PALABRAS DE
MONS. UBALDO R SANTANA SEQUERA FMI,
EN EL INICIO DEL MINISTERIO DE MONS. JOSE LUIS
AZUAJE AYALA,
IV ARZOBISPO
DE MARACAIBO
Emmo. Señor Cardenal Baltazar Porras,
arzobispo de Mérida y Administrador apostólico de Caracas,
Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos
y demás agentes pastorales de la CEV,
Ilmo. Mons. Paul Butnaru, Encargado
de Negocios de la Nunciatura Apostólica y representante, en lugar de Mons. Aldo
Giordano, del Santo Padre entre nosotros,
Hermanos sacerdotes, diáconos,
miembros de los diversos Institutos de Vida consagrada y de las diversas
asociaciones y movimientos apostólicos,
Autoridades civiles, militares, consulares,
gremiales y universitarias
Hermanos y hermanas de otras
confesiones cristianas,
Representantes de los Medios de
comunicación social
Muy querido hermano Mons. José Luis
Azuaje, nuevo arzobispo metropolitano de Maracaibo
Amada grey zuliana,
Después de la cariñosa y cálida acogida que la feligresía
chiquinquireña le ha brindado en la basílica a nuestro nuevo arzobispo
metropolitano, nos encontramos aquí, congregados, llenos de gozo, en este vetusto
templo catedralicio, que alberga la
venerada imagen del Santo Cristo Negro, para celebrar la solemne eucaristía
pontifical con la cual Mons. José Luis, dará inicio a su ministerio episcopal
como octavo sucesor de los apóstoles que ocupa esta sede, y cuarto Arzobispo
metropolitano de Maracaibo.
Nos llena de júbilo la presencia de un gran número de
arzobispos y obispos de la Conferencia Episcopal Venezolana. Tener a tan dignos
pastores de nuestras Iglesias nos honra. A todos ustedes les manifestamos
nuestra admiración, cariño y respeto por su servicio evangelizador, y sus
valientes gestos proféticos y caritativos en defensa de este sufrido pueblo,
particularmente de los más pobres y abandonados. Damos también una fraterna
bienvenida a todos los señores obispos, a los representantes del Consejo
episcopal latinoamericano y del Caribe, a los sacerdotes, diáconos, consagrados
y consagradas y laicos procedentes de distintas regiones de Venezuela y en
particular de Trujillo, El Vigía-San Carlos y Barinas.
UN NUEVO PEREGRINO CON
UNA ALFORJA LLENA DE SEMILLAS DEL REINO
Mons. Azuaje es nativo de Valera y trae llena su alforja de
peregrino. Viene de la tierra del venerable José Gregorio Hernández. De él, de
su familia, de la honda tradición religiosa trujillana, ha heredado un profundo
espíritu de servicio y un gran amor a los pobres. Refleja en su vida y
ministerio la afirmación conciliar: “Nada
hay verdaderamente humano que no encuentre eco en su corazón” (GS 1).
Posee una vasta formación pastoral, espiritual y académica. Viene
aquilatado por una amplia y variada experiencia de servicio, tras 34 años de
vida sacerdotal y 19 de obispo, primero como auxiliar de Barquisimeto y luego
como II obispo del Vigía-San Carlos y IV obispo de Barinas. Formó parte del grupo de expertos que preparó
y participó en la Conferencia General de Aparecida (2007). Preside desde enero
pasado la Conferencia episcopal venezolana (CEV), forma parte a título de
experto del Consejo Episcopal latinoamericano (CELAM), y ha sido elegido
presidente regional de Cáritas latinoamericana y del Caribe. Como ven,
hermanos, el Papa Francisco ha puesto el timón de la nave marabina en muy
buenas y diestras manos.
EL ARZOBISPO
METROPOLITANO Y LA PROVINCIA ECLESIASTICA
En tu persona, Monseñor José Luis, reconocemos un nuevo don
que el Señor le hace a esta Iglesia para mantenerla dentro de la gran comunión
de la Iglesia una, santa, católica y apostólica y acompañarla con la presencia
de su Santo Espíritu. A inicios de este siglo, en el Concilio Plenario de
Venezuela (2000-2006), reasumido diez años después por la Asamblea Nacional de
Pastoral (2015), todos los bautizados nos comprometimos a trabajar
conjuntamente, a través de planes pastorales de renovación, para hacer realidad,
en todas las instancias y niveles de Iglesia, la espiritualidad de comunión y
misión. Una de esas instancias que ha cobrado particular relevancia es la
provincia eclesiástica.
