HOMILÍA EN LA FIESTA DE LA EPIFANÍA DEL SEÑOR 2015
Muy
queridos hermanos,
La
fiesta de hoy es muy popular en nuestro país. Estamos acostumbrados desde
pequeños a ver representar la escena de la llegada de los tres Reyes Magos, uno
blanco, uno negro y otro amarillo, montados sobre sus camellos, trayendo en sus
cabalgaduras regalos para el niño Dios que vienen a adorar. Hasta nombres le
hemos puesto a cada uno de ellos: Melchor, Gaspar y Baltasar. La sencillez y la
ingenuidad de estas imágenes nos pueden sin embargo esconder el núcleo del
mensaje que trae este evangelio de San Mateo. Por eso los invito a detenernos
ante el texto y repasar su historia. Es el mensaje de la salvación universal en
Cristo Señor.
Mateo
no dice que eran reyes. Solo magos procedentes del Oriente. La palabra magos no
designa necesariamente gente dedicada a la magia sino astrónomos, que escrutan
los astros y tratan de ayudar a la gente con su sabiduría. Del oriente para los
judíos no puede venir nada bueno. De allá vinieron los persas, los babilonios,
los asirios, poderosos imperios invasores que los mantuvieron sometidos a su
pesado yugo opresor. Allá fueron desterrados por 70 años. Tierra poblada
de paganos opresores, de idólatras que
ignoran al verdadero Dios y adoran los astros y los fenómenos celestes.
Pero
sorprendentemente es precisamente de allá que van a venir ahora gente
completamente diferente. Estos magos, estudiando las estrellas, han descubierto una nueva y llegan a la
conclusión, aplicando la lógica y su
sabiduría, de que esta Nova es la señal del advenimiento del anhelado y
esperado salvador que va a nacer en el pueblo judío. Deciden sin más dilación salir en su búsqueda
hasta encontrarlo. Según sus datos humanos, se imaginan que lo hallarán en la
capital, Jerusalén, en el palacio real de la ciudad y hacia allá se dirigen. Al
enterarse de su llegada el rey Herodes se sobresalta. ¿Cómo? ¿Un nuevo rey de
los judíos? Si él es el que ha sido nombrado por el emperador romano rey de los
judíos. No puede haber otro y si lo hubiese hay que eliminarlo de una vez.
Herodes
consulta a las autoridades religiosas judías. Los letrados y sumos sacerdotes
saben dónde según las Escrituras, va a nacer el Mesías pero no hacen
absolutamente nada para ir a corroborarlo, dar con el Mesías y adorarlo. Esto es lo que encontrará Jesús a lo largo de
toda su vida: rechazo frontal de las autoridades políticas e indiferencia y
hostilidad de parte de los dirigentes religiosos. Al final los dos poderes se
confabularán con los romanos para acabar con él. Solo los pequeños, los
sencillos y los buscadores sinceros de la verdad, como estos magos, lo acogerán
y se prosternarán ante él reconociendo su señorío mesiánico.
Los
Magos prosiguen su camino. A sus conocimientos científicos se ha añadido la
iluminación de las sagradas escrituras pero es la estrella la que, de allí en
adelante, los va a guiar. Unas veces se esconde, otras veces aparece
llenándolos de inmensa alegría. Por fin ésta se detiene donde está el niño con
María, su madre, y cayendo de rodillas ante
él lo adoraron. Después, ponen a su servicio las riquezas que traen y los
tesoros más valiosos que poseen. De allí en adelante su vida será otra. Dice el
evangelista que no regresaron por la capital sino por otro camino. El camino
cristiano de los seguidores de Jesús. Este Niño puede contar con ellos pues lo
reconocen como su Rey y Señor. El Papa Francisco dice al inicio de su
Exhortación que “la alegría del evangelio
llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús.” (EG
1)
De
los magos no sabemos más nada pero han cumplido su misión. Han llegado a la
meta. Han encontrado al que buscaban. Y
seguramente como los pastores “se
volvieron dando gloria y alabanza a Dios por lo que había visto y oído” (Lc 2,20) y contaron todo lo que se les había
dado a conocer de ese niño. Con ellos se inicia ya la difusión del cristianismo
en el mundo. Y para nosotros, hermanos, ¿se
nos ha dado también la gracia de este encuentro? Francisco nos dice que “cada cristiano y cada comunidad discernirá cuál es el camino que el
Señor pide, pero todos somos invitados a aceptar este llamado: salir de la
propia comodidad y atreverse a llegar a todas las periferias que necesitan la
luz del Evangelio” (EG 20).
