DOMINGO XIV DEL T.O.
A.2020
HOMILÍA
UN CAMINO DE VIDA
LLAMADO JESÚS
Muy queridos
hermanos y hermanas,
Para entender mejor el mensaje contenido en el evangelio de
este domingo, nos ayudará fijarnos en los relatos y episodios que lo anteceden.
Narran los rechazos y la consternación con los que fue recibida la predicación
de Jesús. Juan Bautista duda. Las principales ciudades y poblaciones
importantes de Galilea, como Corozaín, Betsaida, Cafarnaúm, rechazan de plano
su mensaje. Sus pobladores se atrincheran tercamente en sus posiciones. Jesús
ve allí una dureza de corazón conectada con el pasado del pueblo de Israel y
que envuelve toda una generación.
Por otro lado, lleno
de compasión por el abandono y el abatimiento en que se encuentran los
moradores de caseríos y aldeas, se ha volcado hacia ellos y les ha anunciado
con hechos y con palabras, el mensaje del Reino. Y a diferencia de los casos
anteriores, ha encontrado acogida e interés. Es hacia esos rebaños carentes de
pastor, que decide enviar sus apóstoles, y ellos también encuentran buena
acogida y regresan contentos de su misión (Lc 10,17).
Y entonces, ¡oh maravilla! se produce en él un estallido de
profunda alegría, un júbilo inmenso invade su alma y prorrumpe en una oración de
alabanza y acción de gracias hacia su Padre. La oración ocupa tanto en la vida
como en la predicación de Jesús un lugar importante. Suele retirarse de
madrugada o en la noche para orar en descampado. Ora antes de realizar acciones
importantes como la elección de sus apóstoles o la resurrección de Lázaro. Les
deja a los suyos un compendio y un método de oración en el Padrenuestro. Solo
en tres momentos tenemos acceso al contenido de su oración al Padre. Uno de
esos momentos es el que hoy presenciamos.
Estamos en uno de los momentos cumbres del evangelio. Tenemos
el privilegio, gracias al testimonio de los evangelistas, de entrar en esta
intimidad oracional de la vida de Jesús. En primer lugar, alaba, bendice, y da
gracias a su Padre, el Señor de cielo y tierra. ¿El motivo de su gratitud? El
haber escogido a los pobres y sencillos aldeanos de la Galilea y no a los
sabios y entendidos de Judea para compartir su designio, su plan de salvación.
Ya el autor del libro del Eclesiástico, Jesús Ben Sirá, lo había anunciado: “Es grande la compasión de Dios y revela sus
secretos a los humildes” (Si 3,19-20).
Otro motivo de exultación y acción de gracias: ser
depositario de la develación de los planes salvadores de su Padre. Él es el
único mediador entre Dios y los hombres (Cfr. 1 Tim 2,5). Para tener acceso a
la voluntad salvífica del Padre hay que pasar por su Hijo Jesús. Y el Hijo,
acogiéndose al beneplácito y designio de su Padre, quiere encomendar la
difusión del Evangelio de salvación a los humildes y sencillos. Ellos y solo
ellos serán los portadores de esta misión. Queda corroborada así la primera
bienaventuranza.
No solamente pues van a ser los destinatarios preferenciales
de su misión (Cfr Mt 11,4-6; Lc 4,18-21), sino también los anunciadores. Estos pobres,
de los que nadie se ocupaba, que eran descalificados, los que van a ser, para
Jesús, sus evangelizadores preferidos. La suegra de Pedro, una vez curada de la
fiebre, empieza a servirles (8,15). El publicano Mateo lo transforma en apóstol
(9,9-11). Dos ciegos, una vez recobrada la vista, se fueron y divulgaron su
fama por toda la región (9,31).
Pablo lo proclamará primero con el ejemplo de su propia vida
y luego con su predicación como lo hizo por ejemplo con la comunidad de Corinto
tentada de ínfulas de grandeza: “Miren,
hermanos, quiénes han sido llamados: entre ustedes no hay muchos sabios
humanamente hablando, ni muchos poderosos, ni muchos nobles. Por el contrario,
Dios ha elegido a los débiles del mundo para humillar a los fuertes. Dios ha
elegido a gente sin importancia, a los despreciados del mundo y a los que no
valen nada para anular a los que creen que valen algo.” (1 Co 2,26-29).
