PRIMER
DOMINGO DE CUARESMA CICLO B 2018
HOMILÍA
Muy queridos hermanos,
El miércoles pasado, con la
imposición de las cenizas, se inició el tiempo de Cuaresma, una ruta de
cuarenta días de duración que ha de conducirnos a la celebración de las fiestas
de Pascua. Para recorrer este camino y vivirlo a plenitud, les invito a
dejarnos guiar por la Palabra de Dios que cada día de esta cuarentena, y
particularmente cada domingo, la Iglesia nos ofrece, más específicamente, por
el texto del evangelio según S. Marcos.
El texto de este primer
domingo nos presenta, en cuatro versículos, el comienzo de la vida pública de
Jesús: su ida al desierto, las tentaciones a las que lo somete Satanás, el
encarcelamiento de Juan el Bautista, el inicio del anuncio de la Buena Nueva y
un resumen en cuatro puntos del contenido de su predicación. Desde el comienzo
de su Evangelio, Marcos nos da a entender que la Buena Nueva es, ante todo, la
persona misma de Jesús, que su llegada fue objeto de una larga preparación en
la historia del pueblo de Israel, narrada en el Antiguo Testamento, que, en su
bautismo en el Jordán, recibió una solemne proclamación, con la manifestación
de las otras dos personas divinas, el Espíritu Santo y el Padre.
El texto de hoy nos hace saber
que, una vez superada la prueba de las tentaciones en el desierto, Jesús se
entera que Juan ha sido arrestado y encarcelado por orden de Herodes y ve en
este acontecimiento la señal de que ha llegado el momento de iniciar su misión
y presentar a todo el pueblo. la buena nueva del Reino de Dios. Tanto para la
comunidad a la que San Marcos dirigió este evangelio como para nosotros, esta
presentación de los inicios del ministerio de Jesús, es un espejo que refleja
la vida de los cristianos. El desierto, las tentaciones, la prisión formaban
efectivamente en aquella época, y hoy también, parte de la vida de nuestras
comunidades cristianas. ¡Cuán importante
es saber que fue en esas condiciones que Jesús inició y llevó a cabo toda su
misión!
El relato de las tentaciones
en este evangelio, contrariamente a los de Mateo y Lucas, es muy escueto. Solo
menciona que fue el Espíritu quien lo llevó a desierto, donde Satanás lo
sometió a prueba durante cuarenta días; que durante ese tiempo convivió con las
fieras y era atendido por los ángeles. El texto quiere dejar claro que Jesús fue
tentado (Cfr. Heb. 4,15) y que, con
su victoria sobre Satanás, se acaba el tiempo del Reino del Mal en la tierra;
se inicia la era de la convivencia pacífica del hombre con la creación (Cf Is
11,1-9), y que, con la ayuda de los ángeles, su Padre le muestra su amor su
protección (Cfr. Sal 91,11-16). Aunque no lo menciona explícitamente, para
Marcos, Jesús sale vencedor e inicia la era mesiánica porque, contrariamente al
pueblo de Israel en el desierto, que cayó en la idolatría (Cf Ex 32), se acordó
de la Palabra de Dios, fundamentó en ella su conducta y se atuvo siempre a
ella.
Con la enseñanza de su propio
ejemplo y de su predicación, Jesús dejará muy claro a sus seguidores de todos
los tiempos, que las tentaciones y la confrontación con toda clase de
dificultades, forman parte constitutiva de la condición discipular y que
saldrán vencedores si, llenos de fe, se apoyan en la Palabra de Dios, si son
constantes en la oración, si llevan su cruz con abnegación, si viven unidos y
se aman y se sirven unos a otros.
Jesús, con su comportamiento y
estilo de vida, quiere mostrar a toda la humanidad, que la salvación del hombre
está en aliarse con Dios. Está profundamente convencido de que la alianza de
Dios con la humanidad, es la clave para que ésta alcance su plena realización. En
sus Confesiones S. Agustín nos da a conocer esta convicción: “Nos has hecho, Señor, para Ti, y nuestro
corazón está inquieto hasta que no descanse en Ti”. No hay otro camino de
salvación.
Eso fue lo que Dios le dio a
entender a Noé, a Abraham, a David, a Elías y a todos los demás profetas y
sabios, que fueron testigos y portadores de este mensaje. Desconectado de Dios,
el ser humano no tiene sentido y no puede alcanzar nunca su más plena realización.
