DOMINGO XVIII ORDINARIO C
LA VIDA NO DEPENDE DE LOS BIENES
HOMILÍA
Muy
querido hermanos,
Un
hombre rico e inconsciente es el protagonista de la parábola de este domingo.
Se trata de un granjero que logra una gran cosecha. Tan grande que debe ampliar
sus graneros para almacenarla. Con tanta riqueza se siente ahora satisfecho,
seguro. Y piensa: Ahora que tengo toda esta fortuna acumulada me voy a dedicar
a descansar, banquetear, fiestear y rumbear. Pero esa misma noche
inesperadamente Dios lo llama a su presencia y todo lo que ha amontonado
codiciosamente le servirá de nada.
En su
necedad e inconsciencia no había caído en la cuenta de la caducidad de la
existencia y de que la vida no puede girar en tornar a los bienes perecederos
sino en torno a Dios y en torno al prójimo, particularmente de los más
necesitados. Es vana ilusión, como
enseña hoy el Qohelet, poner a girar nuestra vida en torno a la comida, al
vestido, a la salud, a la bebida. El verdadero bien no está en los bienes de
esta tierra, ni en la acumulación que hagamos de ellos, sino en la persona
misma. En el pasaje anterior al texto de hoy ya Jesús había comentado que el
verdadero valor no está en las cosas sino en la persona creada a imagen y
semejanza de Dios.
Por
consiguiente, la verdadera sabiduría nos la comunica Jesús. Si nos volvemos sus
discípulos y nos inscribimos en su escuela aprenderemos la verdadera sabiduría
de la vida: es decir a descubrir valor relativo de las cosas creadas y el uso
que debemos de hacer de ellas sin que sean ellas las que nos posean y nos usen.
En la segunda lectura S. Pablo deja en claro que los bienes verdaderos y
definitivos son los de arriba. En ellos hemos de poner todo nuestro corazón.
¿Hemos
de despreciar entonces los bienes de la tierra? ¿Son malas las riquezas? Jesús,
siguiendo el patrimonio sapiencial del AT, no condena la riqueza en sí. Condena
la codicia, la avaricia con que se maneja. Tampoco condena los bienes de la
creación sino el uso egoísta que hagamos de ellos. Los bienes de la creación
han sido puestos a la disposición de la humanidad para que todos puedan vivir
dignamente, no para que se lo apropien y lo disfruten unos pocos privilegiados,
mientras multitudes mueren de hambre. Desviados de su finalidad propia, se
vuelven males portadores de iniquidades e inequidades.
La
gran necedad equivocación de este rico granjero es la de creer que no solamente
es dueño absoluto y supremo de los bienes acumulados, sino que también es dueño
de su propia vida y la puede manejar como un bien propio del cual puede
disponer a su real saber y entender, olvidándose totalmente que de Dios viene y
es Dios su creador quien decide cuando ha de volver.
“Descansa,
come, bebe, banquetea”. Cuatro verbos que describen las metas que la
civilización actual propone a través de la educación, de los medios de
comunicación social, de la cultura global y de la educación familiar. Según
este modelo cultural en boga, la vida estaría hecha para acumular suficientes
bienes para dedicarse a descansar, a beber, comer, fiestear, rumbear y viajar.
Tiene
un concepto sumamente pobre y egoísta de la existencia quien considera que los
bienes están hechos para consumirlos él, solo él y todo para él y no para
compartirse. Tal modelo de vida, como enseña el Papa Francisco, solo es posible
si se abandona como simpe material de desechable a los millones de pobres que
vegetan en tantas partes del planeta. Las grandes naciones industriales ven con
preocupación cómo este modelo de vida se les puede derrumbar por la avalancha
migratoria proveniente de los pueblos pobres de África, América y Asia. Por eso
proliferan los gobiernos nacionalistas cierra-fronteras, anti-migración,
xenófobos y segregacionistas.
Los
países industrializados del Norte se guían por un modelo extractivista y
depredador. África y América les interesa solo por sus riquezas minerales,
acuíferas y madereras; no por su población. Para las riquezas libre
circulación. Para las personas puertos cerrados, muros, alambradas. Ante el desafío del crecimiento poblacional
de las naciones pobres ponen en marcha agresivas campañas de anticoncepción, de
esterilización y de aborto. La lógica anti-humanitaria que los guía: es mejor
eliminar el número de comensales que aprender a compartir. La otra lógica que
trajo Cristo: tanto vales cuanto compartes tu existencia, tu tiempo, tus
talentos y tu tesoro con tus hermanos los hombres.
Lo
que el rico de la parábola fue almacenando fue una enorme acumulación de
egoísmo y de necedad. El valor de la
vida se mide por el valor que se le dé a la persona humana, a toda persona
humana, a todas las personas humanas sin excepción. No estamos preparados para
la paz mientras no seamos capaces de respetarnos, de convivir y de compartir el
espacio y los bienes, así como Dios comparte con todos, el aire, el sol, el
viento, los ríos, los lagos y los mares.
Los discípulos de
Jesús estamos llamados a adoptar el estilo de vida del maestro, que no tenía
dónde reposar la cabeza, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con
su pobreza. Un estilo de vida que se ha de manifestar no solo en la vida
personal, sino también en el modo de formar familias abiertas y generosas, de
organizar la vida social, cultural y política de nuestros países.
Este modo de pensar y
organizar la existencia de los seres humanos en este mundo inspirado en Jesús
está recogido en la Doctrina Social de la Iglesia. Eso no significa que
tengamos que organizarnos en ghettos o en burbujas de felicidad. Al contrario,
tenemos el gran resto de continuar con nuestras existencias la encarnación de
nuestro Señor en estas realidades. Trigo y cizaña caminaran juntos hasta el
final. Nos toca trabajar duro no para acumular nuestros trigos en graneros
seguros sino echarlo en los terrenos de este mundo confiado en que la gracia y
la fecundidad del Espíritu Santo los hará fructificar.
Caracas 4 de agosto de
2019
+ Ubaldo R Santana
Sequera FMI
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