Muy
queridos hermanos y hermanas,
Hoy
celebramos el cuarto domingo de Pascua, conocido como el domingo del Buen
Pastor. Es uno de los títulos preferidos de Jesús junto con el de servidor e
Hijo de hombre. Así se presenta sobretodo en el evangelio de San Juan. El Señor
lo contrapone al desempeño de los falsos pastores. Los pastores asalariados a
quienes no les importan las ovejas y las abandonan en el momento de peligro;
los malos pastores que maltratan las ovejas débiles, preñadas y hasta las
mismas sanas y gordas; los pastores
mercenarios que huyen y dejan que el lobo haga estragos en el rebaño. Todos
ellos son indignos del título y oficio de pastores porque ponen en peligro la
vida de las ovejas.
Cinco
rasgos resaltan, en cambio, en Jesús buen Pastor: conoce sus ovejas, las llama
por su nombre, las alimenta, las guía y las defiende hasta dar la vida por
ellas, si es necesario. La palabra “conocer”
en San Juan significa amar entrañablemente. Sin amor entrañable no hay
posibilidad alguna de ser pastor como Jesús. Es la condición que el Señor le pone a Pedro antes de colocarlo al
frente de su rebaño. Le da a entender a él y a todos sus sucesores que a mayor
capacidad de amor mayor capacidad de pastoreo. (cf Jn 21, 15-17). No debiera hacerse
sacerdote, ni diácono, ni ministro o delegado de la Palabra quien no muestre
que sabe amar como y hasta donde amó Jesús. ¡Dios nos libre de pastores con corazones
marchitos, secos y fríos, incapaces de
transmitir con sus vidas el evangelio de Jesús!
El
pastoreo bueno exige llamar a cada oveja del rebaño por su nombre. Es curioso
que en un rebaño de ovejas, de vacas, cada una tiene su nombre. He tenido
oportunidad de presenciar ordeños en hatos llaneros y comprobar cómo el
ordeñador llama a cada vaca por su nombre y le canta mientras la ordeña. Solo
así la vaca se deja ordeñar y da leche. Me vienen también a la mente las
hermosas tonadas de ordeño de nuestro inolvidable Tío Simón: “¡Mariposa,
Mariposa!”
Como
pastores a imagen de Jesús estamos llamados a conocer nuestras ovejas por su
nombre. No hay mejor piropo que el de
oír su propio nombre, pronunciado con amor y respeto por otra persona. Las relaciones dentro de nuestras comunidades
cristianas han de ser personalizadas. Nuestras parroquias no son compañías
comerciales ni sociedades anónimas, frías y burocráticas. ¡Qué triste
el pastor que solo se guía por horarios de oficina y se comporta como un
funcionario con requisitos de atención al público! Una organización semejante
traiciona la misión que Jesús le ha confiado a su Iglesia.
Un
buen pastor alimenta bien a sus ovejas. ¿Cuál es el alimento que debemos darle?
El de primera calidad: la Palabra de Dios y la Eucaristía. El capítulo 6 de San
Juan nos presenta a Jesús como el pastor que nutre su pueblo no solo con pan
efímero y pasajero sino con el alimento que le permite vivir, vivir a plenitud,
vivir en Dios y vivir eternamente. ¡Ay del pastor que les da dominicalmente a
sus hermanos comida chatarra, es decir sus propios pensamientos, ideas y
teorías aburridas en vez de darle los buenos pastos de la Palabra divina y el
cuerpo y sangre del Señor Jesús! Con razón el Papa Francisco insiste tanto en
la importancia de las homilías y de la necesidad de prepararlas con gran
cuidado (EG 145-159).
Somos
guías del rebaño. No somos señales de carreteras, que indican el lugar de
destino pero que se quedan clavadas en el sitio. Nosotros indicamos la
dirección del camino y además nos ponemos en camino con nuestra gente hacia la
meta señalada. Jesús fustigó fuertemente a los dirigentes religiosos de su
época porque no eran guías de su pueblo: no eran buenos ejemplos; predicaban una cosa y hacían otra; cargaban
pesados fardos sobre las espaldas de los fieles; no sabían distinguir lo
secundario de lo esencial; buscaban
reconocimientos, honores, prebendas y privilegios. Querían ser servidos y no
servir. (Cf Mt 23).
