DOMINGO 17 ORDINARIO. CICLO B
EN CRISTO JESÚS, ES DIOS MISMO QUIEN ALIMENTA HOY A SU PUEBLO
Muy queridos hermanos y hermanas
A partir de este domingo, se interrumpe durante cinco domingos la lectura del evangelio de San Marcos, en el punto donde narra la multiplicación de los panes, para hacer la lectura continua de todo el capítulo 6 del Evangelio de San Juan. Se trata de un capítulo totalmente dedicado a la enseñanza sobre la Eucaristía.
Los otros tres evangelios, sitúan esta enseñanza dentro de la última cena de Jesús con sus discípulos (cf Mc 14,22-25). Juan en cambio la ha colocado en la etapa inicial del ministerio de Jesús. Este domingo corresponde el relato de la multiplicación de los panes. Juan utiliza en su relato una serie de datos, calificativos y descripciones intencionalmente escogidos para dejar bien claro la divinidad de Jesús.
Al igual que Dios en el Antiguo Testamento, que alimentó con el maná bajado del cielo al pueblo liberado de la esclavitud egipcia, así también Jesús alimenta al pueblo de la nueva Alianza, con el pan de su palabra y de la Eucarístía. En la antigua alianza, Dios se valió de Moisés para arrancar al pueblo de Israel del dominio del Faraón. Ahora en la nueva y definitiva alianza, lleva a cabo la liberación definitiva de la humanidad, de las garras de Satanás y del pecado mediante la enseñanza y la entrega de su Hijo Jesús, que se hace alimento de vida al alcance de todos. Todos los signos y afirmaciones que vamos a encontrar en este capítulo de San Juan revelan la verdadera identidad de Jesús: él es verdaderamente el Hijo de Dios, que está en medio de nosotros los hombres para llevar a cabo de manera irreversible nuestra salvación e introducirnos en la compañía de su Padre. Hemos de creer en él.
Ya vimos en el evangelio del domingo anterior que una muchedumbre de gente se puso en busca de Jesús y corriendo salió a su encuentro en el momento en que él se dirigía a un lugar solitario y tranquilo para descansar con sus discípulos. Al ver a la gente, el Señor sintió una gran compasión por ellos “porque andaban como ovejas sin pastor” y se puso a enseñarles largamente (Cf Mc 6,34). E inmediatamente después se dio cuenta de que tenían hambre, de que era tarde y sin hacer caso de las insinuaciones disuasivas de sus discípulos, decidió darles de comer. El evangelio nos cuenta que lo hará a partir del reporte que le hace Andrés, uno de sus discípulos: “Aquí hay un muchacho que tiene cinco panes de cebada y dos pescados”.
No hay proporción entre la poca comida existente y la cantidad de gente que sigue a Jesús. Se trataba de una gran muchedumbre. Solo los hombres son unos cinco mil. Jesús hace una oración de acción de gracias sobre el pan y los peces e inicia la distribución. Intencionalmente el texto no precisa quien distribuye la comida como para que entendamos que es Jesús mismo quien se encarga de dar de comer y no los discípulos. El texto además aclara que comieron pan y pescado todo lo que quisieron hasta saciarse. Para que quede claro que la comida que Jesús da es abundante y sacia totalmente todas las clases de hambre que el ser humano pueda sentir. Los discípulos intervendrán después, al final, para recoger lo que ha sobrado. Se saciaron y aún así recogieron doce canastas de pan.
El gesto de Jesús nos invita y nos incita a la generosidad y a la práctica de la solidaridad compartiendo nuestros bienes con los más necesitados. Para ninguno de nosotros es un secreto la situación de hambre y necesidad por la que está pasando en la actualidad mucha gente tanto en Venezuela como en el mundo. Basta salir a la calle o ver las noticias para ver cómo muchos hermanos nuestros andan desesperados corriendo de un lugar a otro, haciendo colas interminables para conseguir la comida básica para sus hijos, particularmente los más pequeños. Lo más triste es presenciar cómo, en vez de solidaridad y apoyo, la escasez se presta para la reventa deshonesta y corrupta de los productos de primera necesidad a precios escandalosamente altos.
La multiplicación de los panes por parte de Jesús es sin duda un gran y hermoso milagro que anuncia la multiplicación del bien, del amor, de la gracia salvadora que él ha venido a traer a este mundo en nombre de su Padre Dios. Jesús llevó a cabo ese gran milagro por medio de su muerte en la cruz y su Resurrección gloriosa. Pero él ha querido contar con nosotros los cristianos, sus discípulos para hacer llegar esa gracia hasta los confines del mundo. Nos toca ahora a nosotros colaborar con Jesús para que el milagro de la multiplicación no ocurra una sola vez sino siempre y en todas partes.
Porque es un gran milagro lo que el Señor puede hacer cuando consigue personas generosas y solidarias dispuestas a compartir. La gran enfermedad de este mundo es que existen panes y peces suficientes para darle de comer a la humanidad pero no hay voluntad de distribuir, de compartir. Unos poquitos quieren acapararlo todo para si olvidándose de sus hermanos. El Papa Francisco denuncia como uno de los grandes pecados de nuestra mal llamada civilización, la vigencia de la cultura de la indiferencia y del descarte.
El evangelio de hoy nos invita a revisar nuestros comportamientos, a no desperdiciar la comida, a dejar siempre de lado algunos artículos para llevarlo a la Iglesia el domingo y entregarlo a la parroquia. Hemos de decirle siempre al Señor en nuestras oraciones personales, en familia y en comunidad que cuenta con nuestros cinco panes y dos peces para seguir realizando sus milagros de amor y de ayuda mutua. No olvidemos que el compartir generoso y con corazón desprendido son también potentes herramientas de evangelización y de transformación social. Así como Felipe, Andrés y el muchacho de la canasta fueron intermediarios para que Jesús diera de comer a la multitud, que cada uno de nosotros sea también un valioso intermediario para que Jesús siga haciéndose presente con su amor y su gracia redentora en esta humanidad. Amén.
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
26-07-15
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