DOMINGO
XXVII DEL TIEMPO ORDINARIO A/2020
HOMILIA
Lecturas: Is 5,1-7; Salmo 79;
Fil 4,6-9; Mt 21,33-43
Muy queridos hermanos,
Un propietario plantó él
mismo un viñedo, lo cercó, lo dotó de una torre de vigilancia y de un lagar y
se lo arrendó a unos viñadores. En el momento de la vendimia, envió criados a
recoger la parte que le correspondía, pero los viñadores los maltrataron. Envió
finalmente a su hijo, pero los viñadores lo mataron y quisieron apoderarse de
la viña y no ser más meros viñadores sino los propietarios.
¿No les recuerda, mis
queridos hermanos, esta parábola, otra historia? Se la recuerdo. El Señor Dios
hizo el cielo y la tierra y plantó en el Edén un espléndido jardín. Luego tomó
al hombre que había creado y lo colocó en el jardín para que lo guardara y lo
cultivara. Luego creó a Eva para que no estuviera solo. Pero, tentados por la
serpiente, decidieron no ser solo cultivadores y cuidadores del jardín, sino
sus dueños y señores en lugar de Dios. “¡Serán
como Dios!”
No ser criaturas ser dioses.
No ser simples administradores, sino propietarios. Es la vieja tentación que
siempre está rondando en la mente de los seres humanos, recogida en el mito de
Prometeo, símbolo de los que se quieren apoderar por la fuerza o la astucia de
los poderes de Dios. No han faltado en la historia y en la actualidad los que
le dan la razón a Satanás y pregonan que el verdadero camino es hacerse uno
mismo dios y no esperar que otro Dios ajeno les dicte lo que tienen que hacer.
Como tantas veces lo ha
reafirmado el Papa Francisco en este tiempo de pandemia, podemos llegar a ser
víctimas del engaño de creer que somos todopoderosos y olvidar que navegamos
todos en la misma barca y en el mismo mar. O llegamos todos a buen puerto o no
llega ninguno. La pandemia del COVID-19 ha dejado al descubierto que tenemos
una pertenencia de hermanos (FT 32); estamos llamados a repensar nuestros modos
de vida, relaciones, organización de nuestras sociedades y sobre todo nuestra
existencia a la luz e inspiración de nuevos modos de vidas más abiertos a la
fraternidad y a la amistad social entre pueblos, razas, credos y culturas. (FT
33).
El marxismo ateo está
rebrotando bajo nuevas formas atractivas como la ideología del género y el
feminismo radical. No menos atea es la sociedad del entretenimiento, del placer
y del consumo que quiere introducir el neoliberalismo económico globalizado.
Aunque parezcan teorías antagónicas confluyen en la pretensión de construir,
con las propias fuerzas humanas, un paraíso terrestre, considerando al ser
humano, la vida y el cosmos no como algo encomendado sino como algo propio de
libre disposición; reduciendo así el Reino de Dios a una realidad totalmente
terrenal sin ningún tipo de trascendencia.
La viña es un símbolo muy
usado en la Biblia para identificar al pueblo de Israel. Una viña, un viñedo es
un bien patrimonial muy importante en la familia (Cfr.1 Re 21,1-29). Jesús se
vale de esa imagen tal como la presenta el profeta Isaías en la primera
lectura, para dejar en claro que la viña es propiedad de Dios. Jesús les reprocha a los sacerdotes y los
ancianos del pueblo, que, en vez de poner la Palabra de Dios, la Ley los
mandamientos de Dios al alcance de los pequeños y de los pobres, “se han apoderado de la llave de ese saber”,
se han ensoberbecido de su conocimiento y han
impedido que los pequeños tengan acceso al Reino de Dios (Lc 11,52; Mt
23,13). Los dones y carismas, recibidos gratuitamente de Dios no han de ser
nunca motivo de orgullo ni de prepotencia, sino un “talento” que debe ser
administrado responsablemente y de los cuales Dios nos pedirá cuenta en el
último día. “¿Qué tienen ustedes que no
hayan recibido?”, recrimina Pablo a los corintios (Cfr. 1 Co 4,7)
La parábola resume toda la
historia del pueblo de Israel, la viña elegida del Señor, narrada en el Antiguo
Testamento. Jesús es ese Hijo que el Padre envía de último, después de los
patriarcas, jueces, reyes, profetas, guerreros y sabios, con la esperanza de
que, por tratarse de su Hijo, lo respetarán, lo escucharán y lo reconocerán
como el Mesías. Pero ellos no quieren cultivar la viña de esa manera. No
quieren educar al pueblo sencillo, no quieren que ellos puedan tener el
Espíritu de Dios como lo anunció Joel (Jl 3,1). Quieren un pueblo ignorante,
manipulable, dócil, que no se entere de sus acciones inmorales y corruptas. Por
eso ven en la persona y el mensaje de Jesús un adversario que pone en peligro su
poder religioso, económico y político y deciden eliminarlo. Tal como ocurre en
la parábola lo agarrarán, lo echarán fuera de la viña y lo matarán.
Los viñadores, para
apoderarse del viñedo, echaron mano de la violencia, del maltrato y del crimen.
La larga historia de la humanidad, sobretodo en estos dos últimos siglos, nos
ha dejado muy en claro que no se puede construir una civilización humana, que
sea un bien para todos, mediante distintas y sofisticadas formas de eliminación
de seres humanos. Jesús nos recuerda que esto jamás será el camino para
devolver esperanza y obrar una renovación en este mundo. El camino es otro; es el
camino inaugurado por Jesús. El camino del amor abierto.
Hoy el Papa Francisco ha
hecho pública su nueva encíclica “Fratelli tutti” (FT), sobre la fraternidad y
la amistad social entre seres humanos, naciones y religiones. Ha querido
firmarla sobre la tumba de San Francisco de Asís, cuya fiesta hoy celebramos,
santo del cual él ha tomado el nombre y de quién para escribirla ha recibido
una particular inspiración.
Frente a las diversas formas
de eliminar o de ignorar a otros, “Fratelli tutti” quiere ser una invitación a
reaccionar con un nuevo sueño de fraternidad abierta y de amistad social. El
Santo Padre anhela que en esta época logremos superar las sombras de un mundo
cerrado, nos hagamos prójimos de todo ser humano herido y tirado a la vera del
camino, superemos los modelos de vida excluyentes y adoptemos formas sociales
más solidarias e inclusivas; reconozcamos, de forma real, la dignidad de todas
y cada persona humana, y avancemos, entre todos, un deseo mundial de hermandad.
La vocación de nosotros los
cristianos como miembros de esta humanidad es darle al mandamiento del amor
mutuo que nos dejó nuestro Señor, su plena y total universalidad. Nuestra
vocación, para los tiempos post pandémicos no es otra que la de superar los
antagonismos, abrir puertas, acoger al otro, construir puentes, emprender una
vasta campaña para aprender a dialogar, a convivir, a respetarnos, a
apreciarnos, a conocernos, a hacernos hermanos.
Las dificultades son la
oportunidad para crecer y no la excusa para la tristeza (FT 78). estamos
llamados a convocar y a encontrarnos en un “nosotros” que sea más fuerte que la
suma de pequeñas individualidades y donde apreciemos como hermanos “todo lo que es verdadero y noble, cuando hay
de justo y puro, todo lo que es amable y honroso, todo lo que sea virtud y merezca
elogio. Y el Dios de la paz estará con nosotros” (2ª. lectura). Amén.
Carora, 4 de octubre de 2020
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Administrador apostólico sede vacante de Carora
No hay comentarios:
Publicar un comentario