El
pastor según Cristo debe oler a ovejas, caminar delante de su grey con el
ejemplo; en medio de su grey para contagiarla con su cercanía alegre y
misericordiosa; detrás de su grey para ayudar a los rezagados y mostrar su
confianza en el buen olfato de las ovejas líderes (Cf EG 31). Para ser buenos guías debemos dejar siempre
muy en claro que hay un solo guía y pastor: Jesús; que el rebaño no nos pertenece; que no nos
debemos estar peleando entre nosotros y que somos simples administradores y no dueños (Cf
Lc 12, 42-48).
El
buen pastor, a imagen y semejanza de Jesús, ha de estar siempre dispuesto a dar
su vida por el rebaño que se le ha confiado. La vida se puede entregar “por
goteo” en el servicio y desgaste diario o de un solo golpe, como los
mártires y confesores de la fe, si las circunstancias lo exigen. Viene a mi
mente en este momento la figura del p Ricardo Benedetti, un sacerdote italiano
que se vino de Italia a servir a los larenses y guayaneses y que, hace 20 años,
se negó a lanzarse de la piragua arrastrada por la corriente y prefirió morir junto
con los niños, jóvenes, mamás y catequistas, 14 personas en total, que lo acompañaban,
cuando la embarcación se precipitó por las torrentosas aguas del Salto Aponguao
en la Gran Sabana.
Además
de estos rasgos fundamentales que ha de tener todo buen pastor en la Iglesia de
Cristo, el Papa Francisco, en el Mensaje de este año para la celebración de la
Jornada Mundial de las vocaciones, añade uno más: el de ser pastores con
mística misionera, “en éxodo”, que se olvidan de sí mismos y, como María,
abandonan sus propios planes para ponerse incondicionalmente a la disposición
del cumplimiento de los designios salvadores de Dios (Cf. Mensaje de Francisco
para la Jornada Mundial de las Vocaciones 2015).
Seguir
a Cristo Jesús es una locura que solo el amor hace posible (Cf Benedicto XVI,
Carta enc. Deus caritas est, 6). Solo un amor como el de Cristo
logra que nuestra vida en vez de girar en torno a nuestros intereses egoístas
gire en torno a Jesús y al bien del prójimo. Solo la fuerza movilizadora de la
vida misionera de Jesús nos cura de
nuestras parálisis, nos pone en movimiento, nos lleva hacia los que nos
necesitan; nos abre los ojos para no errar el camino.
Esta
actitud ha de marcar el estilo de nuestra
existencia no por ratos o por sacudones emotivos sino durante toda la vida.
Solo la persistencia en el bien obrar revoluciona el mundo. Acordémonos además
que nuestro servicio no se queda encerrado en los círculos eclesiales. Cristo
Jesús nos envía para ser luz del mundo, sal de la tierra y fermentos de la masa
(cf Mt 5,13-16; 13, 33). “La vocación
cristiana, dice Francisco, radicada en la contemplación del corazón del Padre,
lleva al mismo tiempo al compromiso solidario en favor de la liberación de los
hermanos, sobre todo de los más pobres. El discípulo de Jesús tiene el corazón
abierto a su horizonte sin límites, y su intimidad con el Señor nunca es una
fuga de la vida y del mundo, sino que, al contrario, «esencialmente se
configura como comunión misionera» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 23).
Hermanos
y hermanas, estos son los pastores que necesita nuestra Iglesia en Maracaibo y
en toda Venezuela. No pidamos tanto cantidad sino calidad. Ya Gregorio Magno se
quejaba en su tiempo de tener tanto cura y tan pocos verdaderos operarios de la
viña del Señor. Un puñado de ministros santos transforma el mundo; un ejército
de pastores mediocres entorpece.
+
Ubaldo R Santana Sequera, Maracaibo 26 de abril de 2015
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