaba hipócritas a quienes saben interpretar las señales del clima, pero no las señales de los tiempos y pregunta “¿Cómo no investigan sobre esta época?” (Lucas 19:54).

Jesús habló claro sobre su época y sobre los pecados concretos de su época. Llamó las cosas por su nombre: “¡Ay de ustedes escribas y fariseos hipócritas... cuelan el mosquito y se tragan el camello... por dentro están llenos de rapiña e iniquidad... sepulcros blanqueados... serpientes, raza de víboras... les voy a enviar profetas, sabios y escribas, a unos los matarán y crucificarán, a otros los azotarán en sus comunidades y los perseguirán, de ciudad en ciudad!”. (Mateo 23:3-36.)

“Entonces Jesús le dijo a sus discípulos: ‘si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame. Porque quien quiera salvar su vida, la perderá.” (Mateo 16:24.)

Algunos tal vez pensarán ahora, que ¿para qué más cruces? Acaso ¿no basta que Jesús haya dado su vida en la cruz y haya resucitado para que estemos seguros de nuestra salvación? Pero sin embargo Jesús nos llama a seguirlo y a cargar nuestra propia cruz: “Si alguno me sirve, que me siga y donde yo esté, allí estará también mi servidor.” (Juan 12:26).


LA SEPTIMA PALABRA
PADRE EN TUS MANOS ENCOMIENDO MI ESPÍRITU.
(Lucas 23:46)

Hemos llegado a la última palabra que Nuestro Señor pronunció. En el momento de la muerte de Jesús, «dando un fuerte grito, dijo, "Padre, en tus manos encomiendo mi Espíritu"»[326]. Explicaremos cada palabra separadamente. «Padre». Merecidamente llama a Dios su Padre, pues Él era un Hijo que había sido obediente a su Padre incluso hasta la muerte, y era propio que su último deseo, que con seguridad iba a ser escuchado, sea precedido por tan dulce nombre. «En tus manos». En las Sagradas Escrituras las manos de Dios significan la inteligencia y la voluntad de Dios, o en otras palabras, su sabiduría y poder, o también, la inteligencia de Dios que conoce todas las cosas, y la voluntad de Dios que puede hacer todas las cosas. Con estos dos atributos como manos, Dios hace todas las cosas, y no necesita ningún instrumento en el cumplimiento de su voluntad. San León dice: «La voluntad de Dios es su omnipotencia»[327]. En consecuencia, con Dios querer es hacer.

«Todo cuanto quiso lo ha hecho»[328]. «Te encomiendo». Entrego a tu cuidado mi Vida, con la seguridad de que me será devuelta cuando venga el tiempo de mi resurrección. «Mi espíritu». Hay diversidad de opinión en cuanto al significado de esta palabra. Ordinariamente la palabra espíritu es sinónimo de alma, que es la forma substancial del cuerpo, pero puede significar también la vida misma, pues respirar es el signo de la vida. Aquellos que respiran viven, y mueren los que dejan de respirar. Si por la palabra Espíritu entendemos aquí el alma de Cristo, debemos guardarnos de pensar que su alma, en el momento de la separación del cuerpo, estaba en peligro. Estamos acostumbrados a encomendar con muchas oraciones y ansiedades las almas de los agonizantes, porque están a punto de aparecer delante del tribunal de un Juez estricto para recibir su recompensa o castigo por sus pensamientos, palabras y hechos. El alma de Cristo no estaba en tal necesidad, porque disfrutaba de la Visión Beatífica desde el tiempo de su creación, estaba unida hipostáticamente a la persona del Hijo de Dios, y podía incluso ser llamada el Alma de Dios, y también porque dejaba el cuerpo victoriosa y triunfante, objeto de terror para los demonios, y no un alma a ser asustada por ellos. Si la palabra "espíritu" es entonces tomada como sinónimo de alma, el sentido de estas palabras de Nuestro Señor «Te encomiendo mi Espíritu» es que el Alma de Dios que estaba en el cuerpo como en un tabernáculo estaba a punto de lanzarse a las manos del Padre como en un lugar de confianza, hasta que debiera regresar al cuerpo, de acuerdo a las palabras del Libro de la Sabiduría:

El Unigénito de Dios no estuvo exento de la muerte.
Nació humanamente y murió humanamente.
Su madre lo vio nacer y también lo vio morir.
Sin su muerte la expiación jamás se hubiera llevado a cabo.
Jesús fue el cordero escogido desde la eternidad. (1 Pedro 1:19-20)
Jesús fue el cordero mudo que se dejó llevar al matadero. (Isaías 53:7)
Jesús fue el cordero inmolado. (Apo. 5:12)
Jesús fue el cordero de Dios que quita el pecado. Juan 1:29.

Debemos ser agradecidos con Jesucristo por todo lo que hizo por nosotros, por sus méritos es que somos justificados, a él sea la gloria por siempre. Amen


ORACION
Dios nuestro, que con el escándalo de la cruz has manifestado de una manera admirable tu sabiduría escondida, concédenos contemplar, con tal plenitud de fe, la gloria de la pasión de tu Hijo, que encontremos siempre nuestra gloria en su cruz. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios, por los siglos de los siglos. Amén.

Maracaibo, viernes santo, 14 de abril de 2017

Pbro. José Ángel Severeyn

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