jueves, 19 de noviembre de 2015

SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRA - PATRONA DEL ZULIA - MUESTRANOS, SEÑORA, TUS OJOS MISERICORDIOSOS


SOLEMNIDAD DE NUESTRA SEÑORA DE CHIQUINQUIRA
PATRONA DEL ZULIA
HOMILÍA
MUESTRANOS, SEÑORA, TUS OJOS MISERICORDIOSOS

Muy queridos hermanos y hermanas, cristianos y cristianas del Zulia dispersos por Venezuela y el mundo; fieles devotos de la Chinita conectados con esta celebración a través de los Medios de Comunicación y la tecnología digital.
Me llamarán dichosa todas las generaciones

Al pararme aquí, en este ambón y posar mi mirada sobre esta inmensa multitud de fieles agolpados en esta esplanada,  al imaginarme los miles y miles de espectadores que siguen esta misa por la TV, la radio, por la internet y las redes sociales,  en Venezuela y en el mundo,  no puedo dejar de sentir una honda alegría en el corazón y de dar gracias a Dios. Hoy se cumplen una vez más las palabras de la canción que la Virgen le cantó a Dios cuando visitó a su prima Isabel: “Me llamarán dichosa todas las generaciones”.  ¡Que alegría saber que, desde hace más de tres siglos, la Virgen María se siente dichosa entre nosotros!

El encuentro de la Chinita con el pueblo zuliano fue el inicio de una de las más bellas historias de amor que he tenido la dicha de conocer. Una historia que  empezó de modo sencillo y humilde, así como empiezan las historias maravillosas. Cuenta la tradición que una mañana serena,  una curtida tablita, con una imagen borrosa,  se aposentó pudorosa a las orillas del lago y una humilde pobladora, venida a recoger leña o a lavar su ropa -¿quién sabe?-  la avistó y se la llevó, contenta,  para su casa.  No sabía la humilde nativa  que estaba haciendo exactamente lo que había hecho, siglos antes, el apóstol San Juan, al pie de la cruz. El fue el primero, que por invitación de Jesús,  se llevó a María para su casa. “He ahí a tu madre” (Cf Jn 19,27), le había dicho Jesús antes de morir. Por eso se la llevo consigo.

