MENSAJE
DE NAVIDAD 2014
NAVIDAD:
DIOS-CON-NOSOTROS Y NOSOTROS-CON-DIOS PARA SIEMPRE
Queridos sacerdotes, diáconos, personas consagradas, seminaristas, laicos asociados y no asociados:
¡Un niño nos ha nacido; un hijo
de hombre se nos ha dado! (Is 9,5). Esa es la gran noticia que
celebramos los cristianos en la Navidad.
Nuestra fiesta gira en torno al advenimiento de un pequeño ser humano que es al
mismo tiempo el Hijo eterno de Dios. ¡Qué grandioso acontecimiento!: ¡El Hijo
de Dios se hace hijo de los hombres, uno de nosotros! Así lo proclama el evangelista Juan en el
prólogo de su Evangelio: “Y el Verbo se
hizo hombre y puso su tienda entre nosotros” (Jn 1,14).

Lo
que se produce con el nacimiento de Jesús es una alianza tan fuerte entre Dios
y los hombres y mujeres de la tierra que no habrá, de allí en adelante, poder
humano o satánico capaz de romperla. Para hablar de ella la Sagrada Escritura utiliza
la imagen de las nupcias (Cf Os 21-22;
Is 62,5). No habrá más nunca humanidad sin Dios ni Dios sin humanidad. Se
cumple por fin plenamente la promesa hecha por Dios a Noé al concluir el diluvio
(Gen 9,12-16).
Ese
niño que nace en la penuria de un pesebre, en una recóndita población de
Palestina (Cf Miq 5,1), distante de los suntuosos palacios del César, envuelto
en los pañales de la fragilidad humana, es la suprema revelación del amor de
Dios a todos los humanos y a los seres vivos (Cf Jn 3,16) y de su poder
redentor universal (Cf Rm 8,19-25). No viene afectivamente a salvar sólo al
pueblo judío, ni sólo a los católicos o a los cristianos sino a todos los seres
humanos, de todos los tiempos, de todas las razas, de todas las culturas, de
todas las religiones. Dice la Escritura: “Dios,
nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y lleguen al
conocimiento de la verdad. Porque Dios es único, como único es también el
mediador entre Dios y los hombres: un hombre, Jesucristo” (1 Tim 2,4).
¡Ésta es buena noticia! Y como todas las
buenas noticias que vienen de parte de Dios, es perfecta, es buena sobre todo
porque se da en la vida real. No es un discurso bonito: es un acontecimiento.
Cuando los ángeles le anuncian a los pastores el nacimiento del Mesías, éstos
dicen: “Vamos a Belén a ver eso que ha
sucedido y que el Señor nos ha anunciado” (Lc 2,13-15). El evangelio
prosigue: “fueron de prisa y encontraron
a María, a José y al niño acostado en el pesebre”. Años más tarde, cuando
Juan Bautista, encarcelado, manda sus discípulos para que le pregunten a Jesús
si él es el Mesías que ha de venir, él les respondió: “Vayan y cuenten a Juan lo que están oyendo y observando: los ciegos
ven, los
cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos
resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia” (Mt 11, 2-5).

No nos contentemos con hablar de Navidad.
Hagamos acontecer Navidad. Nuestras familias esperan la Navidad para vivir más
unidas. Nuestros niños y jóvenes tienen hambre y sed de la Navidad. Regalémosles,
en vez de cosas: una vida ejemplar, obras de caridad, tiempo para escucharlos y
estar atentos a sus necesidades profundas. Nuestros mayores anhelan la Navidad.
Regalémosles visitas frecuentes, gestos de ternura y de atención personal.
Nuestros enfermos suspiran por la Navidad que trae alegría, consuelo, compañía
y sanación.
Navidad
no se habla; se siente en el alma y se contagia por contacto personal. No reduzcamos
la Navidad a adornos, a un ambiente, a un intercambio formal de regalos. Hagamos
acontecer la única y verdadera Navidad cristiana: la del
niño Jesús, hijo de María Virgen, acostado en un pesebre y envuelto en pañales
y que nos trae la profunda alegría de la salvación. Esa es la que tenemos que “ser”
y “hacer acontecer” hoy y aquí en la realidad venezolana. Seamos Navidad. Seamos entendimiento y esperanza ¡Feliz Navidad!
+Ubaldo
R Santana Sequera FMI + Ángel F
Caraballo Fermín
Arzobispo
de Maracaibo Obispo auxiliar
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