QUINTO DOMINGO DE CUARESMA
HOMILIA
YO TAMPOCO TE CONDENO, VETE Y NO
VUELVAS A PECAR
Muy
queridos hermanas y hermanos en Cristo Jesús,
Ya
cercano el fin del tiempo de Cuaresma, tiempo de purificación y de penitencia
para llegar renovados a las fiestas de Pascua, nos encontramos en la Liturgia
de la Palabra de hoy con erl evangelio de la mujer sorprendida en adulterio.
El
domingo pasado se proclamó el evangelio del padre pródigo en misericordia y
del retorno a a casa del hijo menor
arrepentido. Hoy no se trata de una parábola narrada por Jesús sino de una
trampa que le tienden sus adversarios. Algunos escribas y fariseos arrastran
por la fuerza a sorprendida cometiendo adulterio y la colocan delante de Jesús
para que él ejecute su sentencia de muerte. Así lo establece efectivamente la ley de Moisés (Lv 20,10; Dt 22,22-24), para
los que cometan este delito, sea varón o mujer.
Los
acusadores sabían cuál era el estilo de actuar de Jesús: Le han oído sus
parábolas de perdón y misericordia; lo han visto perdonar a los pecadores.
Saben que predica el Reino de Dios y su justicia y lucha contra las injusticias
y defiende a los que son víctimas de abusos. Es amigo de los publicanos y
pecadores, come con ellos, saca de la postración a los decaídos y sana toda
clase de enfermedades. Pero ahora se trata de un delito condenado por la misma
Ley de Dios. ¿Cómo se va a comportar el Maestro?
Es
un episodio dramático e intenso. Jesús no emplea muchas palabras para anunciar
la Buena Nueva a aquella mujer y a sus acusadores. La mayor parte del tiempo,
permanece agachado, escribiendo en el suelo, mientras la mujer permanece de pie
y sus acusadores lo espían y lo apremian para que se pronuncie. Con su
silencio, Jesús desenmascara la hipocresía de aquellos hombres y defiende a la
mujer acosada por todos ellos. Le ofrece el perdón de Dios y la invita a una
vida más digna.
Y
es que aquella mujer no necesitaba pedradas sino ayuda para rehabilitarse,
levantarse y recuperar su dignidad. En este punto hay que dejar claro que una
cosa es el pecado y otra el pecador. El pecado es un mal que hay que extirpar,
el pecador es una persona que hay que ayudar. Una cosa es el adulterio, un pecado lamentablemente muy
difundido y hasta promocionado por ciertos lobbys y otra cosa es el adúltero o
la adúltera, que hay que ayudar y salir de ese laberinto.
Hoy
hay corrientes feministas radicales que plantean la defensa de la mujer en
términos de lucha y de combate. Es comprensible que al tomar mayor conciencia
de los agravios y discriminaciones de toda
clase a la que son sometidas en el mundo entero, se despierte en muchas
defensoras el resentimiento, la ira y la agresividad.
La
solución sin embargo no está ni en la violencia de género ni en la mutua
agresión entre los sexos. Los que importa es promover una revolución de las
conciencias de todos, hombres y mujeres, para se reconozcan en su
complementariedad, se respeten mutuamente sus derechos y se ayuden a asumir con
decisión sus deberes.
Estamos
ante una distorsión que nos deshumaniza a todos. No podemos salir de una
tiranía machista para entrar en una tiranía feminista. Por ese camino no sale ganando ni el hombre,
ni la mujer ni la familia ni la sociedad. No podemos olvidar que la
revalorización de lo femenino y la igual dignidad de la mujer en todos los
campos no es bandera exclusiva de las feministas, es tarea de todos, mujeres y
varones porque la valorización de lo femenino enriquece toda la humanidad.
A
la luz del comportamiento y enseñanza de Jesús, que no vino a condenar sino a
salvar, que no vino a buscar al justo sino al pecador, que quiere que
asimilemos su convicción de que los que necesitan del médico son los enfermos
no los sanos, ¿qué debemos hacer? En primer lugar hemos de eliminar la doble
moral por la que los mismos comportamientos son juzgados diversamente según se
trate de mujeres o varones. Para ello, además de la revisión de los
ordenamientos jurídicos, es necesaria toda una reeducación social para lograr la igualdad en la participación en
todas las oportunidades que tocan la vida política, económica, cultural y
religiosa.
¿Por
qué la infidelidad del esposo ha de ser “una aventura” y la de la esposa,
adulterio de una mujer indigna? ¿Por qué la conversación entre vecinas es “chismorreo
de charlatanas” y la de los hombres en un bar una divertida tertulia? ¿Cuántas
palabras en masculino son dignificantes y en femenino son vergonzantes: hombre
público, perro, zorro, hombre de la calle y pare usted de contar?
Hay
que reaccionar con mayor fuerza contra la vergonzosa manipulación de la mujer
como elemento decorativo y reclamo publicitario. Es indigna esa imagen de mujer
vacía, entretenida en cosméticos, en su gel o en sus perfumes, acariciando
carros o electrodomésticos. Esa imagen de mujer objeto de vitrina, carnada para
vender sexo, joyas, piedras preciosas.
La
actitud de Jesús defendiendo a la mujer del acoso de los varones, que no fueron
capaces de traer también ante Jesús al varón pecador, nos ha de interpelar a
todos, a los que nos creemos mejores que los demás y cerramos los ojos ante
situaciones injustas y discriminatorias que ocurren en nuestras propias
familias y en nuestra sociedad y en la misma Iglesia. ¡Qué prestos somos para
descubrir lo malo de los demás y que lentos para reconocer sus valores y sus
méritos! ¡Que veloces para juzgar y condenar y que lerdos para tender la mano,
levantar, dar nuevas oportunidades y abrir puertas!
Para
Jesús las personas están por encima de sus debilidades. Cuando la mujer fue
capturada en flagrante delito y arrastrada a la calle por sus furibundos e
inhumanos acusadores, consideró que había llegado a su fin. Ya no tenía
salvación alguna. Iba a ser lapidada. Iba a ser condenada como lo son tantas
mujeres en el mundo de hoy. Pero tuvo la gracia y la bendición de ser colocada
a los pies de Jesús. Y allí como dice el profeta Isaías empezó algo totalmente
nuevo e inesperado para su vida. Lo que iba a ser una pérdida se transformó en
una ganancia como lo testimonia Pablo en la segunda lectura.
Que
para nosotros también, el encuentro personal con Jesús en este tiempo de
Cuaresma y Año jubilar de la Misericordia le de un vuelco total a nuestra vida
y que ante él todo aquello a lo que estábamos aferrando lo abandonemos y lo
sigamos a él, única luz verdadera que puede darle un nuevo sentido a nuestra
vida y mostrarnos el camino real de nuestra salvación. Hoy Jesús, tampoco nos
condena y nos invita a dejar atrás nuestra vida de pecado contando con su
gracia transformadora.
+Ubaldo R
Santana Sequera FMI
Arzobispo
de Maracaibo
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