¿Quiere Jesús dar a entender que en el cristianismo no caben
los sabios ni los inteligentes? Claro que si caben, pero a condición de que se
despojen de toda orgullosa prepotencia, de la utilización abusiva del poder, de
la voluntad omnímoda de dominio y opresión, y utilicen su sabiduría y su
ciencia para hacer el bien, promover el bienestar colectivo, favorecer la fraternidad
y el entendimiento entre los pueblos, razas, culturas y religiones. En el libro de Ben Sirá se lee: “Hijo, mío, mientras más importante seas, más
humilde debes ser y alcanzarás el favor de Dios” (Si 3,18). Y Jesús lo resume
de esta manera lapidaria: “Quien se
engrandece será humillado, y quién se humilla será engrandecido” (Lc
14,11).
Lo que Jesús nos está revelando, mis queridos hermanos, es de
gran importancia no solo para los cristianos en particular, sino para todos los
hombres. Porque no hay sino un solo Dios y un solo plan de salvación que abarca
toda la historia humana, toda la creación, todo el cosmos (cfr. Hech 4,12). Lo
que significa que este camino que Jesús revela y que está condensado en su
propia persona, el camino Jesús, es el único válido para toda la humanidad de
todos los tiempos.
Todo proyecto civilizatorio auténticamente humano ha de tomar
este camino de la humildad, de la sencillez como un criterio fundamental. Los hombres, de cualquier campo de la
sabiduría, de la ciencia o de la tecnología, que quieran hacer progresar esta
humanidad están llamados a secundar el proyecto que Dios Padre ha dado a
conocer en la persona de Jesucristo su Hijo. Un proyecto por consiguiente que
tome como centro de su desarrollo, la reproducción del modelo de hombre que es
Jesús.
Leemos en el Himno dedicado a Cristo, en el inicio de la
carta de Pablo a los Colosenses: “En él
decidió Dios que residiera toda plenitud; por medio de él quiso reconciliar
consigo todo lo que existe” (Col 1,19-20). Él es el recapitulador de todas
las especies humanas que hayan podido existir en este planeta hasta llegar al
Homo sapiens. Con él la humanidad ha llegado al ápice, a la cumbre de su
desarrollo.
Jesús termina su oración, volteándose hacia los humildes, los
abatidos, los abandonados, los deprimidos de todos los tiempos, con un grito
bien fuerte, invitándoles a buscarlo, a venirse con él, a entrar en su escuela
de humildad, de sencillez, de mansedumbre, de paciencia. “Vengan a mí los que están cansados y agobiados y yo los aliviaré. Carguen con mi yugo y aprendan de mí que soy
manso y humilde de corazón y encontrarán descanso para su vida.”
Yo te imagino, Señor, parado en la encrucijada de la
humanidad, indicándole a los hombres de ayer, de hoy y de siempre tu camino. En
una encrucijada donde hay montones de agentes publicitarios, parados allí
también, ofreciendo sus caminos. ¿Cuántos te haremos caso y nos internaremos
por tus senderos? Tu camino no es atractivo, Señor, no tiene adornos, no tiene
colores de arcoíris. ¡Y los demás son tan atrayentes! Tus entrañas se
estremecieron ante el abandono de los pobres de tu tiempo. Las nuestras se
estremecen ante el dinero, el placer, el sexo, la droga, el culto del
entretenimiento. Ya conocemos los gritos del 68 y siguientes: ¡Prohibido prohibir!¡ Paz y Amor! (Deja ser y deja vivir. Amor
libre); ¡Just do it¡ Los que detentan
los poderes políticos, mediáticos, económicos y las TICs, no se sienten ni
cansados ni agobiados. No necesitan tu escuela. Más bien estorbas. No hay sitio
para ti en esta posada.
Paradójicamente, después de 20 siglos, tu oferta, Señor, sigue
en pie. Los poderes del infierno no han podido acallarla. Hoy se nos da la
oportunidad de decir con Pedro: “¿Adónde
iremos, Señor? tú tienes palabras de vida eterna” (Jn 6,68). Queremos
uncirnos a tu yugo, compartirlo contigo. Solo así podremos aprender a lo largo
del camino tu humildad de corazón y hacer nuestro en espíritu y en verdad, el
anhelo profundo de Pablo: “Lo que quiero
es conocer a Cristo y sentir en mí el poder de su resurrección, tomar parte en
sus sufrimientos, configurarme con su muerte con la esperanza de alcanzar la
resurrección de la muerte.
Carora 5 de julio de 2020
+Ubaldo R
Santana Sequera FMI
Administrador
apostólico sede vacante de Carora
No hay comentarios:
Publicar un comentario