ASCENSION
DEL SEÑOR 2016
HOMILIA
Con
la ascensión del Señor empieza el tiempo de la Iglesia. Cristo Jesús considera
que ya ha llegado su tiempo de retirarse, de volver junto al Padre y de
encomendar la continuación de la Misión a sus discípulos. El Libro de los
Hechos y el Evangelio nos cuentan la despedida y el alejamiento de Jesús. Lo
describen como una subida a los cielos, un volver donde su Padre, un sentarse a
la derecha de su trono.
Los
discípulos, llenos de confusión y nostalgia, quisieron transformar ese día,
primero en un momento de exaltación nacionalista; “¿Es ahora, Señor, que vas a restaurar el Reino de Israel?” y luego
en un ritual de dolorosa despedida. Querían quedarse, allí, lelos, mirando al
cielo, mientras Jesús ascendía entre las nubes. Pero Jesús tumba esas dos
actitudes negativas. Nada de exaltación nacionalista. El Reino de Dios no es
para unos pocos elegidos solamente. Jerusalén, Samaria, Galilea, Judea, es solo
el inicio de una vasta misión evangelizadora que ha de llegar hasta los últimos
confines de la tierra. Y esa misión, hay que empezarla ya. Y les toca
precisamente a los que están allí, parados, mirando al cielo. Así que no se
queden allí, muévanse. Vayan.
Para
llevar a cabo esta misión, Jesús abre sus inteligencias para que puedan
comprender las Escrituras y descubrir cómo todo el Antiguo Testamento habla de
él. Luego les hace una promesa: serán
bautizados en el Espíritu Santo. Y les ofrece un don especial: Cuando el
Espíritu Santo se derrame sobre ustedes, recibirán fuerza para ser mis
testigos. Todo va a cambiar dentro de
poco. La irrupción del Espíritu hará de ustedes y de sus continuadores,
testigos cada vez más intrépidos, cada vez más universales.
El
evangelio que ustedes van a predicar, las comunidades que van a formar, serán
verdaderamente cristianas, porque llevarán mi sello, mi marca. Se volverán
católicas, es decir universales, porque no se encerrarán en una secta, sino que
se abrirán al mundo, tumbarán barreras y muros, se proyectarán a todas las
culturas, con su dinámica inclusiva integrarán todas las realidades de la humanidad de hoy y
del futuro. Ahora es cuando empieza lo bueno. Con el testimonio y la
predicación de ustedes y de sus sucesores se revelará que la persona de Jesús y
el Evangelio del Reino son la fuerza expansiva del amor de Dios, es el
verdadero Big Bang espiritual que va a llevar hasta los confines infinitos del
cosmos la salvación de Dios, razón última y suprema de la historia del mundo y
de la humanidad.
La
fiesta de la Ascensión es por consiguiente una celebración fuertemente
dinámica. Una fuerza ascensional propulsa Cristo hacia su Padre y otra fuerza
expansional regará por el mundo el mensaje y la vida de Jesús. Pablo atribuye
este fenómeno a una gracia amorosa de Dios, “a la soberana grandeza de su poder a favor de nosotros, los creyentes,
de acuerdo con la eficacia de su fuerza poderosa” (Ef 1,19). Fuerza
desplegada primero en Cristo y luego en los suyos. Al describir esta riqueza de
gloria que Cristo le ofrece a la vida de su comunidad, de la Iglesia y de cada
creyente, Pablo se entusiasma: ¡Cristo resucitado y sentado a la derecha de
Dios, tiene todo sometido bajo sus pies. ¡El es la plenitud del que lo
plenifica todo en todos!
Este
es el gozo, el entusiasmo que Cristo quiere invada a todos los suyos. Es en esa
dirección que Cristo le pide a los suyos coloquen a toda la humanidad. Por eso
antes de irse, los bendice. Tienen un don, una misión, una responsabilidad. Han
sido revestidos de la fuerza de lo Alto pero no para quedarse mirando a lo alto
sino para mirar más bien con nuevos ojos, con nuevas fuerzas las cosas de aquí abajo. El Hijo de Dios estaba en lo
alto y se vino para abajo. Ahora vuelve a lo alto pero no abandona a los de
abajo. Les deja los suyos. Les deja su Espíritu, les deja su amor, les deja su
Palabra.
Comprender
las Escrituras implica la misión de proclamar la Buena Noticia a todos. ¿Cómo,
cuándo evangelizamos? Llevamos con nosotros el Espíritu Santo. Ya no es
promesa. Es realidad. Hemos sido
revestidos, como el mismo Jesús, de su fuerza, de su dinamismo. Una gran
alegría invadió el corazón de los discípulos tras recibir la postrera bendición
de Jesús. Regresaron entusiasmados a Jerusalén.
¿Cómo expresamos nosotros hoy esa gran alegría, signo de la presencia de
Jesús y de la fuerza de su Espíritu, en medio de tantos problemas y situaciones
difíciles en las que estamos envueltos? ¿Quién puede más en nosotros en estos
momentos, la nostalgia o el empuje irrefrenable de Jesús?