La Provincia de Maracaibo se constituyó en 1966, con la
creación de la diócesis de Cabimas. Actualmente está conformada además de
Cabimas, por las diócesis sufragáneas del Vigía-San Carlos, de la cual Mons.
José Luis fue obispo del 2006 al 2013, y por Machiques. Están actualmente en
estudio la creación de la diócesis de la Guajira y de San Francisco.
El arzobispo metropolitano es instrumento y signo tanto de la
hermandad entre los obispos de la provincia como de su comunión con el resto de
las provincias y con el Santo Padre. Preside la provincia eclesiástica y
promueve, conjuntamente con sus hermanos obispos, un trabajo coordinado y
colegial que favorezca la inculturación del evangelio, servicios comunes en el
campo de la formación sacerdotal, diaconal y demás agentes pastorales, (ICM
112-114; 200). Este servicio del metropolita se pondrá particularmente de
relieve cuando el Señor nuncio apostólico, en nombre del Santo Padre y con la
presencia y participación de la Provincia, venga a Maracaibo a imponerle el
palio arzobispal.
UNA EXPERIENCIA VIVA DE SUCESIÓN APOSTÓLICA
Les invito a todos, tanto a los presentes en esta sede
catedralicia como a los que nos siguen por los medios de comunicación social y
las redes sociales, a acoger de nuevo entre nosotros la gracia de la sucesión
apostólica mediante la cual, es Cristo mismo quien llega a nosotros; en la
palabra de sus sucesores y de sus estrechos colaboradores, es él quien nos
habla; mediante sus manos es el quien nos salva en los sacramentos; en la
mirada de sus elegidos es él quien nos envuelve en su mirada misericordiosa,
llevándonos a la conversión y al descubrimiento de su amor incondicional.
A través de sus
sucesores, es Cristo mismo quien nos dice, una vez más, que es el Guardián de
nuestras almas, el Alfa y el Omega de la historia y de nuestras vidas, el
iniciador y consumador de nuestra fe, que no debemos tener miedo a las muchas
tribulaciones y pruebas que nos sacuden porque él camina con nosotros y, desde
el árbol de la cruz, tal como nos lo recuerda el Cristo Negro, ha vencido los
incendios de odio, de guerra, de injusticia que han ido brotando en este mundo.
El amor siempre será más fuerte. ¡El amor de Dios siempre puede más!!
En estos momentos de gran turbación, de ofertas engañosas y
manipuladoras que reducen al pueblo a la indigencia y a la esclavitud servil, nos
viene muy bien sentir todos juntos, en una gran hermandad familiar, que el
Señor está siempre con nosotros y nos provee de los pastores y guías que
necesitamos para mantenernos unidos, fuertes y llenos de esperanza; para
prodigar a los más humildes ese amor y misericordia que brota, como agua viva,
de nuestro Señor y Salvador.
UNA NUEVA NAVE LLEGA AL
LAGO
La feliz y providencial coincidencia de esta celebración con
el centésimo vigésimo primer aniversario de la creación de la diócesis del
Zulia, me invita a detenerme brevemente en el nacimiento de esta diócesis. Su
creación fue producto de un largo proceso de peticiones, iniciativas y
gestiones por parte de personalidades civiles y religiosas, que se iniciaron
desde finales del siglo XVIII. Pero solo a finales del siglo XIX se dan los
pasos efectivos para lograrlo.
Hechas las gestiones previstas en el Patronato regio, que se
mantuvo vigente en Venezuela hasta 1964, por los órganos legislativos
regionales y nacionales, el 25 de mayo de 1895, el presidente Joaquín Crespo le
puso el ejecútese al decreto, promulgó la Ley que creaba la nueva diócesis del
Zulia y se dirigió al Papa León XIII para presentar la solicitud de la creación
del obispado. Después de las debidas consultas y obtenida la aprobación de
Mons. Antonio Ramón Silva, de cuya diócesis se desmembraba la nueva
jurisdicción eclesiástica, el Papa León XIII, mediante la Bula “Supremum
catholicam ecclesiam”, con fecha del 28 de julio de 1897, creó la nueva
diócesis del Zulia, quedando como sufragánea de la Arquidiócesis de Caracas.
