PALABRAS DE AGRADECIMIENTO
¡Bendigo a Dios en todo momento y mi
boca proclama su alabanza!
El
mensaje del Papa Francisco me ha causado gran sorpresa y me ha colmado de
alegría. Le estoy infinitamente agradecido por ese hermoso gesto de cercanía
fraterna, por sus luminosas palabras y su bendición petrina. Le pido al Señor Nuncio que lo hace presente
en esta celebración le comunique mi gratitud, mi plena comunión con su persona
y su ministerio petrino y el inmenso afecto fraternal que le profeso.
Todo
lo que acontece esta noche en esta plazoleta, patio de la casa de María de
Chiquinquirá en Maracaibo lo recibo como una inmensa bendición que no guarda
proporción alguna con mi pequeño servicio. Recibo tantas manifestaciones de
reconocimiento, cariño y afecto como expresiones del gran amor que este pueblo
creyente le tiene a su Iglesia y a sus legítimos pastores.
¡Bendigo a Dios en todo momento y mi
boca proclama su alabanza!

¡Si, bendigo a Dios en este momento y mi
boca proclama su alabanza!

Un
himno de Laudes le dirige a Dios este verso: “Tus manos son recientes en la rosa”. Así siento las manos del
Cardenal José Alí Lebrún posadas sobre mí; así también, fresco y fragante,
siento el santo crisma que derramó
copiosamente sobre mi cabeza. A él asocio los arzobispos Mons. Domingo Roa
Pérez y Miguel Antonio Salas que fungieron de co- consagrantes. Ese día fuimos tres los ungidos, como dice el
Salmista, con el perfume de fiesta (Sal 44,8). Con mis hermanos obispos Diego y
Mario, aquí presentes, a quienes no me canso de
agradecer su amistad, su cercanía, su ejemplo y su presencia, bendigo al Señor por habernos puesto al lado
de tan excelente maestro para iniciarnos en el pastoreo eclesial.
¡Si, bendigo a Dios en este momento y mi
boca proclama su alabanza!
He
intentado vivir estos 25 años, como decía nuestro querido Papa emérito
Benedicto XVI, a quien también me siento muy ligado y recuerdo esta noche con
gran cariño, como un simple trabajador de la viña del Señor, atento a descubrir
cada día la inagotable juventud y novedad de este oficio, que San Agustín
definió tan acertadamente como un oficio de amor.
Las
cosas que el Señor ha hecho en mi vida episcopal están asociadas con la
abundancia, la generosidad y el
desborde. El Señor siempre me ha picado adelante. He recibido mucho de Él y, en
retorno, le he dado poco. En todos mis servicios he experimentado muy
hondamente la verdad de la frase paulina
en la carta a los Romanos: “Donde abundó
el pecado, sobreabundó la gracia” (Rm 5,20). Por eso le pido, con tantos
suplicantes, que tenga piedad y misericordia de mi.
Lo
que más me abruma es que, aun conociendo
a fondo mi debilidad, el Señor no ha cesado de renovarme su confianza y encomendarme
nuevas misiones. Con el pasar de los
años he descubierto que la existencia terrena no alcanza para
corresponderle al Señor la abundancia de
sus dones. Con razón el evangelista Mateo compara tal prodigalidad a la lluvia
que fecunda los suelos y a la esplendorosa luz del sol (Cf Mt 5,45).
Estoy
plenamente convencido de que esta vida es plena cuando se vive en actitud eucarística,
alegre, servicial y oblativa, como María
de Nazaret. Que ella, a quien desde
pequeño me entregué como hijo suyo, me ayude a corresponder, día tras día, a la
gracia del Espíritu Santo y a mantenerme fiel en esta humilde disponibilidad
instrumental y en el cumplimiento de la voluntad del Señor.
“Bendigo a Dios en todo momento, su alabanza
esté siempre en mi boca“ (Sal 34,2)
Maracaibo
6 de junio de 2015
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
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