Se la llevó consigo para su casa
Han pasado 306 años de aquel maravilloso momento en que la humilde pobladora saladillera se llevó la tablita para su humilde morada.  Hoy se cuentan por centenares de miles, las familias zulianas y de otras partes de Venezuela y del mundo que han decidido llevarse a María para su casa. Y ustedes, mis queridos hermanos, están aquí esta noche, porque también, quieren llevarse a María con ustedes para su casa. ¿Verdad que Si? Si algo bueno le ha ocurrido a los zulianos, en estos tres últimos siglos de su historia, ha sido precisamente la llegada a sus costas  de Santa María Virgen, la Madre de Dios y la decisión que tomaron de no dejarla allí,  meciéndose en los marullos del lago, sino de llevársela para  introducirla en sus casas y en sus corazones. Para eso vino precisamente María flotando en una tablita: para meterse para siempre en sus casas, en sus corazones y sembrarse definitivamente en esta tierra. Una cosa grande y  bella he descubierto en los 15 años que les sirvo como arzobispo: que el pueblo zuliano  ama a María y que María ama al pueblo zuliano.
Yo los invito a todos esta noche a que sigan llevándose a la Virgen María para sus casas. Llévensela a casa para que se las bendiga y las transforme en un hogar cristiano. Llévensela a casa para que bendiga a sus familias y las mantenga unidas a través de la oración. Llévensela a casa para que les enseñe a escuchar la Palabra de Dios y a ponerla en práctica (Cf Lc 6,47-48). Llévensela a casa para que  les ayude a mirar el mundo, los acontecimientos y a las personas con los ojos de Dios (Cf Lc 3,51). Llévensela a casa para que les enseñe a ser fieles a Jesús (Cf Jn 19,25). Llévense a María a casa para que ella les entregue el gran don que lleva en sus brazos: su Hijo Jesús.
Entraron en la casa y vieron al niño con María su madre (Mt 2,11)
Ustedes sin duda se habrán fijado muchas veces en la tablita y se habrán dado cuenta que la Virgen morena lleva un niño en sus brazos. La Virgen María no vino sola: trajo un niño en sus brazos, el niño Jesús, el Hijo de Dios que se hizo hombre en su seno virginal. No olvidemos, hermanos, que en la historia de la salvación, la vocación propia de la Virgen María es la de ser la puerta de entrada de Jesucristo, el Salvador del  mundo. Jesús, primero que todo, es un don de la inmensa misericordia del Padre para con la humanidad caída. Y María fue la mujer elegida para ser Madre de ese hijo y entregarlo al mundo. María no sabe hacer otra cosa que la de entregar a Jesús a los hombres para que los salve. Por eso donde llega María, llega Jesús y donde llega Jesús llega la salvación. María se pondría muy triste si quisiéramos recibirla a ella sola y no recibiéramos al Hijo que trae en sus brazos.
Cuando repasamos la historia de la evangelización del pueblo latinoamericano, iniciada hace ya más de 510 años, llama poderosamente la atención la presencia, desde el principio, de la Virgen María. Dios quiso valerse de ella no solamente para que trajera al Salvador al mundo sino para lo introdujera también en el nuevo mundo. Esto es particularmente válido para  nosotros los venezolanos. Por eso no hay región de Venezuela donde no esté presente, bajo diversos nombres y advocaciones, esta madre amorosa: Virgen del Valle en oriente, Ntra. Sra. de la Consolación en Los Andes, Virgen del Socorro en Carabobo, Divina Pastora en Lara, la Bella Señora de Coromoto en Los Llanos, Virgen de Guadalupe en Falcón, Ntra. Sra. del Rosario de Chiquinquirá, la Chinita, en el Zulia. No hay duda que Dios ha querido que los venezolanos lleguemos a Jesús acompañados y guiados por su madre la Virgen María. María es camino a Jesús y Jesús es el Camino para llegar a la Verdad que es Dios Trino y con él gozar de la Vida eterna (Jn 14,6).   ¿Queremos hacer feliz a nuestra madre María?  Recibamos  a Jesús.  Aceptémoslo, como nuestro Señor y Salvador. Entonces llegará la salvación a nuestra casa (Cf Lc 19,6), a nuestra  familia, a nuestra vida, a nuestro trabajo, a nuestro vecindario y a nuestro país.
La Chinita: una tablita y un mensaje