Mons. Gustavo Ocando Yamarte, en una nueva versión, aún
inédita, de la Historia político-eclesiástica del Zulia (Tomo VII), recalca
acertadamente que “todo esto sucedió
cuando la Iglesia apenas empezaba a recuperarse de las guerras de independencia
y de las guerras civiles subsiguientes. La propuesta de una nueva diócesis,
solicitada por el Gobierno venezolano, descubría un tiempo nuevo, actitudes
distintas, posibilidades de florecimiento”. Para ese momento solo existían
en el país la arquidiócesis de Caracas y las diócesis de Mérida, Guayana,
Barquisimeto y Calabozo. Habría que esperar 25 años, ya adentrados en el siglo
XX, para la creación de cuatro nuevas diócesis: Cumaná, Valencia, Coro y S.
Cristóbal.
MONS. FRANCISCO MARVEZ,
PRIMER OBISPO DE LA DIOCESIS DEL ZULIA
El 25 de octubre de 1897 el Papa acogió la presentación que
le hizo el Congreso de la República y nombró al Pbro. Francisco Marvez, como
primer obispo y pastor del Zulia. Su consagración episcopal tuvo lugar el 16 de
enero de 1898 en la catedral de Caracas. Mons. Francisco Marvez tomó posesión
del obispado el 10 de febrero de 1898. Escogió como lema en su escudo episcopal
el inicio de la antigua oración mariana: “Sub
tuum praesidium confugimus, sancta Dei Genitrix”, Bajo tu amparo nos
acogemos Santa Madre de Dios.
Los tiempos eran de fuertes turbulencias sociales y
políticas. El Ing. Iván Darío Parra en su obra: “Los prelados del Zulia”,
recalca que la creación de la tan anhelada diócesis trajo para la depauperada
población una nueva bocanada de esperanza: “los
primeros lapsos que vivió la novel sede obispal fueron gratos: lealtad del
clero y solidaridad de la feligresía zuliana” (p. 38).
Después de Mons. Marvez (1897-1904) se produjo una larga sede
vacancia (1904 y 1910) y luego se sucedieron, con algunos intervalos más cortos
de sede vacante: el siervo de Dios, Mons. Arturo Celestino Álvarez (1910-1919),
Mons. Marcos Sergio Godoy (1920-1957), Mons. José Rafael Pulido Méndez (1958-1961),
Mons. Domingo Roa Pérez (1961-1993), Mons. Ramón Ovidio Pérez Morales (1993-1999), y
este humilde servidor (2001-2018).
SU MISERICORDIA LLEGA
DE GENERACION EN GENERACION
Este breve recorrido por la historia de nuestra hermosa
Iglesia, trae a mi mente aquellas palabras de Santa María en su visitación a su
prima Isabel: “Su nombre es santo y su
misericordia llega de generación en generación a sus fieles” (Lc 1, 50). Esta
Iglesia posee dos fuertes advocaciones populares: el Cristo Negro y la tablita de
María de Chiquinquirá. No hay duda que la imagen de Ntra. Sra. del Rosario
posee mayor atracción en la feligresía, pero todo el que se acerque a ella, se
oirá decir la frase que Mons. José Luis recoge en su lema episcopal: “Hagan lo que él (Jesús) les diga” (Jn
2,5). La verdadera devoción a María conduce indefectiblemente a un encuentro
con Jesucristo nuestro Señor.
No fue solo el Cristo Negro que se dejó arrastrar hasta acá
por las corrientes marinas, ni sola la tablita que se posó mansamente en estas
playas, mecida por los marullos del lago. Somos muchos los que hemos sido
traídos y luego atraídos por esas mismas corrientes, mecidos por esos mismos
marullos y, franqueado el puente, nos hemos quedado definitivamente atrapados
en las redes de este “pueblo bravo y
fuerte, que en la vida y en la muerte, ama y lucha, canta y ora”.
Hoy, al entregar el cayado de esta grey marabina a mi querido
hermano Mons. José Luis Azuaje Ayala, me embarga la gran alegría de aquellos
servidores a los que no tienen que darle las gracias porque no han hecho más
que cumplir con su obligación (Lc 17,10). Me retiro, pero no me jubilo. Me
quedo aquí, ahora en mi condición de arzobispo emérito, para seguir sirviendo a
esta amada Iglesia con la oración, el sacrificio, compartiendo la vida del
pueblo con sus gozos y tristezas, sus aspiraciones y esperanzas. Todo ello bajo
la conducción de nuestro nuevo pastor. Cuento siempre con sus oraciones. Tienen
asegurados mi amor y mis oraciones ahora y siempre.
Maracaibo 28 de julio de 2018.
+Ubaldo R
Santana Sequera FMI
Arzobispo emérito de Maracaibo
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