Para
nosotros celebrar hoy la fiesta de la Epifanía es colocar nuestros pasos tras
las huellas dejadas por los magos cuando regresaron a su patria por otro camino. Venezuela está
reclamando a gritos que los cristianos y los hombres y mujeres de buena
voluntad nos pongamos de acuerdo, más allá de nuestras diferencias políticas e
ideológicas, para construir el país por
otro camino. Nuestra Iglesia también está necesitando que los católicos
salgamos de nuestra pasividad y nos atrevamos a transitar por otros caminos. No
basta saber las Escrituras. Hay que ponerse en camino, salir de las rutinas.
Nuevamente el Papa nos apremia: “Fiel al modelo del Maestro, es vital que hoy
la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en
todas las ocasiones, sin demoras, sin asco, sin miedo. La alegría del Evangelio
es para todo el pueblo, no puede excluir a nadie” (EG 23). Vamos a tener
una gran oportunidad con la realización el próximo mes de julio de la Asamblea
Nacional de Pastoral.
Dentro
de poco será el momento de la consagración del pan y del vino y nos pondremos
de rodillas para adorar a Jesús que se hace presente bajo las especies
eucarísticas. Los Magos se bajaron de sus camellos, se bajaron de la altura de
su ciencia astral, se abajaron de su orgullo ante el niño de Belén, se pusieron
de rodillas y lo adoraron. Luego cambiaron de vida y se regresaron a su casa
por otro camino. Ante el hermoso gesto de estos
hombres nosotros tenemos que hacernos
algunas preguntas decisivas: ¿ante quién nos arrodillamos nosotros? Rodilla en tierra si pero no para matar ni
idolatrar ningún ser humano. Solo ante el Santísimo Sacramento. Solo ante la
hostia consagrada. Solo ante un hermano herido que hay que recoger en el camino
y socorrer con prontitud.
¿Cómo
se llama el «dios» que adoramos en el fondo de nuestro ser? Nos decimos
cristianos, pero ¿vivimos adorando al Niño de Belén? O ¿nuestros dioses
verdaderos son “tesoros de la tierra que
la polilla y la herrumbre echan a perder y que los ladrones, perforando los
muros, pueden robar”? (Mt 6,19-20)
¿Ponemos a los pies del Niño Dios nuestras riquezas y nuestro bienestar,
nuestra misma vida para que sirvan a
hacer realidad el pedazo de Evangelio de fraternidad, de justicia y de paz que nos toca a nosotros concretar? ¿Estamos
dispuestos a escuchar su llamada a entrar este año en el reino de Dios y su
justicia?
Cuando
los magos, guiados por la estrella, dieron con el niño, allí a su lado estaba
su Madre María “conservando todas estas cosas en su corazón”. La estrella que
nos puede guiar este año hacia Jesús y enseñarnos suficiente humildad para
arrodillarnos ante él y adorarlo se llama María. Así la llaman nuestros
pastores: la Estrella de la Evangelización. Dejémonos guiar por ella, que sea
nuestro seguro e infalible GPS que nos ponga a los pies de Jesús, que está en
la eucaristía, en los evangelios y en los cuerpos y corazones heridos de los
pobres y necesitados de amor.
+Ubaldo R Santana Sequera FMI
Arzobispo de Maracaibo
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