AL PRESBITERIO, A LOS FIELES
CRISTIANOS Y PERSONAS DE BUENA VOLUNTAD EN LA DIÓCESIS DE SAN CRISTÓBAL
¡SALUD Y PAZ EN EL
SEÑOR!
1.
Ante
una multitud que le seguía como ovejas sin pastor, el Señor Jesús exclamó “Tengo
compasión de ellos” (Mc. 6, 34). Le pidió a los discípulos que les
atendieran y Él luego les dio de comer al multiplicar los panes (cf. Mc. 6, 37
ss). Esta imagen evangélica sale a nuestro encuentro para iluminarnos ante la
inédita situación creada en días pasados con medidas tomadas por el Gobierno
Nacional y que han incluido la deportación de numerosos hermanos colombianos.
No podemos sentir menos que el Señor y por eso, manifestamos nuestra compasión,
acompañada de solidaridad y de misericordia.
2.
Nos
preocupa como creyentes en el Evangelio de Jesús que quienes han sido más
golpeados por las medidas tomadas sean gente pobre y familias con niños
pequeños que, incluso, han perdido sus viviendas. Han venido como inmigrantes y
requieren un trato justo y respeto de su dignidad. Muchos han sido deportados y
otros, atravesando el río y por sendas improvisadas, han pasado la frontera
cargando con sus enseres. Lamentablemente, son los más débiles socialmente
quienes sufren los rigores de medidas como las tomadas. Ante esto, recordamos
la enseñanza del Maestro Jesús: “Lo que le hicieran a uno de mis pequeñuelos
a Mí me lo están haciendo” ((Mt 25,40).
3.
Es
cierto que hay conductas irregulares e ilegales por parte de algunos ciudadanos
venezolanos y colombianos. Ellos deben responder por sus actos. Las autoridades
competentes deben enfrentarlos y llevarlos ante la Ley. Suele pasar que quienes
son responsables de tantas situaciones inmorales y contrarias al Bien Común
nunca aparecen ni son conseguidos para que asuman sus responsabilidades y sean
debidamente sancionados. No es secreto para nadie que hay personas y grupos
irregulares que han venido creando zozobra no sólo en el eje fronterizo sino en
las diversas comunidades del Táchira y de la hermana República de Colombia. Es
a ellos a quienes hay que buscar y desenmascarar y hacer que paguen sus
fechorías.
4.
Condenamos
todo exceso que vaya contra la dignidad de la persona humana y pedimos que se
respeten los derechos humanos de cada quien, cualquiera que sea su condición,
nacionalidad y credo. Todos somos hijos de Dios y poseemos una dignidad desde
la cual brilla el esplendor de la Verdad que libera (Cf. Jn 8,32). Esto incluye
el dejar a un lado cualquier tipo de ofensa o expresión peyorativa, así como
cualquier tentación a promover conductas de tipo xenófobo. Los colombianos y
los venezolanos hemos convivido en esta frontera con un gran sentido de
fraternidad durante siglos. No podemos negar que numerosos tachirenses tienen
vínculos familiares con hombres y mujeres de Colombia.
5.
Invitamos
a todas las autoridades, a todas las instituciones públicas y privadas para que
se encuentren. En el encuentro podrá darse siempre un diálogo constructivo que
resuelva situaciones controversiales y conflictos que se puedan dar. La
historia común nos enseña que es posible. Hoy más que nunca se debe hacer, a fin de consolidar los vínculos de unión e
integración que nos distinguen. La frontera no es una simple línea divisoria de
carácter geopolítico. Es mucho más: es un ámbito donde comunidades de varias
naciones hacen posible la comunión de esfuerzos en orden al desarrollo integral
de todos los ciudadanos. Nuestra frontera colombo-venezolana, sobre todo en
nuestra región Táchira-Norte de Santander se ha caracterizado por ser la más
viva del continente latinoamericano. Debe seguir siéndolo. La hora presente nos
desafía a todos para lograrlo en el diálogo, en políticas comunes y acuerdos
que favorezcan tanto la paz social como la sana convivencia de hermanos y el
desarrollo integral de los ciudadanos y comunidades.
6.
Desde
hace varios años, los sacerdotes y Obispos del eje fronterizo
colombo-venezolano nos hemos encontrado para dialogar, realizar proyectos
comunes de atención al pueblo y para reafirmar que somos miembros de una misma
Iglesia. Hoy, podemos tomar las palabras del Papa Francisco: “Una Iglesia sin fronteras, madre de todos”
(MENSAJE PARA LA JORNADA MUNDIAL DEL
EMIGRANTE Y DEL REFUGIADO, 2015). Nos enseña el Santo Padre: “La
Iglesia sin fronteras, madre de todos, extiende por el mundo la cultura de la
acogida y de la solidaridad, según la cual nadie puede ser considerado inútil,
fuera de lugar o descartable. Si vive realmente su maternidad, la comunidad
cristiana alimenta, orienta e indica el camino, acompaña con paciencia, se hace
cercana con la oración y con las obras de misericordia”.
7.
Desde
hace tiempo hemos venido denunciando las situaciones terribles que golpean
nuestra frontera: desde el contrabando, el narcotráfico y la trata de personas
(sobre todo de niños) hasta conductas amorales que pretenden justificar el
relativismo ético que les caracteriza. No hemos sentido una respuesta global de
la sociedad civil ni de las autoridades. También hemos anunciado las hermosas
realidades que nos permiten ver que el futuro es posible y promisorio en todos
los campos. En este momento, el testimonio de trabajo desinteresado de nuestros
sacerdotes y de laicos, en comunidades eclesiales de base y grupos apostólicos ha
sido determinante para mostrar la compasión y la misericordia hacia quienes más
lo requieren. Las “Caritas Parroquiales”
están en disposición de atender a tantas personas que tienen necesidad tanto de
una ayuda material como de un consuelo humano y espiritual.
8.
Reafirmamos
nuestra vocación de servicio y la opción preferencial por los más pobres y
excluidos, sean colombianos, venezolanos o de cualquier otra nación del mundo.
Nos mueve a ello un solo interés: el amor fraterno que nos debe distinguir
siempre como discípulos de Jesús (cf. Jn 13,35). Lo hacemos pues nos
identificamos con Él en su amor hecho entrega liberadora para todos los seres
humanos del mundo y de la historia. Acompañamos este compromiso con la oración,
en particular la eucarística donde podemos compartir el pan de la Palabra y de
la Eucaristía, entregado para la salvación de todos sin exclusión de nadie.
María, Madre de Dios y Madre Nuestra, la misma Chiquinquirá y Coromoto, nos
acompañe con su intercesión y solícita protección.
+Mario,
Obispo de San Cristóbal.
San
Cristóbal, 27 de agosto del año 2015, Fiesta de San Agustín.
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