XIII
ENCUENTRO DE JÓVENES CON EL ARZOBISPO
ARRAIGADOS
Y EDIFICADOS EN CRISTO
NUESTRA ESPERANZA
RESPUESTA
A LAS PREGUNTAS
Agradezco grandemente a los
jóvenes que me han formulado preguntas. Es importante hacer preguntas. Este
hábito es fundamental en todas las etapas de la vida Es importante también
estar atentos y saber escuchar para recibir respuestas.
Las preguntas oportunas y bien
formuladas están en la base de la ciencia, de la filosofía y del diálogo con
las demás personas que vamos encontrando en el camino de la vida. A través de
las preguntas se inicia la gran aventura del hombre de la búsqueda de la
verdad, del bien y de la belleza.
Así que felicito a los
formularon preguntas y los animo a cultivar esta actitud.
Los ¿por qué? nos ayudan a dar con las causas, las razones y las
motivaciones de las cosas.
Los ¿para qué? tienen que ver con las finalidades, los ideales que
perseguimos, nos ayudan a aclarar hacia donde nos lleva lo que ahora estoy
haciendo o emprendiendo. Tiene que ver
en definitiva con el sentido de nuestra vida, con nuestra vocación fundamental
como seres humanos, como cristianos y como personas. Los ¿para qué? Forman
parte de nuestra educación en la responsabilidad porque nos ayudan a visualizar
las consecuencias de las acciones que realizamos. En el mundo tecnológico de
hoy hemos olvidado los para qué, de los fines, por ejemplo: La finalidad de la
política, de la economía, de la vida social, de las instituciones de gobierno,
de la vida y de la muerte, incluso la finalidad de la vida misma del ser
humano.
He agrupado las preguntas que me
han llegado en torno a cuatro temas. El primero: cómo motivarnos para vivir
desde la fe la situación desesperante en que se encuentra nuestro país, para
que esta fe lejos de perderse se convierta en nuestra fuente de alegría y
esperanza. El segundo tema plantea el dilema: emigrar o quedarse. El tercero
tiene que ver con la posición de los cristianos frente a la diversidad sexual,
el aborto, la familia y la política; y finalmente la cuarta, de carácter
personal sobre mi vocación sacerdotal. Las contestaré por consiguiente en ese
orden.
1).
Mida Pereira, Fernand Mora y Juan Diego Pichardo:
¿Cómo mantener motivado desde la fe a un joven venezolano ante
todo lo que estamos viviendo como
sociedad? ¿Cómo podemos hacer los jóvenes de ahora para no perder la fe? ¿Qué podemos hacer los cristianos para conseguir la alegría de Cristo en la
desesperanza de la situación del país?
¿Dónde pueden encontrar los
jóvenes motivos ante el drama que está viviendo la sociedad venezolana? La
pregunta da a entender que es posible encontrar motivos para enfrentar la
desastrosa situación venezolana, pero quiere que destaque principalmente los
motivos fundamentados en la fe.
El tema bíblico escogido para
este encuentro nos brinda el motivo principal, el motivo fundamental: nosotros
estamos enraizados y fundamentados en Cristo Jesús, nuestra esperanza.
Enraizados evoca un árbol que hunde profundamente sus raíces en el suelo.
Edificados se refiere a una construcción que se levanta sobre sólidas
fundaciones. Sin raíces un árbol es descuajado por el viento y las tormentas.
¿Cuáles son nuestras raíces? La familia, la cultura de nuestro país, son
componentes importantes de nuestra identidad. En los profetas (Cfr. Jeremías17,7-8),
leemos que otro significado importante de echar raíces es volver a tener
confianza en Dios. En él vivimos, nos movemos y existimos. La fe cristiana es
una fuerza formidable porque nos conecta directamente con la persona de Cristo
Jesús, vida nuestra. El encuentro y la relación amistosa y estrecha con
Jesucristo dota de un dinamismo nuevo toda nuestra existencia. El trato con
Cristo nos irá revelando nuestra verdadera identidad,
Si tomamos la decisión de
arraigar el árbol de nuestra vida en el suelo fecundo que es Cristo Jesús y de
construir nuestra casa, es decir nuestro proyecto de vida sobre la roca sólida
que es Cristo muerto y resucitado, tenemos el equipamiento necesario no solo
para asumir la realidad actual de Venezuela sino influir en la transformación
de esta realidad y abrir puertas y ventanas a la esperanza.
