EL POST CAM 4
Y DESPUÉS DEL CUARTO CONGRESO MISIONERO AMERICANO
¿QUÉ?
Hace
un año- del 26 de noviembre al 1º de diciembre- nuestra arquidiócesis tuvo la dicha y el privilegio de ser la sede
del más importante evento misionero continental: el Cuarto Congreso Americano
Misionero (CAM 4), noveno en su versión latinoamericana (COMLA 9). Concurrieron delegados de todos los países de
América. Se inauguró con la presencia del episcopado venezolano y del Cardenal
Fernando Filoni, prefecto de la Congregación para la Evangelización de los
pueblos, como Legado extraordinario del Papa
Francisco. Todo se desarrolló bajo el manto de la Chinita cuyas fiestas se acababan de celebrar.
A finales del pasado
mes de octubre las Obras Misionales Pontificias de Venezuela publicaron un
libro en el que se recogen las Conclusiones del Congreso. Trae el Mensaje del
Cardenal Filoni, un resumen de las ponencias de los expertos invitados y las
302 propuestas provenientes de los 22 foros temáticos. Ya tendremos oportunidad de compartir, en
otro editorial, el rico contenido de las ponencias y de los trabajos de los
foros temáticos.
Pero ahora nos
podemos preguntar: ¿Y cuál fue el fruto de este congreso en las Iglesias de
América, en Venezuela y más concretamente en la arquidiócesis de Maracaibo? Es muy prematuro, quizá, medir el impacto real
de este acontecimiento en las Iglesias de nuestro país y en los demás países de
América. Los Congresos son grandes momentos significativos de la vida de la
Iglesia. Necesitan varios años de preparación. Involucran un gran número de
personas. Son experiencias pastorales
que convocan multitudes, fortalecen la
fe, ayudan a tomar conciencia de la índole misionera de la Iglesia y permiten
avanzar en la reflexión de grandes temas teológicos y pastorales.
Pero quede claro que
lo más importante de esta clase de eventos es que animan a sus participantes, tanto
personal como institucionalmente, a asumir compromisos concretos, en este caso en
el campo de la misión “ad intra” y “ad gentes”. Se, por ejemplo, de una
diócesis del centro del país en la que se han activado parroquias misioneras. ¿Se
acuerdan de los misioneros que fueron enviados al final de la misa de clausura,
provenientes de cuatro diócesis venezolanas? Pues, ya se encuentran en la Misión de Mangé, en Mozambique (África), al servicio de la
diócesis de Teté. Es el primer paso de un compromiso de mayor envergadura:
asegurar el relevo del equipo actual, al término de su período de servicio, con
el envío de otro equipo misionero venezolano.
¿Es mucho soñar que las arquidiócesis y
diócesis de Venezuela se preparen para poner, a la disposición de esta misión
africana y de otras que puedan surgir dentro y fuera del país, equipos
integrados por seminaristas, sacerdotes, diáconos, laicos y laicas misioneros? ¿No
sería ésta una manera de cumplir con la norma del diezmo misionero asumida en
el Concilio Plenario de Venezuela? Una cosa es cierta: sea con ésta u con otras
modalidades, las Iglesias que peregrinan en Venezuela y en el continente tienen
que salir ya a llevar el evangelio fuera de sus fronteras internas o externas. La
presencia de un Papa latinoamericano en Roma vuelve este compromiso mucho más
apremiante. No lo podemos dejar solo. Exceptuando México, Colombia y Argentina,
la gran mayoría de los países no se han puesto aún las botas misioneras y
permanecen encerrados dentro de sus propios confines eclesiales. El verdadero
termómetro para medir la mayoría de edad de una Iglesia diocesana es su
capacidad de apertura misionera “ad intra y ad gentes”. Iglesia que no misiona,
Iglesia sin futuro.
Dejemos a las demás
diócesis hacer su propio examen de conciencia. Hagamos el nuestro aquí en
Maracaibo. Nuestra responsabilidad es mayor porque fuimos los anfitriones. ¿Por qué el Señor escogió nuestra Iglesia
local para realizar esta gran convocatoria misionera? ¿Qué llamado especial nos
está haciendo el Señor en estos momentos? ¿Qué podemos hacer para hacer
efectiva nuestra respuesta y transformarnos, como nos lo pide el Papa
Francisco, en Iglesia en salida misionera hacia las periferias existenciales y
territoriales de este planeta? Ya no es hora de palabras sino de producir
frutos concretos.
En todo caso tenemos
que admitir que después de un concilio universal, de cinco conferencias
generales Latinoamericanas y del Caribe, de un concilio plenario nacional, de 9
congresos misioneros latinoamericanos y de cuatro congresos continentales aún
no hemos logrado romper el viejo paradigma según el cual la misión es una
realidad asociada a un grupo especializado. Paradigma paralizante y
anquilozador, presente no solo en los fieles sino también en gran parte del
clero. Mientras sigamos pensando que el asunto de la misión involucra a unos
pocos y no a todos los bautizados o que se trata de la organización de eventos
transitorios pirotécnicos, seguiremos siendo una Iglesia con pantalones cortos.
La Iglesia o es misionera o no es Iglesia.
+Ubaldo
R Santana Sequera FMI
Arzobispo
de Maracaibo
www.elpastorysugrey.blogspot.com
@MonsUbaldo
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