Hermanos,
hermanos, si vamos a mirar hacia el cielo que sea para volver con más ánimo,
fuerza y decisión hacia los hermanos. Cristo nos mira para ver si nos dicen
algo esas vidas de la gente que vive a nuestro lado. Si oímos la voz de los
niños de Alepo y Qaracosh en Siria, que han perdido todo y están refugiados en
campamentos. Si nos tocan el corazón
tanta gente que vive en las periferias territoriales y existenciales de nuestra
ciudad y de nuestros barrios y campos, porque nadie ha ido hacia ellos a
llevarles la Buena Noticia del Señor. Es bueno mirar hacia arriba si eso
después nos ayuda a estar con los de abajo. ¡Qué bella esa canción de la
cantante chilena Violeta Parra: gracias a la vida que me ha dado tanto. Con el
permiso de la autora, modifico un poco
su letra:
Gracias al Señor, que
me ha dado tanto
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes al ser que yo amo.
Gracias al Señor que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abedecedario,
Con él las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
La ruta del alma del que estoy amando.
Gracias al Señor, que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias al Señor, da que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo,
Cuando miro al fondo de tus ojos claros.
Gracias al Señor que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto.
Me dio dos luceros que cuando los abro
Perfecto distingo lo negro del blanco
Y en el alto cielo su fondo estrellado
Y en las multitudes al ser que yo amo.
Gracias al Señor que me ha dado tanto
Me ha dado el sonido y el abedecedario,
Con él las palabras que pienso y declaro
Madre, amigo, hermano y luz alumbrando,
La ruta del alma del que estoy amando.
Gracias al Señor, que me ha dado tanto
Me ha dado la marcha de mis pies cansados
Con ellos anduve ciudades y charcos,
Playas y desiertos montañas y llanos
Y la casa tuya, tu calle y tu patio.
Gracias al Señor, da que me ha dado tanto
Me dio el corazón que agita su marco
Cuando miro el fruto del cerebro humano,
Cuando miro al bueno tan lejos del malo,
Cuando miro al fondo de tus ojos claros.
Gracias al Señor que me ha dado tanto
Me ha dado la risa y me ha dado el llanto,
Así yo distingo dicha de quebranto
Los dos materiales que forman mi canto
Y el canto de ustedes que es el mismo canto
Y el canto de todos que es mi propio canto.
Hemos sido equipados
por Dios para que podamos hacer posible que el mundo de abajo se parezca cada
vez más al mundo de arriba, al mundo donde Jesús llevó nuestra humanidad
glorificada. Para que ello sea posible, según acabamos de escuchar en la carta
a los Efesios, “El Señor a cada uno de
nosotros le ha dado su propio don. El fue el que constituyó a unos
apóstoles y a otros profetas; a unos
predicadores del evangelio y a otros pastores y maestros, preparando así a sus
consagrados para el servicio eficaz de la edificación del Cuerpo de Cristo
hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento íntegro del
Hijo de Dios”. Todos nosotros fuimos bautizados en ese mismo Espíritu para
formar un solo cuerpo, poniendo al servicio de los unos de los otros los dones,
carismas y funciones que hemos recibido del Señor.
Hemos sido equipados
para la comunicación del mensaje, para dar testimonio de Jesús en todo momento y
en todo lugar, de manera inteligente, creativa y práctica. No debemos perder
tiempo. La vida es corta. Hermanos, hermanas, no nos quedemos plantados,
mirando al cielo, a las nubes. Bajemos los ojos y miremos los caminos de la
vida, los caminos de nuestros hermanos los hombres y mujeres de hoy. La mayor
presencia de Dios está en la eucaristía, en la Palabra y en el prójimo. Las dos
primeras presencias están allí para que podamos llegar hasta la tercera,
reconocerla, amarla y servirla con la misma pasión y entrega con la que Jesús
amó a los pequeños, a los pobres, a los humildes, entre los cuales estamos
todos nosotros.
La Ascensión, esta
fiesta, nos invita a mirar al cielo para volver con más fuerza a la tierra. Nos
invita a mirar a Dios para mirar mejor a nuestro hermano. Una invitación a
contemplar extasiados cómo con Jesús la condición humana ha alcanzado su plena
y gloriosa dignidad pero para ponernos a trabajar con ardor para que sean
muchos y cada vez más los que lo sepan y aprendan a vivir en consecuencia.
Que la Madre de Jesús,
nuestra Madre María, nos enseñe a llevar a Jesús en nuestro corazón, nos de ojos para darnos
cuenta como ella, cuando una familia, una pareja, unos jóvenes les está
faltando el vino para poder llevar a cabo su misión en esta tierra. La fiesta
de la Madre, es la fiesta de María en el cielo, la madre de todos, pero también
una misión para los cristianos para que dignifiquemos la maternidad, defendamos
la vida maravillosa que Dios ha querido traer al mundo a través de la madre.
Jesús se fue. Pero
está con nosotros en la medida en que dos o tres nos reunimos en su nombre para
predicar su Evangelio, para hacer presente su amor en este mundo, para escuchar
su Palabra y compartir su pan como lo estamos haciendo ahora. Que en esta
Parroquia de Fátima, en la que tengo la dicha de iniciar la Visita Pastoral, se
transforme en una comunidad de testigos de Cristo que comunican su mensaje con
ímpetu misionero a todos los que lo necesitan, bajo la guía y el ejemplo de
Ntra. Sra. de Fátima. Amén.
Domingo 8 de mayo de
2016
+Ubaldo
R. Santana Sequera fmi.
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