En la historia de la salvación
y de nuestra Iglesia tenemos muchos ejemplos de creyentes que echaron raíces en
Dios y edificaron sus vidas sobre su Palabra y jugaron un papel decisivo en el
origen de sus pueblos y en la superación de los obstáculos y pruebas que se
presentaron en su camino.
Las virtudes de la fe, de la
esperanza y de la caridad nos han sido ofrecidas para iluminar las tinieblas de
esta sociedad, para darle sabor y gusto a la vida, para infundir fuerzas nuevas
en momentos de desesperación. El cristiano no está hecho para tiempos fáciles y
cómodos sino para abrir nuevos horizontes allí donde parece que todo está
perdido. En la cena de despedida Jesús les dijo a sus discípulos: “En el mundo
tendrán que sufrir, pero tengan confianza:¡Yo he vencido el mundo!” (Jn 16,
33).
Las situaciones, las realidades
que se presentan en la historia actual de nuestro país son otras tantas
llamadas e interpelaciones que Dios nos está haciendo para que respondamos
responsablemente. La mejor manera de no perder la fe es pedírsela
constantemente al Señor en la oración, es cultivarla poniéndola en acción.
Ustedes saben muy bien que lo que no se practica se olvida. Un idioma que no se
habla se olvida. Una fe que no nos lleva a actuar de acuerdo a ella, se
marchita y se muere. El cristiano no se conoce por la doctrina que profesa sino
por las acciones que realiza y las posturas que asume de acuerdo que esa
profesión de fe.
Queridos jóvenes, no sean
espectadores pasivos de la realidad que los envuelve. Involúcrense en acciones
constructivas que están a su alcance, que tienen impacto positivo sobre sus
hermanos, que dan respuesta a situaciones concretas. Construyan su casa sobre
roca, no sobre arena. Echen raíces profundas estudiando a fondo la historia de
su país, su cultura, la mentalidad de sus habitantes. Prepárense bien en el
campo escogido. Todo eso, contribuye poderosamente a cambiar las situaciones en
las que se encuentran y los preparan a llevar a cabo cambios y transformaciones
mucho más profundas cuando las oportunidades se presenten. Lo más triste sería
que éstas se presentaran y ustedes estuvieren dormidos, adoctrinados,
domesticados, reducidos a zombis manejados a control remoto.
Arraigados y cimentados en
Cristo Jesús. Edificados sólidamente en él. Firmes y fuertes en su fe, son las
mejores condiciones para que brote de dentro de cada uno un manantial perenne
de alegría juvenil. La alegría no es producto de las cosas que tenemos ni de
factores externos. La alegría es un don del Espíritu Santo, un fruto que crecen
en los árboles arraigados en Cristo Jesús, una consecuencia de saberse siempre
y en toda circunstancia hijos amados del Padre, tan amados que envió a su Hijo
único para salvarnos y darnos a conocer su amor. Dice el Papa Francisco al
inicio de su primera exhortación apostólica: “La alegría del evangelio llena el corazón y la vida entera de los que
se encuentran con Jesús… Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría.
2).
Gustavo Olivares: ¿Qué debe aconsejar la Iglesia a los jóvenes
ante la realidad del país: emigrar o
quedarnos?
Gustavo Olivares me pregunta
que aconseja a la Iglesia a los jóvenes venezolanos ante la realidad del país:
si deben emigrar o quedarse. Gustavo, gracias por tu pregunta. Son muchos los
jóvenes que sin duda se la plantean. La Iglesia, y yo personalmente tampoco,
tiene una respuesta preformateada y genérica sobre esa disyuntiva. Para
responderla desde la fe, le diría a cada joven que se la plantea que lo haga
haciéndose las preguntas del inicio: ¿por qué irme o quedarme? ¿Cuáles son los
motivos reales y profundos por los que quiero quedarme o irme? ¿con qué fin mi
iría o me quedaría? ¿qué persigo con la decisión de quedarme o de irme? ¿Dónde está
Dios, mi fe en todo esto?