Pueblo amado, las corrientes marinas no se trajeron la tablita hasta estas riberas por casualidad. La tablita llegó porque la Virgen  María quiso venir a vivir con los zulianos. Ella sabía que aquí encontraría un pueblo dispuesto a recibir su mensaje y a transmitirlo a las nuevas generaciones. La Chinita no es solo una tablita: es un  mensaje de parte de Dios. Hasta hoy han sabido cuidar primorosamente la tablita gracias a los párrocos y rectores de la basílica, a las Sociedades de los Servidores y de las Hijas de María; a los gaiteros y a los poetas; a los joyeros y a los orfebres y a mucha gente humilde y sencilla que la aman. Y lo han hecho muy bien.
Cuiden también de transmitir el mensaje, el cual consiste en aprender a recibir a Jesús de las manos de María, a escuchar y cumplir su Santo Evangelio, en amar a Dios y al prójimo por encima de todo. La mayor felicidad de María no fue la de darnos biológicamente a Jesús sino la de tener fe en él, hacerse discípula de su hijo,  aceptar su mensaje y hacerlo vida diaria como voluntad de Dios. Una vez una mujer le gritó a Jesús: “Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te amamantaron”. Pero Jesús contestó: “Mucho más dichosos son los que escuchan la palabra de Dios y la guardan” (Lc 11,27-28).
Es urgente que este mensaje llegue de modo comprensible y actualizado a nuestros jóvenes, a nuestros niños, a las nuevas familias porque vivimos tiempos de gran tribulación. La familia está siendo muy golpeada. Nos quieren meter falsos modelos de matrimonio; le quieren negar a los niños el derecho de tener un papá varón y una mamá mujer; organizaciones con mucho poder y dinero están trabajando activamente para sacar a Dios de las escuelas y universidades y de la vida social. Se le quiere meter por todos los poros a los muchachos que por medio de la droga, de la extorsión, del secuestro,  del sicariato y del tráfico de armas y seres humanos vivos o muertos pueden ganar mucho dinero y hacerse ricos rápidamente sin necesidad de estudiar ni de trabajar.  
Sin Dios no hay vida
Estamos horrorizados por las noticias de muertes y masacres que nos llegan todos los días de tantas partes de Venezuela y del mundo. El Papa nos advierte del gran peligro que corremos de entrar en una nueva guerra mundial que si no caemos en la cuenta de que todo está interconectado y formamos una sola familia que vive bajo un mismo techo planetario.  Lo que ocurre es producto de haber sacado a Dios de nuestras constituciones, de nuestras universidades, de nuestras escuelas, de nuestras casas, de nuestras culturas, en una palabra de nuestras vidas.  
Corremos gran peligro por eso necesitamos orar, orar como lo hizo la reina Ester cuando descubrió que su pueblo estaba amenazado de exterminio. Todavía es tiempo.  Cambiemos nuestro modo de vivir. Sin Dios no hay vida, no hay paz, no hay futuro para nadie. Necesitamos urgentemente aprender a vivir no como lobos ni como enemigos sino como hermanos sin distinción de edad, de raza, de partido político, de religión, de nivel cultural o económico, pues dependemos los unos de los otros. Necesitamos orar intensamente por los gobernantes de nuestro país y los del mundo entero para que actúen con gran sabiduría y pongan todo su empeño en buscar los verdaderos caminos que conducen a la paz. Por los caminos de la guerra, del odio y de la violencia la única vocación que vamos a lograr es la de ser sepultureros de nuestro planeta y de nuestro bello país. No perdamos tiempo discutiendo, peleando, matándonos unos a otros. Tenemos que abandonar lenguajes, actitudes, posturas, acciones y programas que generen violencia, agresividad, odio y conflictos. ¡No nos dejemos robar la esperanza!
La Tablita, una parábola de la misericordia
“María ha recibido la bendición del Señor y la misericordia de Dios, su salvador”. Toda ella está llena de gracia. Su corazón, es un reflejo vivo de la misericordia divina. Por eso los invito a cobijarnos en el corazón de nuestra Madre y Reina de Misericordia con las palabras de  la gaita de Argenis Sánchez, que cantan este año los Chiquinquireños:
“Ella tiene el corazón abierto de par en par,
Lleno de amor para dar paz, bondad y bendición
El corazón de nuestra Virgen con sus latidos
En cada acción siente lo más bello por sus hijos
Su corazón palpita y vibra cuando acudimos
Y entre oración en la bajada la recibimos
El corazón, mi pueblo, que describimos
Es el regalo más lindo de vida que hemos conocido”