Esa es la convicción que lleva Jesús muy dentro de sí y por eso, el, El Hijo de
Dios, siguiendo los planes de su Padre, se hizo hombre, para hacerle descubrir
al hombre esta dimensión fundamental de su ser y existencia, que lleva dentro
de sí desde su misma creación a imagen y semejanza de Dios (Gen. 1,26), pero
que ha quedado muy debilitada y vulnerable por el pecado de Adán.
Una vez proclamado por el
Espíritu y su Padre, como verdadero Hijo de Dios, y superada las tentaciones a
las que Satanás lo sometió en el desierto, dejando así en claro que con él se
inicia la era de la convivencia armoniosa del hombre con toda la creación según
el primigenio plan de Dios (Cf Primera Lectura), Jesús está listo para iniciar
su misión pública. Se va a Galilea e inicia su ministerio con una breve, pero
densa, predicación que contiene cuatro puntos: 1) El tiempo de la espera ha
cumplido. 2) El Reino de Dios ha llegado. 3)
Hay que cambiar de vida. 4) Hay que creer en esta Buena Nueva.
La
espera ha terminado. Todo el pueblo de Israel esperaba al Mesías y
la llegada del Reino de Dios, pero la gran mayoría esperaba señales cósmicas,
triunfales, bélicas, a veces con claras tonalidades políticas. Jesús no lo
entendió así. Su mensaje encontrará aceptación en los pobres y sencillos, pero
un rechazo frontal de los poderes establecidos y los vinculados con el invasor
romano.
El
Reino de Dios ha llegado. Para los fariseos y esenios, el Reino de
Dios sería producto de actos de poder y dominio y resultado del esfuerzo humano.
Para Jesús era, ante todo, una iniciativa de Dios, independientemente del
esfuerzo humano, un don de su misericordiosa bondad, una presencia definitiva
de Dios entre los hombres. -en varias oportunidades le hará entender a sus
oyentes que el Reino se encuentra en
medio de ellos, dentro de ellos” (Lc
17,21).
Cambien
de vida. Para recibirlo hay que cambiar de vida, arrepentirse,
convertirse. Hay que darle un vuelco total al modo de pensar de sentir de vivir
y de actuar. Hay que dejar de lado el legalismo de los fariseos y abrir los
ojos, destapar los oídos y desarrollar nuevas capacidades para percibir la
presencia del Reino a través de los acontecimientos ordinarios y sencillos de
la vida.
Crean
en la Buena Nueva: He aquí la clave para estar en condiciones de
recibir ese Reino de Dios y dejarlo entrar en la vida: creer. La fe es la
herramienta que Jesús le ofrece a sus seguidores de parte de su padre. Es la
llave que abre la puerta estrecha, la fuerza que permite caminar por los
senderos empinados y pedregosos del Reino. No es fácil cambiar la mentalidad,
el modo de pensar y de relacionarse aprendidos desde la infancia. Solo la fe lo
hace posible.
Esta presencia nueva de Dios
por medio de Jesús en medio de los pobres y sencillos que hace posible este
modelo de vida, llena de servicio y amor desinteresado, es lo que Satanás
quería y quiere precisamente detener. La gran tentación del diablo es
precisamente hacernos creer que Dios no está presente, que Dios no vive entre
nosotros, que nos ha abandonado a nuestra triste suerte. Que estamos solos. Que
el único que está con nosotros es él, Satanás. Por eso lo primero que hace
Jesús para implantar el Reino de su Padre es expulsar al demonio y hacerle
entender que el tiempo de su dominio y de sus engaños se acabó (Cfr. Jn 12,32).
Hermanos, no nos dejemos
engañar por el demonio. Dios si está con nosotros, camina con nosotros, sufre
con nosotros. No nos ha dejado solos. Con Cristo Jesús hecho hombre y presente
en nuestro mundo, ha empezado una nueva vida. No solamente para él, o para los
que lo acompañaron en su ministerio público sino para todos nosotros. Esta es
la oferta de Jesús, la oferta de la Iglesia al inicio de esta cuaresma, que yo
les invito a aceptar para que vivan y vivan plenamente como se lo merecen como
seres humanos hechos y amados a imagen y semejanza de Dios Padre, Hijo y
Espíritu Santo. Amén.
+ Ubaldo R Santana Sequera FMI
Maracaibo 18 de febrero de 2018.
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