Lo que no podemos hacer, desde
el punto de vista cristiano, es seguir al montón sin pensar en lo estoy
haciendo y sus consecuencias. Me voy porque los demás se van; porque mis amigos
se van. Lo que no podemos hacer es irnos por puros motivos económicos, pensando
en recuperar bienestar, comodidad y vida fácil. Ante esta encrucijada, para
discernir y tomar la buena decisión debo hacer recuento de los principios y
valores por los que debo regir mi vida que es lo primero, lo segundo, lo demás.
En toda vida sana hay un orden. Cristo nos dice: “Busquen primero las cosas de Dios y lo dispuesto en su plan y él les
añadirá todo lo demás” (Mt 6,33).
En la vida según el plan de
Dios sobre cada uno de nosotros, está la valoración de nuestro ser: hemos sido
hechos a su imagen y semejanza. Preocupémonos por crecer y madurar en nuestro
ser imagen y semejanza de Dios. Eso significa busquemos ser como El, como
Cristo que es la mejor imagen creada de Dios, como María, que es la criatura
humana que mejor ha reproducido el ideal de Dios. Procuremos con la ayuda de la
gracia divina, de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestra comunidad
parroquial, de nuestro grupo juvenil, ser honestos, ser coherentes, ser
maduros, ser solidarios, ser gente llena de alegría y esperanza.
En segundo lugar, propongámonos
hacer bien todo lo que emprendemos: desde las cosas más sencillas hasta las más
complejas. No despreciemos ni descuidemos ninguna. Impregnemos todas nuestras
acciones de la fuerza del amor. Con
todas, particularmente las más humildes y cotidianas nos santificamos. Aquí se
esconde el secreto de la felicidad verdadera. Servir, darnos por entero, vivir
en permanente donación y apertura de mente y corazón hacia los más necesitados.
Tercero, estemos bien,
sintámonos bien buscando la compañía de amigos, familiares y seres queridos que
nos hagan crecer, que nos hagan mejores, que nos ayuden a tener buen humor, a
reir, a ver la vida por el lado de la esperanza, que nos ayuden a valorarnos y
a reconocer nuestros dones y cualidades.
Y todo esto dará como resultado
que obtengamos los bienes que realmente necesitamos para llevar una vida buena
y sana. Como ven no son los bienes económicos, ni las riquezas las cosas que
debemos buscar en primer lugar, sino que ellas vendrán por si solas si
cumplimos el itinerario anterior. Los que invierten este orden y se mueven
motivados solo por el afán de tener, acumular para poderse comprar cosas y
divertirse serán desdichados y amargarán muchas vidas. ¿De qué sirve, dice Jesús, ganar el mundo entero si pierdes tu alma?”.
No tenemos que llevar solos lo
que en realidad nunca podría soportar solo. Hemos nacido en el seno de una
familia, pertenecemos a una patria, formamos parte de la Iglesia nuestra gran
familia universal. Nadie se salva solo, como individuo aislado. Dios nos atrae
y nos revela la vocación a través de una rica trama de experiencias y relaciones
interpersonales. Esa es la gran experiencia que estamos viviendo hoy aquí, en
este maravilloso encuentro. Nonos asustemos por esta oscuridad en que estamos
sumergidos material y política y económicamente. La corriente vivificante de
Dios está presente y aunque permanece invisible está actuando. Dios no nos ha
abandonado. La mejor prueba somos nosotros aquí reunidos esta mañana. Siempre
que haya gente con esperanza, firmes y convencidos, unidos y alegres con metas
e ideales claros, habrá futuro para un país.
No somos los únicos. Somos
muchos, Mucho más de lo que nos imaginamos dentro y fuera del país que en este
momento están dando su vida de fe para que Venezuela sea distinta. No sabemos
quiénes son. Lo sabremos al final cuando todo nos será revelado en la luz de
Dios.