Vuelve, Madre, hacia tu pueblo tus ojos misericordiosos
La fiesta de este año se la queremos dedicar a María, bajo el título de “Reina y Madre de Misericordia”, en preparación del inicio del Año Jubilar de la Misericordia decretado por el Papa Francisco y que se iniciará el próximo 8 de diciembre en Roma y el 13 en Maracaibo. Por medio de la tablita y del Santo Cristo de La Grita que nos acaba de visitar, recibamos este año, en estas fiestas, el gran don de la misericordia de Dios. Le pedimos a nuestra madre, como lo hacemos con frecuencia en el rezo de la Salve, que vuelva hacia nosotros sus ojos misericordiosos. Fijémonos en la tablita, fijémonos en la mirada de María, en la ternura con la que mira al hijo que lleva en sus brazos. Sintamos a  través de los ojos de la Madre, la mirada misma de su hijo Jesús, la mirada de Dios, “rico en misericordia y bondad”, siempre dispuesto a perdonarnos si nos arrepentimos de corazón y volvemos a Él.
La mirada llena de ternura del niño Jesús  nos anuncia la misma bella noticia que acabamos de escuchar en la carta de San Pablo a los Efesios: “Estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho vivir con Cristo -por pura gracia estáis salvados-nos ha resucitado con Cristo Jesús y nos ha sentado en el cielo con él. (Ef 2, 1-4). Muéstranos, María, a todos los que estamos hoy aquí reunidos en tu casa, a los pies de tu imagen bendita, los ojos  misericordiosos de tu Hijo Jesús nuestro Señor, para que nos volvamos nosotros también, como él, hombres y mujeres de entrañable  misericordia (Cf Mt 9,36). ¡Nos hace tanta falta la misericordia! Nos hemos vuelto muy crueles, muy indiferentes al dolor ajeno. Más que las bombas y el terrorismo a nuestra humanidad la mata la indiferencia hacia el sufrimiento de los pobres y de los abandonados.
Vuelve tus ojos misericordiosos hacia los extorsionadores y cámbiales su corazón de piedra por un corazón humano; hacia los ladrones, malandros y asesinos para que descubran el valor de la vida y del perdón; hacia los narcotraficantes para que se den cuenta del daño que están causando y se dediquen a actividades más humanitarias; a los que se enriquecen a costillas de los pobres para que dejen de pensar en sí mismos y se vuelvan más desprendidos y solidarios y devuelvan lo que han robado.  
Vuelve hacia la familia zuliana tus ojos misericordiosos, y enséñale a todos sus miembros a vivir como hermanos: entre indígenas y criollos, entre nacionales y extranjeros, entre venezolanos y colombianos, entre partidarios de distintos grupos políticos, religiosos y culturales; entre niños, jóvenes, adultos y ancianos.  
Madre de ojos achinados, vuélvenos misericordiosos a nosotros, tus obispos, sacerdotes,  diáconos y consagrados. Que nos hagamos más sensibles a la gente que sufre hambre, desnutrición, abandono, falta de afecto y cariño. ¿Cuándo nos dolerá la opresión del humilde? ¿Cuándo escucharemos el gemido del pobre? Es tiempo y hora de misericordia (Cf Sal 101), para enseñar a quien no sabe, aconsejar al que lo necesita, corregir al que se equivoca, perdonar a los que nos injurian, consolar a los afligidos, tolerar los defectos ajenos, orar por los difuntos.
Vuelve hacia todos nuestros gobernantes tus ojos misericordiosos para que, en el próximo año de la misericordia, se vuelvan más tolerantes, valoren más a las personas que a las ideologías o al dinero; favorezcan tratos más humanitarios a  los presos; dialoguen con los que piensan distinto; lleven adelante gestiones honestas y eficaces para que al pueblo no le falte: agua, luz, salud, seguridad, escuelas, trabajo y tiempo de sano esparcimiento. Que todos los que salgan elegidos en las próximas elecciones luchen conjuntamente para alejar de nuestro territorio esos terribles males que en otros continentes destruyen a la humanidad: el hambre, la sed, la guerra y la peste.
Que por su entrañable misericordia, Dios, nos visite, en este próximo año jubilar, como un el sol que nace de lo alto, para que nos  ilumine a todos los que vivimos en tiniebla y en sombra de muerte, y guie al Zulia, a Venezuela y al mundo por los senderos de la paz.
Pues eres de los pecadores,
el consuelo y la alegría,
¡Oh Madre Clemente y pía,
¡Escucha nuestros clamores!

Maracaibo 18 de diciembre de 2015

+Ubaldo Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo

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