Por lo tanto, también nosotros,
rodeados por tal nube de testigos, despojémonos de todo estorbo y del pecado
que nos asedia y llenos de fortaleza, salgamos al encuentro del combate que se
nos presenta con la mirada siempre fija en Jesús. Con el hemos iniciado la
carrera de nuestra fe. Con él la concluiremos. Pensemos siempre en él que
alcanzó la meta y en todos aquellos que nos ha precedido en esta historia para
no dejarnos abatir por el desaliento (Cfr. He 12,1-3)
3).
Santi Petit: ¿Cómo
defendemos el amor verdadero, la
vida y la fe ante las ideologías que el mundo ha aceptado con respecto a
diversidad sexual, el aborto, la familia y la política?
En la última asamblea nacional
de pastoral que tuvo lugar en noviembre de 2015 se nos dieron cuatro grandes
pistas de trabajo para estos años venideros: el anuncio del evangelio de Jesús
de forma actualizada y dinámica; el testimonio de la vida en comunidad fraterna
compartiendo tiempo, talentos y bienes; el compromiso social en las cuestiones
que plantea al civilización actual y la dedicarle tiempo y atención a formarnos
sólidamente en los distintos campos donde se debaten cuestiones que tocan la
familia, la vida, los derechos humanos, la convivencia humana.
No nos toca pues asumir
posiciones defensivas, como si estuviéramos arrinconados. Nos toca ser
proactivos, tomar iniciativas. No actuar por reacción contentándonos con responder a ataques o agresiones. Si nos
preparamos bien en el campo bioético, si creamos grupos de estudio y
compromiso, si nos hacemos presentes en los foros políticos donde se toman
decisiones y se aprueban leyes, si actuamos en los espacios universitarios y
científicos donde se debaten y se presentan modelos de vida que son contrarios
a la dignidad humana y al plan de Dios sobre la creación, estaremos en
condiciones de anunciar de manera incidente, actualizada y comprensible los
grandes principios que rigen el estatuto humano de la vida, de la pareja, de la
familia, del amor y de la sexualidad.
4).
María Lugo: Monseñor, si Dios le da la oportunidad de ser
joven otra vez ¿elegiría de nuevo el sacerdocio?
Finalmente, respondo a la
pregunta de María Lugo. Ella quiere saber si en el caso de que Dios me diera la
oportunidad de ser joven otra vez elegiría de nuevo el sacerdocio.
Ve, María, te digo en primer
lugar déjame decirte que nunca he dejado de ser joven. Si amar antes de un
sentimiento es una decisión, yo tomé la decisión de ser joven toda mi vida.
Este año cumplo 50 años de vida sacerdotal. Todos los he vivido intensa y apasionadamente,
en plenitud. Con mis debilidades, mis defectos, mis fortalezas y los dones que
Dios me ha dado. En el ejercicio de mi sacerdocio, he encontrado mi felicidad,
mi plena realización y el mejor camino para poner todo lo que soy al servicio
de mis hermanos. He llegado a la conclusión que ser cura y desempeñar con
alegría ese ministerio es lo que me ha mantenido siempre joven.
Hay un salmo que siempre ha
retintineado en mi cabeza y mi corazón desde que lo decía como monaguillo en
latín al principio de la misa tridentina: “Introibo
ad altare Dei, ad Deum qui laetificat iuventutem meam”. Traduzco: Entraré al altar de Dios, al Dios que llena
de alegría mi juventud” (Salmo 43,4).
En la vivencia del sacerdocio que Dios me
regaló he encontrado le secreto de la eterna juventud. La que nunca se
marchita. No tengo cómo devolverle a Dios todo lo que ha hecho por mí. Si
tuviera la oportunidad de escoger nuevamente, bien tonto sería de no escoger
ese maravilloso don nuevamente. Sí, María, no lo dudes, escogería
con gran alegría ser cura nuevamente.
Maracaibo 30 de junio de 2018
+Ubaldo
R Santana Sequera FMI
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